Aún hay gente que cree que la
realidad es algo distinto de aquello a lo que nos confrontamos de forma
directa. Y por tanto son muchos, pero muchos, los que creen que la realidad es
eso sobre lo que -ellos mismos- proyectan su deseo. O dicho de otra forma, son
muchos los que ignoran que la realidad son los textos que nos definen y
configuran en tanto que seres humanos; muchos los que ignoran que no somos sino
puro texto. El ser humano se narra -a sí mismo- en su inevitable angustia ante
el fatídico hecho de la muerte. Así, los textos no son otra cosa que aquello
que configura nuestro anclaje en un mundo sin sentido; son los textos (las narraciones,
las fotos, los acontecimientos, las novelas, las películas, los objetos e
incluso los mismos sujetos en tanto que figuraciones “construidas”) lo único
con lo que contamos para explicarnos a nosotros mismos, lo único que hay y por
tanto lo único que “sirve” para conferirnos un cierto sentido. Es a los textos
a lo único que podemos recurrir para saber algo de nosotros.
Pero son muchos, pero muchos,
los que creen que la realidad es eso sobre lo que -ellos mismos- proyectan su
deseo, de tal forma que asignan a la realidad unas cualidades puramente
fantasiosas. Y por ello viven en una realidad límbica, ilusoria.
Así, por ejemplo y tal como
apuntábamos en el post anterior, son muchos, pero muchos, los que elaboran
productos en nombre del Arte sin haberse percatado de que ya hace muchos años
que no hay tal cosa, Arte. No es una cuestión de empeño personal (lo digo para
quien no haya leído más que un puñado de artículos), sino de pura evidencia
textual. Todos, absolutamente todos los signos que se producen en torno a
noticias que pretenden hablar de Arte no hacen más que desmentir su existencia
si nos atenemos, eso sí, a lo que creen sus propios protagonistas (que son
todos los que conforman el mundo del arte:
artistas, coleccionistas, galeristas, comisarios, periodistas, consultores,
concejales, artistas, alcaldes, ministros...) Y aquí se encuentra la clave del
asunto. Son los propios protagonistas los que a pesar de las evidencias
textuales que se les ofrecen a diario siguen pensando en el Arte como el
producto de la Imaginación Libre que es configurado por personas de extremada
complejidad y sensibilidad que se expresan libremente desde su propia
autenticidad muchas veces insuficientemente comprendida. Es decir, siguen
pensando igual que se pensaba antes de la caída de Lehman Brothers y del
invento de las redes sociales.
Aquí una fotografía aparecida
ayer en el periódico. Obsérvese quiénes son los protagonistas del “hecho
artístico”. Esto hace un puñado de años habría sido impensable. Y conste que no
hay ni un ápice de nostalgia en mis argumentos. Lo que hay es, sólo, un
atenerse al signo (texto) que demuestra mis tesis: hay mucha, pero mucha gente,
que cree que la realidad es aquello que proyectan desde su deseo.
[Pie de foto: Ricard Silvestre (comisario de la exposición) con Vicent Marzá, Carmen Amoraga y José Luis Pérez Pont ante una de las obras]
A propósito de la inauguración de una exposición colectiva de 33 artistas cuya obra ha sido adquirida por la Generalitat Valenciana en 2017. Y después te encuentras -por ahí- a los dirigentes y políticos y te dicen que en realidad no les gusta salir en las fotos.
A propósito de la inauguración de una exposición colectiva de 33 artistas cuya obra ha sido adquirida por la Generalitat Valenciana en 2017. Y después te encuentras -por ahí- a los dirigentes y políticos y te dicen que en realidad no les gusta salir en las fotos.
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