miércoles, julio 30, 2008

Casa de juegos

El título de esta película de David Mamet puede resultar desconcertante en la medida en que la propia casa de juegos no juega un papel determinante en el desarrollo de los acontecimientos. Pero resulta perfectamente adecuado por cuanto señala un lugar cuyo significado encuentra un sentido en la trama que liga a los protagonistas. Al carecer de artículo determinado nos encontramos ante una casa de juegos; una casa en la que se juega; una casa, por tanto, en donde alguien gana y alguien pierde. O mejor: una casa en la que, por jugar, cada ganancia exige una pérdida.

La historia de la película parece sencilla de resumir: una siquiatra famosa y absorbida plenamente por su trabajo es seducida por un matón. Tras el previsible romance entre ellos, ambos se ven envueltos en una trama gansteril que les lleva a la necesaria separación que les permitirá sobrevivir. En realidad, todo se ha tratado de una trampa urdida por el matón con el fin de desplumar a la siquiatra. Tal podría ser, es cierto, el resumen del film. Se trataría de un resumen, claro está, que sólo serviría para atraer a los amantes del blokbuster. Aún así se trataría de un mal resumen pues no debería desvelarse jamás lo que es desentrañado casi al final de la película. Así, un resumen correcto se tendría que limitar a lo que realmente sucede en las primeras secuencias del film, por lo que habría poco que decir. Hablar más allá de eso destrozaría una historia basada en la trampa y el engaño, pues el engaño al que es sometida la protagonista es paralelo al que es sometido el espectador (como lo que sucede en Vértigo, por ejemplo). Resumen correcto, pues: una psiquiatra famosa pero sin vida social es seducida por un timador profesional.

Este resumen, que ya no cumpliría con las expectativas del espectador blokbuster (dada su extrema brevedad) sí sería un resumen que serviría perfectamente para describir lo que en realidad es sustancial en la trama: una mujer de cultura y de posición socioeconómica elevada se deja seducir por un malvado que en ningún momento oculta su condición. Se trataría de un resumen en el que preponderaría el tema sobre el asunto sin traicionar por ello la esencia del film. En cualquier caso podría haberse hecho un resumen a la inversa, aquel en el que preponderara el asunto sobre el tema. Entonces habríamos podido decir: una mujer insatisfecha a pesar de su éxito laboral va en busca de sí misma (resumen éste que sólo atraería a un sector reducido de espectadores). Dicho así podría tratarse de una película sobre el viaje iniciático de un personaje que va en busca de su verdadera identidad. En una conversación que se da a los pocos minutos de comenzar el film, la paciente loca le dice a la doctora que “nadie está exento de la experiencia, se puede intentar huir de ella, pero finalmente la experiencia te encuentra”.

De esta forma, la doctora se lanza, en un viaje iniciático, a saber más de ella misma, con o sin consciencia de ello, eso no importa. O mejor, se lanza a la búsqueda de un sentido vital que no le queda explicado en el saber lo que sabe. La insatisfacción, pues, como motor, y su fin último, conocer algo de ella que ella misma desconoce. Va, en definitiva, en busca de una revelación. Su amiga y colega es la que, a modo de catálisis narrativa, introduce a la protagonista hacia esa experiencia. Y la introduce a partir de un requerimiento: la búsqueda del placer. Es en esas dos conversaciones que mantiene con ella a principio de la película cuando la doctora manifiesta dos lapsus: uno confundiendo un significativo pronombre posesivo (mi-su) y otro confundiendo una palabra por su antónima (presiones-placeres).

Y puesto que, como decíamos, un resumen correcto se tendría que limitar a describir lo que realmente sucede en las primeras secuencias del film, nada mejor que ver qué pasa en ellas (ya que aquí no nos interesa la película, sino el personaje femenino). Como en todo gran texto fílmico los personajes quedan descritos no tanto haciendo referencia a los hechos escogidos cuanto a la suma de los escogidos y los omitidos. La doctora, que sabe mucho de la condición humana, parece saber poco de sí misma, y de ese saber poco nosotros obtenemos mucha información. Su asertividad laboral se esfuma ante las relaciones sociales de las que desconoce todo (como veremos en su relación Mike, el matón), y la aparente seguridad le sirve para encubrir la fragilidad que le confiere el miedo a la revelación esperada a través de la experiencia. De ahí que, por decirlo rápidamente y quizá de forma prematura, lo que busque en su experiencia sea un malvado, pues sólo de esta forma esa experiencia le aproximará al terreno insondable de lo real.

El valor simbólico del lugar (casa de juegos) no es ajeno a las intenciones del autor, que lógicamente conoce la trama desde el punto de vista de la creación. El jugar a algo te inscribe como jugador y en todo juego, pero especialmente en el del amor, se cumple la figura del jugador jugado; un jugar con alguien que a su vez juega con el jugador. “Todo juego se presenta como un movimiento de vaivén: la acción del jugador sobre el objeto de juego o sobre el camarada revierte sobre él como una nueva provocación. Así que el jugador es siempre un jugador jugado: no sólo juega con algo sino que ese algo siempre juega con él” (Benavides, 1988).

Todo juego se desarrolla en el intersticio que media entre lo totalmente conocido y lo absolutamente desconocido. En su campo de juego se concilian la inteligibilidad de la realidad y lo insondabilidad de lo real. Se concilia, pues, lo posible con lo que escapa al orden del discurso. El juego es una actividad libre que se encuentra fuera de la tenaza que une la necesidad con la satisfacción. Motivo por el cual la doctora sale mal parada de la experiencia (aunque lo propio sería decir que quien sale mal parado es el timador, pues es él quien verdaderamente paga un precio alto por la experiencia de ella). Porque la satisfacción requerida no proviene de una necesidad. Ha jugado sin aceptar las reglas del juego y no ha sabido perder. Hay que apuntar al respecto y haciendo referencia al leitmotiv del film, que el engaño como táctica no implica traición a las reglas, sino que forma parte de una estrategia, la estrategia que todo jugador debe poseer.

Nadie está obligado a jugar precisamente porque todos estamos obligados a trabajar. Y es precisamente el trabajo lo que ha mantenido a la doctora, curiosamente (es psiquiatra, no lo olvidemos), alejada de la realidad, del juego. Es su obsesión por el trabajo lo que critica y cuestiona su amiga y colega en la segunda secuencia, inmediatamente después de la presentación de la protagonista, a la que conocemos por el éxito de su último libro tras la solicitud de un autógrafo por parte de una admiradora (primera secuencia). Su amiga le critica su obsesión por el trabajo y le aconseja ir a la búsqueda de placeres, o mejor, le aconseja ir a la búsqueda de otros placeres que puedan servirle de escape, pues sin diversificación se puede caer en la obsesión. Hay que decir al respecto que el libro que autografía la doctora a su admiradora en la primera secuencia se titula “Pulsión: obsesión y compulsión en la vida cotidiana”. Una vez más, el jugador jugado, aunque esta vez se trate de un juego de ella consigo misma. Uno de los dos significativos lapsus que comete (al inicio) consiste precisamente, como hemos apuntado, en confundir presiones con placeres. Impagable lapsus para un psicoanalista. Y para Mamet.

Pero no es su colega la que logra activar su deseo (de la experiencia) sino un paciente, el paciente que la conecta con Mike, el matón. Y obsérvese que ya hemos calificado a Mike de tres formas distintas: timador, malvado y matón, algo que resulta sumamente significativo en la relación que se inicia, pues la doctora es avisada desde el principio de la calidad humana de Mike, incluso en palabras del propio Mike: “Soy un timador, un delincuente, no te engañes…”. Matón es la forma en la que ella define al propio Mike en su primer encuentro. Lo de malvado lo dejaremos para el final, pero resulta fácil deducir que un matón y un timador son dos formas de representar la maldad.

Pero, como decíamos, es un paciente el que introduce en ella el germen de la intriga. Le cuenta la historia a la doctora: al parecer Mike le matará si no le devuelve los 25.000 dólares que le debe por deudas de juego. Y la espolea con frases que resultan, curiosamente, más definitivas y determinantes que las que su colega le dice desde la amistad: “usted vive en un sueño”, “hay un mundo real”, le dice el muchacho aterrado por la suerte que le espera si no paga a Mike. Cuando ella intenta ayudar quitando hierro al asunto es cuando el paciente habla de la peligrosidad de Mike y lo describe (lo vemos en las notas de ella) como omniescente y castigador.

Ella decide ir a la busca de Mike. Después de la jornada laboral, esto es, de noche. Tiene que entrar en la casa de juegos que es donde se encuentra. Una vez ha entrado la puerta se cierra sola dejando fuera (de juego) al espectador. Está sola. La escena es perfecta por contenida (poco propio de la mayoría del cine norteamericano). El local está prácticamente vacío y unos tipos juegan al billar sin hacer apenas ruido. Ella pregunta por Mike y como en toda película de gansters el camarero dice no saber nada del tal Mike. Todo, pues, al más puro cine negro, pero austero, poco espectacular. La entrada de Mike en escena es precedida por su propia voz en off con la representativa por chulesca frase: “qué coño pasa”. La doctora se gira y aparece Mike en la oscuridad, vemos su silueta pero no su cara. Debe andar unos pasos hacia ella para que la luz revele su aspecto. Mike nace, pues, de la oscuridad. En una casa de juegos casi muda. Está sola y ha comenzado a jugar.

La breve conversación que mantienen nos muestra a la perfección cuáles son las actitudes de los personajes ante la situación. Ella se ha introducido en un juego apostando fuerte, con seguridad y sin mostrar flaqueza. Pero dejando las cartas boca arriba. Debemos insistir, sin embargo, que en este texto no estamos interesados por la película y por tanto no nos interesa lo que, por acaecer después, nos daría pistas sobre la actitud de él en el momento en el que se conocen. Nos interesa ella. Y él, sólo, en lo que afecta a ella. De otro modo deberíamos analizar la relación entre quien entra a jugar con las cartas boca arriba (ella) y quien juega un doble juego (él), cosa que no hacemos porque ello supondría hablar del engaño (del timo) que ella sufre, algo que para nuestro cometido resulta irrelevante. (Debe saber el lector que no haya visto la película que todo lo acaecido durante la práctica totalidad de la película se encuentra controlado y organizado por el timador. Todo ha sido minuciosamente preparado para timar a la doctora. Pero como digo, ese sería otro tema).

Digo que la pequeña conversación nos sitúa perfectamente a los personajes. Cuando ella se atreve a exigirle que le perdone la vida al pobre (¿) muchacho que la visita como paciente, Mike le dice: “si soy tan malo, ¿por qué no saco una pistola y te acribillo a balazos?”. A lo que ella contesta, “yo te diré por qué: no eres más que un simple matón”. En efecto, tiene Mike toda la razón, si él es tan malo como para matar por una deuda de juego, ¿por qué no la mata a ella? Mike, sin embargo, en vez de violentarse ante el insulto se ablanda y la adula: “¿cómo has sabido que no soy peligroso?”. Aunque no lo sabe, ella ha enseñado el farol con su impostada dureza. Y Mike es un timador profesional. Sabe que ha acudido a la casa de juegos por algo que nada tiene que ver con la supuesta deuda de su paciente. Ha ido, sencillamente, a jugar.

Se dan los primeros signos de seducción. Y por tópicos que resulten las artimañas seductoras de él, la cuestión es que funcionan con ella a pesar de su inteligencia y conocimiento. Conocedor como es Mike de las debilidades humanas la seduce, cómo no, haciendo gala de sus conocimientos acerca de los signos que manifiestan las personas en su comunicación no verbal (la impostación, por ejemplo). La doctora queda seducida, pues, a partir de una habilidad de Mike que le convierte en un hombre INTERESANTE. Una habilidad, además, que mucho tiene que ver con aspectos fundamentales de su trabajo, si bien desde un lado mucho menos científico, pero no por ello menos basado en lo empírico. Mike le enseña a la doctora lo que es una señal (en el argot del timador), que sería eso por lo que un sujeto delataría sus intenciones. Se lo muestra con un ejemplo en el que averigua el pensamiento de ella (descubriendo la mano en la que oculta algo). Para ella él es, ya, alguien por el que sentirse atraída. Nada nuevo, pues, en el concepto clásico de lo que una mujer requiere para ser seducida, por muy liberada y actual que sea la protagonista. Sorpresa, inteligencia, ingenio, dureza y sensibilidad. Con absoluta independencia de que todo ello pueda coincidir con la maldad (absoluta), algo de lo que es avisada en todo momento. Y de lo que ella nada quiere saber: es sorda porque no quiere oír y ciega porque no quiere ver. Pero con absoluta voluntad de que así sea debido a la excitación que le produce lo oscuro. Todo juego, decíamos, se desarrolla en el intersticio que media entre lo totalmente conocido y lo absolutamente desconocido. En su campo de juego se concilian la inteligibilidad de la realidad y lo insondabilidad de lo real

Y aquí es donde se produce la mejor secuencia del film. Mike se encontraba jugando a Póker cuando ha tenido que salir cabreado ante el requerimiento de ella: recordemos, “Qué coño pasa”. Ahora le reclaman desde la mesa de juego y es el momento en que Mike le propone a la doctora que le ayude a desplumar a un tipo que le está limpiando y le dice que si lo consiguen perdonará la deuda al chaval, una deuda que era mucho menor de lo que éste le había dicho. Ahora la doctora entra en el juego, en otro juego, un juego que se bifurca del otro que ya ha comenzado. La tensión que se vive durante la secuencia es intensa y ella parece controlar su cometido haciéndose pasar por la novia de Mike. La excitación de ella es evidente; él le pregunta “¿te lo estás pasando bien?”, y ella contesta “como nunca”. Y la cámara nos muestra un plano que, quizá por poco frecuente, resulta extraordinariamente significativo: los dos de perfil y mirándose sin pestañear durante un largo rato. Delante de ellos, nosotros, los espectadores, detrás, todo el mundo. Y ellos en medio, cara a cara.

Después de una violenta escena con pistolas incluidas se descubre el pastel: ella iba a ser timada por toda la pandilla confabulada. Todo había respondido a una puesta en escena minuciosamente preparada por Mike. Ella les descubre el plan (el juego) por un detalle y de repente toda la tensión se disipa de golpe, la luz se enciende y los personajes de aspecto peligroso se comportan, curiosamente, con extremada y casi dulce naturalidad. Se despiden unos de otros recriminándose sutilmente su incompetencia ante el fracaso de timo supuestamente sencillo. Se quedan los dos solos. Él le dice a ella, “vuelve siempre que quieras un poco de emoción”. Más claro, imposible. Es entonces cuando ella puede hacer dos cosas, o salir disparada de un ambiente turbio que le ha demostrado carencia de escrúpulos o sentirse excitada ante la posibilidad de volver. Pueden pasar dos cosas: o que pueda la sensatez o que pueda la perversa curiosidad.

Acto seguido (y entre medio de dos secuencias pertenecientes a la trama principal) vuelve otra conversación con la paciente loca, que a su vez le cuenta a la doctora su conversación con alguien: “Me dijo que puede convertir a cualquier mujer en una puta en 15 minutos”. “¿Y tú qué contestaste?”, pregunta la doctora. “Que no podía convertir en puta a nadie que no lo fuera ya”, contesta la loca.

Así que la doctora va en busca de Mike, en busca de un reencuentro. Mientras le espera en un bar (oscuro) escribe en su libreta de notas “La necesidad de lugares oscuros para llevar a cabo un negocio turbio…” En efecto, no sabemos qué es lo que se quiere decir a sí misma la doctora con la anotación, pero no deja de ser cierto que la experiencia en la que se está metiendo no puede ser más turbia. Lo que no le impide seguir a delante. Se trata de una nota, de algo que se dice a sí misma y de algo que le interesa recordar. Carece de verbo y por tanto carece de significado. Es una frase abierta a la que le falta una explicación; la explicación que ella no tiene respecto al hecho de estar buscando al timador en un bar oscuro.

Tras el reencuentro dialogan un rato en el bar, él le enseña otros trucos de timador y entonces le pregunta, “¿Quieres ver cómo un malo de verdad ejerce su trabajo?”. Y ella afirma. Ésta es la primera oportunidad que el malvado le brinda con el fin de que ella pueda renunciar a la maldad. Pero ella no lo hace. “El principio fundamental es: no confíes en nadie”, le dice entonces Mike. Y esta es la primera vez que le avisa. Y ella no se da por enterada. La atracción. “¿Quieres hacer el amor conmigo?”, le pregunta él. Y ella se deja llevar. La excitación.

Antes de acudir al hotel para acostarse juntos Mike pregunta a la doctora, “todos sacan algo de cada operación, ¿qué sacas tú de ésta? Ella no responde; no sabe. En su no saber de ella misma está el no saber nada de la vida, nada de nada. En su no saber nada de ella misma está todo el desconocimiento posible. La loca sabe mucho más de la vida que la propia doctora, entre otras cosas porque ha vivido ya su propia experiencia. La doctora no quiere renunciar a la experiencia del deseo que le produce la atracción. En este caso, atracción por lo interesante, por oscuro que pueda serlo. En principio es eso a lo que no quiere renunciar, al deseo. Porque el deseo no es deseo de la experiencia, el deseo es la experiencia misma. No le importa lo que pueda pasar después porque aquello a lo que no quiere renunciar es a sentirse viva.

Ante la excitante inquietud que le provoca la incertidumbre ella le hace una pregunta a Mike, "¿qué crees que quiero?”. Y Mike que ya está cerca de tenerlo todo contesta, “quieres que aparezca alguien y te posea; que te introduzca en algo nuevo; ¿te gustaría?, ¿es lo que quieres? A lo que ella contesta, “sí”. Y obsérvese el sutil juego de las palabras: el le contesta con absoluta seguridad y franqueza, y lo que le viene a decir es que lo importante para ella como mujer no es el poseer sino el ser poseída y además serlo a partir de algo nuevo, de la experiencia ligada a una revelación. Aún así, su caballerosidad (¿sensibilidad?) deja un margen de duda y se lo cuestiona. Por tanto la aséptica y concisa afirmación adquiere un valor exageradamente significativo. Está diciendo sí, no sólo a una relación sino a una relación marcada por la sumisión.

Cuando hablábamos de los posibles resúmenes decíamos que en el más corto de todos ellos se encontraba la esencia del film. En efecto, la doctora es una mujer actual, triunfadora e independiente. Sin embargo, decíamos más adelante, que en el acto de la seducción pasa por ser el elemento seducido (lo llamábamos clásico por llamarlo de alguna forma), algo que confirma el intercambio de frases descrito en el párrafo anterior. Omniescente y castigador son los adjetivos que incitan y excitan a la doctora. Lo oscuro le reclama y lo oscuro le pierde. La doctora se pierde en lo oscuro.

La revelación ansiada se produce ante su perversa curiosidad. Una revelación que ha desvelado algo que debió permanecer oculto. Además de una revelación se ha producido un desvelamiento. Ha emergido lo siniestro: las putas no se hacen. En la casa de juegos alguien gana para que alguien pierda. La doctora se ha perdido. Ha perdido en la jugada y no ha sabido perder. El precio que ha tenido que pagar por acceder al conocimiento sólo ha sido alto para el timador. La loca tenía razón, no se puede convertir en puta a nadie que no lo sea ya. El mal ha sido vencido, pero no por el bien, sino por otro mal más grande. “Algunos dirían que eres interesante”, le dice la doctora después de hacer el amor. Y Mike, mientras se viste y sin mirarle a la cara le contesta, “soy un timador, un delincuente, no te engañes… sé consciente de lo que haces”. Lo interesante.

sábado, julio 26, 2008

Mundo extraño

Primera premisa. El sentido crítico es algo que no todo el mundo posee. Quizá porque, después de todo, no añada nada positivo a todas esas personas que no lo poseen. Es decir, a lo mejor, toda esa gente que vive feliz dentro de “su” mundo es porque nadie les ha podido demostrar que el espíritu crítico sea capaz de aportarles algo beneficioso en su vida. La felicidad, de este modo, se encontraría fuera de todo posible análisis y se situaría en el ámbito del puro pragmatismo. La ignorancia, pues, como fundamento de la felicidad.

Segunda premisa. Si algo caracteriza al mundo del arte es precisamente aquello que lo distingue y diferencia de cualquier otro mundo. El mundo del arte representa, por definición, un mundo en el que sólo cabe aquello que deja de ser una posibilidad para convertirse en una realidad. El arte (objeto artístico) es a lo sagrado lo que las cosas (mundanas) son a lo profano. Es por tanto el arte quien vulgariza todo lo que se encuentra fuera de él. Es el arte quien ha inventado nuestra vulgaridad señalando su producto. El mundo del arte no sería nada si no tuviera a quien demostrar su superioridad.

