lunes, abril 29, 2013

Like someone in love


Like someone in love

1.Siempre se trata de algo personal

Suele ser habitual que en lo cotidiano se hable, más allá del tema de las preferencias, de la cuestión de los favoritos. Así, cuando dos o más interlocutores hablan de literatura o de arte o de cine, siempre surge la cuestión que demanda por los favoritos. Hay, por otra parte, una innegable afición a las listas, esas listas a las que no quieren renunciar ni siquiera los expertos cuando un medio de comunicación les pregunta acerca de las mejores novelas de último año.

Las listas no son más que la necesidad de jerarquizar lo sentimientos a través de una opinión. Y toda opinión es tan perentoria como coyuntural. Entre otras cosas porque las opiniones, como las listas, dependen, y mucho, ya no sólo de la edad que poseemos (directamente relacionada con la experiencia acumulada) sino de algo mucho más evanescente, nuestro estado de ánimo en curso. Así, mi primer director de cine favorito fue Fellini, algo que muy probablemente tuvo que ver con el momento histórico de sus más importantes películas y con el mío personal, mi adolescencia. Después fue Monte Hellman, supongo que como rechazo hacia las majors que se nos imponían en la cartelera cuando yo vivía mi juventud a finales de los setenta. A partir de ahí sólo cabría decir que mis favoritos han ido variando en función de misteriosas causas: Escorsese, Antonioni, Lindsey Anderson, Tarkovsky, Tran Anh Hung, etc. Y hablo de favoritos en cuanto a la totalidad de la obra, ya que otra cosa sería hablar de películas aisladas; me pueden gustar mucho La hora del lobo, El silencio, El séptimo sello y otras, y sin embargo detestar Fresas salvajes, La carcoma y muchas otras del mismo Bergman. Rohmer nunca ha sido santo de mi devoción, sin embargo adoro La inglesa y el duque, quizá debido a su rareza en la filmografía del francés (que por otra parte ha escrito uno de los libros sobre música más bellos que yo haya podido leer). Coppola es desconcertante debido a una irregularidad que le sitúa entre límites. Woody Allen tiene sólo 4 películas. Von trier es un genio pero resulta demasiado denso y desasosegante. Etc, etc.

Así, la lista que podría hacer hoy de mis directores favoritos podría ser levemente distinta a la que podría hacer el año que viene. Y otro tanto pasaría respecto a las películas favoritas. En cualquier caso si ahora se me preguntara cuál es mi director (vivo) favorito contestaría sin dudar: Kiarostami.

2.La película

Quienes amamos la obra de Kiarostami podemos distinguir un punto de inflexión cuando hace 3 años realizó Copia certificada. Sabemos que si hay algún director de cine en el mundo que no se sienta constreñido por su propio estilo ese es Kiarostami, vivo ejemplo de la práctica de la libertad creativa. Así que ese punto de inflexión sólo podría entenderse desde el punto de vista geográfico, es decir, desde el punto de vista que sitúa sus producciones fuera de su país Irán. Por lo demás Kiarostami es tan previsible en su genialidad como imprevisible en la elección de sus historias.

Y es aquí donde las diferencias generadas por ese punto de inflexión resultan desconcertantes. Copia certificada (a la que dediqué un post en este blog) ya nos dejaba a sus seguidores fuera de juego. Y no tanto debido a ese impresionante giro que se producía en el guión a mitad película cuanto al hecho de que los personajes nos fueran mucho más cercanos de lo que nos son los iraníes (en este caso, actor ingés, actriz francesa y localización italiana). Algo que trastocaba radicalmente las previsiones estéticas que teníamos en tanto que espectadores fieles de Kiarostami. O por decirlo claramente, resulta comprensible que Kiarostami gustara, entre otras cosas, porque su mirada, que es puro pensamiento, se atuviera a las circunstancias de su pueblo y a su historia reciente. Así que Copia certificada fue todo un atrevimiento y toda una apuesta. Y en esas circunstancias triunfó el creativo e inteligente uso de la libertad. Algo que ha vuelto a suceder en su último film, Like someone in love.

