ElHoy
No sé cómo escribirá la Historia este momento que vivimos. No sé cómo lo “verá” cuando nosotros ya no estemos para confrontar su relato. Ni siquiera sé si esto que vivimos de una determinada forma será otra cosa bien distinta. En definitiva, no sé cómo se escribirá el hoy. El hoy que a mí me ahoga.
Así, lo que en alarde de exultante creatividad llamamos crisis puede que no sea más que una simple bisagra entre dos eras esencialmente distintas, la analógica y la sintética. La primera estaba gobernada por las correlaciones (mejores o peores), la segunda por inputs electrónicos (siempre neutros). Hasta anteayer se estaba luchando contra la existencia de todo criterio que pudiera ser universal (cosas del relativismo), ahora sólo se actúa como si no existiera criterio alguno que pudiendo ser universal impidiera ciertos individualismos antiéticos. Es decir, nos ha vencido el relativismo: la inconmensurable pluralidad de los números ha sido desbancada por un maléfico sistema binario en el que todo sucede entre el cero y el uno. Y de ahí que, aunque con otros argumentos (similares), haya quien ha calificado esta crisis de conceptual. Ni siquiera sabemos a ciencia cierta dónde radica el mal, motivo por el que, todo sea dicho de paso, no avanzan los movimientos de protesta. Por muy ingenuos que seamos nadie es inocente en el supuesto mundo civilizado, el que se encuentra gobernado por una suerte de conceptualización puramente académica. De lo que se deduce otro factor definitorio. Si por una parte se trata, como ya hemos dicho -y como también asegura Charles Morris: Dinero fácil, jugadores y el desplome del crédito- de una crisis conceptual (“intermediación financiera y mercados completos”), algo que la hace inabordable, por otra se trata, como bien apunta la película Inside job, de una crisis provocada por el mundo académico, el que curiosamente se inventó la corrección política con el fin de proteger a los más débiles (hay que joderse). O por decirlo de otra forma, los asesores de los gobiernos serían, en la era sintética, los mismos que ya habrían dado muestras de maldad y/o incompetencia en poderosos entes financieros. O viceversa, ya que el intercambio de asesores es bidireccional, retroactivo y binario. En cualquier caso, los asesores (provenientes en su mayoría de las mejores Universidades) serían todos multimillonarios a pesar de haber configurado un panorama del que casi sólo se beneficiaron ellos. Si a esto le añadimos, al caso español, un atávico y grotesco cainitismo…
La imbricación de finanzas y política es tan innegable como descorazonadora. Su granítica alianza ha sido concebida con el único fin de servir, por encima de cualquier circunstancia, a ellos mismos (banqueros, presidentes de multinacionales, asesores financieros, políticos). Tan poderosa que ha generado una alianza sobre la que deben resbalar la inmensa mayoría de ciudadanos desprotegidos e indefensos. Y llegamos a la tercera de las características peculiares de esta crisis: su espíritu antagónico. En efecto esta crisis ha sido posible sólo en la medida en que ha sido concebida “contra”. Y esto no tiene nada de metafórico. Como ya todo el mundo sabe la crisis comenzó cuando los grandes entes financieros tuvieron la “gran idea” de vender créditos hipotecarios contra los que apostar. O dicho de otra forma: comenzó cuando las finanzas y la política se aliaron CONTRA el ciudadano. No sólo estamos desamparados (ante las malignas multinacionales) y sometidos (por unos gobernantes ineptos), sino que además estamos siendo preparados para sobrevivir a la contra. No sólo no gobiernan mal sino que además se cagan sobre nuestras cabezas y nos incitan a hacer lo mismo sobre nuestro vecino.
Colofón. Ha vuelto a suceder. Las últimas declaraciones del Gobierno respecto al caso Bankia no ofrecen dudas: ha dicho que no quiere mirar al pasado y que por tanto no va a depurar responsabilidades. Contra el ciudadano, ya digo. Y con saña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario