#50SombrasdeGrey
O
#CartaAbiertaaToniCantó
Además
de los más de 60 millones de ejemplares vendidos 50 sombras de Grey ha sido traducido a 55 idiomas, tiene más de
200.000 seguidores en Twitter, hay cientos de miles de comentarios en foros de
variada índole y la revista Time ha
declarado que E.L. James ha sido una de las 100 personas más influyentes de
2012.
A
poco que uno se pasee por Internet podrá descubrir quién es Grey a través de
los adjetivos que en su descripción se usan: joven, millonario, encantador,
inteligente, romántico, exquisito, culto, sofisticado…
Así,
resulta relativamente previsible que cualquier mujer se pudiera enamorar de él,
como efectivamente le sucede a la joven e ingenua (¿) Anastasia. ¿Qué motivos
podría haber, entonces, para que una mujer no se enamorara de un hombre como
Grey? Difícil.
Veamos
cómo se resume la trama en un artículo (de investigación) escrito a tres manos
para el Magazine de El Mundo: Azucena
S. Mancebo, María Tapia y María D. Sempere:
“Anastasia
es sometida, azotada, atada y humillada por Christian. Llora de dolor y
decepción. Y aún así se enamora de su amo”.
Ya
lo sabemos, entonces: sí habría algún que otro motivo para que una mujer no se
enamorara de un hombre como Christian a pesar de su dinero y su encanto. ¿Cuál?
Por ejemplo el que haría a una persona huir del dolor físico. ¿Algún otro? Pues
el que haría a una persona negarse a ser humillada. ¿Alguno más? El que
proviniera de una decepción causada a partir de unas expectativas constantemente
frustradas. ¿Sirve todos esos pequeños
inconvenientes a Anastasia para disuadirle de su enamoramiento? No, porque es
precisamente por ello por lo que se enamora. De hecho su enamoramiento se debe
a que para ella ¡no son inconvenientes, sino todo lo contrario!
Pero
¿cuáles podrían ser realmente las causas por las que Anastasia se enamora de
quien tanto dolor le inflige?
Al
parecer hay bastantes (¿) si nos atenemos al deseo que en tantas millones de
lectoras ha suscitado el personaje (según las autoras del artículo, “Quiero un
Grey en mi vida” es una frase recurrente en internet). Pero hay en concreto uno
que resaltan las autoras del artículo, supongo que en base a las conclusiones
elaboradas a partir de un trabajo de investigación. Dicen:
“Sexo,
erotismo, sumisión… Pero, además, la novela narra la historia de una mujer que
trata de redimir a un hombre descarriado”.
A
lo que añade la sexóloga Miren Larrazábal, una de las profesionales consultadas
para la elaboración del artículo:
“Ella
representa el instinto maternal y de cuidado de la mujer”.
Así, ella
aguanta todo ese dolor y toda esa decepción, no tanto por amor, que puede,
cuanto por su interés en salvar al hombre de su perdición. Pero en caso de que
se tratara de amor se trataría, como apunta la profesional del sexo, de amor
maternal. Que cuando se trata de hablar de mujeres, y no de hombres, sí existe
el instinto. Es decir, cuando se trata de justificar la actitud de una mujer,
que no la de un hombre, sí aparece el argumento de lo genético.
En
cualquier caso, por si a pesar de todo aún hubiera dudas acerca de las causas
reales por las que una mujer puede enamorarse de un hombre pro-activo,
prepotente, viril y asertivo, acude a nosotros otra profesional convocada por
las escritoras del artículo. Dice la psicóloga Montserrat Montaño:
“A una mujer le resulta
atractivo un hombre con dinero y éxito profesional, porque esa riqueza hace que
muchos problemas de convivencia y del día a día desaparezcan”.
Así,
vamos sabiendo cada vez un poco más. Al menos sabemos que la generalización es
legítima: “A una mujer le resulta atractivo…” Pero también por lo que esa
generalización concreta significa: lo que
le resulta atractivo a una mujer es, además de otras cosas y sin saber de
prioridades, que el hombre con posibilidades tenga posibles. Por tanto,
pro-activo para abordarla, prepotente para humillarla, masculino para poseer el
control, y además millonario para disipar problemillas ajenos a lo
verdaderamente importante, como lo sería el hecho de no sufrir carencias (o de
no sufrir esos típicos problemillas que causan las carencias, que a su vez
causan tanto malestar en la relación de pareja). Por mucho que ese
esquivamiento del problema -que se consigue a través de la elección del hombre millonario-
se convierta, paralela y fortuitamente (¿), en acceso fácil a cenas de lujo,
joyas y caprichos en general.
Pero, ¿una
mujer que tiene en cuenta el dinero y el éxito del hombre en la elección de
pareja, porque eso le evita los problemas del día a día, no es después de todo una
mujer incapacitada para exigir inteligencia, ternura, romanticismo, cultura y
comprensión? Conviene recordar los calificativos con los que se describe a
Grey. ¿No es acaso verdad que de entre todas esas facultades que intentan
describirlo hay una que no es propiamente positiva desde el punto de vista
emocional, ético y relacional? ¿No es acaso verdad que el ser inteligente,
culto, encantador y romántico se encuentra en otro orden de cosas que el ser
millonario?
En
cualquier caso, ¿no era por la independencia por lo que había que luchar? ¿No
era por la independencia por lo que tantas mujeres han luchado en nombre de la
libertad? ¿No era la liberación de la mujer lo que se pretendía con la lucha?
¿No consistía en eso la liberación: en la necesidad y la obligación de
considerar la in-dependencia de la mujer en nombre de la libertad? ¿Qué podría
significar, entonces, el que a una mujer
le resulte atractivo un hombre con dinero y éxito si además se debe a que
ese hombre con dinero sirve para disipar los problemas del día a día -y también
para vivir mejor con independencia de la misma relación? ¿Es, en definitiva,
compatible el grito que exige la independencia del género con (un entendimiento
de) la mujer que antepone, de forma “natural” sus intereses a la misma
libertad? ¿No es cierto que si los intereses se encuentran desconectados de la
libertad resulta imposible hablar de igualdad?
Así, sin
dejar de utilizar los mismos argumentos esgrimidos tranquilamente por las
investigadoras, los que aceptan que “a una mujer le resulta atractivo…”, me
pregunto: ¿puede esa mujer, que por
naturaleza antepone o prioriza el dinero sobre otras facultades
(romanticismo, comprensión…), exigir después igualdad? O por decirlo de forma
vulgar: ¿habría sido igual de posible la “romántica” y “envidiable” relación sado-masoquista
si ella hubiera tenido que pagar la mitad (o el total) de las cenas exquisitas
y lujosas, o los viajes, o su ropa cara; o todos esos presentes y atenciones que
le son regalados? ¿Se habría dejado igualmente humillar, vejar y denigrar por
un tipo que careciera del glamour que
proporciona la riqueza? O mejor aún, ¿habría sido posible el éxito de Grey si
éste tuviera que comprar sus pantalones en los chinos y sólo pudiera pagar las
cenas en la taberna de la esquina de un barrio poligonero?
Veamos lo
que la sexóloga Montserrat Montaño dice de los personajes para así poder distinguir
lo que les pasa a una mujer y un hombre concretos de lo que le pasa a la mujer y
el hombre en general; poder desligar, si fuera posible, lo que les pasa a Anastasia
y Grey de lo que les pasa a la mujer y el hombre en general, pero desde los
conocimientos obtenidos a partir de la Opinión Publicada; a saber: que a la mujer
le resultan atractivos los hombres con posibles y que el hombre necesita ser
pro-activo, sujeto activo. De hecho, desde la óptica que proporciona la Opinión
Publicada, lo que NO sabemos es que a la mujer puedan gustarle los hombres
dominantes. Sí sabemos, en cambio, que le gustan inteligentes, encantadores, con
sentido del humor y con posibles, pero nadie nos dice que puedan gustarle, ya
no los sádicos, sino los simplemente dominantes. Nadie. Más bien al contrario. Y
sabemos también, gracias a la misma Opinión Publicada, que los hombres son
dominantes por defecto, y que son, por ello, machistas.
