martes, junio 11, 2013

Tres de tres

Tres de tres


Angelina

“Cada cuál es cada cuál”, decía mi tía Josefina cuando se veía cuestionada. Era una pena que sólo aflorara su relativismo cuando quería defender su opción, según ella siempre legítima por derecho. Son las cosas del relativismo doméstico, que es el más popular de los relativismos. Lo ejercen con perseverancia los ambiciosos y con naturalidad lo más ignorantes. No sé cuál de los dos resulta más peligroso para la sociedad. Mi tía Josefina no sabía nada de falsaciones, pero le gustaba Pepe Isbert y tenía claro que contra gustos no hay nada escrito. Sin embargo, y con todo ese discurso siempre cargado de razón individualista, arremetía contra todos los que gustaban de lo que ella no entendía.

El otro día, su hija, mi prima, me dijo respecto a Agelina Jolie después de un cambio de impresiones: “todo depende del color del cristal con que se mira”. Y confirmé que su infancia, como la infancia de todos los infantes, había estado minada por la educación recibida. No había forma de que entendiera otra opción que no fuera la suya. No pretendía yo que aceptara lo que de mi opinión se desprendía, sólo intentaba que valorara parámetros distintos a los enunciados por la información televisiva (mastectomía preventiva, valiente y ejemplar). Pero no había nada que hacer: Angelina era una especie de heroína y debía ser un modelo para las mujeres. De nada le sirvió saber que son muy pocas las mujeres que pueden permitirse los análisis sofisticados que se hizo la actriz, ni que son sumamente escasas las que podrían permitirse esa preventiva operación costosísima. Tampoco pareció importarle que ahora luciera dos perfectas y redondeadas tetas, ni que su labio superior rozara su frente de forma paranormal.

Nadal

Cada uno elige sus referentes y modelos en función de su idiosincrasia. Ahora está de moda ensalzar a Nadal. El mismo Ansón no desperdicia oportunidad para decir que se trata de un buen embajador de la España alicaída y cuestionada. Allá él, habiendo tantos escritores, pensadores y directores de cine encomiables. Lo que es seguro es que nadie quiere ponerse del lado de los perdedores y habría que ver si es ahí donde se encuentra el verdadero problema de nuestro tiempo en general y de nuestro país en particular. Quizá no sea lo más adecuado querer estar siempre con los vencedores; sería ésta una elección infantil, como la que hace que en Zamora o en Albacete, por ejemplo, haya tantos madridistas y culés. Lo que habría que hacer es enseñar a los niños a perder. Lo que no quita para que se pueda, y se deba, relatar los méritos de la excelencia.

No tengo nada en contra del bueno de Nadal, pero siento rechazo hacia su tensionada musculatura asimétrica; me molesta la extremada concentración que le resta humanidad a su rostro en pleno juego. Me irrita su tono buenista de las entrevistas y sus diplomáticos discursitos. Y sobre todo me alteran sus manías, que no sé a qué responden. Me da igual que gane partidos si para ello necesita cumplir protocolos excéntricos y supersticiones irracionales. Me da igual que venza si para ello necesita repetir sus infinitos tics en todas y cada una de las bolas de un partido. Lo siento, me declaro en contra de la aplastante mayoría porque para mí Nadal es un enfermo de libro (con perdón). Si yo quisiera tener a un deportista como modelo, éste sería sin duda Federer, con ese cuerpo estilizado, con ese gesto elegante, con esos movimientos imperceptiblemente rápidos; con esa actitud principesca, con ese porte verdaderamente humilde.

Hormigós

“Cada uno hace con su cuerpo lo que quiere”, dice Ana Rosa Quintana con las gafas de pasta enmarcando su circunspecto rostro, esas gafas que después se quita para hablar de la Pantoja o para cocinar un cuchifrito en directo. Lo dice unos meses después de que se produjera aquel caso en el que la ínclita concejal Olvido Hormigós fuera pillada masturbándose en un vídeo que iba destinado a… Bueno, la verdad es que cuando salió a la luz la noticia sólo se sabía del vídeo y nada de los fines del mismo. Y todo el mundo, es decir, TODOS los medios, salieron en defensa de la pobre política. Supongo que esa uniformidad de opinión debió coincidir con la opinión popular, digo yo.

A los pocos días ya se sabía que el vídeo no estaba destinado a su marido, pero la inercia y la doble moral que diferencia (en vez de igualar) al hombre de la mujer no consintió rectificación alguna respecto a las opiniones vertidas sobre lo sucedido. “¡Viva Hormigós libre”!, seguían diciendo los medios.

Cuando pillan a cualquier varón re-conocido (político o no) en flagrante adulterio le llueven piedras hasta desde abajo, sobre todo si ha sido cazado a partir del descubrimiento de una “guarrada” (“¡un hombre masturbándose para su amante!: será cabrón”), pero si es una mujer la que es pillada, entonces hay que apelar a la libertad: “cada uno hace con su cuerpo lo que quiere”, algo que por cierto es absolutamente falso.

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