No hay duda de
que las mujeres odian el fútbol. Lo sé porque a mí no me gusta; o mejor, lo sé
porque muchas veces me he servido de ese saber con fines impronunciables y me
ha funcionado siempre.
Otra cosa sería
analizar los porqués de ese odio. En ningún caso me serviría de explicación el
argumento que incidiese sobre la dejación de responsabilidades por parte del
aficionado. Sería como despreciar la honorable costumbre que tienen algunas
personas por visitar la peluquería con una frecuencia tan inusitada como a veces
inverosímil. O la de despreciar a quien gustara de las series televisivas, o
del mismo tenis.
¿Qué le pasa
pues al fútbol? ¿Por qué convoca tanto odio por parte del género femenino? Sería
digno de estudio serio.
A mí, ya digo,
no me gusta nada el fútbol, pero en mi rechazo no hay rechazo extensivo al
género al que se le asocia. Aunque pueda éste no gustarme por otros motivos. Nada
hay en mi rechazo de rencor ni de resentimiento ni de celos. No me gusta el
fútbol como no me gustan las verduras pero no tengo nada en contra de aquellos
a quienes sí les gustan, ni de aquellos que prácticamente sólo se nutren de ellas. No me gusta el fútbol porque me aburre, pero no me
importa que las calles se queden vacías cuando se juega un partido importante
(?). Porque ahí estaré yo tomándome una horchata. Más bien al contrario, me gusta que la gente tenga aficiones distintas de
las mías.
Entiendo, pues,
a quienes no gustan del fútbol, pero sólo si debe a la propia especificidad del
deporte o a su excesiva presencia en los telediarios, y no tanto a quienes lo desprecian por otras razones.
Pero hagamos la
pregunta al revés ¿cuáles podrían ser las razones que llevaran a una mujer a
gustar del fútbol?
¿El amor? ¿La
política?
Veamos esta
foto de abajo y preguntémonos por qué estas mujeres muestran tanta pasión por
el fútbol. Que por algo será.
Se trata de las
Ministras Fátima Báñez y Ana Pastor
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