“Anastasia
es una joven adaptada, con buenas relaciones familiares, sociales, capacidad de
trabajo, de estudio… Únicamente mostraría cierta inseguridad personal relacionada
con ciertos complejos físicos”. Sin embargo, “(Grey) Presenta multitud de
problemáticas psicológicas […] A nivel emocional es inmaduro…”, dice Montaño.
¿Por qué
entonces Anastasia, una persona normal, es decir, no condicionada por traumas
de ningún tipo, se enamora de Grey, que no oculta sus intereses? ¿Por qué se
enamora de él si tantos problemas “presenta”?
Quizá una
respuesta acertada nos la dé la propia psicóloga Montaño, si bien lo hace sin
ser consciente de lo que sus palabras puedan significar, pues la Opinión
Publicada sólo puede atenerse a la Corrección Política. Dice la psicóloga:
“El protagonista cumple
con muchas de las cualidades que las mujeres buscan de forma ideal en un
hombre. Lo que probablemente no se tiene en cuenta es lo sumamente costoso a
nivel emocional que sería mantener una relación real con alguien con tantos
problemas psicológicos como el personaje”.
Ya tenemos
dos datos de suma importancia: primero: Grey, que “cumple con muchas de las
cualidades que las mujeres buscan de forma ideal en un hombre”, tiene muchos “problemas
psicológicos”. Pero eso es algo que ¡ya sabíamos!, pues es ¡ESO precisamente lo
que atrae a Anastasia! y es además el motivo por el que emergen las preguntas y
las dudas. Y segundo: Anastasia acepta el coste
emocional que supone preferir lo real a la fantasía.
Respecto al
primer punto no haría falta añadir demasiado, más allá de lo que ya se ha
apuntado. Sólo incorporar una pequeña puntualización que hace referencia a cómo
se definen los géneros masculino y femenino desde la Opinión Publicada. Podríamos
resumirlo con una frase ciertamente burda, pero efectiva en el cumplimiento de
representar a la Opinión Publicada: Ella,
la mujer, es siempre normal y él, el hombre, es siempre el enfermo. Y da lo
mismo que hablemos de Anastasia y Grey que de las mujeres y los hombres en
general. No habría más que abrir cualquier periódico de cualquier día, o ver un
telediario al azar, o analizar las tesis doctorales de las enseñanzas de
humanidades en los últimos 30 años, etc. La criminalización del varón se
encuentra a la orden del día. Y si, como hemos visto, se trata de aceptar las
diferencias, se hará siempre e ineluctablemente para hablar de una incuestionable
superioridad de la mujer respecto a casi todo.
En resumidas cuentas, para la
Opinión Publicada: “hombre ser malo, mujer ser víctima”. Anastasia, que enfoca
su felicidad desde la sumisión, la humillación y la vejación, sería, para las
profesionales del sexo y la psicología, una mujer normal, sana: “adaptada, con
buenas relaciones familiares, sociales, capacidad de trabajo, de estudio…”,
mientras que Grey es, sólo, un hombre que “Presenta multitud de problemáticas
psicológicas” y que “A nivel emocional es inmaduro…”. Tal podría ser, haciendo
un ejercicio de analogismo, la caracterización por géneros que aparece en toda
la Opinión Publicada. Aunque después, en la vida real, en la vida habitada por
lo real, haya millones de mujeres cuyo agónico grito sea el de “Quiero un Grey
en mi vida”.