La historia. Hace poco tuve la oportunidad de conocer al artesano que le hace las esculturas a algunos de los mejores escultores de la actualidad. Mi ya amigo Sven. Nada nuevo, pues, respecto al aserto leonardiano que rezaba que el arte é cosa mentale. En efecto nada hay que discutir, después de sus 500 años de vida (relativa), respecto a la veracidad del aserto; una cosa mental, habría que añadir, que produce objetos muy poco mentales que a su vez producen pingües y palpables beneficios.

Respecto a un artista concreto que me interesaba por sus esculturas y por el que mostré interés me contaba Sven el artesano (que ejecuta las ideas mentales del artista) que todas sus esculturas responden a una matriz numérica que a su vez fue tomada a partir de una de ellas; son pura informática. Las esculturas son el producto de una matriz que puede soportar las pequeñas variantes que permitirán al artista ser el artista y no un simple artesano. Algo que sin duda todos saben en el mundo sabe, pues no queda nadie dentro del mundo del arte que no sepa que el arte è cosa mentale. Y que por eso, lo que hace falta para ser artista es una idea y un machaca. Curiosamente, la idea no tiene que ser necesariamente buena; el machaca sí.

Al bueno de Sven no le preocupa nada ver “sus” piezas vendidas por cantidades desorbitantes de dinero porque sabe que el arte es cosa mental, pero no deja de ser un tipo revoltoso con un cierto espíritu crítico. Y a veces cínico. Haciendo aún referencia al artista por el que yo había mostrado interés me hizo la siguiente pregunta: “¿te has dado cuenta de la relación directa que tienen los yates con sus esculturas?” A lo que yo contesté, “¿qué si me he dado cuenta de qué?” Estaba claro que mi espíritu crítico iba muy por detrás del suyo, pero aún no sabía por qué.

“Sí hombre –me decía en un perfecto inglés/danés/español- cada tamaño de escultura se corresponde perfectamente con el tamaño de un yate tipo. Es fácil de entender: la pequeña con un yate pequeño, la mediana con un yate grande y la grande con un superyate”, Y después de una pequeña pausa y sin dejar de mirarme a los ojos, “¿me entiendes? no hay tamaños casuales, por supuesto, pero tampoco responden a ninguna necesidad interna de la escultura. La clave de las esculturas se encuentra, sólo, en los yates”-

Envalentonado por la admiración que le demostraba ante sus teorías del arte me dijo, “pues aún no te he contado lo bueno”. Y ante mi ansiedad manifiesta por conocer lo bueno dio un trago al vino, lo miró a trasluz levantando la copa y sin mirarme a la cara dijo, “¿sabes lo que hace tu artista antes de exponer en una nueva ciudad?; pues se encarga de averiguar los nombres de las mujeres de los magnates de dicha ciudad y a sus antropomórficas y enormes esculturas las titula en función de sus pesquisas. Sólo pueden pasar dos cosas –me dice torciendo la boca y con una caída de ojos-, o que llegue el magnate y diga ¡qué curioso, esta escultura se llama como mi mujer!, o bien que sea la mujer del magnate la que diga, ¡mira cariño, qué casualidad, esta escultura se llama como yo!”.

Conclusión. No la hay, no puede haberla. (ver post)

Moraleja. "Compra una Agni y tira la vieja".

Mundo extraño.

martes, julio 15, 2008

La política, la mujer y el miedo

En otros momentos de este blog he afirmado que la forma de plantear soluciones desde el Gobierno al tema de los malos tratos (¿domésticos?) era errónea por muchos motivos. Entre uno de ellos se encuentra el más siniestro: se trata de un problema que mueve una ingente cantidad de dinero y produce muchos dividendos electoralistas con su mera existencia. Para confirmar mi tesis no tengo más que remitirme a las pruebas del desastre, el desastre que se manifiesta en las cifras anuales de mujeres asesinadas; desastre en la medida en que era eso lo que trataba de atajar la nueva Ley y toda esa extravagante batería de medidas. Medidas erróneas, pues, como demuestran los resultados, los hechos.

Antes de comenzar haré una somera enumeración de lo que da de sí como negocio el tema del maltrato con independencia del fin último de quien pretende erradicarlo. Viven de él psicólogos, psiquiatras, médicos forenses, abogados con o sin oficio, mediadores, sindicalistas, fiscales, policías, notarios, detectives, políticos, feministas de agrupaciones, grupos de apoyo, casas de acogida, institutos de la mujer, ONGs, empresas de marketing, publicistas, unidades especiales de policía, de la Guardia Civil… Pero como también señalé anteriormente, la ideología no existe cuando es el miedo lo que hace tomar ciertas determinaciones a los políticos. Y las determinaciones políticas tomadas al respecto son siempre tomadas desde el miedo; el miedo a eliminar una infraestructura plagada de intereses económicos y el miedo a perder votantes. El miedo a perder los beneficios que genera el problema. Siniestro, ya digo.

Sin ir más lejos, en la época del PP y con Aznar al mando (2001), la Comisión Mixta Congreso-Senado decidió constituir una comisión interministerial de la que formaran parte los ministerios de Interior, Justicia, Sanidad y Consumo, Educación, Cultura y Deporte y Trabajo y Asuntos Sociales para seguimiento y ejecución del II Plan Integral contra la Violencia Doméstica. Así, siete de los trece miembros del cuarto gabinete de José María Aznar estaban implicados directamente en impedir que un hombre maltratara a una mujer.

