De la tiranía del presente
Hasta hace "unos días" contábamos con tres
dimensiones del tiempo, presente pasado y futuro.
Ya no es el caso. Ahora, y desde hace "unos días", ya
sólo contamos con el ahora. Con un ahora distinto al ahora de entonces, es
decir, distinto del ahora de hace "unos días", del ahora que para ser
plenamente entendido necesitaba del apoyo de esas otras dos dimensiones, la del
pasado y la del futuro.
Porque el ahora de
ahora repudia soberanamente esas otras dimensiones que ablandaban la crudeza
que el concepto lleva intrínseca (en tanto que el ahora, el presente, es la única dimensión que nos pone en
contacto con lo real). Porque un ahora sin pasado es un ahora ignorante,
pueril, barbilampiño, y porque un ahora sin futuro es un ahora amoral, inerte,
mostrenco. Un ahora, por tanto, inevitablemente abocado a vivirse de forma psicótica.
Desde hace "unos días" vivimos, pues, en un eterno
presente. El presente en tanto que representación del momento, del instante, en
tanto que representación de un tiempo que no tiene duración pero que se vive y
experimenta con intensidad absoluta. Así, y desde hace "unos días",
el mundo civilizado ha decidido vivir en un presente contínuo que se sitúa
entre lo que debíamos saber y lo que podremos -no- saber, pues como digo el
pasado y el futuro son dimensiones de las que se desentienden categóricamente
los nativos digitales.
Uno de mis alumnos (concretamente uno que se encuentra cursando
el último año de carrera) alertaba el otro día a sus compañeros con la frase,
"quien no esté en Instagram que se dé por muerto profesionalmente".
Pero rápidamente otro le respondió, "cierto, aunque insuficiente" Y otro añadió "y no sólo profesionalmente".
Por otra parte una amiga actriz me contaba que en los castings a los que ella
acude en búsqueda de trabajo no tiene tanta influencia su saber hacer
profesional como la cantidad de followers
y de me gustas que contenían sus
redes sociales. Y añadía que en el mundo real de la interpretación televisiva
sólo tenían cabida los personajes que caían bien en las redes sociales.
Las redes se viven en presente y sólo el presente constituye la
realidad. Si alguien no es capaz de estar inscrito permanentemente en el
presente de las redes es que no pertenece a él, pertenece al pasado, y el pasado, lo
sabemos, ya no existe.
Cada vez más gente está, no sólo obligado a saberlo, sino a
participar de eso que le permite existir (como profesional e incluso a veces hasta
como persona). Por ejemplo, los comentaristas de televisión están obligados a
saber la opinión en directo de los internautas enganchados y a interactuar con
ellos. Están obligados a participar en las redes sociales, les guste o no. Da
lo mismo que haya cada vez hay más trolls
que se encuentran a la espera de hincar sus colmillos ante un descuido o un
fallo del presentador. Las cadenas viven de sus followers y de los índices de
audiencia, así que no les queda otro remedio que aguantar a una pandilla de
descerebrados que cada vez es más grande y más agresiva. Entre otras cosas
porque los trolls, en tanto que seres
digitales habituados a vivir en la nube, piensan que el pasado es un juego de
tronos y el futuro un tomorrowland. No todos los nativos son trolls, desde luego, pero todos
"votan" con sus intervenciones en las redes. Forma parte de su habitat y de su hábito.
¿Y alguien quiere quitarle importancia al poder que tienen los
internautas que votan (que votan con los me gusta, que votan con respuestas a
preguntas hechas por medios de comunicación a través de sus teléfonos, que
votan eligiendo sus favoritos en youtube, en twitter, en facebook, que votan
haciéndose followers, que votan compartiendo, retuiteando, viralizando...), que
cada vez son más? O dicho de otra forma, ¿alguien quiere quitarle importancia
al hecho de tener un mundo que está siendo configurado casi exclusivamente a
partir de los compulsivos me gusta que una mayoría impone? ¿Alguien quiere
quitarle importancia al perfil
(psicológico, cultural, moral) de esa mayoría? ¡Y hablo de los que
interactúan (y que por interactuar configuran el nuevo mundo), que cada vez son
más debido a que forman parte de la lógica digital, tan distinta de la
analógica! Así, ¿hay aún alguien que dude del poder del supuesto esclavo sobre
el aparente amo? ¿Verdaderamente hay quien aún piensa que los grandes grupos
mediáticos son el maligno?
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