Por eso habrá que repetirse.
Así, mientras no sean los “chavales” quienes paguen las facturas del consumo de sus iPhones no habrá nada que hacer; mientras no sea el irrefrenable deseo de independencia y la angustiosa necesidad de plancharse su propia ropa lo que mueva a los “chavales” a manifestarse (y no la falta de calefacción en el instituto) no habrá nada que hacer; mientras crean que la libertad de expresión consiste en decir cualquier cosa y de cualquier manera no habrá nada que hacer; mientras no se planteen fustigar hasta la extenuación a las empresas de telecomunicaciones, por ejemplo, no habrá nada que hacer; mientras sigan conformándose con frases ingeniosas (twitter/muro) y se queden por tanto con lo fácil y dinámico antes que con lo costoso y lo esforzado no habrá nada que hacer; mientras los “chavales” dirijan sus quejas hacia un determinado partido político y no hacia nuestro corrupto y putrefacto sistema bipartidista –anegado de intereses espurios- no habrá nada que hacer.
Y ¿por qué, en el fondo, prefieren comunicarse a través de simples fraseos ingeniosos antes que a través de pensamientos colegidos de razonamientos más o menos sistemáticos o al menos elaborados? Porque les encanta y les excita el “a tiempo real”. O sea, porque en el fondo –y en la superficie- les encanta y excita la irrealidad, valga la paradoja. La irrealidad construida por el vertiginoso “tiempo real”. Cosas de la era digital, que se caracteriza por la incomunicación que produce la indigestión de comunicados. Es precisamente la bulimia comunicacional la que ha configurado una realidad anoréxica, en contra de lo que tiende a creerse. Se trata de la perversión que mantiene más viva que nunca la llama de la maldad. ¿Qué no?
Hay motivos más que suficientes para que los “chavales” se manifiesten hasta la extenuación; motivos de sobra para levantar barricadas, motivos innumerables para intentar cortar de un tajo un sistema que diariamente se demuestra tan ineficaz como humillante. Sin embargo, más allá de indignarse puntualmente por “cuatro” cosas indignantes pero nimias, la verdad es que después nunca se produce la verdadera rebelión. Pero, ¿cuál sería en última instancia la causa que impide la revuelta verdadera? Mi personal respuesta es ésta: porque la maldad se ha instalado definitivamente. Y la maldad se manifiesta, las más de las veces, sibilinamente. Como bien se demuestra en No habrá paz para los malvados (Urbizu). La maldad es lo único que nos queda en este mundo, un mundo que se ha configurado, y esto lo digo yo, fractalmente; esto es: configurando lo pequeño (el individuo, el grupo, la tribu) con las mismas formas con las que se ha configurado lo grande (los gobiernos, las multinacionales). Algo que, es cierto, fue propuesto por lo grande, pero con la aceptación y la connivencia interesada de lo pequeño. Cosas de la Corrección Política. En las instancias que rigen el mundo sólo queda la maldad.
En la película se ve como el bien intenta hacer su camino por los cauces legales del policía (bueno) y la jueza (buena y justa), pero es la maldad –el poli corrupto y degenerado- la que acaba por atajar el inevitable fin al que estamos tarde o temprano abocados, el generado por la maldad en estado puro. La jueza ama a su hija y ama las vías nobles que ofrece la Institución, pero si no fuera por el despreciable Santos Trinidad el desastre habría sido aún mayor. Maldad sobre maldad mientras los buenos, o confunden la Ley con la Justicia (o la Justicia con la Libertad) o juegan al corro de la patata con sus hijos en los días festivos. Es la propia maldad la que ataja el mal, y lo hace por casualidad, claro. Y no hay otra. O sí: la de que la maldad sobre maldad acabe produciendo la maldad arrasadora, the big one. Esta vez ha habido suerte. Gracias a Santos el Santo.
Así, amar la irrealidad sólo puede ser un singo de maldad. Desde luego que los “chavales” no son culpables de aquello que han heredado, pero no dejan de formar parte de un estupendo y sofisticado fractal que en el fondo les proporciona lo que, como puede comprobarse, les abandona al inmovilismo. Un fractal que les proporciona un móvil y un coche antes de haber demostrado un interés real por plancharse su propia ropa. Y que nadie me salga con la típica defensa del chaval que quiere pero no puede, porque nada tiene que ver el no poder, con el irrefrenable deseo de no querer pagar la factura de un móvil, el deseo que justificaría una manifestación tan inevitable como inmisericorde. Un deseo que no demuestran tener. Sería precisamente ese deseo irrefrenable el que les haría encontrar argumentos para una revuelta real, esa en la que las porras harían cosquillas. ¡Porque, por haberlos, hay argumentos para parar un barco! ¡Tantos y de tanto peso que resultaría patético que alguien se manifestara por carecer de calefacción en el instituto!, ¡o incluso por las posibles consecuencias de una reforma fiscal! Sé que resulta paradójico, tan paradójico como increíble, pero la verdad es que mientras la comunicación padezca de bulimia no podrá ser efectiva. Y no habrá nada que hacer.
