martes, febrero 27, 2018

Carta abierta al varón (sobre todo si es blanco y heterosexual), sólo a él



Estimado” varón cobarde:

Cualquier excusa es buena para echarle la culpa al varón, sobre todo si es blanco y heterosexual. ¿La culpa de qué? Se preguntará algún ser ingenuo.

Respuesta mía y sólo mía (al parecer y por lo que veo, oigo y leo): si de lo que hablamos es de estigmas y de las repercusiones de esos estigmas -cada sexo tiene los suyos como iremos viendo-, y si de lo que hablamos es también de querer saber de qué son culpables los varones la respuesta sólo podrá encontrarse en el análisis de la Opinión Pública y la Opinión Publicada. No hay otra. Si ese ser ingenuo hiciera el necesario análisis podría comprobar, de forma inmediata e indubitable, que no quedan ya mujeres ingenuas y que el varón, o mejor, los varones TODOS, son culpables... de TODO. TODOS de TODO. O dicho en plata (y recordemos que se trata de la única conclusión a la que puede llegarse si uno analiza atentamente las Opiniones Pública y Publicada): que los varones, todos, son unos cabrones... y las mujeres unas Santas Laicas, reprimidas y oprimidas claro por los cabrones varones. Y si alguien cree que exagero, que abandone ahora la lectura de esta misiva. Y que siga ensimismado con su red social de contactos o lo que sea.

Plena actualidad

En la revista Mujer de Hoy del Grupo Vocento viene un artículo de opinión sobre Margaret Atwood y el éxito de su serie El cuento de la criada y posteriormente de su libro. El artículo se llama “¿Escritora o profeta?” y viene firmado por Nere Basabe, que dice “los totalitarismos de Europa del Este, el miedo a la guerra nuclear y el regreso a los valores más conservadores y puritanos en el Oeste inspiraron entonces (1985) esta fábula de la Guerra Fría”. Para más adelante apuntar, “aquella distopía política en la que Norteamérica se convertía en una opresiva dictadura teológica donde las mujeres eran reducidas a meras esclavas reproductoras sigue de plena actualidad”.

Así, de plena actualidad sigue ese relato imaginario (futurible) distópico escrito desde el Berlín Occidental de los ochenta en donde las mujeres serían meras esclavas.

Por otra parte dice Isabel Coixet en su exitosa conferencia pronunciada en el Museo Centre del carmen de Valencia hace unos días (después de haber ganado el Goya), “Las mujeres tenemos que repetir mucho las cosas para que se nos oiga. Siento que todavía tengo que probar una y otra vez que valgo para lo que hago”.

Quizá por eso, directores como Enrique Urbizu o Víctor Erice no consiguen que nadie produzca sus propuestas cinematográficas desde hace años y sin embargo la Coixet sea una de las pocas personas que desde 1996 ha podido conseguir financiación para más de 30 películas.

Así, en efecto, es de plena actualidad. Tanto que ya se miden por miles los artículos que diariamente aparecen en periódicos en los que una mitad de la población es tratada como piltrafa. Por ser, así en genérico, culpable del mal que al parecer sufre la otra mitad, así en genérico.

La cosa es que la agresiva metodología de la Corrección Política -que tan cachondos pone a los periodistas y políticos... y a los nenes de la farándula- ha llegado a su punto más álgido. Y ha llegado a su límite con la más absoluta normalidad, y lo que resulta más significativo, con el beneplácito y el consentimiento de todos, ahora sí, varones y hembras.

Plena actualidad: la Corrección Política ha hecho creer a la humanidad, o mejor, ha impuesto el ideologema de que en la sociedad (la civilizada, por supuesto, que es la que tiene Opinión Pública y Publicada) la cosa... ¡va de mitades! Así, quienes hace apenas unas horas rehusaban hablar de Guerra de Sexos -por considerar el término excesiva e innecesariamente bélico, además de falso- ahora sólo hablan de ganarla. Pero ¿quién afirma -y reivindica- ya sin pudor la existencia de una Guerra y qué significa ganarla? Pues está claro: la Guerra se encuentra confirmada por los poderes fácticos ebrios de CP y ganarla sólo puede significar una cosa. No hay mas que ver lo que hacen lo medios de comunicación a diario. Así la pregunta es ¿qué significa ganar esa Guerra que reivindican a diario?