En esa misma época, es decir, hace casi 8 años se contabilizaron, según el propio documento del II Plan: 490 cursos de información, 1.271 centros asesores y servicios de información, 262.000 publicaciones de guía de recursos; y existían 70 oficinas de asistencia a las víctimas, 84 casas de acogida, 102 pisos tutelados, 39 centros de emergencia y 35 servicios de acogida. Un año más tarde el número de pisos y casas de acogida había ascendido a 330. Además del Instituto de la Mujer estatal existían 17 Institutos de la Mujer autonómicos donde trabajaban más de tres mil mujeres.

En 2001 la Xunta de Galicia, por ejemplo, incentivó foros sobre la mujer en los medios de comunicación, estableció una comisión para controlar la publicidad sexista, financió el congreso La violencia impide la igualdad, publicó una guía de malos tratos hacía la mujer, diecisiete libros sobre la materia y patrocinó siete campaña de sensibilización, obras de teatro y seminarios de educación en igualdad. Por su parte, la Comunidad Autónoma de Madrid presidida por Esperanza Aguirre financió varios programas contra la violencia de género, impartió cursos a abogados que se encargan de atender a las mujeres en el turno de oficio de los Juzgados, formó a cientos de policías nacionales, guardias civiles y policías locales, colocó carteles interactivos en los institutos de Madrid, realizó campañas contra el juguete sexista, instauró una nueva carrera, el Master en Violencia, creó la red Centinela para Médicos… Y todas estas actividades se realizaron al margen de las financiadas por todos los ayuntamientos de la Comunidad, que tienen sus propios servicios de asistencia social.

La suma total de dinero invertido en las 17 comunidades para cubrir los objetivos propuestos por el II Plan Integral contra la Violencia Doméstica fue de 36 mil millones de pesetas. Si sumamos a ésta las invertidas por el Estado y los ayuntamientos la suma asciende a algo más de cien mil millones de pesetas, 613,5 millones de euros (según el Boletín Oficial de las Cortes Generales, 4 de diciembre de 2002).

El 3 de agosto de 2005 tomó posesión el nuevo Gobierno de la Xunta de Galicia (PSOE y Bloque Nacionalista Gallego) justo unas semanas antes de que hubiera entrado en vigor la Ley de Violencia de Género. En el Boletín Informativo número 41 de la Consejería de Bienestar e Igualdad de la Xunta de Galicia se explicitaba el nuevo programa que contaba con cientos de actividades al respecto, como las concesiones de subvenciones, la edición de revistas y publicaciones con el maltrato, la creación de nuevos servicios de atención jurídica telefónica, la compra de libros feministas para nutrir las bibliotecas públicas, organización de encuentros sobre le tráfico internacional de mujeres, financiación de obras de teatro temáticas… Además el nuevo Gobierno abrió 72 nuevos centros de información a la mujer maltratada que funcionaban 24 horas al día. Por otra parte el último Consejo de Ministros anterior a las vacaciones de 2006 (PSOE) acordó conceder una subvención de doce millones de euros a cada uno de los 17 Institutos de la Mujer para sus actividades en el maltrato. Lo que supone destinar en 2006 una cantidad suplementaria de 33.252 millones sobre los ya presupuestados por el Estado, además de las cifras de las ya existentes en cada Comunidad Autónoma. A la vuelta del verano, esto es, 2 meses después, el Gobierno decidió ampliar la cifra en otros 80 millones de euros más.

¿El resultado de todo esto?: pues que el número de denuncias de malos tratos crece y el número de mujeres asesinadas también. Y aunque parezca mentira nadie, desde el poder, parece preguntarse por qué eso es así después de todo. Todo lo más que hacen es suponer que el maligno sigue infiltrado en el género masculino y por ello continúan con la inmensa campaña de criminalización de género. ¿Por qué?, se preguntará más de uno: pues por lo dicho, por el miedo que atenaza a quienes podrían reconducir la prevención hacia otros derroteros, más prometedores pero bastante distintos a los que generan tantos beneficios empresariales y políticos.

Todo ese despliegue no cuadra demasiado con los datos empíricos y sin embargo acredita el error estratégico de los políticos y los medios: de las 37.000 órdenes de protección solicitadas en 2005 se concedieron 17.000 y el número de asesinadas sobrepasó los setenta. Al respecto dice el juez Navarro Blasco “Para evitar las muertes hubiera bastado con cien órdenes. Sin embargo, como la mayoría de las mujeres que acaban asesinadas por sus parejas no denuncian previamente los hechos en comisaría o en los juzgados, no se sabe a quién proteger, se actúa por impulsos de opinión pública, dando palos de ciego”. Puede resultar duro oír estas palabras pero no dejan de expresar algo que resulta sumamente significativo: que no es el hombre el culpable de esos asesinatos, que los culpables son esos 72 canallas que asesinaron. Por eso dice el juez “Lo que no se puede pretender es que el juez se dedique a aplicar una justicia de tipo preventivo, que siempre se convierte en injusticia flagrante e insoportable para una de los dos partes en el conflicto, la mujer y el hombre”. (Por si alguien ha dudado: de las 56 mujeres asesinadas en 2006, en sólo tres casos hubo denuncia previa ante la policía y los juzgados).

