Antes que nada una pregunta: ¿alguien se ha preguntado por
qué, dadas las condiciones en las que particularmente se encuentra España, y
con una herramienta de comunicación masiva e inmediata como es internet, no se ha
producido una revuelta organizada y aplastante que ponga en su sitio a la casta
política?
Durante el siglo XX el mundo intelectual disfrutó debatiendo
en torno al tema “capital” de la alienación, ese tema, el Tema. Hace
aproximadamente 40 años se introdujo en la discusión un matiz que resultó tan
decisivo como definitorio de la nueva era. En todos los saraos académicos de
aquella época se seguía discutiendo en torno al asunto, por supuesto, pero
desde un prisma mucho más indulgente con los apóstatas. Así, ya nadie sabía con
precisión si el pueblo estaba humillado por una televisión basura o si la
televisión basura era al fin y al cabo producto de una gran demanda. Había dado
comienzo la posmodernidad ideológica. Una parte importante de la izquierda que
hasta entonces sólo había gustado de Wajda, Schlöndorff, Bergman y Pasolini
decidió “integrarse” y elogiar Falcon
Crest y Los ricos también lloran, mientras cambiaban su piso por un chalet.
Lo que, en cualquier caso, dio lugar a una fracturación en las filas
pseudopostestructuralistas de educación marxista que acabó con la hegemonía de
los enfurruñaos, esos tipos que
calzaban alpargatas en homenaje al proletariado y veían al diablo en el cine
americano. Había nacido la izquierda amable…populista,
integrada y en apariencia sensata. Todo parecía encaminado a liberar del Dogma
a la ideología política.
Pero en realidad no era sino un espejismo; o mejor: una
trampa. La verdad es que se estaban gestando las bases de la estrategia más
perversa de control que ha conocido el ser humano: la Corrección Política. La
forma de control más sibilina y perversa de las posibles por cuanto su
estrategia se basa en una suerte de aparente espíritu democrático definitivo; una
estrategia impulsada por dos inteligentes tácticas, la de Victimismo y la de la
Cultura de la Queja, que parecían dar protagonismo a cualquier ciudadano. Todo
ciudadano tenía ya un derecho que enarbolar… y lo enarbolaba… aunque fuera a
costa de una pérdida sufrida por el conjunto. Había dado comienzo el
progresismo puritano. La preservación de derechos individuales se impuso sobre
la sensatez y el control de la sociedad creció exponencialmente.
De hecho, la hecatombe comenzó en el mismo momento en que el
ciudadano se conformó con ser atendido en su queja, con independencia de que el
problema general no se solucionara nunca. De hecho, es ahí donde radica el
éxito de una empresa tan perversa como la Corrección Política. El ciudadano
aceptó feliz el paternalismo ofrecido en bandeja porque le liberaba de tener
que responsabilizarse, de tener que madurar. Por otra parte la estrategia
liberaba también a los partidos políticos de tener que demostrar competencia;
sólo debían generar alrededor del problema un plan mediático basado en la
promesa (por ejemplo: nunca se ha tratado de analizar profundamente el problema
de de la violencia que ciertos hombres ejercen sobre algunas mujeres, sino de
crear cientos de Institutos de la Mujer, o incluso un Ministerio). Porque la
Corrección Política consiste en perpetuar los problemas que no deben
solucionarse so pena de acabar con el triunfo que confieren los votos obtenidos
ante las promesas electorales. A partir de ese momento inicial comentado triunfaría el partido
político que mejor supiera prometer aquello que no solucionaría nunca. En esto consiste exactamente
el ser de la Corrección Política. Habiendo problemas que solucionar los políticos estarán salvados y los ciudadanos condenados.
Eso sí, todos exigiendo, todos reivindicándose en base a una queja
conculcada: los estudiantes en tanto seres agobiados por la demanda de sus autoritarios
profesores, los hijos en tanto que seres desfavorecidos ante el Poder desmedido
de sus padres, los padres en tanto que personas desamparadas ante la
asertividad de sus ladinos infantes, los fumadores en tanto que seres que se
autoconsideran engañados, los gordos en tanto que seres con alta peligrosidad
mortal inducida, las mujeres en tanto que discriminadas por una sociedad que
las maltrata con ferocidad, los descuidados en tanto que ciudadanos que una vez
tropezaron con el bordillo de una obra (que se encontraba sin señalizar
oportunamente), los infortunados en tanto que seres abusados (desde su
nacimiento) por una Injusticia Universal y los nacionalistas en tanto que seres
superiores pero incomprendidos por el otro; todos podían quejarse y lo que es
mejor: todos eran atendidos en sus quejas. Se prefirió atender al individuo en una perfecta campaña
fundamentada en el proteccionismo -que a todos satisfacía en la inmediatez- que
a los colectivos. Se prefirió la publicidad mediática (falsa) que el análisis
profundo del problema. Es decir, se prefirió el problema a la solución. Tal es
la perversidad de la Corrección Política. Una invención de la izquierda que en realidad resultaba propia de la derecha, tan propia que ésta la asumió sin problemas.
Los fachas son por definición puritanos, pero un progresista gazmoño…es el principio del fin.
2 comentarios:
Siga escribiendo, por favor.
No veo mucho feedback en los comentarios y espero que no le desanime.
Gracias.
Gustavo Jornet
Saludos de nuevo, Alberto.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Tu análisis es certero y preciso. Más allá, quiero pensar que simplemente somos muchos (muchos más que en Islandia) y es complicado organizar esa revuelta horizontal que ya hace tiempo que resulta imprescindible. Se está fraguando al margen (no puede ser de otra forma) de los partidos, no creas, y espero que no tarde en plantarse una guillotina a las puertas del congreso. Todos deberemos, eso sí, levantarnos de la silla, aparcar las palabras, el ego y la pereza, "acostumbrarnos al frío". Y quizá sea eso lo más difícil.
Un abrazo, compañero.
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