El futuro
del Gozo Intelectual
No hace
mucho se armó la gorda cuando fueron filtradas a los medios las patéticas respuestas
que varios aspirantes a profesores habían dado en sus exámenes de acceso.
Fueron tres días de noticias, chanzas y escarnios. Tres días. Después, todo ha
vuelto a la normalidad, una normalidad hispánica.
Los que
venimos señalando la progresiva y profunda regresión que opera en los educandos
desde hace 30 años solemos ser calificados de tremendistas y agoreros. Pero las
citadas filtraciones demuestran que, efectivamente, tenemos aquí en España uno
de los peores sistemas educativos del mundo civilizado, como bien atestiguan
todos los Informes PISA elaborados desde hace años. El sistema eliminó
progresivamente las humanidades para sustituirlas por cosas como Conocimiento
del medio, pero después de unos años de pereza intelectual (propiciada por un
sistema que premiaba a los canallas y a los mediocres) los aspirantes a
profesores, y tal vez los mismos profesores, no sólo no saben ordenar frases en
un argumento escrito, sino que además creen que el Miño pasa por Sevilla.
El
bienintencionado ensayista Jorge Wagensber habla de Gozo Intelectual como
aquello que sirve para empujar el proceso general de la adquisición de
conocimientos. Yo estaría plenamente de acuerdo con la denominación y también con
el significado que le asigna. Y añadiría además que se trata de uno de los
gozos más satisfactorios que un sujeto puede experimentar. Pero ¿así piensan
también las nuevas generaciones que se han ido forjando en los últimos años? ¿Disfrutan
del gozo intelectual?
Para
contestar con cierta propiedad habría primero que aclarar qué entendemos por
conocimiento, porque si de algo no hay duda es que todos los jóvenes que
estudian lo hacen porque; uno, quieren obtener los conocimientos propios de la
materia por ellos elegida y dos, mientras estudian creen estar obteniéndolos. Pero
¿de qué conocimientos?, porque lo que tampoco queda claro es quién elige los
conocimientos que hay que impartir a esos educandos, pues como sabemos los que
nos dedicamos a la enseñanza, es estrictamente cierto que cada vez más son los
propios alumnos quienes exigen/imponen unas determinadas materias arreglo a sus
intereses. Además de tener grandes facilidades para configurar su carrera en
base a esos mismos intereses personales (los famosos créditos).
Es cierto
que para una mente de reminiscencias analógicas el conocimiento es una cosa
bien distinta al de una mente con tintes digitales. Y lo que queda claro en los
jóvenes estudiantes del hoy es que su demanda se centra en los conocimientos técnicos
y pragmáticos. Es decir en los conocimientos desligados de la teoría. No
quieren saber nada de la teoría.
Por eso,
cuando Wagensberg habla de gozo intelectual lo hace desde unos parámetros
metodológicos difíciles de aceptar por un joven educando del hoy. Para
Wagensberg es de suma importancia la Teoría en lo que respecta a las posteriores
deducciones extraídas de la práctica. Es decir, para el científico ensayista
sólo un buen fundamento previo es capaz de dar vida a la ulterior
experimentación y por consiguiente a la posterior reflexión. Y es precisamente
el conocimiento de ese fundamento previo, el de la teoría, el que rechazan los
nuevos educandos. Se trata para ellos de una carga que les impide ir a la
velocidad que marcan las nuevas tecnologías, que por otra parte son las
perfectas representantes del saber pragmático. O por decirlo de otra forma,
hasta hace poco a los jóvenes los libros se les caían de las manos, ahora ni
siquiera estiran la mano para alcanzarlos. Todo es, si acaso, lectura en
pantalla, lectura apresurada, fragmentada, dislocada y arrítmica. Ansiedad y
Wikipedia en un frenesí de recorta y pega.
Un
conocimiento por tanto eficaz en la consecución de unos objetivos tan ilusos
como ilusorios, posiblemente eficaces en la obtención de dinero, pero que no
conlleva a reflexión alguna. ¿Puede haber gozo intelectual en ese conocimiento
que, en definitiva, se obtiene en un bis a bis virtual de objetivos inmediatos
y pragmáticos? O dicho de otra forma, ¿puede haber conocimiento sin teoría y
por tanto sin reflexión? ¿Puede darse el gozo intelectual ante este tipo de
conocimiento?
En la era
digital, es cierto, la pereza derivada del descreimiento es la pauta de todo
aprendizaje (¿), pero no tanto debido a una suerte de escepticismo nihilista
cuanto debido a una cuestión de marketing y de rentabilidad. La reflexión conceptual
para los jóvenes descreídos es sólo una forma de perder el tiempo que en
realidad quieren dedicar a los videojuegos o a las redes sociales. La verdadera
democratización del pensamiento se ha producido cuando el estar se ha impuesto sobre el ser.
Si no se está en las redes sociales no se es. Sin ellas apenas queda ser.
¿Quién se va a preocupar por el gozo intelectual (su ser) si su prioridad vital es estar?
1 comentario:
Muy bien. Muy cierto. Es un campo de minas dejarles caer cosas como "Esto os lo digo para que sepáis más..." En el mejor de los casos la respuesta es "Pero ¿entra para el examen?".
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