De felaciones oníricas
Una buena película puede definirse por su final. No
es posible una gran película si su final no aporta algún matiz a todo el
desarrollo del film. Tanto es así que uno de los trucos mejor usados por
directores o guionistas espabilados es el de inventar un buen final (con un giro sorprendente, que se dice) para una
película mediocre. En cualquier caso una película nunca es sólo su final. A
pesar de que sean muchos los “expertos” que caen en esa trampa a la hora de
valorar una película que nunca podrá ser sólo una trama con ingenioso
desenlace. En las buenas películas el final no puede ser otra cosa que el
inicio incierto de otra trama.
Y como este post
no pretende ser una crítica cinematográfica sino un simple comentario, lo que
me gustaría es reflexionar sobre el final de una película, El sabor de la sandía. Así, no me interesaría tanto la curiosa
película como su final, tan enigmático como significativo, valga la paradoja.
Un final que no es tanto un desenlace como la expresión de una idea. Una idea
que toma cuerpo en mi mente con absoluta independencia del desarrollo de la
trama, difusa por otra parte. Un final que aun pudiendo ser analizado como el desenlace
de su propia trama, admitiría indudablemente una interpretación dislocada de
ella. Algo nada descabellado por otra parte dado el carácter eminentemente
surrealista de la película.
El final de El
sabor de la sandía es un plano que, como muchos de los planos de la
película, se caracteriza por su inusual larga duración. Porque, en efecto, se
trata de una película muy alejada de esos blockbusters americanos que necesitan
quintuplicar los planos de una secuencia consuetudinaria para que el espectador
al que va dirigido -teenager en su aplastante mayoría- no se aburra, pobrecito.
Así, los planos duran el tiempo que los hace inusuales y además sin movimiento
de cámara.
El final: en un primer plano aparece el perfil del
rostro de una mujer que tiene toda la polla de un hombre metida en su boca;
sabemos que el hombre acaba de correrse en ella; al cabo de unos instantes le resbalan
dos lágrimas por la mejilla. Y si bien es cierto que no hace falta conocer la
totalidad de la trama para poder confrontarnos con ese plano no es menos cierto
que sí resulta oportuno saber qué es lo que ha sucedido inmediatamente antes.
De todas formas podríamos resumir antes vagamente la
trama: ella es una mujer joven que vive sola y que padece un evidente spleen: el
propietario de la polla es un actor porno que tampoco parece feliz en un
trabajo que ejecuta sin convicción y de forma mecánica. Ambos deambulan por la
ciudad en busca del bien más preciado de una China con problemas de
abastecimiento privado de agua. Aunque viven en el mismo edificio se conocen
casi al final de la película sin saberse vecinos y sufren un extraño
enamoramiento.
Escena previa al plano final: el actor porno está
rodando una escena en la que por motivos desconocidos tiene que mantener
relaciones sexuales con una actriz inerte, no se sabe si está drogada o
borracha pero el caso es que se encuentra desmayada y totalmente flácida (la
actriz que hace el personaje de actriz porno es la misma en toda la película). Los
rodajes porno, tal y como se ha ido mostrando en secuencias anteriores, son
rodajes precarios realizados entre dos operadores desapasionados que esta vez tienen
que sujetar a la actriz –e ir cambiándola de posición- mientras el actor hace
esfuerzos denodados por hacer su faena. En esas aparece la protagonista que observa
la situación a través de una ventana con rejas pero sin cristal. Se queda anonadada
ante el espectáculo pues ante ella se encuentra el chico que acaba de conocer y
del que se ha enamorado, y además rodando un film porno con una protagonista
que es manipulada como una marioneta por dos operadores de cámara groseros y chapuceros.
Pero poco a poco lo que ha empezado siendo perplejidad va tornándose en
excitación. De hecho sus gemidos sustituyen a los de una actriz absolutamente ausente.
Él se percata y continúa con su extenuante labor, pero ahora ya pendiente de
ella, cuya excitación aumenta ante esa mirada mutua. Cuando ella se acerca a la
ventana él salta de la escena se encarama al quicio y le introduce toda la
polla en la boca.
Repitamos ahora la escena final: en un primer plano aparece el perfil del rostro de una mujer que tiene toda
la polla de un hombre metida en su boca; sabemos que el hombre acaba de
correrse en ella; al cabo de unos instantes le resbalan dos lágrimas por la
mejilla.
Y a partir de este plano emerge lo que más arriba he
llamado una idea por llamarlo de alguna forma. Una idea que contiene todas las
diatribas que la corrección política lleva inoculando en la sociedad para incrementar
la rentable guerra de sexos.
Así, esta es la escena final de la historia de dos personajes
que se han conocido después de dar muestras, durante toda la película, de vivir
su anodina vida con absoluta independencia. La felación del último plano no es,
desde luego, una felación normal, es una felación absolutamente imprevisible,
además de grotesca. No sé, parece que toda la extraña película estaba
preparándonos para ese final. O mejor, que ese final, esa imagen, es lo que
confiere sentido a una película ininteligible. Así, un final como comienzo de
otra incierta historia, la que esta vez podría ser la historia misma de El sabor de la sandía.
2 comentarios:
Hola Alberto, que te ha parecido la película de El Niño y sus persecuciones.....??
Hola Alberto, que te ha parecido la película de El Niño y sus persecuciones.....??
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