viernes, agosto 10, 2018

Sin Arte


Se acerca la Gran Fiesta del Arte Valenciano. A falta de Feria, Fiesta: Abierto Valencia 2018, Fiesta inaugural de temporada de las galerías de arte valencianas. ¿Qué pensar de todo ello?

Todo el Arte de los dos últimos siglos hasta aproximadamente 2007 ha evolucionado y se ha desarrollado en base a los argumentos, a las teorías y a los discursos. Desde Hegel todo Producto Arte ha devenido, guste ahora o no, de una Teoría legitimadora que siempre ha tomado forma ideológica y absolutista: el Zeitgeist. O el progreso. Una Gran Teoría donde se han ido acurrucando pequeñas teorías subsidiarias: Adorno, Lukács, Plejánov, Antal, Hauser, Francastel, Panofsky y tantos otros... incluido el mismo Danto.

Lo que ha sucedido de unos años a esta parte (2007) es que esa forma de entendimiento del arte ha desaparecido. Harald Szeemann dio el pistoletazo de salida, Lehman Brothers el gran empujón y las redes sociales la estocada. El problema surge, pues, cuando no existiendo las condiciones para seguir siendo hegeliano hay quien se empeña en seguir siéndolo. Con las consiguientes previsibles y lógicas consecuencias, y la consiguiente inoportuna queja de todos: artistas, galeristas, directores de museos, comisarios... De todos, menos de los políticos, que son los grandes beneficiarios de los errores cometidos por tanta falta de conocimiento objetivo sobre el actual estado de las cosas. Y sobre el pasado. 

Para que pudiera irles bien -a los galeristas- en aquello de lo que se quejan deberían de ser conscientes al menos de que no existiendo las condiciones para seguir siendo hegeliano lo mejor es abandonar la idea. O mejor la Idea. Deberían, para empezar, dejar de cometer errores que además de garrafales resultan contraproducentes para todos (menos para los políticos, con los que, por cierto, les gusta tontear); así deberían aceptar y asumir:

-1. Que lo suyo se trata de un negocio y NO se un Servicio Cultural.
-2. Y que el producto que venden ya no representa ni siquiera el Espíritu de nuestra Época.

No aceptarlo es, precisamente, lo que les convierte primero en anacrónicos y segundo en obsoletos, al menos tal y como están planteados esos negocios.

Lo que resulta de alguna forma patético es que en un mundo donde ya hay muchos más nativos digitales que coleccionistas aún sigan publicitando el evento, su evento, con este espíritu benefactor decadente:

ABIERTO VALÈNCIA tiene como objetivo fundamental acercar el arte contemporáneo a la ciudadanía con una apuesta firme por la difusión de la cultura de una forma abierta y sencilla” (MAKMA)*. O la justificación de la propuesta ARCO Gallery Walk (hay que ser hortera): “el objetivo de hacer accesible la cultura para la ciudadanía”.

Y con el habitual aire grandilocuente:

Abierto Valencia convierte a València en la capital del arte contemporáneo y en cita ineludible para coleccionistas nacionales e internacionales”.

Ya será menos. Lo siento por los asociados de LaVAL pero creo que no son conscientes del paso del tiempo (como una anciana que se resiste a envejecer y se pintarrajea como un loro) ni parecen ser sabedores del cambio que se ha producido en la humanidad desde hace una década.

Podrían empezar a concienciarse de que hemos cambiado no de época sino de era; hemos pasado de una era hegeliana (marxista) a una era liberal (pero políticamente correcta); de una era fundamentalista (Una Historia) a una era relativista (historias múltiples); de una era analógica (galerías) a una era digital (red); de una era politizada a una era ideologizada; de una era de expertos (elitista) a una era de redes sociales (democrática); de una era literaria (expertos y letra escrita) a una era numérica y cuantitativa (likes); de una era inestable (política) a una era controlada (big data); de una era metafísica (a pesar de su empirismo racionalista) a una era nihilista (a pesar de su fe en la tecnología); de la era del Art in America a la era del Instagram; de la era del Arte (la Idea) a la era del arte (las artes).

