Sobre la Igualdad
¿La Igualdad? se pregunta uno. ¿Qué contestar?
La verdad es que resulta complicado responder a una pregunta cuya única respuesta posible admitida socialmente sólo puede ser una, valga la redundancia; a saber: la que utiliza ese mismo concepto desde la afirmación asertiva; la que no admite dudas acerca de su reivindicación; la que no admite disidentes en ese rechazo de la duda que conlleva toda pregunta. No existe la posibilidad de duda si la respuesta sólo puede ser una. Sólo es posible cabecear en positivo ante ella. Para nuestra época la Igualdad es sí o sí, y no existe posibilidad de disidencia; no existe en ningún caso la posibilidad de análisis semántico. “¿Para qué?”, se preguntan los adalides de la Corrección Política, ya la lleven puesta de forma explícita o de forma implícita.
Así, no hay duda de que tanto la Opinión Pública como la Opinión Publicada, esto es, la emitida socialmente, tienen claro qué hacer con el concepto Igualdad: reivindicarlo ferozmente siempre fuere como fuere, por mucho que la pregunta, así planteada (¿La Igualdad?), pudiera quedarse siempre corta por incompleta. Son cosas de la Corrección Política: no mostrar fisuras en la asertiva estrategia cortando por lo sano desde la misma abstracción del concepto. La Igualdad -así en genérico y en abstracto- es para Ella, la Corrección Política, el fín último, esto es, el primer objetivo. ¡Pero no tanto en cuanto a su posible aplicación a la misma sociedad se refiere!, cosa imposible además de indeseable*, sino en su objetivo real, que no es otro que el de inocular la misma reivindicación feroz de esa Iguadad en nombre del Bien Supremo. En el mercado de las ideas regidas por la Corrección Política (que son prácticamente todas en la medida en que las ideas privadas no acceden a la Opinión Social) no existe la posibilidad de afinar, matizar, limitar el concepto Igualdad porque todas esas acciones serían vistas como enemigas del fin último de la estrategia. ¡Ay de quien se atreva a poner en duda la univocidad del término más allá del círculo privado!
¿Cuál ha sido el resultado después de 40 años de imposición ideológica? Pues el resultado previsto, que no es otro que el buscado por la misma estrategia que conlleva toda política impositiva. Y una estrategia, según el Léxico de Filosofía de Jacqueline Russ, es el “el conjunto coherente de acciones destinadas a producir un resultado determinado, a eliminar al adversario, etc.; arte y habilidad para dirigir un asunto”.
Desde luego que en el caso que nos ocupa la coherencia es un aspecto definitivo. La psicótica reivindicacón de la Igualdad sólo puede obtener éxito desde un férreo control de la Opinión Pública y Publicada. Y esto es sólo es posible a través del Puro Control, que en este caso (como en otros de parecido fundamento) se ejerce, como digo, en nombre del Bien Supremo… pero siempre desde el Poder Omnívodo, desde ese Poder que sólo sabe expresarse desde el Pensamiento Único; desde ese Poder que no admite disidencias. desde ese Poder más preocupado por “eliminar adversarios” que de solucionar el problema, pues como ya hemos apuntado otras veces, la única forma de luchar contínuamente contra la Desigualdad -desde la Corrección Política- es dejando que ésta no deje de existir.
Pero insistimos ¿cuál ha sido el resultado? Pues ahí está a la vista de todos: que la Diferencia sigue manifestándose en la vida real con una naturalidad pasmosa (ver Nota), tan pasmosa como ajena a los desencajados rostros de todos aquellos que no ven más allá de la ideología impuesta por un Poder nada inocente, entre otras cosas porque toda imposición se ejerce desde la tiranía y el despotismo (e incluso desde algo mucho peor, la perversa incultura y la maléfica ignorancia). Porque la Diferencia cristaliza en la sociedad con absoluta indiferencia hacia los Institutos de Mujer y las Consejerías de Igualdad.
Igualdad es, precisamente, aquello que no puede ser con independencia de sus posibilidades (siempre ambiguas debido a verdadera imposibilidad última), y Diferencia es, precisamente, aquello que por asentarse como única posibilidad de relación social -tanto en el sujeto en general como en el sexuado en particular- habría que aprender a gestionar. Algo que, no haría falta decirlo, nada tiene que ver con la igualdad de derechos (estamos hablando de igualdad de géneros por lo que al comportamiento entre ellos o hacia ellos se refiere).
Además, hablar en nombre del Bien para justificar una estrategia, es decir, asociar de forma arbitraria el concepto Igualdad al concepto de Bien, no deja de ser lo mismo que lo que hacía en antaño el estamento religioso cuando justificaba sus actos inquisitoriales en nombre de Dios. Y más aún si ha sido el propio pensamiento políticamente correcto quien lleva más de 40 años desdibujando las fronteras entre el bien y el mal a través del Pensamiento Académico (tesis, ensayos, ficción literaria, arte…) y desde la nueva Narrativa Audiovisual.
Dicen que todo es un problema de educación. Cierto, pero no estaría de más que desde ella se abrieran nuevas vías para abordar un problema que, como vemos día a día, permanece incólume. En efecto, sólo la educación permitiría señalar como fracasada una estrategia que se regenera a sí misma en función de los consecutivos fracasos. De hecho las noticias que hacen referencia a las funestas consecuencias derivadas de los problemas de género no hacen otra cosa que insistir en el fracaso persistente cada vez que magnifican las cifras que lo demuestran. Quizá entonces, y aceptando que se trata de un problema de educación, pudiera aceptarse otra vía que estuviera fundamentada en análisis menos prejuiciosos. Y tal vez así, diéramos entrada al concepto de Diferencia (tan factual como inevitable) y pudiéramos centrar la educación en el aprendizaje de la gestión de esa Diferencia.
En el Léxico de Filosofía, antes citado, dícese del concepto: Diferencia: Relación de alteridad entre dos cosas que tienen elementos idénticos. La verdad es que resulta difícil encontrar frases tan bellas como la que propone esta definición de Diferencia. Aristóteles dijo algo parecido, “Se llaman diferentes cuantas cosas son otras siendo en cierto modo idénticas”.
*Para saber si cualquier sociedad cree o no en la Igualdad como verdadero fin último no hay más que preguntar a unos padres con hijos en edad adolescente. Aquello padres que tuvieran hijos esforzados desearán con todas sus fuerzas que sus hijos no acaben teniendo la suerte de aquellos otros adolescentes que no hubieran pegado un palo al agua. Y si la suerte es lo que está en juego es porque las Igualdad además de imposible resulta indeseable. Siendo entonces la asunción de la Diferencia aquello a partir de lo cual puede afrontarse, con mayor sensatez, los asuntos relacionados con la Justicia/Injusticia. En cambio, si sólo se habla de Igualdad todo acabará conteniendo, inevitablemente, un sesgo de injusticia. Algo que pone cachondos a los practicantes y defensores de la Corrección Política. De todas formas no nos engañemos; cuando los políticos hablan de Igualdad sólo lo hacen o por votos o por dinero.
Y les funciona a la perfección. De ahí que muestren ese frontal rechazo a todo aquello que cuestione el concepto Igualdad.
Y les funciona a la perfección. De ahí que muestren ese frontal rechazo a todo aquello que cuestione el concepto Igualdad.
Nota. Estaría bien que la gente reflexionara acerca de la ingente cantidad de niñas adolescentes que estos días pasados hicieron eternas colas (durante meses incluso) para poder ver de cerca a su héroe, un mierdecilla como Justin Bieber, un tipo que se lió a mandobles con sus fans una vez acabado el concierto.
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