domingo, julio 08, 2018

De la Ideología y el arte: política


El mundo de los Museos de Arte Contemporáneo, quiero decir, el de la necesidad de su existencia y el de su gestión, es complejo asunto. Tanto es así que los medios de comunicación sólo se hacen eco de lo que en esa materia dicen los -considerados- expertos en arte.

Y si ha habido algún experto en arte que en su momento mantuviera una vehemente y clara ofensiva en contra de ellos, los Museos de Arte Contemporáneo, ese es sin duda el actual director del IVAM. En efecto, resulta difícil encontrar alegatos/panfletos que de forma tan elocuente como categórica mostraran un claro rechazo hacia dos aspectos nada menores de ese mundo del que se nos presenta como experto; dos: el del Museo, los Museos de Arte Contemporáneo, en tanto que contenedores ideologizados y alienadores, y el de los Patrocinadores Privados de Arte.

Efectivamente, en su artículo “Significación ideológica del mezenazgo y de los museos de arte contemporáneo” (en Reflexiones sobre la crítica de arte, Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana), nuestro actual director del IVAM no hacía otra cosa que dejar negro sobre blanco lo que en su vida de intelectual activista proponía fervientemente a principios de los noventa. Al menos sobre esos dos asuntos.

Para nuestro actual director del IVAM los Museos no son más que dispositivos fuertemente ideologizados para inculcar una alienadora -y falsa- idea del arte; así, templos sacrosantos mitificadores y mistificadores cuyas formas de actuación sólo tienen un objetivo, perpetuar esa alienadora -y falsa- idea del arte... desligada, claro está, de la verdadera experiencia humana, la que se encuentra en la calle, y si no exactamente en la calle sí en cualquier otro sitio que precisamente no sea un Museo de Arte Contemporáneo. El arte no es algo sagrado, por lo que no admite bajo ningún concepto un espacio/contenedor (para él ya fuertemente ideologizado desde la estética arquitectónica) que muestre, ni las obras que se imponen desde la Institución que los rige (siempre al servicio de la ideología dominante), ni por supuesto esas que se hacen para identificar el arte con la vida. Para nuestro ínclito director, todo arte emanado desde el (un) Museo en tanto que Institución no puede ser otra cosa que una forma de legitimación que ayuda a perpetuar el mismo discurso que justifica esa producción que nos ofrece. En fin, el demoni.

Por eso está tan de acuerdo con Gertrude Stein cuando decía “Ningún museo puede ser moderno”, y por eso se hacía estas preguntas en el citado texto: “¿Por qué construir un edificio (separado, único, exclusivo) para contener las obras de arte? ¿no habrá otros medios de comunicación y relación espectador-obra de arte más adecuados y más relacionados con el entorno físico y cultural del lugar geográfico específico? ¿Cómo hacer para que cada obra sea particular, individual y se inserte en su especificidad contextual?”. Y por eso continúa: “Si nos fijamos, el Museo está basado en una idea, procedente del siglo XIX (época en la cual nacieron los museos), idealista del arte, dado que su principal función: conservar, considera el arte como algo eterno”.

Así, el autor rechaza las museos: “El museo conmemora, sacraliza, celebra la memoria o el genio. Se propone como templo del arte y del conocimiento. Produciendo el conocimiento del arte el museo tiende a valorizarse a sí mismo: él se crea sobre y a través del conocimiento que él mismo a contribuido a crear”. Antes de continuar un dato: justo en esa época de pleno activismo revolucionario le ofrecieron la dirección del Museo de Arte Contemporáneo de Castellón. Seguramente para no verse muy traicionado ni por su conciencia ni por sus enérgicos alegatos lo aceptó, pero cambiando el nombre de Museo por el de Espacio. Ay la conciencia...

Después está el asunto de los mecenas o patrocinadores. Ahí, el bueno de nuestro director es tanto o más radical que en el asunto anterior. Toda inversión en arte realizada por de las grandes empresas, viene a decir, no es sino una forma de perversión que conduce al arte, en última instancia, a la autocensura (“con la implicación de grandes compañías en el mundo del arte se está generalizando una amplia autocensura”). No carece de lógica su argumento, pues como todos sabemos quien paga manda. El citado texto está plagado de datos que demuestran cómo las grandes empresas inversoras en arte lo son, en principio y fundamentalmente, a beneficio propio (sic). “Parece evidente -apunta- que el mercado se ha convertido en el principal organizador de la vida artística” (sic).

Por todo ello resulta como mínimo curiosa, ahora (?), la actitud del actual director de uno de los más prestigiosos Museos de Arte Contemporáneo del Mundo. En su reciente entrevista aparecida en la revista de papel MAKMA parece amar a los coleccionistas/mecenas/patrocinadores/inversores, pero no igual a todos. Ama mucho más a los que más ponen. En y para su proyecto, claro, el proyecto de dirigir un Museo de Arte Contemporáneo clara e inevitablemente ideologizado, ¿no?

Ante la pregunta del entrevistador Salva Torres “¿El IVAM, como museo público, se enfrenta al auge (sic) de la iniciativa privada por dejadez de las instituciones públicas en relación con la cultura?”, nuestro asertivo director responde “Que quede claro, si alguien se gasta dinero en comprar arte, muchísimo mejor que si se lo gasta en un yate” (sic). Siendo ese Coleccionista Privado potencial -o fáctico- quien después, ya con una gran colección, será bien visto por él, el Director del Museo, sí y sólo sí, cede su obra al Museo o aporta grandes sumas de dinero al mismo: “De manera que yo amor al arte, todo, pero soy del amor al arte de Soledad Lorenzo, que cede su obra al Reina Sofía, de Martínez Guerricabetia, que cede su obra a la Universidad de valencia, de los coleccionistas americanos que dan 200 millones de dólares [y lo repite], 200 millones de dólares, para la ampliación del MoMA. Yo soy de esos”. Pocos ascos, pues a los Coleccionistas Privados (Grandes Empresarios) con independencia de cuál sea el lugar de procedencia de las fortunas que les han permitido ser coleccionistas. Y no me refiero a los por él citados, por supuesto, sino a los que debido a una iluminación cambien su fea costumbre de comprar yates por la humanitaria de ponerse al servicio de la ideología dominante. Poniendo, pues y en cualquier caso, que es lo que verdaderamente importa.

Curioso, insisto, porque no tengo nada en contra de quienes cambian de opinión, pero algo me resulta sospechoso cuando en la “nueva opinión” de alguien hay algo que niega contundentemente  todo un pasado de activismo revolucionario basado, precisamente, en la confrontación con lo que ahora acepta no sólo con normalidad sino con ansiosa satisfacción. Es como si un político en ciernes dijera que sólo pueden gobernar políticos que vivan en barrios periféricos y que acudan en metro al centro, y una vez consolidado como político se comprara un chaletazo en una urbanización de ricos con una piscina que pareciera salida de un cuento de Los Pitufos. Lo mismo.

No sé, pero el caso es que quien hace unos días despotricaba de los museos y su inevitable ideologización -devastadora y alienadora- ahora pide más espacio contenedor y por eso propone una ampliación, “porque el IVAM necesita otros espacios”.

Notas. 1.Para más información puede revisarse el folleto publicado por el IVAM “Hazte amiga hazte amigo del IVAM”, en donde se distinguen tres categorías jerárquicamente de menor a mayor (por aportación económica): Amig@s del IVAM, Miembros de honor y Patrocinadores del IVAM. 2.Resulta que ahora la mejor parte de la Colección del IVAM es, para todo el mundo (incluso para quien entonces se declaraba anti-formalista puro), la que se acometió con el Director más formalista de todos los que han pasado por el Museo: José Manuel Bonet. No deja de tener su gracia.




martes, julio 03, 2018

Aclaración al post anterior



Un par de personas me han dicho que no han entendido muy bien el post anterior. Tiene su lógica si presuponemos que no se sabe quiénes son los personajes protagonistas de la fotografía. Una fotografía que habría sido absolutamente impensable hace unos pocos años. A nadie, digo, a nadie, se le habría ocurrido que para informar de una exposición de arte se podía poner en prensa una fotografía con 4 políticos. Hace unos pocos años les habría parecido, a todos los artistas (implicados o no en la exposición), una autentica aberración el que los políticos ocuparan la fotografía que informaba de una exposición colectiva. Pero ahí están ellos, orgullosos... con sus medallas dentífricas, dejando claro que detrás de ellos hay una de esa obras realizada por un artista/súbdito, casi anónimo.

Nota. Cuando digo 4 políticos no se me escapa que habrá quien sólo vea 2 y que, quizá alguien un poco más avispado vea sólo 3. Pero la realidad es que todo director de un Museo es, en este mundo hiperideologizado y configurado por los poderes fácticos coyunturales, un político puro. Como lo es todo comisario desde que el arte perdió su mayúscula, es decir, desde que el arte fuera definitivamente fagocitado por la Institucion.
Para más información ver siguiente post.