Así, la base por la que los gobiernos, las leyes y la opinión pública actúan se viene abajo, y demuestra que esa base, la brutal criminalización del género (se habla de machismo después de cada muerte), no es más que una imposición formulada desde el miedo. El miedo de quienes teniendo poder para cambiar el estado de las cosas se acobardan ante su ambición (la suya y la de algún grupo radical amenazante). Las campañas educativas dirigidas a los niños dan perfecta cuenta de la manipulación criminalizadora, como ya contábamos en otro post, pues en el discurso educativo sólo los niños son señalados con el estigma de sospechosos, y además por dos motivos: por ser ellos los culpables de una sociedad que por ser machista genera asesinos y por ser ellos, en definitiva, los potenciales asesinos.

Resulta curioso comprobar la cantidad de gente que se las da de progresista y después, debido a ciertos intereses espurios, estaría dispuesta a extender la culpabilidad del hombre incluso en aquellos casos en los que son los hombres los asesinados (en efecto, cada vez que se produce un asesinato de un hombre a manos de una mujer gran parte de la opinión pública culpabiliza al propio hombre). Y todo porque el estigma de sospechoso (e incluso de culpable) en el hombre es la base sobre la que se asienta toda política (y toda “publicidad” mediática) en lo relativo a los géneros.

De hecho la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LVG) aprobada por el Parlamento español tanto con los votos de socialistas como de populares-, establece, en su art. 1 que «la presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia». Y como comenta Enrique Gimbernat “De acuerdo con este dogma de fe del feminismo, en su versión fundamentalista, de que cualquier vía de hecho, por muy leve que sea, constituye siempre una manifestación de machismo, los arts. 33 sgs. LVG imponen una pena superior a idénticas conductas -lesiones, coacciones y amenazas-, en función de si han sido ejecutadas por una persona perteneciente al sexo masculino o al femenino”.

Hace poco quedaron enfrentados dos artículos que hacían referencia a la supuesta inconstitucionalidad de la nueva Ley. Por una parte, el citado de Enrique Gimbernat en El Mundo ("La Ley de Violencia de Género ante el Tribunal Costitucional") y por otra el de Montserrat Comas en El País ("El Tribunal Constitucional lo ha dejado claro"), uno demostrando la injusticia de la Sippenhaftung -responsabilidad por la estirpe- (del Derecho germánico medieval, según la cual la responsabilidad de quien había cometido un delito se extendería también a su estirpe) y la otra congratulándose con la decisión del Tribunal Constitucional en la que para atajar la desigualdad reinante, que además es al parecer la causa de los malos tatos, lo que hay que generar es una gran desigualdad de los géneros ante la Ley.

sábado, julio 12, 2008

Miedo

I. Ni siquiera el miedo es lo que era. Antes se trataba de algo que te advenía, generalmente a tu pesar, ahora es algo que se te exige. Una sociedad sin miedo es una sociedad libre y nada hay más temido para los gobernantes (que no son necesariamente políticos) que una sociedad libre. Por eso nos imponen el miedo, o mejor, por eso nos imponen la necesidad de padecerlo. Los valientes han sido marginados por anacrónicos. El Sistema vuelve a ser tan coherente como implacable. El miedo nos iguala y ahora estamos en la supuesta defensa de las igualdades. Los héroes no tienen sentido en un mundo en donde todo es relativo, y aun cuando pudieran ser nuestra única esperanza, o precisamente por ello, se les relega.

Que vivamos con miedo es la principal prioridad de todo partido que quiera medrar. Un miedo, claro conculcado de forma disimulada, un miedo encubierto. Un miedo que subyace ante todos los ejercicios de distracción con los que estamos acostumbrados a vivir. Un miedo que subyace a la posible felicidad de quien tenga las claves de su posible posesión. El miedo está ahí, acechando siempre, persistente, conculcado desde las altas instancias para hacernos iguales, porque es el miedo lo que verdaderamente y después de todo, nos iguala. Así, repito, el que no tiene miedo es marginado, pero no tanto desde el ejercicio del Poder, cuanto por el vecino que no quiere verse avergonzado por el valiente.

Tal es la estrategia del Sistema, perfecta: nos conculca el miedo y después nos deja en sus brazos para que seamos nosotros mismos, los ciudadanos, los que marginemos al valiente. Todos los cobardes arropados por el corporativismo igualatorio. Así es como se nos ha abandonado a un mundo perverso en el que la “seguridad” es garantizada, sólo, por el miedo. Quien tenga miedo y lo demuestre será respetado; quien demuestre no tenerlo, será ninguneado cuando no humillado. El valiente es un excéntrico, es decir, un ser situado fuera del centro, y el centro, como veíamos en el post anterior, es algo que se disputan todos los execrables; para dar pábulo al miedo, lo único que, una vez asimilado por el ciudadano, garantizará el éxito de los que quieren medrar. El valiente no puede estar, por definición, ubicado en ningún centro, pues es en el centro y desde el centro donde no existe ni puede existir la lucha. En el centro sólo puede existir el centro, ese lugar que equidista de todo.

II. El miedo conculcado, cuando se convierte en la clave del éxito de todo aquel que quiera medrar, carece de ideología. La ideología no existe en la estrategia del Control. La ideología no tiene cabida en un mundo dirigido por la BMW, la Deutsch Bank y la Coca Cola (y no por Bush, ¡idiota!). El miedo es, simplemente, un arma, el arma por antonomasia del siglo XXI. Avance con retroceso, pues: estamos en una nueva Edad Media. El miedo es el perfecto salvoconducto que garantiza el Control, es decir, el Poder.