Addenda. Hace unos días apareció en el mercado editorial un libro llamado Aprenda de la mafia. Ya es un éxito. Ha sido escrito por un ex mafioso, Ferrante, que durante su estancia en la cárcel estudió el mundo de las finanzas y la economía (llegó a leer 16 horas al día durante varios años) para llegar a la conclusión de que las “formas” de la mafia son ideales para hacer negocios y para conducir las empresas. Así es como el tal Ferrante, ex mafioso del famoso y cruel Clan de los Gambinos, demuestra que las empresas que utilizan las “formas” de la mafia son más productivas y rentables. No seré yo quien lo ponga en duda (no vaya a ser que me despierte junto a una cabeza de caballo en la cama). En cualquier caso, no habría más que ver otra película, esta vez la extraordinaria Inside job (Ferguson), para comprobar cuánta razón lleva el ex delincuente "reformado". En ella se confirma que los personajes que provocaron el derrumbe de la economía mundial no sólo permanecen impunes, sino que además aún tienen, a pesar de todo, un peso enorme en el devenir de la humanidad. Se trata de los principales asesores de Obama y cobran sueldos millonarios, claro. Aquí en España los sueldos millonarios los cobran, de modo vitalicio, los que destrozaron el sistema financiero a través de la gestión de las Cajas. Y Tedy Bautista, ex director de una SGAE definitivamente sospechosa, cobrará de por vida 23.000 € al mes. También están los cientos de sueldos vitalicios de políticos demostradamente incompetentes… y los de cientos de liberados sindicales… y las financiaciones turbias de los partidos políticos., y el misterioso incremento patrimonial de tantos políticos biendicientes ¡La calefacción!
martes, febrero 28, 2012
martes, febrero 21, 2012
La ignorancia como encarnación del mal
Cuando los marxistas de antaño comenzaron a reciclarse, allá por finales de los setenta, dormían con Apocalípticos e Integrados debajo de la almohada. Estaban eufóricos con la idea de equiparar Falcon Crest con El silencio de Bergman. Se sentían liberados de la ya periclitada y despótica presión que infligía la “marca” y comenzaron a sonreír. Porque, es cierto, el hecho de ser integrado permitía por primera vez a un marxista abandonar su auto-exigido aire circunspecto. Así, mientras sonreían todos esos marxistas reciclados que gustaban de analizar la cultura popular desde las nuevas y endogámicas metodologías académicas (Cultural Studies), el mundo más civilizado se iba abandonando, con su beneplácito, al neoliberalismo más descarado y descarnado. La derecha, mientras tanto, otorgaba porque, en el fondo, todo se iba desarrollando a su gusto y manera. Sonrieron tanto todos los que detentaban poder y además durante tanto tiempo que al final se les quedó la boca torta. No habría más que recordar a Zapatero y a su comitiva sonriendo en todas y cada una de sus apariciones públicas en su ostentación de poder; todo el mundo se preguntaba “¿de qué se ríe Zapatero (y Pajín y Aído y Pepiño)?”.
La cuestión es que tanta risita les costó el poder a los socialistas. Porque como decía mi abuela “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Sobre todo si, entre risita y risita, los ciudadanos veíamos crecer el infierno día a día. Fueron precisamente esas improcedentes risitas las que pusieron serios a los socialistas más sensatos y fueron esos socialistas sensatos los que permitieron a la derecha gobernar por mayoría (hay que joderse). Pero ¿por qué aquella sonrisa permanente de nuestro ex presidente y de sus secuaces? ¿Cuál es el motivo que puede inducir a un político -que representa a un país en extinción- a sonreír como un autómata en todos los saraos públicos? Yo diría que se trata, ante todo, de un sentido absolutamente desfasado del concepto de política. De hecho ahora, como es lógico, ya ningún político se ríe. Si acaso se intenta ser simpático cuando las circunstancias lo permiten. En cualquier caso, para poder contestar a esta pregunta conviene hacer un esfuerzo que nos evite caer en la deriva ideológica que inevitablemente todos poseemos. Así, y sin acritud: Zapatero sonreía permanentemente, aun sin necesidad, porque intelectualmente era un cero absoluto; porque despreciaba cualquier atisbo de pensamiento. Aunque parezca mentira sonreía porque creía fervientemente en el des-conocimiento.
