Se partió de una idea grotesca pero muy propia de aquellos lejanos tiempos ocurridos hace ahora 5 años. Un lustro, pues, ha pasado desde que se llevara a cabo la primera edición de “Cortometrajes por la igualdad”. Un certamen cinematográfico que desde entonces insta a los jóvenes del hoy a comenzar su “carrera” artística poniendo su potencial creatividad, no al servicio de una compulsiva necesidad de expresión (propia de su edad), sino al servicio de los asuntos que ponen cachondos a los poderes fácticos, esto es, al servicio de la lucrativa y rentabilísima corrección política. Y ahí están siempre ellos, los jóvenes, que no fallan, “creando” obras que se centran en el tema propuesto/impuesto por aquellos a quienes los mismos jóvenes insultan en las manifestaciones. Si alguien se había preguntado por qué no estalla España en una revuelta con barricadas aquí tiene la respuesta (respuesta que en este blog ha sido suscitada en innumerables ocasiones): los jóvenes no quieren en realidad renunciar a un Sistema en cuya construcción han colaborado, aunque “sólo” haya sido “comprando” todo aquello que del Sistema les interesaba. Así es como nos encontramos con la paradoja que define los tiempos que corren: llegado el “momento de la verdad” los jóvenes (exultantes de la creatividad que define su estadio) en vez de ser críticos con los poderes fácticos a los que con razón y motivos desprecian, van y se abrazan a los políticos en una causa que para ellos no es, después de todo, más que una excusa para ganar electores, una estratagema para aplacar a los rebeldes, un gesto hipócrita para controlar a los supuestamente peligrosos, una táctica para despistar a los más creativos, una simple forma de quedar bien. No había más que ver los cuatro cortometrajes ganadores para comprobar la sumisión intelectual y artística de los autores respecto a los poderes fácticos. Los cuatro, que despertaron en la presentación calurosos aplausos por parte del público, pusieron todo su énfasis en entender el problema de la igualdad, casualmente (¿), como un asunto con una sola vía de interpretación. Es decir, pusieron todo su énfasis en abordar el problema tal y como lo plantean los poderes fácticos (que son los que pagan) y en ningún caso abordándolo desde cualquier punto de vista que pudiera ser imprevisible por haber podido responder a una visión personal y sensible del asunto. Estos son los nuevos creadores de las sociedades políticamente correctas; estos son los nuevos creadores que dicen estar enfrentados a los corruptos poderes fácticos; estos son los que después de una manifestación hacen cola para recibir una tacita de caldo de aquellos a quienes han despreciado en sus pancartas. ¡Y cómo gozan los políticos cuando a sus pies tienen sus detractores más enérgicos!
Addenda. No todos los aspirantes a artistas hacen lo que se les reclama desde un Sistema politizado e inflexible, pero casi. La verdad es que de forma más explícita o de forma más implícita casi todos lo hacen. Es el sino de nuestros tiempos: se desprecia el Sistema al que todos quieren pertenecer; o mejor se desprecia al Sistema mientras se está fuera de él. En cualquier caso, otra cosa que define a los jóvenes de hoy, incluso por comparación a los de otras generaciones, es la absoluta corrección fílmico-narrativa de sus productos. Sea por la tecnología (al alcance ya de cualquiera), sea por la preparación (mucho más accesible dadas las facilidades que otorga la tecnología), la cuestión es que las facturas de sus productos son muy correctas. Por lo que la cuestión no se encuentra (de nuevo) en el dominio de la técnica, esa técnica que ahora está al alcance de cualquiera, sino en qué hacer con esos conocimientos técnicos que “ya todo el mundo posee”. En qué hacer al margen de lo previsible. (He de confesar que sólo he visto los cuatro seleccionados pero todo me hace pensar que resulta incompatible la idea de expresar algo revolucionario por personal con la idea de querer ganar un concurso que es puramente político y por tanto políticamente correcto).
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