Respecto
al segundo: Cuando Montaño habla de “lo sumamente costoso” lo que hace es señalar
como legítima la fantasía, pero al tiempo que señala como estúpida la
posibilidad de intentar hacerla realidad. Probablemente tenga toda la razón del
mundo en cuanto a lo de “costoso”, de hecho es una forma de decir
que las fantasías sólo son fantasías y que las mujeres deben aprender a
distinguirlas claramente de la realidad. Pero, ¿no es cierto que, con independencia
del tipo de relación elegida, toda relación exige unos costes?, ¿no es cierto, después
de todo, que el “coste a nivel emocional” es el coste que toda persona debe
pagar por SU compromiso, en la aceptación de su compromiso? Así, es cierto que
sería sumamente costoso mantener esa relación, pero porque cualquier relación
seria lo sería; pero sobre todo sería fundamentalmente costoso para quienes
vivieran inmersos en la ideología propugnada por la Corrección Politica, esa
ideología que todo lo fundamente en la igualdad.
Cuando
sabemos, y no precisamente gracias a la Opinión Publicada, sino a partir del análisis
de la realidad, que la gestión de una relación sentimental (y sexual) sólo da
frutos positivos cuando las partes aceptan sus roles. El coste emocional es
precisamente una de las consecuencias de todo compromiso y será alto o bajo
dependiendo de del nivel de aceptación de los roles por parte de ambos. Así, el
coste emocional sólo será grande de verdad cuando se actúe, ya no sin saber que
en efecto se trata de una cuestión de roles (activo/pasivo, sujeto/objeto), sino
sobre todo cuando se piense que no debe existir coste alguno. Que ahí radica el
mal que nos ha inoculado el pensamiento posmoderno políticamente correcto: hacernos
creer que nada en una relación de pareja debe implicar coste alguno, y que por
tanto todo coste emocional es siempre innecesario. Éste es pues el mensaje de los
“nuevos” tiempos posmodernos; un mensaje cuya máxima consiste en hacer creer
que el amor no tiene por qué implicar
coste alguno. Tal es el despropósito.
Otra cosa
sería la valoración que podríamos hacer del coste en función de la satisfacción
obtenida en la relación de pareja. Y para eso los tiempos posmodernos también
tienen respuesta: si en una pareja el coste emocional se encuentra por encima
de la satisfacción obtenida se deberá, sin duda, a la incompetencia o la maldad
del hombre. Un hombre que será incompetente o malo debido a lo que le
caracteriza como hombre: su masculinidad, su virilidad.
La
masculinidad y la virilidad, sin embargo, que demuestra tener Grey; la
masculinidad y virilidad que tanto hace “gozar” a Anastasia; la masculinidad y
virilidad que queda patente, no tanto en las relaciones sadomasoquistas cuanto
en lo que metafóricamente denotan: lo masculino como parte activa y lo femenino
como parte pasiva; la masculinidad y virilidad que tanto parecen añorar las
lectoras de la novela; las masculinidad y virilidad que podría manifestarse sin
necesidad de ritualizar el dolor físico; la masculinidad y virilidad, pues,
como reclamo que se simboliza desde el límite (el sadomasoquismo), pero donde
el límite es realmente lo único prescindible: la masculinidad y virilidad como
reclamo (“Quiero un Grey en mi vida”) de una mujer que traspasa la fantasía (el
sadomasoquismo) en una desesperada búsqueda de lo real (un hombre de verdad);
la masculinidad y virilidad repudiadas por el feminismo, pero que en definitiva
tanto parecen atraer a las mujeres de un mundo configurado por sus propias demandas. [Recordemos que desde la misma revolución sexual lo que se le exige al hombre es
menos masculinidad y más feminidad].
Nota. Este texto, que sólo es un fragmento de uno de mucha mayor extensión, va dedicado a quienes me piden que mis posts sean más cortos y más adecuados al medio.
1 comentario:
Si es posible publique el/los fragmentos que faltan, por favor.
De un lector al que no le importa la extensión de los posts. Sólo la verdad.
Gracias, un saludo.
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