“Estimado”
varón cobarde:
Cualquier
excusa es buena para echarle la culpa al varón, sobre todo si es
blanco y heterosexual. ¿La culpa de qué? Se preguntará algún ser
ingenuo.
Respuesta
mía y sólo mía (al parecer y por lo que veo, oigo y leo): si de lo
que hablamos es de estigmas y de las repercusiones de esos estigmas
-cada sexo tiene los suyos como iremos viendo-, y si de lo que
hablamos es también de querer saber de qué son culpables los
varones la respuesta sólo podrá encontrarse en el análisis de la
Opinión Pública y la Opinión Publicada. No hay otra. Si ese ser
ingenuo hiciera el necesario análisis podría comprobar, de forma
inmediata e indubitable, que no quedan ya mujeres ingenuas y que el
varón, o mejor, los varones TODOS, son culpables... de TODO. TODOS
de TODO. O dicho en plata (y recordemos que se trata de la única
conclusión a la que puede llegarse si uno analiza atentamente las
Opiniones Pública y Publicada): que los varones, todos, son unos
cabrones... y las mujeres unas Santas Laicas, reprimidas y oprimidas
claro por los cabrones varones. Y si alguien cree que exagero, que
abandone ahora la lectura de esta misiva. Y que siga ensimismado con
su red social de contactos o lo que sea.
Plena
actualidad
En
la revista Mujer de Hoy del Grupo Vocento viene un artículo
de opinión sobre Margaret Atwood y el éxito de su serie El cuento
de la criada y posteriormente de su libro. El artículo se llama
“¿Escritora o profeta?” y viene firmado por Nere Basabe, que
dice “los totalitarismos de Europa del Este, el miedo a la guerra
nuclear y el regreso a los valores más conservadores y puritanos en
el Oeste inspiraron entonces (1985) esta fábula de la Guerra Fría”.
Para más adelante apuntar, “aquella distopía política en la que
Norteamérica se convertía en una opresiva dictadura teológica
donde las mujeres eran reducidas a meras esclavas reproductoras sigue
de plena actualidad”.
Así,
de plena actualidad sigue ese relato imaginario (futurible) distópico
escrito desde el Berlín Occidental de los ochenta en donde las
mujeres serían meras esclavas.
Por
otra parte dice Isabel Coixet en su exitosa conferencia pronunciada
en el Museo Centre del carmen de Valencia hace unos días (después
de haber ganado el Goya), “Las mujeres tenemos que repetir mucho
las cosas para que se nos oiga. Siento que todavía tengo que probar
una y otra vez que valgo para lo que hago”.
Quizá
por eso, directores como Enrique Urbizu o Víctor Erice no consiguen
que nadie produzca sus propuestas cinematográficas desde hace años
y sin embargo la Coixet sea una de las pocas personas que desde 1996
ha podido conseguir financiación para más de 30 películas.
Así,
en efecto, es de plena actualidad. Tanto que ya se miden por miles
los artículos que diariamente aparecen en periódicos en los que una
mitad de la población es tratada como piltrafa. Por ser, así en
genérico, culpable del mal que al parecer sufre la otra mitad, así
en genérico.
La
cosa es que la agresiva metodología de la Corrección Política -que
tan cachondos pone a los periodistas y políticos... y a los nenes de
la farándula- ha llegado a su punto más álgido. Y ha llegado a su
límite con la más absoluta normalidad, y lo que resulta más
significativo, con el beneplácito y el consentimiento de todos,
ahora sí, varones y hembras.
Plena
actualidad: la Corrección Política ha hecho creer a la humanidad, o
mejor, ha impuesto el ideologema de que en la sociedad (la
civilizada, por supuesto, que es la que tiene Opinión Pública y
Publicada) la cosa... ¡va de mitades! Así, quienes hace apenas unas
horas rehusaban hablar de Guerra de Sexos -por considerar el
término excesiva e innecesariamente bélico, además de falso- ahora
sólo hablan de ganarla. Pero ¿quién afirma -y reivindica- ya sin
pudor la existencia de una Guerra y qué significa ganarla? Pues está
claro: la Guerra se encuentra confirmada por los poderes fácticos ebrios de CP y ganarla sólo puede significar una cosa. No hay mas
que ver lo que hacen lo medios de comunicación a diario. Así la
pregunta es ¿qué significa ganar esa Guerra que reivindican a
diario?