Fácil respuesta si somos analistas materialistas: así, si aceptamos (porque las hembras lo dicen, y los media y políticos lo corroboran) que se trata de una Guerra y que se trata de ganarla, el ganarla sólo puede significar una cosa: la destrucción del varón. Y en ello están.

Así que vosotros, hombres cobardes, o despistados, lo que queráis, ya sabréis lo que hacéis. La gente sólo habla de libertad de expresión cuando un tontaina, en una decisión tan contingente como estúpida, decide retirar una obrilla de arte en una Feria de Arte, pero no habla de ella cuando a diario se tiene que morder la lengua por miedo. Y ahora me dirijo a los periodistas varones, que son los que acceden a la Opinión Publicada: ¿Dónde están vuestras opiniones en que os mostráis ofendidos por ser juzgados, todos, como un conjunto de cabrones estúpidos insensibles egoístas?

Hace poco la columnista Elizabeth López Caballero y a propósito de un anuncio en el que dos actrices anunciaban el jabón Fairy decía:

¿Se imaginan qué maravilla ver a dos hombres de pelo en pecho, machos alfa, fregando loza? No, verdad, no se lo imaginan. Porque mientras salgan emitiendo este tipo de anuncios -queriendo sin querer- seguiremos normalizando lo que ya no es normal. Que no tenemos que ser siempre nosotras las ratitas presumidas que barren y cocinan y se ocupan de los niños. Que nosotras también podemos ser soldados y ganar más de una guerra, aunque en esta, de la igualdad, vayamos perdiendo”.

Analizad esto, hombres cobardes: la tal Elizabeth ya sabe que, en efecto, no somos capaces de imaginar a dos hombres de verdad (macho alfa, pelo en pecho) fregando loza. En los motivos se encuentra la clave de esta afirmación; para la periodista (cuyo lapsus consiste en hablar de un macho alfa con pelo en pecho) los motivos de que no seamos capaces de imaginarlo se encuentran en una publicidad machista, pero en mi opinión se encuentran en el cómo desea VER una mujer a UN macho (no sé si al suyo o a todos, nunca se sabe). De hecho, y vosotros los sabéis de sobra, hombres cobardes, los que más follan son siempre los más chulos (con lo que eso significa en cuanto al deseo de la mujer), los que nunca friegan loza, los que no se comprometen con nadie y los que engañan todo lo que pueden a todas las que pueden, los machos alfa, los que somos incapaces de imaginar fregando loza; los otros los menos chulos son precisamente los que viven el constructo cultural y habitan en él con la aceptación de un compromiso -que es la máxima representación del constructo cultural que las mujeres desprecian por ser el causante de todos los machismos- de la procreación de descendencia compartida. Es a esos, sólo a esos, a los que curiosamente se les exige fregar loza, y es así, claro, porque... ¡son los únicos imaginables!, lo cual no carece de lógica, al menos de la suya. Otra cosa, ya digo, es con quien follan, o de quien se enamoran verdaderamente (si queremos ser finos), esas mujeres que son incapaces de imaginar a un hombre de verdad fregando loza.

¿Quiero decir con esto que el hombre no debe fregar loza, o que son las mujeres la que deben hacerlo? En ABSOLUTO, bajo ningún concepto, pero sé de sobra que eso es lo que querrá entender quien no sepa leer. Y como podéis ver, está también ahí el tema de la igualdad entendido de manera perversa: nada hay de casual y espontáneo en las palabras de Elizabeth; no reivindica la posibilidad de que las mujeres pueda ser unas buenas cirujanas plásticas, reivindica el derecho a que puedan ser soldados, es decir, a que puedan usar la fuerza sin argumentos, la fuerza bruta, la que algunos hombre usan para humillar a algunas mujeres. Y también la necesidad de ganar una guerra, la Guerra.

Vosotros sabréis hombres cobardes.


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