La serenata es una forma musical curiosa que alcanzó su pleno apogeo en el siglo XVIII. Su peculiaridad consistió, en sus orígenes, en que la creación de esa música debía tener en cuenta el específico momento de la audición para el que estaba destinada. Debía ser escuchada al atardecer, cuando el sol se esconde para dejar paso al misterio de la luna. Las serenatas no eran, en principio, piezas musicales escritas para teatros o auditorios sino para jardines con templete. La otra característica de la serenata sí tenía que ver con una naturaleza concreta de forma musical: debía poderse relacionar con la serenidad, con la calma, con el reposo; en definitiva, debía ser emocionalmente acorde con el momento feliz del día.
No sé si todo esto lo tuvo en cuenta Glenn Miller cuando escribió su pieza Moonlight Serenade pero desde luego el resultado no defrauda ninguna de las expectativas que pudiera generar el título. Se trata de una de las melodías más hermosas y serenas que se han compuesto en nombre de la música interpretada por bandas. El único reproche que puede hacérsele al sonido Glenn Miller es el de la influencia que ejerció sobre tantas otras bandas que sólo consiguieron torpes pero comerciales imitaciones. Moonlight Serenade es la perfecta representación de la melodía que atempera cualquier estado de ánimo. Escucharla al anochecer y en penumbra es siempre una experiencia emocionante que te reconcilia con la humanidad.
En un mundo regido por la velocidad y los gritos resulta necesario encontrar experiencias que sirvan para alimentar el espíritu en circunstancias de escasa luz. O dicho de otra manera: en un mundo regido por la inmediatez resulta reconfortante encontrar aún experiencias que alimenten el espíritu sin necesidad de que intervenga la voluntad. Escuchar Moonlight Serenade al anochecer y en penumbra es una especie de experiencia mística que yo siento muy vinculada al sentimiento del amor. Porque es el amor lo que definitivamente puede reconciliar al individuo con la humanidad. Todo lo demás es acrobacia y decrepitud. No tengo jardín ni templete, pero basta que sienta avecinarse de soslayo la sempiterna melancolía para que yo apague las luces, ponga Moonlight Serenade y elocubre con la posibilidad de morir abrazado a mi amor. Soy un cursi, pero no lo quiero evitar.
Addenda. Ayer hizo 108 años que nació Glenn Miller, cuya peor fortuna consistió en que Hollywood quisiera homenajearle con una película, la peor que interpretó James Stewart en toda su vida.
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