La verdad sobre Bambi
“Hay que meter tensión”, dijo (en off) el amante del pueblo
llano al jesuitón que susurraba a los “caballos”. Dos seres cortados por el
mismo patrón. Al primero le gustaban las nubes y al segundo los aizkolaris.
Pues ¡Toma tensión! Ahí tenéis lo que queríais. Diagnóstico:
hundimiento del país por tensión desmesurada.
Post Scriptum. Con absoluta independencia de los resultados
que pudieran obtenerse en base a dos formas distintas de gobernar, la cuestión
es que hay dos clases de políticos en cuanto al uso que de los medios hacen respecto
a determinados fines: los que creen en la serenidad del equilibrio (el
argumento, que a veces incluso puede ser erróneo) como medio para alcanzar la
bonanza (el fin en sí mismo) y los que defienden la tensión (el ruido, siempre
desestabilizador) para alcanzar… para alcanzar… ¿para alcanzar qué? O por
decirlo de otra forma: defender el ruido como forma de reconciliación de las
partes no puede ser más que una forma de bajeza humana, pues deja patente tanto
el fin último como el interés primero.
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