El miedo conculcado nace parejo a la Corrección Política, una perfecta y sofisticada forma de censura, la que se fundamenta en la autocensura. El miedo es, pues, conculcado en la medida en que es exigido. Desde que se impusiera la insuficientemente valorada Corrección Política nadie se encuentra a salvo si no tiene miedo. Da igual que se piense en política que en cultura; será el miedo quien rija el destino de todo el quehacer humano. No es un miedo a lo desconocido sino un miedo a conocer. El des-conocimiento nos iguala, aunque sea por la parte de abajo y por la puerta falsa. Y no exime, cierto, pero irresponsabiliza, infantiliza, elimina cargas. Y nos iguala. Y aunque la igualdad que proporciona el miedo sea una igualdad canalla no deja de ser una forma de igualdad, la perfectamente acorde con la Cultura de la Queja. El miedo, es sabido, paraliza e impide el desarrollo del argumento; lógicamente, pues nada más alejado del miedo que la Razón. En la Era del Miedo, los razonamientos carecen de valor, pues lo importante es la igualdad que produce el acobardamiento. Edad Media.

III. Pero insisto, el miedo conculcado, es decir, el miedo asentado en el ciudadano a instancias de una estrategia, es un miedo que se da en todos los ámbitos e incide desde todos los flancos. Nada construye mejor la carrera de un artista, por ejemplo, que el miedo. Todo aspirante a artista sabe mejor qué es lo no debe hacer que lo que debe hacer para triunfar, y eso no es más que la máxima expresión del miedo. Y hablo del artista porque él es el paradigma de la Libertad. Que nadie se lleve a engaño, si hay alguna clave del triunfo para un aspirante a artista, ésta se encuentra en la estrategia, una estrategia en la que debe tenerse muy en cuenta a los profesores, los críticos, los comisarios, las modas, las tendencias, los galeristas, los museos, el mercado en definitiva. Y si uno se equivoca en uno de sus pasos echa al traste todo; así pues, se impone el miedo, el miedo a no equivocarse. Hay que llevarse bien con éste, hay que conseguir hablar con aquél, a éste tengo que decirle esto, a aquél tengo que decirle esto otro, tengo que estar a buenas con ese, sólo conseguiré algo si hablo con aquél, al que además no puedo caerle mal, tengo que cubrirme las espaldas, no puedo decir lo que pienso a esos… Si algo falla en la cadena todo esfuerzo será vacuo. Y sin miedo el fallo está asegurado. Y fíjense ustedes que en ningún momento se hace referencia al producto arte y mucho menos a éste asociado a conceptos como el de calidad, talento, estilo, etc. El miedo es la clave del éxito por encima del propio producto que da nombre a la disciplina. Así, un aspirante artista sin miedo no dejará nunca de ser aspirante. Se verá por el Sistema como prepotente y soberbio, y será marginado sin acritud ninguna.

IV. El del arte era sólo un ejemplo que pretendía demostrar, mediante lo que es entendido por todos como el paradigma de la Libertad, que el miedo está instalado en una sociedad que lo ha recibido con los brazos abiertos. Vivir con miedo es vivir con seguridad, valga la paradoja. Además el miedo es un método de igualamiento, decíamos, perfectamente acorde con la Cultura de la Queja. Así que la Era del Miedo es la era de los victimistas y de ahí el éxito de las minorías y de lo diferente. Son ellos los que marcan las pautas de igualación. Por debajo, claro. En las escuelas, que es por donde empieza a instalarse la cultura del miedo, el nivel lo imponen lo más torpes, los más perezosos, los más atrasados. De ahí en adelante todo quedará marcado por un entendimiento de la igualdad cuyo único fin es empobrecernos… con todo el miedo posible metido dentro del cuerpo. Por tener, hasta tienen miedo ya muchos padres de sufrir denuncias por parte de sus hijos.

El miedo conculcado, cuando se convierte en la clave del éxito de todo aquel que quiera medrar, carece de ideología. La ideología no existe en la estrategia del Control. Viven del miedo (del que provocan y del que tienen) los de derechas y los de izquierdas. Porque el miedo lo padecen también quienes lo conculcan; es la llave maestra que abre posibilidades. Era eso de lo que se trataba, de encontrar una llave que abriera igual una puerta blindada que una puerta falsa. Y el miedo permite ciertas negociaciones que son concesiones cobardes encubiertas.

El miedo no sabe del honor debido a su carácter irracional. Otro de los motivos éste por el que los valientes deben ser erradicados en la Era del Miedo: por el anacronismo que a muchos suscita el tema del honor, ligado al de la dignidad. Ya lo decíamos, en un mundo relativista hay actitudes que han quedado obsoletas y han sido sustituidas por otras que toman su prestigio a través de la pereza y la cobardía. Serían las actitudes buenistas, que encubren una desmesurada ansia de poder. El buenismo sería la consecuencia de la pereza, la cobardía y la ambición. Y si para mi algo define a la clase política actual (que no está compuesta sólo de políticos) es esto. Unido a una ignorancia que cotidianamente se demuestra abisal.