Así: ¡ya no hay posibilidad de usar el concepto FUTURO en las ventas!, argumento favorito de la era pretérita y que tantos fraudes ha permitido. Eso es algo que ha quedado exclusivamente adscrito a la tecnología. Y además, los argumento de las ventas sólo pueden estar fundamentados en trivialidades (como el gusto o algo similar). Se siente. Ya no queda otra en un mundo realmente democratizado en lo que concierne a la imagen. Si lo que en última instancia (y en primera) quieren los galeristas es revitalizar (sic) las ventas lo mejor que pueden hacer es abandonar la Idea y sustituirla por nuevas estrategias.

¡Claro que seguirá habiendo galerías de arte que funcionen bien económicamente, pero ahora más que nunca serán solo aquellas que trabajen con coleccionistas superpoderosos, o con narcotraficantes, o con traficantes de armas de alto nivel, o con brokers desalmados, etc., tal y como lo hacen las mejores galerías del mundo, que por algo se mantienen y son las mejores! ¡Y claro que seguirá habiendo Grandes Ferias “Basel”, pero para dar servicio sólo a los -galeristas- que son capaces de llegar a ellas! El resto, en un mundo sin Arte pero con mucho arte, se tendrá que conformar con migajas. No hay otra si lo que quieren los galeristas es dinero y además estatus. Si lo que quieren es sólo dinero aún están a tiempo de inventarse algo.

Anécdota: El bueno de Manolo Escobar de hecho no sólo perdió su carro, sino mucho dinero “gracias” al arte, pobrecillo y que en paz descanse. Cuando quiso vender el 90 % de una colección que había sido adquirida comprando a galeristas que le aseguraban la inversión (futuro) no encontró a nadie, no ya que le diera lo que se gastó, sino que le diera siquiera algo. Nada es exactamente lo que le daban por el 90 % de su colección. El otro 10 % de obra coleccionada que no quiso vender el bueno de Manolo se correspondió, en mayor o menor medida, con un cierto éxito de las compras en tanto que inversión, pero ni en el caso de que las hubiera conseguido vender (cosa improbable por extremadamente difícil) habría ganado dinero, pues habría que descontar los costes del fracaso del 90 %. Y eso en los tiempos donde aún tenía cierto sentido coleccionar, pues la gente tenía casas y por tanto... ¡paredes! Ahora no hay nativo digital que no sea plenamente consciente de su circunstancialidad laboral, sexual, económica y en definitiva vital. 

*Todos los entrecomillados están extraídos de una artículo publicado en MAKMA, pero yo estoy hecho un lío con el nuevo periodismo; ya no sé si los textos firmados por la propia revista los ha escrito un colaborador de la misma o son textos realizados por los mismos “anunciantes”. En cualquier caso es igual para los efectos.

miércoles, agosto 08, 2018

¿Casualidades?


Cada uno elige cómo cuidarse. Y no siempre la elección de uno es coincidente con placer alguno. El ejercicio físico es para mí como un dolor de muelas, algo absolutamente innecesario. Pero el caso es que uno debe hacerlo por prescripción facultativa, para no morirse ya, según los médicos, tal es la tesitura. Así que no hay elección. Lo hago por obligación y a desgana, pero lo hago. El único aspecto positivo que puedo encontrarle, haciendo un esfuerzo, es el horario al que le dedico ese ejercicio, un horario que de alguna manera lo oniriza, si es que tal término existe.

Hace un año.
Hace un año salí, como de costumbre, a hacer ejercicio a primera hora de la mañana. Como la idea es hacerlo siempre de noche, la hora elegida para salir es la hora que me permite acabarlo antes del amanecer (si esa hora es las 6,30, pues las 6,30, pero si es la 5,15, pues la 5,15, depende de la estación). Así, una de las características que definen mi experiencia del ejercicio es la del vacío humano, ya sea en la ciudad durante todo el año, ya sea, sobre todo, en los derredores más campestres del apartamento playero. Me cruzo con muy poca gente. Muy poca. Aquí en Jávea puedo cruzarme durante todo mi trayecto con una media de entre uno y tres coches, y desde luego con ningún viandante. Bueno, algún insomne paseando el perro, algún día...

