Corrección y Dialogo
Más que
los reality y los basura lo que inunda nuestros sentidos
visuales y sonoros son las tertulias. Es difícil levantarse y acostarse sin
estar rodeado de tertulianos. La radio y la televisión están infestadas de
listos que se hablan a gritos, o que se humedecen mientras se escuchan a sí
mismos. Los tertulianos son super-héroes sin licra y maquillados a pincel; saben
de todo y se excitan con su intrépida musculatura lingual. Su tipología es
extraordinariamente parecida a la del forofo de fútbol y por eso su discurso es
tan simple como el que genera el hincha. Su exaltación se basa,
fundamentalmente, en saber cuál debe ser la estrategia de juego cuando su
equipo va perdiendo el partido. Es sabido que en el campo de un equipo que
pierde hay 80.000 entrenadores cualificados gritando cómo deberían hacerse las
cosas. Pero cuando el equipo gana lo importante para el forofo es, sólo, la
celebración, la farra.
Los
tertulianos son, por otra parte, la perfecta representación mediática del
ciudadano, que viendo y escuchando las tertulias se convierte también en un excitado
entrenador de fútbol. Y allá donde todo el mundo cree saberlo todo hay un mundo
en el que nadie sabe realmente nada. La manifiesta incapacidad de entendimiento
que generan las tertulias es un signo de nuestro monstruoso presente. Y eso que
los multi-opinadores tienen a su favor un índice de corrupción e incompetencia
política descomunal. Las tertulias son estupendas Torres de Babel que nos
muestran la verdadera precariedad de uno de los recursos más ensalzados y
reclamados por los perniciosos bien-pensantes: el del diálogo. Ya sólo un tonto
de baba puede pensar que el diálogo es una forma de comunicación que sin más solventa
los problemas. Sobre todo porque, muy probablemente, muchos de los problemas han
sido generados, entre otras cosas, por la falta de comunicación propiciada por
un simpático y continuado diálogo. El famoso diálogo de sordos. (Algo que vengo
apuntando en este blog desde que
aquella ínclita periodista pidiera públicamente “diálogo, diálogo y diálogo”…
con unos asesinos).
El
diálogo sin sentido de la ética y sin verdadera cultura no es más que un
gruñido sofisticado. Sobre todo en tiempos de Corrección Política. Y no digo
que los tertulianos carezcan de esas condiciones necesarias, sino que resulta
poco ético y congruente que practiquen su perversa incontinencia verbal ante un
país cada vez más grosero, inculto y vulgar. Nadie parece darse cuenta de que
lo que habría que inculcar al ciudadano antes de hablarle de las virtudes del
diálogo es de las virtudes de la generosidad. Menos diálogo y más pensamiento.
Menos hablar y más estudiar. Menos economía y más humanidades. Menos estética y
más ética. Menos corrección y más amor. Y eso se consigue desde la educación de
los infantes y desde las Universidades. Si bien es cierto que ya sabemos cuál
es el nivel español en estos menesteres de la educación y el aprendizaje. La
gran pregunta sería, ¿queda aún algún medio digno en el que expresar opiniones
sin caer en la incongruencia? Valdría la pena pensar seriamente en la
respuesta. En cualquier caso vaya por delante que ¡sois unos pesados,
tertulianos!
Addenda.
Hay algo que añade más leña al fuego, y es que los influyentes moderadores que
se muestran tan serios y circunspectos en sus respectivas tertulias políticas
hagan pequeñas pausas para publicitar, ellos mismos, un viaje a las Bahamas, un
detector de radares o ¡incluso! unas píldoras para potenciar la memoria. O que
jueguen a ser, además, graciosos en la segunda parte del programa (en radio y programas matinales de televisión). O que opinen
de Isabel Pantoja con la misma convicción y seguridad con la que la que opinan de
Montoro. ¡Idiotas!
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