Como todas sus películas, esta producción japonesa realizada íntegramente en Japón y con actores japoneses, es una película cuya trama sucede sin prisas. Podría incluso decirse que se trata de una película sin apenas trama. La eficacia narrativa de Kiarostami consiste en el uso personal de los tempos que hace de los planos y los contraplanos, un uso que al espectador le sirve para indagar en las mentes de los protagonistas. Una indagación que se expande a cuestiones ajenas a una historia desvaída, como decíamos. Porque en las películas de Kiarostami, la trama está en la forma; la forma es la trama. Una forma que es puro pensamiento visual. No se trata ni de la de lentitud ni de la parsimonia típica de ciertos directores comprometidos y cansinos, sino de entender la narración a partir de un continuado uso metafórico de los tempos y de entender de forma filosófica la ubicación de la cámara.

En cualquier caso, y después de todo lo dicho, me atrevería a decir que en estas dos películas falta algo; algo que sería difícil señalar en tanto que carencia. No sé cuáles son los sentimientos personales de Kiarostami hacia su pueblo, pero cuando sus narraciones se han salido de él ha hecho un cine que ha necesitado refugiarse en ambiciones más pretenciosas, saliéndose por tanto y a su vez del mero fluir que caracterizaba sus geniales films iraníes. Así, bajo mi punto de vista, Copia certificada adolecía de un cierto exceso de intelectualidad críptica y Like someone in love de un cierto forzado lirismo. De todas formas, cualquier película de Kiarostami ofrecerá una experiencia estética de disfrute inigualable. Algo que probablemente se deba al inteligente y creativo uso que hace de la libertad en un mundo, el cinematográfico, donde ya casi nadie es libre.

martes, abril 09, 2013

El futuro y el Gozo Intelectual


El futuro del Gozo Intelectual
No hace mucho se armó la gorda cuando fueron filtradas a los medios las patéticas respuestas que varios aspirantes a profesores habían dado en sus exámenes de acceso. Fueron tres días de noticias, chanzas y escarnios. Tres días. Después, todo ha vuelto a la normalidad, una normalidad hispánica.

Los que venimos señalando la progresiva y profunda regresión que opera en los educandos desde hace 30 años solemos ser calificados de tremendistas y agoreros. Pero las citadas filtraciones demuestran que, efectivamente, tenemos aquí en España uno de los peores sistemas educativos del mundo civilizado, como bien atestiguan todos los Informes PISA elaborados desde hace años. El sistema eliminó progresivamente las humanidades para sustituirlas por cosas como Conocimiento del medio, pero después de unos años de pereza intelectual (propiciada por un sistema que premiaba a los canallas y a los mediocres) los aspirantes a profesores, y tal vez los mismos profesores, no sólo no saben ordenar frases en un argumento escrito, sino que además creen que el Miño pasa por Sevilla.

El bienintencionado ensayista Jorge Wagensber habla de Gozo Intelectual como aquello que sirve para empujar el proceso general de la adquisición de conocimientos. Yo estaría plenamente de acuerdo con la denominación y también con el significado que le asigna. Y añadiría además que se trata de uno de los gozos más satisfactorios que un sujeto puede experimentar. Pero ¿así piensan también las nuevas generaciones que se han ido forjando en los últimos años? ¿Disfrutan del gozo intelectual?

Para contestar con cierta propiedad habría primero que aclarar qué entendemos por conocimiento, porque si de algo no hay duda es que todos los jóvenes que estudian lo hacen porque; uno, quieren obtener los conocimientos propios de la materia por ellos elegida y dos, mientras estudian creen estar obteniéndolos. Pero ¿de qué conocimientos?, porque lo que tampoco queda claro es quién elige los conocimientos que hay que impartir a esos educandos, pues como sabemos los que nos dedicamos a la enseñanza, es estrictamente cierto que cada vez más son los propios alumnos quienes exigen/imponen unas determinadas materias arreglo a sus intereses. Además de tener grandes facilidades para configurar su carrera en base a esos mismos intereses personales (los famosos créditos).

