miércoles, agosto 08, 2018

¿Casualidades?


Cada uno elige cómo cuidarse. Y no siempre la elección de uno es coincidente con placer alguno. El ejercicio físico es para mí como un dolor de muelas, algo absolutamente innecesario. Pero el caso es que uno debe hacerlo por prescripción facultativa, para no morirse ya, según los médicos, tal es la tesitura. Así que no hay elección. Lo hago por obligación y a desgana, pero lo hago. El único aspecto positivo que puedo encontrarle, haciendo un esfuerzo, es el horario al que le dedico ese ejercicio, un horario que de alguna manera lo oniriza, si es que tal término existe.

Hace un año.
Hace un año salí, como de costumbre, a hacer ejercicio a primera hora de la mañana. Como la idea es hacerlo siempre de noche, la hora elegida para salir es la hora que me permite acabarlo antes del amanecer (si esa hora es las 6,30, pues las 6,30, pero si es la 5,15, pues la 5,15, depende de la estación). Así, una de las características que definen mi experiencia del ejercicio es la del vacío humano, ya sea en la ciudad durante todo el año, ya sea, sobre todo, en los derredores más campestres del apartamento playero. Me cruzo con muy poca gente. Muy poca. Aquí en Jávea puedo cruzarme durante todo mi trayecto con una media de entre uno y tres coches, y desde luego con ningún viandante. Bueno, algún insomne paseando el perro, algún día...

A lo que iba: hace un año salí, como de costumbre, a recorrer mi trayecto habitual de una hora. Tardo aproximadamente 6 minutos en salir de la pequeña urbe para adentrarme en lo que es el grueso del trayecto, una carretera de periferia que comunica chalets aislados. Una carretera oscura y silenciosa. E intransitada, como digo, a esas horas. Hay un tramo en ese trayecto, de unos 150 metros de longitud, que contiene una peculiaridad, y es que carece de vías de escape por encontrarse encajada la carretera en entre un muro de piedra natural y un no arcén, o mejor, un mini-arcén de 30 cm. Pasar por ahí a esas horas no debería entrañar ningún peligro debido, precisamente a la carencia de tráfico. Al parecer y en pricipio. Aunque, debo reconocerlo, cuando he tenido que compartir espacio con algún vehículo en ese tramo siempre me ha sobrevenido una cierta inquietud, lógica por otra parte, pues además de ser estrecho y oscuro, hay que contar con otro factor: en un sitio de veraneo y a esas horas de la noche/mañana la mayoría de conductores van ebrios de vuelta a casa. Con todo lo dicho ya puedo afirmar que era del todo imprevisible, por improbable, que pasara lo que me pasó: y es que coincidiéramos ¡en el mismo momento y alineados! dos coches y yo, lo que me obligó a situarme en ese pequeño arcén de 30 cm y aún así verme rozado por uno de los coches (coches por cierto que apenas disminuyeron la velocidad). Cualquier mínimo despiste de cualquiera de los 3 habría ocasionado un desastre.

Hoy mismo
Debido a ciertas nocturnidades hoy no he podido evitar retrasarme respecto a mis hábitos horarios; he preferido salir a hacer ejercicio algo más tarde de lo habitual que no salir. Por tanto, ha comenzado a amanecer cuando llevaba dos tercios del recorrido ya hecho, nadie es perfecto. La cosa es que en un momento dado diviso a gente que viene en sentido contrario. No distingo bien de lejos pero conforme se van acercando comienzo a matizar. Viene una mujer por mi lado de la carretera -izquierdo- que es el sentido por donde vienen los coches frontalmente, y a su misma altura vienen otras dos mujeres que además llevan con correa a un perrito que juguetea por la línea continua de la misma carretera. Su paso es lento pero continuado. En una de las múltiples curvas aparece un coche pero debido a la poca luz no distingo bien las distancias (y yo voy sin gafas para estos menesteres), todo sucede en unos instantes: el coche viene de cara, yo me ajusto a la mujer que viene de frente porque veo que el coche no se abre. Las otras dos mujeres con perrito no hacen ni el más mínimo amago de recogerse hacia su lado y el perrito es un inconsciente (?) que permanece ajeno a todo, el pobre no sabe ni que está en una carretera. El caso es que el coche, en contra de toda previsión, no se aparta lo suficiente y pasa a un palmo de mí proporcionándome un mal momento. Un factor imprevisible se ha sumado a la circunstancia. Así, el coche no se ha abierto más porque en ese mismo punto y en ese mismo instante, se ha alineado con todos nosotros un ciclista que yo no había visto ni oído. De tal forma que el coche ha tenido que pasar entre el hueco que le hemos dejado el perrito y yo, rozándonos a los dos. Éramos 6 vidas (y repito, llevo años haciendo este recorrido y apenas me he cruzado con viandantes) alineadas en una carretera donde seguramente tardará una hora en pasar alguien, alguien aislado y solo. A mí aún me resuena el zumbido del coche en la oreja. Y todo por no morirse ya.

No hay comentarios: