Slow Blues
No es que lo aconseje, pero no estaría mal que le echaran una
ojeada. Está en youtube, como ya casi todo, pero, ya digo, no es que lo
aconseje.
Como en todo, la música sirve muy bien para definir caracteres
y personalidades. Al menos por cuanto a su gustar se refiere. El blues sería un
género que gusta, casi exclusivamente, a quienes disfrutan de los ritmos basados en
las variaciones. No hay entendimiento del blues sin un sentido melancólico de
la existencia. Y la melancolía es un estado de ánimo que depende de la
inevitable necesidad de repetir lo mismo con ligeras variaciones. Así, un
género que se opone a la cada vez más extendida forma de vida que necesita
reinventarse (palabreja, por cierto, muy de moda estos últimos años)
permanentemente.
No es que lo aconseje, pero no estaría mal que le echaran una
ojeada al vídeo musical de James Cotton. Está en youtube, como ya casi todo,
pero no es que lo aconseje.
El blues es un género musical que se fundamenta sobre un patrón
repetitivo a partir de una estructura de 12 compases. El resultado se encuentra
impregnado de eso que pretende, de tristeza, de melancolía. Pero de una
melancolía luminosa, emocionante, vivificadora en contra de lo que pudiera
parecer. Dentro de este género musical tan peculiar existe un subgénero que
incrementa eso que es propio de su esencia, y por ello se puede con él alcanzar
lo sublime. Por intensificación de la esencia: el slow blues.
Así que no es que lo aconseje, pero no estaría mal que echaran
una ojeada a un vídeo musical que se obtiene colocando en búsqueda las palabras
James Cotton-Slow Blues (Angel of Mercy-Blues in my sleep)
James Cotton es un maestro de la armónica, ese instrumentito
que no alcanza ni a tener el tamaño de la palma de una mano. Pero un
sentimiento inevitable es un sentimiento caracterizado por eso, por ser
inevitable, y nada hay en la interpretación de esta pieza que no sea la
expresión de ese sentimiento excesivo. Los primeros fraseos dejan claro un
estado de ánimo; el que desgarra sentimientos que se regeneran cuando parecen
estar a punto de desvanecer. Una tristeza existencial que se resiste y
recompone al final de cada frase. Cotton comienza sus fraseos slow con las formas propias de la
tristeza (blues) y poco a poco va incrementando su sentimiento hasta
convertirlos en un grito amargo. Pero cuando todo parece acabar con ese cénit
de grito desesperado típico de los crescendo del blues Cotton da entonces un
giro a su fraseos y los estira -inesperadamente- hasta convertirlos, de nuevo,
en sollozos, pero esta vez cargados de esperanza, ilusión y alegría. Y por
eso Cotton se ríe; se ríe porque ha asumido el blues. Un blues, ya, que
contendrá gritos, susurros, risas y silencios repartidos por un estado de ánimo
que se recrea en la autoconsciencia de la inevitable melancolía. Una obra
maestra del slow blues al que podrían ustedes echarle una ojeada. Aunque yo no
me atrevería a aconsejarlo.
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