A lo que iba: hace un año salí, como de costumbre, a recorrer mi trayecto habitual de una hora. Tardo aproximadamente 6 minutos en salir de la pequeña urbe para adentrarme en lo que es el grueso del trayecto, una carretera de periferia que comunica chalets aislados. Una carretera oscura y silenciosa. E intransitada, como digo, a esas horas. Hay un tramo en ese trayecto, de unos 150 metros de longitud, que contiene una peculiaridad, y es que carece de vías de escape por encontrarse encajada la carretera en entre un muro de piedra natural y un no arcén, o mejor, un mini-arcén de 30 cm. Pasar por ahí a esas horas no debería entrañar ningún peligro debido, precisamente a la carencia de tráfico. Al parecer y en pricipio. Aunque, debo reconocerlo, cuando he tenido que compartir espacio con algún vehículo en ese tramo siempre me ha sobrevenido una cierta inquietud, lógica por otra parte, pues además de ser estrecho y oscuro, hay que contar con otro factor: en un sitio de veraneo y a esas horas de la noche/mañana la mayoría de conductores van ebrios de vuelta a casa. Con todo lo dicho ya puedo afirmar que era del todo imprevisible, por improbable, que pasara lo que me pasó: y es que coincidiéramos ¡en el mismo momento y alineados! dos coches y yo, lo que me obligó a situarme en ese pequeño arcén de 30 cm y aún así verme rozado por uno de los coches (coches por cierto que apenas disminuyeron la velocidad). Cualquier mínimo despiste de cualquiera de los 3 habría ocasionado un desastre.

Hoy mismo
Debido a ciertas nocturnidades hoy no he podido evitar retrasarme respecto a mis hábitos horarios; he preferido salir a hacer ejercicio algo más tarde de lo habitual que no salir. Por tanto, ha comenzado a amanecer cuando llevaba dos tercios del recorrido ya hecho, nadie es perfecto. La cosa es que en un momento dado diviso a gente que viene en sentido contrario. No distingo bien de lejos pero conforme se van acercando comienzo a matizar. Viene una mujer por mi lado de la carretera -izquierdo- que es el sentido por donde vienen los coches frontalmente, y a su misma altura vienen otras dos mujeres que además llevan con correa a un perrito que juguetea por la línea continua de la misma carretera. Su paso es lento pero continuado. En una de las múltiples curvas aparece un coche pero debido a la poca luz no distingo bien las distancias (y yo voy sin gafas para estos menesteres), todo sucede en unos instantes: el coche viene de cara, yo me ajusto a la mujer que viene de frente porque veo que el coche no se abre. Las otras dos mujeres con perrito no hacen ni el más mínimo amago de recogerse hacia su lado y el perrito es un inconsciente (?) que permanece ajeno a todo, el pobre no sabe ni que está en una carretera. El caso es que el coche, en contra de toda previsión, no se aparta lo suficiente y pasa a un palmo de mí proporcionándome un mal momento. Un factor imprevisible se ha sumado a la circunstancia. Así, el coche no se ha abierto más porque en ese mismo punto y en ese mismo instante, se ha alineado con todos nosotros un ciclista que yo no había visto ni oído. De tal forma que el coche ha tenido que pasar entre el hueco que le hemos dejado el perrito y yo, rozándonos a los dos. Éramos 6 vidas (y repito, llevo años haciendo este recorrido y apenas me he cruzado con viandantes) alineadas en una carretera donde seguramente tardará una hora en pasar alguien, alguien aislado y solo. A mí aún me resuena el zumbido del coche en la oreja. Y todo por no morirse ya.

martes, agosto 07, 2018

Vendrán más años y nos harán más ciegos


O: Y aún dicen que el pescado es caro


Llegamos sobre la hora prevista y pactada. Se trataba de llegar a la cena con un poco de margen de tiempo por delante para poder charlar con tranquilidad antes de la misma, y por qué no, porque tampoco ninguno de nosotros (?) somos demasiado nocturnos. Acudíamos mi pareja y yo al chaletito de un matrimonio con una hija de 7 años. Él es amigo mío desde hace exactamente 31 años y a su mujer la conozco desde hace 13, los años que hace que se casó. No los veía desde hacía casi un año y mi pareja no los conocía.

Como era de prever la niña acapara una cierta atención de mi pareja. Algo de alguna manera lógico en la medida en que mi pareja tiene una hija que no hace tanto tenía la misma edad de la hija de mis amigos.

