El mundo de los Museos de
Arte Contemporáneo, quiero decir, el de la necesidad de su existencia
y el de su gestión, es complejo asunto. Tanto es así que los medios
de comunicación sólo se hacen eco de lo que en esa materia dicen
los -considerados- expertos en arte.
Y si ha habido algún
experto en arte que en su momento mantuviera una vehemente y clara
ofensiva en contra de ellos, los Museos de Arte Contemporáneo, ese
es sin duda el actual director del IVAM. En efecto, resulta difícil
encontrar alegatos/panfletos que de forma tan elocuente como
categórica mostraran un claro rechazo hacia dos aspectos nada
menores de ese mundo del que se nos presenta como experto; dos: el
del Museo, los Museos de Arte Contemporáneo, en tanto que
contenedores ideologizados y alienadores, y el de los Patrocinadores
Privados de Arte.
Efectivamente, en su artículo
“Significación ideológica del mezenazgo y de los museos de arte
contemporáneo” (en Reflexiones sobre la crítica de arte,
Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana), nuestro actual
director del IVAM no hacía otra cosa que dejar negro sobre blanco lo
que en su vida de intelectual activista proponía fervientemente a
principios de los noventa. Al menos sobre esos dos asuntos.
Para nuestro actual
director del IVAM los Museos no son más que dispositivos fuertemente
ideologizados para inculcar una alienadora -y falsa- idea del arte;
así, templos sacrosantos mitificadores y mistificadores cuyas formas
de actuación sólo tienen un objetivo, perpetuar esa alienadora -y
falsa- idea del arte... desligada, claro está, de la verdadera
experiencia humana, la que se encuentra en la calle, y si no
exactamente en la calle sí en cualquier otro sitio que precisamente
no sea un Museo de Arte Contemporáneo. El arte no es algo sagrado,
por lo que no admite bajo ningún concepto un espacio/contenedor
(para él ya fuertemente ideologizado desde la estética
arquitectónica) que muestre, ni las obras que se imponen desde la
Institución que los rige (siempre al servicio de la ideología
dominante), ni por supuesto esas que se hacen para identificar el
arte con la vida. Para nuestro ínclito director, todo arte emanado
desde el (un) Museo en tanto que Institución no puede ser otra cosa
que una forma de legitimación que ayuda a perpetuar el mismo
discurso que justifica esa producción que nos ofrece. En fin, el
demoni.
Por eso está tan de
acuerdo con Gertrude Stein cuando decía “Ningún museo puede ser
moderno”, y por eso se hacía estas preguntas en el citado texto:
“¿Por qué construir un edificio (separado, único, exclusivo)
para contener las obras de arte? ¿no habrá otros medios de
comunicación y relación espectador-obra de arte más adecuados y
más relacionados con el entorno físico y cultural del lugar
geográfico específico? ¿Cómo hacer para que cada obra sea
particular, individual y se inserte en su especificidad contextual?”.
Y por eso continúa: “Si nos fijamos, el Museo está basado en una
idea, procedente del siglo XIX (época en la cual nacieron los
museos), idealista del arte, dado que su principal función:
conservar, considera el arte como algo eterno”.
Así, el autor
rechaza las museos: “El museo conmemora, sacraliza, celebra la
memoria o el genio. Se propone como templo del arte y del
conocimiento. Produciendo el conocimiento del arte el museo tiende a
valorizarse a sí mismo: él se crea sobre y a través del
conocimiento que él mismo a contribuido a crear”. Antes de
continuar un dato: justo en esa época de pleno activismo
revolucionario le ofrecieron la dirección del Museo de Arte
Contemporáneo de Castellón. Seguramente para no verse muy
traicionado ni por su conciencia ni por sus enérgicos alegatos lo
aceptó, pero cambiando el nombre de Museo por el de Espacio. Ay la
conciencia...
Después está el asunto
de los mecenas o patrocinadores. Ahí, el bueno de nuestro director
es tanto o más radical que en el asunto anterior. Toda inversión en
arte realizada por de las grandes empresas, viene a decir, no es sino
una forma de perversión que conduce al arte, en última instancia, a
la autocensura (“con la implicación de grandes compañías en el
mundo del arte se está generalizando una amplia autocensura”). No
carece de lógica su argumento, pues como todos sabemos quien paga
manda. El citado texto está plagado de datos que demuestran cómo
las grandes empresas inversoras en arte lo son, en principio y
fundamentalmente, a beneficio propio (sic). “Parece evidente
-apunta- que el mercado se ha convertido en el principal organizador
de la vida artística” (sic).
Por todo ello resulta como
mínimo curiosa, ahora (?), la actitud del actual director de uno de
los más prestigiosos Museos de Arte Contemporáneo del Mundo. En su
reciente entrevista aparecida en la revista de papel MAKMA parece
amar a los coleccionistas/mecenas/patrocinadores/inversores, pero no
igual a todos. Ama mucho más a los que más ponen. En y para su
proyecto, claro, el proyecto de dirigir un Museo de Arte
Contemporáneo clara e inevitablemente ideologizado, ¿no?
Ante la pregunta del
entrevistador Salva Torres “¿El IVAM, como museo público, se
enfrenta al auge (sic) de la iniciativa privada por dejadez de las
instituciones públicas en relación con la cultura?”, nuestro
asertivo director responde “Que quede claro, si alguien se gasta
dinero en comprar arte, muchísimo mejor que si se lo gasta en un
yate” (sic). Siendo ese Coleccionista Privado potencial -o fáctico-
quien después, ya con una gran colección, será bien visto por él,
el Director del Museo, sí y sólo sí, cede su obra al Museo o
aporta grandes sumas de dinero al mismo: “De manera que yo amor al
arte, todo, pero soy del amor al arte de Soledad Lorenzo, que cede su
obra al Reina Sofía, de Martínez Guerricabetia, que cede su obra a
la Universidad de valencia, de los coleccionistas americanos que dan
200 millones de dólares [y lo repite], 200 millones de dólares,
para la ampliación del MoMA. Yo soy de esos”. Pocos ascos, pues a
los Coleccionistas Privados (Grandes Empresarios) con independencia de cuál sea el lugar
de procedencia de las fortunas que les han permitido ser
coleccionistas. Y no
me refiero a los por él citados, por supuesto, sino a los que debido
a una iluminación cambien su fea costumbre de comprar yates por la
humanitaria de ponerse al servicio de la ideología dominante.
Poniendo, pues y en cualquier caso, que es lo que verdaderamente importa.
Curioso, insisto, porque
no tengo nada en contra de quienes cambian de opinión, pero algo me resulta
sospechoso cuando en la “nueva opinión” de alguien hay algo que niega contundentemente todo un pasado de activismo revolucionario basado, precisamente, en
la confrontación con lo que ahora acepta no sólo con normalidad
sino con ansiosa satisfacción. Es como si un político en ciernes
dijera que sólo pueden gobernar políticos que vivan en barrios
periféricos y que acudan en metro al centro, y una vez consolidado
como político se comprara un chaletazo en una urbanización de ricos con una piscina que pareciera salida de un cuento de Los Pitufos. Lo mismo.
No sé, pero el caso es que quien hace
unos días despotricaba de los museos y su inevitable ideologización -devastadora y alienadora- ahora pide más espacio contenedor y por eso propone una ampliación,
“porque el IVAM necesita otros espacios”.
Notas. 1.Para más
información puede revisarse el folleto publicado por el IVAM “Hazte
amiga hazte amigo del IVAM”, en donde se distinguen tres categorías
jerárquicamente de menor a mayor (por aportación económica):
Amig@s del
IVAM, Miembros de honor y Patrocinadores del IVAM. 2.Resulta que ahora la mejor parte de la Colección del IVAM es, para todo el mundo (incluso para quien entonces se declaraba anti-formalista puro), la que se acometió con el Director más formalista de todos los que han pasado por el Museo: José Manuel Bonet. No deja de tener su gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario