jueves, septiembre 15, 2016

Richard Rorty y la Filosofía II

Segunda parte
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Y aunque Rorty se considera un pragmatista todo su pensamiento se fundamenta en sustituir la “relación entre sujeto y objeto” por “teorías contextualistas relacionales”, y en reivindicar una suerte de “nominalismo”, asumiendo que “ninguna descripción de un objeto es más fiel a la naturaleza de ese objeto que otra”.

¡Hay que ver cómo les gusta a los nominalistas regocijarse en la incapacidad del sujeto por acercarse a una verdad que pudiera ser más verdadera que otra!, incluso aun cuando pudiera aceptarse con naturalidad la existencia de una naturaleza específica del objeto, la que los sujetos somos incapaces de conocer. Según el mismo Rorty.

Lo decíamos más arriba, lo que caracteriza principalmente a quienes reivindican los relativismos derivados de cierta idea del mundo (nominalista, pragmatista…) es el buenismo que siempre e inevitablemente emana de ellos -en tanto que sujetos que afirman, y además categóricamente- ante un interlocutor que sin duda será alguien en concreto (su lector, su alumno, su espectador). Esto es, precisamente, lo que al pensador relativista le impide ser consciente de la cantidad de perogrulladas que trufan su discurso, las que siempre profiere con aire tan dogmático como autocomplaciente. El goce del relativista no provendría tanto de poder decir “si seguís mi discurso podríamos eliminar, por ejemplo, los problemas de xenofobia”, que también, cuanto del goce que le supone creerse el verdadero instigador de la única forma de bondad posible.

En sus intentos de descalificar a los filósofos analíticos Rorty dice “Consideran importante ceñirse a la metáfora de ‘estar en lo cierto’ porque les parece una debilidad moral reemplazarla por el ideal de ‘volver a describir las cosas de una forma más imaginativa’”; o bien hablando como un pragmatista puro: “el progreso moral no es cuestión de una obediencia mayor a criterios previos sino más bien de redescribir la situación a la situación a la que se aplican criterios”. ¿Ven ustedes? éstas son las cosas que ponen cachondos a los relativistas porque saben, entre otras cosas, que se han ganado el afecto de millones de personas cuya cultura proviene únicamente de la lectura de azucarillos o de sus ingenuas ansias de igualitarismo, etc. Que existan criterios previos es tan inevitable como tener prejuicios. Sin criterios previos no se puede ni generalizar.

El problema comienza cuando para gustar tanto a "su" público recurren al truco más zafio de toda dialéctica: ante la necesaria dicotomía que el mismo pensador propone para inducir al lector a decidirse por la “buena”, que claro está es la suya, siempre describen la posición contraria de la forma más maniquea y ridícula posible. ¿Lógico? Puede que para un político sí, pero no para un pensador no.

¿Pero es que acaso no lleva razón Rorty? Pues sí y no simultáneamente, pero nunca jamás sólo “sí”, sobre todo si nos atenemos a la propia filosofía del pensador, que no admite vías únicas. “Estar en lo cierto” no tiene por qué ser incompatible con “volver a describir las cosas de una forma más imaginativa”, sobre todo, insisto, si aceptamos que la filosofía es, tal y como reivindica ferozmente Rorty, “su tiempo captado en el pensamiento”. Por otra parte, ¿acaso sería posible una obediencia mayor a un criterio en constante y permanente estado de redescripción? Pues no, es una locura más bien propia de un buenismo juvenil ignorante, pero no de un pensador profesional.

Resulta casi descorazonador escuchar frases como la que sigue: “La verdad es atemporal y eterna,sólo que nunca se sabe muy bien cuándo se está en posesión de ella. La veracidad, en cambio, es temporal, contingente y frágil, como la libertad”. Parece el aserto de un estudiante animado a ligar con su compañera de clase. Casi estamos a punto de oír que no es lo mismo libertad que libertinaje. En cualquier caso afirmar que la verdad es atemporal es darle crédito de existencia… a pesar de nuestra demostrada incompetencia a la hora de detectarla.

Pero como digo Rorty no ceja en su empeño de reivindicar el nominalismo: “un nominalista coherente no puede tolerar una organización jerárquica del reino de la mente pensante que se corresponda con una jerarquía ontológica”. Claro, la pregunta nos abrasa, ¿coherencia? ¿No es la coherencia lo único a lo que no puede acceder un relativista convencido? Nada puede ser coherente en un mundo en el que no existen “naturalezas intrínsecas” y sólo hay “descripciones identificativas”, pues como bien sabemos la misma contingencia es incompatible con toda posibilidad de coherencia. Y nadie puede ser coherente si renuncia “al proceso de jerarquización” para reemplazarlo (como también harán Gadamer y Habermas) “por la idea de una conversación libre de dominación…”. Y ya hemos topado con la iglesia, mal que le pueda pesar a Rorty. !"Conversación libre de dominación"!

Post Scriptum. Últimamente se me aparece mucho por televisión una mujer que mirándome fijamente a los ojos me dice "Un estornudo y una pérdida de orina. ¿Te suena?". Pues qué quieren que les diga: la verdad, no me suena.

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