Nos sentamos en la mesa a cenar los cinco, y la niña sigue siendo el centro de atención de 4 adultos que en principio tienen muchas cosas que decirse, muchas cosas que descubrirse. Creo. Ahora, pues, entiendo menos la exagerada atención a la niña. Toda conversación se intenta hacer extensiva a la niña, pobrecita. Ella se siente bien, claro, es la protagonista de unas conversaciones que a veces entiende y otras, la mayoría, no, pero siempre es consultada, siempre atendida, pobrecita. Se hacen apartes entre nosotros pero late en toda la cena la necesidad de mostrarle a la niña interés por su presencia ¡y hasta por su pensamiento!, pobrecita. Pero a la niña le resulta insuficiente. Lógico por otra parte. Y razonable. Y es entonces cuando le pide al padre su teléfono para jugar con él en la mesa. El padre le dice que no, que su teléfono no, pero la niña hace oídos sordos y se levante de la mesa. El padre le insiste, "con mi teléfono no". La niña regresa con él, lo toquetea y pide la clave para entrar. La madre se lo coge de la mano para intentar abrirlo, pero la niña dice “no, sólo lo puede abrir el papá”. El padre, que se encuentra en plena conversación conmigo coge el teléfono como un autómata e introduce la clave, la niña se lo arranca de las manos y se queja de no tener los juegos que le apetecen. Así la niña: “voy a descargarme un juego papi”. Así el padre: “no, P, no que el papá no quiere aplicaciones en el teléfono”. La niña se lo descarga. Empieza a jugar a un ruidoso juego y los padres le llaman la atención. La niña hace caso omiso; incluso llega a decir que no sabe bajar el volumen. Al final hay que ponerse serio. Es igual, ya se ha cansado y lo ha soltado. Ahora quiere desatar a los perros, que han sido atados precisamente para que no nos dieran la cena, son perros agrestes que viven en el campo y no están muy educados. Los padres se lo niegan... durante unos... segundos, pero la madre le dice “vale, ve y desátalos”. La niña sale disparada y contenta mientras la madre dice “pobrecita, es que le gustan mucho los animales y sufre si están atados”. Llegan los perros en una estampida. Comienzan los gritos de mis amigos para intentar mantenerlos a raya. Imposible Se acercan, babean, lengüetean, se arriman y demandan comida. Imposible. La niña, pobrecita, se abalanza sobre ellos y los abraza; los acaricia y los vuelve a abrazar. “Pobrecita”. El padre le dice que ahora tendrá que lavarse las manos si quiere volver a sentarse. Ella ni lo mira. Mi pareja le da conversación, los perros están al acecho, de repente uno de ellos se impulsa contra la mesa supletoria engancha unas viandas y sale escapado. La mujer de mi amigo sale tras él cagándose en sus muertos y al rato llega con una esterilla de comida destrozada por las mandíbulas del animal. Cuando la cosa parecía haber llegado al límite y con el goce de la niña en su punto de clímax exclama “me aburro”. A los tres adultos que me acompañan parece afectarles la frase de la niña, pobrecita. Claro, pobrecita, una niña entre 4 adultos... Yo, sin embargo me digo a mí mismo para mis adentros “¿que te aburres... desde cuándo?”. “Pues podrías bañarte en la piscina” dice el ocurrente padre. Pensado y hecho, la madre le pone el bañador y ale. Pero la niña no contaba con que dentro de la piscina no sería la reina de la noche, así que en unos minutos estaba envuelta en la toalla. Al cabo de un rato mi pareja y yo nos despedimos de elllos y nos vamos. Ya en el coche me hace dos observaciones, una en forma de afirmación y otra en forma de pregunta; afirmación: “qué bien me ha caído la niña, es estupenda, desde que la he conocido me he dado cuenta de que es especial; hemos conectado enseguida”. Pregunta: “¿Has estado bien esta noche?, es que te he visto poco hablador.

Mutatis mutandi. Me encuentro de veraneo en una apartamento con mis sobrinos de 18 año. Uno de ellos se tira en la cama después de la comida, 3,30 h., con el teléfono firmemente agarrado por ambas manos. Yo me pongo a leer y a escribir. Me levanto varias veces, unas para beber, otras para evacuar y otras por simple curiosidad. Dan la 8, 30 h. y mi sobrino permanece con el teléfono empotrado en su pecho y a dos palmos de su cara, como una estatua de sal. Mientras me arreglo para salir le pregunto si quiere venirse conmigo a tomar algo, pero me dice que no, que ha quedado con un amigo; de hecho se baja en el ascensor conmigo para encontrase con él. A mi regreso me lo encuentro en la cama en la misma posición en la que ha estado 5 horas seguidas abrazado a su artefacto. Con el artefacto, claro.

domingo, agosto 05, 2018

Ideología y estupidez


Ideología y estupidez

O ¿Por qué a todos los artistas les pone tan cahondos ideologizar su discurso?

