O de lo inevitable
Las sensaciones
llegan muchas veces sin ser reclamadas. O sin ser buscadas. Es más, las
sensaciones reclamadas son, por lo que respecta a la cantidad, una minucia al
lado de las no reclamadas, que son las que nos advienen con pertinaz constancia
durante todo el día. De hecho nos pasamos la vida experimentando sensaciones,
más o menos intensas. En cualquier caso, y por ceñir el concepto, podemos decir
que las sensaciones son datos elementales proporcionados por los sentidos y que
vienen causados por un excitación fisiológica.
Me encuentro
celebrando algo con mi hermano en un restaurante de una cierta alcurnia. En un
momento dado mi hermano me dice con gesto perplejo, “qué cosa más rara; de
repente ha pasado por mi lado una mujer que hubiera jurado que era esa otra que
se encuentra en aquella mesa”. Me giro y en efecto mi hermano lleva razón, la
mujer que acababa de pasar junto a nosotros es casi idéntica a esa otra mujer
que se encuentra dos mesas más allá. Seguimos con la comida y con nuestras
cosas hasta que me percato de que en una mesa más cercana a nosotros hay otra
mujer que también es prácticamente idéntica a las otras dos. Se lo hago saber a
mi hermano pero no se sorprende, se acerca a mí y me dice en tono bajo, “si, ya
me había dado cuenta pero eso no es lo más curioso; mira disimuladamente detrás
de ti y podrás comprobar que aún hay otra que parece ser también la misma
mujer”. Me giro y compruebo que, efectivamente, las cuatro mujeres se parecen
extraordinariamente. Sus formas de vestir son claramente diferentes, incluso el
peinado es distinto en cada una de ellas, pero sus rostros son prácticamente
iguales. El asunto nos lleva a elucubraciones rayanas en lo metafísico. ¿Cómo
elucubrar sobre la ubicuidad si no es a través de la metafísica? Cuando abandonamos
el asunto y nos encontramos en mitad del segundo plato vemos entrar a una
familia. Pues bien, la que sin duda parece ser la abuela de esos niños que la
acompañan es, otra vez, la “misma mujer”.
He de apuntar
que de una forma o de otra las 5 mujeres van acompañadas, a veces entre otros
comensales (hijos, hijas, nietos, yernos, cuñadas...), por los que parecen ser sus sus respectivos maridos, que seguro que
los son. Todos sumamente diferentes entre sí. Mi hermano me hace una
interesante observación: “si te fijas bien verás como sin duda ellos parecen unos viejos, mientras que ellas… ellas, vistas a cierta distancia, parecen ser las
hermanas de sus hijas, pero con la cara de plástico”. Cierto, no se puede describir con mayor precisión.
Nota. Acabo de acordarme que uno de los primeros posts de este blog, hace ahora casi 10años, se llamaba igual. En este enlace:
http://albertoadsuara.blogspot.com.es/2006/10/asco.html
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