Hace unos días aparecía
esta noticia a toda página en la contraportada de El País:
“Una exposición repleta
de falsos 'modigliani'”
La contundencia de la
noticia se vale por sí misma, ya no tanto por lo que dice cuanto por
lo que significa. Decir repleta no es decir cualquier cosa, es
decir, repleta. Tal y como el mismo
subtitular reza con un tipo de letra intermedia:
“Un informe policial
asegura que un tercio de los cuadros exhibidos en Génova la pasada
primavera no eran auténticos”
Lo cierto es que el Arte
Moderno y Contemporáneo tienen sus cosillas. De hecho, son las
cosillas que envuelven a ese Arte Moderno que comenzó a imponerse a
finales del XVIII las que de forma previsible nos condujeron a su
inevitable acabamiento. Y así le ha ido al Gran Relato que fue la
Historia del Arte: que ha desaparecido en los bajos fondos de la
Revolución Tecnológica. Aunque haya tanta gente que se muestre
reacia a percatarse de esa desaparición, bien por inercia, bien por
melancolía, bien por intereses económicos.
Así que el Arte fue un
sueño -de la razón- que transcurrió entre Revoluciones, la
Francesa y la Tecnológica. Ese periodo de tiempo en el que el Arte
se imponía a dedo... ya no por Reyes, como en el Antiguo Régimen,
sino por Expertos; críticos, exegetas, historiadores, marchantes,
políticos y narcotraficantes. No hay persona mínimamente informada
que no sepa que el Arte Moderno surge, precisamente, cuando la
maestría y la excelencia (de un arte al servicio del Poder) fueron
sustituidas por la sinceridad y la autenticidad de unos seres
(artistas) que justificaban su presencia en el hilo narrativo de la
Historia a partir de un relato hiper-racionalizado, valga la
paradoja y en contra de las apariencias.
El caso es que ¡“Un
tercio de los cuadros exhibidos en Génova la pasada primavera no
eran auténticos”!, dice la noticia […]. Perdón por la pausa,
pero es que me da la risa y me cuesta escribir, se me emborrona la
tinta con los lagrimones que se me escapan involuntariamente. Sobre
todo cuando pienso en los más de 100.00 visitantes que salieron del
Palacio Ducal cachondos por la ingesta de Alta Cultura. Si
verdaderamente fueran dignos de tanta cultura exquisita exigirían la
devolución del dinero de la entrada, y los padres y profesores
pedirían compensación por los daños y perjuicios causados por la
pérdida de autoridad ante hijos y alumnos. Me meo. Perdón, pero es
que me imagino a esos profesores de instituto intentando culturizar
a los amantes de Netflix señalando la genialidad de lo que habían
hecho unos cuantos mindundis... y me meo. Perdón de nuevo, pero es
que leo las conclusiones de la experta (Isabella Quatttrocchi) que ha
analizado las obras expuestas, “están vulgarmente falsificadas”
y es que no lo puedo evitar, me meo. Y perdón.
Para completar información:
https://albertoadsuara.blogspot.com.es/2017/08/es-que-me-muero-de-risa-con-el-mundillo.html
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