Resulta curiosa la facilidad con la que los artistas -de la farándula- se empeñan en politizarlo todo en sus declaraciones públicas; resulta curiosa la urgencia con la que los artistas, todos, necesitan posicionarse ideológicamente cuando expresan su opinión públicamente. Hablen de lo que hablen en las entrevistas (o en la recogida de premios en Festivales de Cine) lo que siempre parece apremiarles es la necesidad de dejar clara la nobleza de su corazón, la pureza de su ser de luz. Así, siempre que un artista es entrevistado o conminado a hablar para un medio público acaba siempre por derivar su discurso hacia la reivindicación con un compromiso social, la lucha contra la desigualdad (sic)... Y cuando el partido que gobierna no es de izquierdas entonces su discurso acaba incluyendo el éxtasis verborreico que provoca el puro goce e el entrevistado o del declarador.

Pero ¿por qué a todos los artistas les pone tan cachondos ideologizar su discurso? Pues fundamentalmente porque son imbéciles. O estúpidos, no sé muy bien. Tampoco sé muy bien si esto les pasa sólo a los artistas, pero el caso es que a todos ellos les pasa. O quizá se deba al periodismo del hoy, tan corrupto y ponzoñoso. Podría en todo caso haber dos tipos de artistas: los que acaban ideologizando su discurso porque saben que eso es lo que se espera de ellos en los medios y en los receptores de esos medios, y los que se creen verdaderamente seres de luz. No sé aún cuál de los dos tipos es más imbécil. Lo que sin embargo sí está claro es que la Segunda Ley de Las Leyes fundamentales de la Estupidez Humana (Cipolla) es la Ley favorita de los artistas, que son esos seres que pueden acometer el ejercicio de su profesión con auténtica sensibilidad y maestría siendo, al mismo tiempo, unos perfectos estúpidos. Al menos la gran mayoría de los que hacen declaraciones públicas.

Hace poco la comparsa del Gran Wyoming Sandra Sabatés entrevistaba a Itziar Castro, la actriz que estuvo nominada este último año a la mejor actriz revelación y a la que desde hace un tiempo a esta parte no le hace falta trabajo.

Pregunta la circunspecta Sandra Sabatés a la oronda Itziar, ¿Tener una XXL te ha limitado en una profesión que vive de la imagen?

Aquí ya sabemos por dónde quiere ir la Sabatés, que no es otro sitio que por la bronca, la queja, la reivindicación, la lucha, la opresión, el victimismo, el machismo, el patriarcalismo, etc., ya saben ustedes. ¿Y todo esto -se podría argüir en mi contra- lo sabes ya a partir de una pregunta tan inocua o tan elemental? Por supuesto; no hace falta ni un ápice de susceptibilidad para saber por dónde va el periodismo de hoy en día, tan vinculado a la Corrección Política y sus derivados. Nada en el periodismo de hoy es ni ingenuo ni casual ni inocuo. Y todo va encaminado hacia lo mismo. De hecho la pregunta es ciertamente improcedente, si no imbécil, cuando a quien está entrevistando no es a una gorda que reclama lo que le es negado por gorda, sino a una triunfadora. En cualquier caso, ya digo, en la pregunta ya venía implícita una cierta intención pues resulta a todas luces falso que una profesión -en este caso la del cine- viva de la imagen, e igual de falso que los representantes de esa profesión lo hagan. La lista de actores y actrices poco agraciados físicamente y con éxito (debido a los personajes o las mismas extraordinarias interpretaciones) es ilimitada. Es más, son precisamente quienes se empeñan en hacer distinciones entre guapos y feos, para hablar de discriminación, los que verdaderamente acaban generando un problema (de discriminación) donde no lo había. Son cosas de la Corrección Política, que con lo que se pone cachonda de verdad es con la existencia de problemas. Por eso su esfuerzo va siempre encaminado o a generarlos donde no los hay o a no permitir que se solucionen nunca. Lo que les pone cachondos a los resentidos es la lucha, sólo la lucha. O sea, la existencia del problema.

Las respuesta de Itziar es, en cualquier caso, tan fantástica como clarificadora... ¡a pesar de las intenciones de ambas!

