A.-Entre risas obligadas, que no forzadas, se desarrollaba ayer
el programa que diariamente congrega, delante de los televisores, a varios
millones de personas confirmando los más altos índices audiencia. Todos los
días hay que reírse a la misma hora. Si uno quiere, claro. Es el programa
favorito de mis sobrinos, que tienen 13 años. Pero también les gusta mucho a
todos mis alumnos, de 24 años. Y a muchos de sus padres, de 52 años. Pero es el
favorito de mis sobrinos, de 13 años. Y lo ven millones de personas.
Ayer, como todos los días, la entrevista al famoso de turno
que nada casualmente tiene algo que promocionar. En este caso, el fin de la
emisión de una de las series televisivas más exitosas de la temporada. Hay que
promocionar los estrenos, pero también los finales, da lo mismo siempre y
cuando se haga con ese tono buenrrollista donde los famosos se sinceran entre
bromas. “Je, je”.
Con motivo de las ambigüedades que manifiesta la invitada en
lo que a las relaciones sentimentales/sexuales de su personaje en la serie se
refiere, el presentador distingue dos personajes masculinos, el galán y el
canalla. Al parecer el personaje femenino protagonista se debate entre esos dos
tipos, así la pregunta no se hace de esperar: “¿y tú con qué besos te quedas,
con los del galán o con los del canalla?” La respuesta es clara y rotunda “con
los del canalla por supuesto”.
B.-Se tratará para muchos de un simple programa, que a lo
mejor lo es. Pero desde luego no para mí. Lleva demasiados años en antena como
para no dar importancia a su longevidad. El programa se llama Hombres y Mujeres y viceversa y en él se
congregan jóvenes de ambos sexos con el fin de encontrar las afinidades
suficientes entre ellos que les permitan las ulteriores relaciones sexuales.
Que se dan. Citas, saunas, yakuzis, discotecas, hoteles… morreos, magreos, tangas,
sudor, músculos… y después al plató a comentar las incidencias. Ellos marcando bíceps
y pectoral con camisetillas de algodón high
cost y ellas con minifaldas que enseñan el ombligo.
Las diferencias entre sexos no sólo es algo que queda en
evidencia constante sino que es potenciado en la medida en la que resulta tan
inevitable como rentable. O mejor: si admitimos que no existe posibilidad
alguna de emitir por televisión un programa políticamente incorrecto, hay que
admitir que la exaltación (inconsciente) de la diferencia tiene como causa una
que resulta insalvable; a saber: lo real de la diferencia.
Más allá de particularidades y anécdotas varias que se
traslucen a lo largo de tanto ligoteo y de tantos programas la pregunta podría
ser, ¿existe en las chicas alguna actitud que pudiéramos señalar como una
constante en lo que a la elección de los
chicos se refiere? ¿Existe en esa elección femenina algún chico que pudiéramos
denominar tipo –por recurrente y
generalizado- más allá de las diferencias que conlleva toda particularidad?
Aunque quizá primero deberíamos hacernos otra pregunta, ¿son
estos chicos y chicas representativos de la juventud hasta el punto de poder
tomarlos, con las correspondientes cautelas y prevenciones, como modelos? A lo
que yo contestaría sin dudar: SÍ.
Esto es, los jóvenes del programa son, en
efecto, representativos de un término que englobaría la generalidad en la medida
que son los prototipos que despiertan el deseo del (in)consciente colectivo. Es
decir, puede afirmarse que los chicos y chicas del programa son aproximadamente
representativos de esa generalidad que llamamos juventud en la medida que su
deseo emerge ante las mismas premisas
(las que se reproducen en músicos, deportistas, actores, etc.)
De hecho hay una prueba que demuestra que, en efecto, sí hay
una actitud que pudiéramos señalar como una constante en lo que a la elección
de los chicos se refiere. Una prueba que es ciertamente irrefutable en la
medida en que es proporcionada constantemente por las mismas protagonistas.
Cada vez que pueden afirman, de una manera o de otra, que los chicos que les
gustan son, ciertamente, “los malotes”.
Y aún dicen que el pescado es caro.
O lo que es lo mismo: dadas las exigencias de las mujeres…
aún pasa poco
Nota. He comprobado que el post anterior no me salió del todo bien ya que es mucha la gente gente que no entendió la metáfora y por tanto no "reconoció" el personaje. Zalamero era, cómo no, José Luis Rodríguez.
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