Fácil
respuesta si somos analistas materialistas: así, si aceptamos (porque las
hembras lo dicen, y los media y políticos lo corroboran) que se
trata de una Guerra y que se trata de ganarla, el ganarla sólo puede
significar una cosa: la destrucción del varón. Y en ello están.
Así
que vosotros, hombres cobardes, o despistados, lo que queráis, ya
sabréis lo que hacéis. La gente sólo habla de libertad de
expresión cuando un tontaina, en una decisión tan contingente como
estúpida, decide retirar una obrilla de arte en una Feria de Arte,
pero no habla de ella cuando a diario se tiene que morder la lengua por miedo. Y ahora me dirijo a los periodistas varones, que son los
que acceden a la Opinión Publicada: ¿Dónde están vuestras opiniones en que os
mostráis ofendidos por ser juzgados, todos, como un conjunto de
cabrones estúpidos insensibles egoístas?
Hace
poco la columnista Elizabeth López Caballero y a propósito de un
anuncio en el que dos actrices anunciaban el jabón Fairy decía:
“¿Se
imaginan qué maravilla ver a dos hombres de pelo en pecho, machos
alfa, fregando loza? No, verdad, no se lo imaginan. Porque mientras
salgan emitiendo este tipo de anuncios -queriendo sin querer-
seguiremos normalizando lo que ya no es normal. Que no tenemos que
ser siempre nosotras las ratitas presumidas que barren y cocinan y se
ocupan de los niños. Que nosotras también podemos ser soldados y
ganar más de una guerra, aunque en esta, de la igualdad, vayamos
perdiendo”.
Analizad
esto, hombres cobardes: la tal Elizabeth ya sabe que, en efecto, no
somos capaces de imaginar a dos hombres de verdad (macho alfa, pelo
en pecho) fregando loza. En los motivos se encuentra la clave de esta
afirmación; para la periodista (cuyo lapsus consiste en hablar de un
macho alfa con pelo en pecho) los motivos de que no seamos capaces de
imaginarlo se encuentran en una publicidad machista, pero en mi
opinión se encuentran en el cómo desea VER una mujer a UN macho (no
sé si al suyo o a todos, nunca se sabe). De hecho, y vosotros los
sabéis de sobra, hombres cobardes, los que más follan son siempre
los más chulos (con lo que eso significa en cuanto al deseo de la
mujer), los que nunca friegan loza, los que no se comprometen con
nadie y los que engañan todo lo que pueden a todas las que pueden,
los machos alfa, los que somos incapaces de imaginar fregando
loza; los otros los menos chulos son precisamente los que viven el
constructo cultural y habitan en él con la aceptación de un
compromiso -que es la máxima representación del constructo
cultural que las mujeres desprecian por ser el causante de todos los
machismos- de la procreación de descendencia compartida. Es a esos,
sólo a esos, a los que curiosamente se les exige fregar loza, y es así, claro, porque... ¡son los
únicos imaginables!, lo cual no carece de lógica, al menos de la
suya. Otra cosa, ya digo, es con quien follan, o de quien se enamoran
verdaderamente (si queremos ser finos), esas mujeres que son
incapaces de imaginar a un hombre de verdad fregando loza.
¿Quiero
decir con esto que el hombre no debe fregar loza, o que son las
mujeres la que deben hacerlo? En ABSOLUTO, bajo ningún concepto,
pero sé de sobra que eso es lo que querrá entender quien no sepa
leer. Y como podéis ver, está también ahí el tema de la igualdad
entendido de manera perversa: nada hay de casual y espontáneo en las
palabras de Elizabeth; no reivindica la posibilidad de que las
mujeres pueda ser unas buenas cirujanas plásticas, reivindica el
derecho a que puedan ser soldados, es decir, a que puedan usar la
fuerza sin argumentos, la fuerza bruta, la que algunos hombre usan
para humillar a algunas mujeres. Y también la necesidad de ganar una
guerra, la Guerra.
Vosotros
sabréis hombres cobardes.
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