Durante estas Navidades me hice el firme propósito de no ver nada de las cadenas de televisión al uso. Se trataba de un régimen de adelgazamiento intensivo. Nada de telediarios, nada de tertulias, nada de psicodramas, nada de series, nada. He visto la televisión, por supuesto, pero canales que no ofrecían nada que tuviera que ver con la actualidad. Un placer.
Ayer fui a comer a casa de mi hermano y su recibimiento fue, “¿viste ayer la entrevista?”. ¿Qué entrevista?, repliqué. “La de Hermida, hombre, cuál iba a ser? contestó medio ofendido.
¡Hermida, aún vive ese hombre, me dije!, ¡Dios! No sé por qué pensé que ya no existía; no es que pensara que hubiera muerto, sino que ya no existía, que es mucho más saludable para todos.
No sé por qué, pero tenía para mí que lo habían retirado; no que se hubiera retirado (me lo imagino demasiado vanidoso) sino que lo habían retirado de forma más o menos tácita. Pensé que ya ningún director de ningún canal le permitiría aparecer por sus respectivos estudios por miedo a rebajar estrepitosamente sus shares. Me equivoqué. Mi enconamiento visceral y casi patológico contra ese personaje no se encuentra del todo compartido por la generalidad. La verdad es que nunca lo ha estado. Siempre que se le nombra aparece misteriosamente alguien que habla bien de su profesionalidad: “es un maestro”, “es un gran profesional”, etc. No sé, me siento confuso: ha sido para mí un schok pensar que puedo encontrármelo de nuevo en un zapping descuidado. Y no puede permitir que reaparezcan de nuevo mis antiguas pesadillas. Para mí es el personaje más odioso de la historia de la televisión española, y mira que los hay odiosos.
Por cuestiones de intriga perversa me he puesto manos a la obra para saber de esa entrevista. Lo que me ha obligado a volver sobre la radio y la televisión de actualidad. Con independencia del pensar de los tertulianos lo que me ha llamado la atención es ese karma que aparecía en todas las intervenciones: el karma que seguía hablando de maestría y profesionalidad (!). Puedo llegar a entender que hace tres décadas tuviera algún predicamento entre señoras digamos que inquietas, pero no puedo creer que alguien aún se remita a su profesionalidad para justificar una presencia tan fantasmagórica como mortificante. Y menos aún que alguien crea que esa presencia resulta beneficiosa para cualquier programa. Por decirlo claramente: me resulta demasiado repulsivo como para pensar que ante su aparición no cambien de canal todos los seres sensatos y sensibles. Preferiría ver de nuevo a los Hermanos Calatrava antes que ver a ese señor engreído e inculto escuchándose a sí mismo con la parsimonia propia de un gurú. Eso al menos me dije en un momento de exatación.
Al final me he armado de valor y después de escuchar atentamente algunas tertulias, mi curiosidad ha vencido a mis sentimientos poco ejemplarizantes y me he visto la entrevista.
Aún no sé cómo han podido convencer al Rey para que le hiciera una entrevista a Hermida.
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