Es como un pez que se muerde la cola o un arma de doble filo; es cierto que hay más personajes a los que no puedo acceder porque si en el guión no pone gorda no me suelen llamar, pero también he tenido suerte porque por el hecho de que pusiera gorda me han llamado a mí porque hay menos actrices de mi perfil y entonces he accedido a papeles diferentes, a películas de terror , a películas dramáticas, como Blancanieves, y he trabajado con Peter Greeneway y he hecho una versatilidad o un abanico de posibilidades diferentes, pero sí que es cierto que si no pone gorda es muy probable que no me llamen”.

[Aquí he de hacer un pequeño paréntesis porque hay algo en este final de respuesta que si no se ve en el audiovisual no se llega a percibir. El tono con el que hace su última afirmación casi que podría ser el que se correspondiera con una queja absoluta: la de fíjate hasta qué punto es canalla (hijo de puta) el sistema que si no llego a estar gorda no me llaman. Sé, sé que carece de sentido este tono de queja en esta afirmación por la contradicción profunda que conlleva, pero la cosa es así. Tienen tanta ganas de quejarse que se les va la olla y muestran su verdadera cara, la del odio, la del rencor, la de la violencia, en definitiva la de su goce, porque en eso está la mujer del hoy: en el puro goce delirante que le viene ante la exigencia de un empoderamiento necesario. De ahí que se haga un verdadero lío cuando intenta responder a una pregunta que asocia la obesidad a lo nada saludable. La pobre Itziar no sabe por dónde salir y acaba diciendo que de momento va a posponer cualquier tipo de dieta. Aquí podemos observar el porqué hoy en día resulta más más rentable ser "diferente" que "normal", de hecho la buena de Itziar no quiere adelgazar, eso es al menos lo que dice, y que por eso aplaza cualquier tipo de dieta. Pero sin dejar de quejarse por su doble discriminación (mujer y gorda), de hecho en todas sus entrevistas aprovecha para hablar de "gordofobia" cuando en realidad todos sabemos que siempre habrá trols y haters en la red pero que no dejan de ser una pandilla escuálida que resulta despreciable a lado de lo que piensan sus compañeros de profesión y la mayoría de espectadores sensatos, que son los únicos que al fin y al cabo importan. Por 4 desgraciados, alguien encuentra necesario, una vez más, llenarse la boca de desprecios que incluye a todos los varones, pues son los varones los que en última instancia aparecen como responsables y culpables de una sociedad corrompida por el heteropatriarcalismo machista]

Voy a intercalar ahora mis pensamientos entre los suspiros quejumbrosos de quien, por estar en el ajo, no puede dar puntada sin hilo, aún cuando los hechos se encuentren en contra ("arma de doble filo") de sus previsibles argumentos ideologizados. Responde, pues, Itziar con mucha seguridad:

Es como un pez que se muerde la cola o un arma de doble filo...

¿Qué?, ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Te ha limitado, sí o no?

...es cierto que hay más personajes a los que no puedo acceder...

Claro, como cualquier actor o actriz que no cumple los requisitos del personaje, por no hablar de quienes no pueden acceder a ninguno porque están en al paro desde que acabaron la carrera de Arte Dramático. O bien porque no tienen contactos o bien por lo que sea. O sí los cumple pero no ha contado con la suerte, tu suerte, amiga.

...porque si en el guión no pone gorda no me suelen llamar...

Como tampoco llaman a un actor adolescente para hacer de jubilado. ¡Y aún que te llaman (“no me suelen llamar”)!, que a muchas actrices guapas no las llaman ni para hacer de guapas.

...pero también he tenido suerte porque por el hecho de que pusiera gorda me han llamado a mí porque hay menos actrices de mi perfil...

Así que te han llamado por lo que eres, que es lo que pones en tu perfil. ¿Cuál sería la queja entonces? Por lo menos te han llamado, algo que no pueden decir, las pelirrojas (en paro y esperando castings), las guapas (en paro...), las bajitas (en paro...) o las colombianas (en paro...), que no estaban gordas cuando se requería un papel de gorda.

...y entonces he accedido a papeles diferentes, a películas de terror , a películas dramáticas, como Blancanieves, y he trabajado con Peter Greeneway y he hecho una versatilidad o un abanico de posibilidades diferentes, pero sí que es cierto que si no pone gorda es muy probable que no me llamen”.

Es decir, todo se lo debe al hecho de estar gorda. Si hubiera sido esbelta, guapa y políglota no la habrían llamado. Y en efecto, hay muchas mujeres perjudicadas cuando las necesidades del ciertos guiones requieren una gorda, muchas; esbeltas, guapas, políglotas... Algo que en el fondo disturba a la periodista que no parece hacerle mucha gracia que Itziar muestre tanto agradecimiento a su estado y se le escape, casi sin querer, tanta alegre vitalidad. De hecho hace oídos sordos y continúa con aquello para lo que ha sido adiestrada, que es gozar (y hacer gozar) con la queja victimista (que en última instancia se legitima ante la opresión machista heteropatriarcal) y por ello no se dirige a la Itziar actriz y prefiere dirigirse a Itziar la gorda: “En algún momento te has planteado dejarlo y dedicarte a algo que no dependa de la imagen?

Que no imbécil, que no, que no te has enterado de nada; que Itziar está viviendo su momento de gloria, que no le falta trabajo y que ya no sabe por dónde tirar en tu entrevista oscura y malediciente. Lo que no quita para que Itziar también se encuentre en el ajo debido a los dividendos que produce a todos los niveles. Resulta muy guay, muy cool y muy rentable ser mujer y muy víctima. Aún cuando te vaya muy bien.

De hecho la comprometida Sabatés pregunta ¿Qué es lo más fuerte, lo más duro que has tenido que escuchar por tu físico?”. Ante lo que la dispuesta pero algo consternada (no se esperaba una pregunta tan innecesaria y estúpida) Itziar responde “Lo más duro fue, yendo con mi hijastra, tener que escuchar a un vecino conduciendo decir ¡gorda, cómete un no sé qué!, cómete unos donuts...”, y acto seguido cuenta que su hijastra se quedó sorprendida ante el insulto hasta el punto de preguntarle, y que ella tuvo que explicárselo: me insultan por “ser diferente”. Así, eso es lo más fuerte y lo más duro que ha tenido que escuchar por ser gorda: y vino de ¡un vecino... que estaba conduciendo!

A punto de acabar la entrevista la Sabatés vuelve a la carga: “las actrices denunciáis la brecha salarial respecto a los actores que muchas veces obtienen los mejores papeles, los protagonistas acaban siendo para los hombres o que incluso a medida que vais envejeciendo cada vez os llaman menos”.

Que no Sabatés, que no, que los emolumentos de cada actor y de cada actriz los marca el mercado. Carmen Machi (¿es guapa o fea? porque lo que sí es, es una gran actriz) cobra más que una actriz jovencita advenediza aún cuando el papel de Machi pudiera ser más exiguo, pero lo que en última instancia cobra Carmen Machi es lo que una productora está dispuesta a pagar en función de sus presupuestos y sus expectativas. Y punto. Y puede que lo que cobre Carmen Machi por un papel protagonista en una determinada película sea mucho más que lo que podrían cobrar el varón protagonista de otra. Porque todo depende de muchos factores. Y lo de que los varones se llevan los mejores papeles, nada, monada. ¿O es que no ves ni cine ni series?

Tampoco Itziar deja de aprovechar las circunstancias políticamente correctas para sacarles partido. De hecho éste fue el titular y subtitular de un artículo/entrevista publicado en el periódico El Mundo y la respuesta a una de las preguntas. Recorto y pego:

Itziar Castro, nominada a un Goya, alerta sobre la 'gordofobia' en el cine

En su encuentro con LOC, la actriz de 'Pieles' también hace una llamada de atención a la industria audiovisual para que cambie "la perspectiva".

¿Nota esta 'gordofobia' a la hora de conseguir un papel en un casting?

En este país aún nos queda mucho por hacer. Faltan muchas series o proyectos a nivel audiovisual donde se vean mujeres diferentes, como pasa, por ejemplo, en 'American Horror Story'... Aquí pasa en 'Vis a Vis', pero más allá... - Es una cuestión de intentar cambiar la perspectiva.

Definitivamente aquí nadie ve ni cine ni series; ni los periodistas ni los propios actores: merluzos de idea fija. Ignorantes o resentidos. ¿Industria audiovisual? ¿Quienes son los responsables canallas de esa industria a la que hay que cambiarle la perspectiva? ¿Como hacerlo? ¿Obligando a los guionistas a introducir mujeres “diferentes”? Hay que joderse.