Es cierto que para una mente de reminiscencias analógicas el conocimiento es una cosa bien distinta al de una mente con tintes digitales. Y lo que queda claro en los jóvenes estudiantes del hoy es que su demanda se centra en los conocimientos técnicos y pragmáticos. Es decir en los conocimientos desligados de la teoría. No quieren saber nada de la teoría.

Por eso, cuando Wagensberg habla de gozo intelectual lo hace desde unos parámetros metodológicos difíciles de aceptar por un joven educando del hoy. Para Wagensberg es de suma importancia la Teoría en lo que respecta a las posteriores deducciones extraídas de la práctica. Es decir, para el científico ensayista sólo un buen fundamento previo es capaz de dar vida a la ulterior experimentación y por consiguiente a la posterior reflexión. Y es precisamente el conocimiento de ese fundamento previo, el de la teoría, el que rechazan los nuevos educandos. Se trata para ellos de una carga que les impide ir a la velocidad que marcan las nuevas tecnologías, que por otra parte son las perfectas representantes del saber pragmático. O por decirlo de otra forma, hasta hace poco a los jóvenes los libros se les caían de las manos, ahora ni siquiera estiran la mano para alcanzarlos. Todo es, si acaso, lectura en pantalla, lectura apresurada, fragmentada, dislocada y arrítmica. Ansiedad y Wikipedia en un frenesí de recorta y pega.

Un conocimiento por tanto eficaz en la consecución de unos objetivos tan ilusos como ilusorios, posiblemente eficaces en la obtención de dinero, pero que no conlleva a reflexión alguna. ¿Puede haber gozo intelectual en ese conocimiento que, en definitiva, se obtiene en un bis a bis virtual de objetivos inmediatos y pragmáticos? O dicho de otra forma, ¿puede haber conocimiento sin teoría y por tanto sin reflexión? ¿Puede darse el gozo intelectual ante este tipo de conocimiento?

En la era digital, es cierto, la pereza derivada del descreimiento es la pauta de todo aprendizaje (¿), pero no tanto debido a una suerte de escepticismo nihilista cuanto debido a una cuestión de marketing y de rentabilidad. La reflexión conceptual para los jóvenes descreídos es sólo una forma de perder el tiempo que en realidad quieren dedicar a los videojuegos o a las redes sociales. La verdadera democratización del pensamiento se ha producido cuando el estar se ha impuesto sobre el ser. Si no se está en las redes sociales no se es. Sin ellas apenas queda ser. ¿Quién se va a preocupar por el gozo intelectual (su ser) si su prioridad vital es estar?

viernes, abril 05, 2013

La verdad sobre Bambi


La verdad sobre Bambi

“Hay que meter tensión”, dijo (en off) el amante del pueblo llano al jesuitón que susurraba a los “caballos”. Dos seres cortados por el mismo patrón. Al primero le gustaban las nubes y al segundo los aizkolaris.

Pues ¡Toma tensión! Ahí tenéis lo que queríais. Diagnóstico: hundimiento del país por tensión desmesurada.

Post Scriptum. Con absoluta independencia de los resultados que pudieran obtenerse en base a dos formas distintas de gobernar, la cuestión es que hay dos clases de políticos en cuanto al uso que de los medios hacen respecto a determinados fines: los que creen en la serenidad del equilibrio (el argumento, que a veces incluso puede ser erróneo) como medio para alcanzar la bonanza (el fin en sí mismo) y los que defienden la tensión (el ruido, siempre desestabilizador) para alcanzar… para alcanzar… ¿para alcanzar qué? O por decirlo de otra forma: defender el ruido como forma de reconciliación de las partes no puede ser más que una forma de bajeza humana, pues deja patente tanto el fin último como el interés primero.