En efecto, sólo un iletrado puede, en la era digital, creer que el mundo aún se divide en antiguos y modernos, en apocalípticos e integrados. Zapatero y su séquito fueron la perfecta representación de un gobierno que se pasa por los fondillos el pensamiento y la razón. Por tanto la perfecta representación de una forma de gobernar que se fundamenta en el sentimiento (véase anterior post) y en el sentimentalismo. Con todos esas/esos ministras/os sin estudios que se intercambiaban carteras como cromos. Visión típica del pensamiento integrado, que cree que vale lo mismo –o incluso más-, pongamos, el falconcrestismo de una Bibiana Aído que el bergmanismo de un Aurelio Arteta. La incultura y la ignorancia del gobierno de Zapatero fueron tan enormes que con un poco más de tiempo el PSOE habría podido obtener la fuerza que le habría permitido destrozar tres países del tamaño de España. Recuerdo que en los días previos a las elecciones generales Rubalcaba, perfecto pupilo del socialismo zapaterista (a pesar de todo y en contra de algunas apariencias), se daba golpes de pecho ante una entrevistadora que le preguntaba acerca de su propuesta de ministro de economía. Sonriendo, cómo no, vino a contestar que poco importaba en realidad quien fuera el ministrable pues era él quien en última instancia tomaría las grandes decisiones. Conciencia mesiánica propia del zapaterismo que llevó a la ruina al PSOE. Así le fue en las elecciones. Y este es, al parecer, el futuro del socialismo en España. Espero que hagan un análisis de conciencia los socialistas que continuaron votando al PSOE (no los sensatos que se vieron abocados al abandono aún a pesar de sus convicciones socialistas, que ya lo hicieron) sobre tanta maléfica y soberbia ignorancia. Una ignorancia forjada sobre una idea de conocimiento basada en el desprecio del canon (el que les da la risa), de la razón (que les da miedo), y en el sentimiento de superioridad moral (el que les induce al desprecio indiscriminado).
Addenda. Reíd malditos. Sólo un malvado -o un loco- puede creer que Unión Progreso y Democracia es un partido facha. Sólo un malvado -o un imbécil- puede creer, aún, que la maldad se encuentra, sólo, en “los otros”. Sólo un país en extinción puede dar más importancia mediática a la muerte de Whitney Houston que a las barricadas populares griegas (sucedidas ambas en el mismo día).
La cuestión es que tanta risita les costó el poder a los socialistas. Porque como decía mi abuela “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Sobre todo si, entre risita y risita, los ciudadanos veíamos crecer el infierno día a día. Fueron precisamente esas improcedentes risitas las que pusieron serios a los socialistas más sensatos y fueron esos socialistas sensatos los que permitieron a la derecha gobernar por mayoría (hay que joderse). Pero ¿por qué aquella sonrisa permanente de nuestro ex presidente y de sus secuaces? ¿Cuál es el motivo que puede inducir a un político -que representa a un país en extinción- a sonreír como un autómata en todos los saraos públicos? Yo diría que se trata, ante todo, de un sentido absolutamente desfasado del concepto de política. De hecho ahora, como es lógico, ya ningún político se ríe. Si acaso se intenta ser simpático cuando las circunstancias lo permiten. En cualquier caso, para poder contestar a esta pregunta conviene hacer un esfuerzo que nos evite caer en la deriva ideológica que inevitablemente todos poseemos. Así, y sin acritud: Zapatero sonreía permanentemente, aun sin necesidad, porque intelectualmente era un cero absoluto; porque despreciaba cualquier atisbo de pensamiento. Aunque parezca mentira sonreía porque creía fervientemente en el des-conocimiento.
En efecto, sólo un iletrado puede, en la era digital, creer que el mundo aún se divide en antiguos y modernos, en apocalípticos e integrados. Zapatero y su séquito fueron la perfecta representación de un gobierno que se pasa por los fondillos el pensamiento y la razón. Por tanto la perfecta representación de una forma de gobernar que se fundamenta en el sentimiento (véase anterior post) y en el sentimentalismo. Con todos esas/esos ministras/os sin estudios que se intercambiaban carteras como cromos. Visión típica del pensamiento integrado, que cree que vale lo mismo –o incluso más-, pongamos, el falconcrestismo de una Bibiana Aído que el bergmanismo de un Aurelio Arteta. La incultura y la ignorancia del gobierno de Zapatero fueron tan enormes que con un poco más de tiempo el PSOE habría podido obtener la fuerza que le habría permitido destrozar tres países del tamaño de España. Recuerdo que en los días previos a las elecciones generales Rubalcaba, perfecto pupilo del socialismo zapaterista (a pesar de todo y en contra de algunas apariencias), se daba golpes de pecho ante una entrevistadora que le preguntaba acerca de su propuesta de ministro de economía. Sonriendo, cómo no, vino a contestar que poco importaba en realidad quien fuera el ministrable pues era él quien en última instancia tomaría las grandes decisiones. Conciencia mesiánica propia del zapaterismo que llevó a la ruina al PSOE. Así le fue en las elecciones. Y este es, al parecer, el futuro del socialismo en España. Espero que hagan un análisis de conciencia los socialistas que continuaron votando al PSOE (no los sensatos que se vieron abocados al abandono aún a pesar de sus convicciones socialistas, que ya lo hicieron) sobre tanta maléfica y soberbia ignorancia. Una ignorancia forjada sobre una idea de conocimiento basada en el desprecio del canon (el que les da la risa), de la razón (que les da miedo), y en el sentimiento de superioridad moral (el que les induce al desprecio indiscriminado).
Addenda. Reíd malditos. Sólo un malvado -o un loco- puede creer que Unión Progreso y Democracia es un partido facha. Sólo un malvado -o un imbécil- puede creer, aún, que la maldad se encuentra, sólo, en “los otros”. Sólo un país en extinción puede dar más importancia mediática a la muerte de Whitney Houston que a las barricadas populares griegas (sucedidas ambas en el mismo día).
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