lunes, agosto 22, 2011

España...

Sigo sin recordar el tema que me ocupa tantas horas al día (ver antepenúltimo post), pero sigo rodeado de los mismos libros y de unos pocos más. Mi mesa es un skyline de panorama cambiante. Todos ellos se refieren de manera más o menos directa a cuestiones estéticas. La mayoría son nuevos, pero otros fueron ya subrayados hace tiempo. Se trata de un tema que, como ya he contado en otras ocasiones, ocupa una buena parte de mi biblioteca. Y de mi cabeza magnetizada.

En el primer párrafo del libro de Jean-Marie Schaeffer Adiós a la estética leo lo siguiente: “A pesar de las apariencias, el título de este ensayo no debe leerse como una declaración personal. Simplemente traduce, admito que de manera algo adornada, mi diagnóstico respecto a la renovación de la reflexión estética a la que habríamos asistido en Francia durante el último decenio. […] los debates han encontrado –al menos de momento- un eco público más allá de la esfera de la filosofía profesional…”.

Podría no dársele la importancia que verdaderamente tiene. Y quizá no suela dársele debido a una significativa costumbre aquí adquirida. Pero, bien miradas, las cosas cambian (como casi siempre). Por eso me escandalizan frases tan aparentemente inocuas como “…la renovación de la reflexión estética a la que habríamos asistido en Francia durante el último decenio.”

¿Renovación?, ¿reflexión estética?, ¿último decenio?, y la más importante ¿dónde se ha dado esa reflexión que ha provocado una renovación tan importante en la estética? Respuesta: en Francia. O dicho de otra forma: en España NO, por supuesto. ¿Qué ha pasado pues en España respecto a esa importante renovación estética en el pensamiento; dónde se ha producido el "debate"? Respuesta a la primera: estéticamente hablando NADA. Respuesta a la segunda: ¿qué debate?

Así que, en efecto, sólo nos queda leer lo que dicen, entre otros, los franceses. ¿Qué ha pasado entonces en España respecto a un pensamiento estético que pudiera codearse con el pensamiento allende nuestras fronteras, ya sea con el continental ya sea con el analítico? Respuesta: ¿España, pensamiento qué? En su libro Schaeffer cita a algunos autores con los que discute o con los que acuerda. ¿Alguno español? Respuesta: usted mismo.

Cambio de libro, ahora es Antropología de la imagen de Hans Belting, que tiene 17 páginas de relación bibliográfica. ¿Cuántos autores españoles le han servido al bueno de Hans para elaborar su interesante tesis antropológica? En efecto: ninguno. Cojo ahora Teoría de la imagen de W.J.T. Mitchell, a quien podría considerarse el teórico más influyente del panorama actual, ¿algo quizá de España, una propina aunque sea? Respuesta: NO, NADA y se trata, posiblemente de alguien que se ha leído casi todo. Cojo ahora tres de golpe, Paisajes sublimes de Remo Bodei (con 23 págs. de citas y notas bibliográficas), Lo grotesto de Wolfang Kayser (con 25 págs. de referencias bibliográficas usadas para realizar su estudio) y Lo fantástico de Remo Cesarini (con 14 págs. dedicadas a la bibliografía). Total: 79 páginas repletas de referencias bibliográficas escritas en letra pequeña. Pregunta, ¿algún español? Respuesta suavizada: hmmm... NO.

Por último acudo a un libro que podría sacarme de la obnubilación que sufro, pues se trata de un libro que analiza, como su mismo título indica, La querella del arte contemporáneo, así en general. En él, en efecto, se analizan las variadas posiciones que ciertos pensadores han ido tomando en referencia a las formas de entender el arte y la estética hacia finales del XX. Los nombres importantes que salen a relucir son, evidentemente, no españoles. He acudido a mi biblioteca para consultar las bibliografías de todos esos autores, unos más antiguos y otro más actuales (Clement Greenberg, Nelson Goodman, Yves Michaud y Rene Clair, entre otros muchos). Pero también salen en el libro nombres menos importantes, pero igualmente traducidos al español; los consulto. ¿Y qué?, ¿algo?, se preguntará más de uno. Respuesta: NO SOMOS NADIE, queridos. Como NADIE somos en el mismo arte contemporáneo, cuyo mercado español representa un miserable 0’6% del mercado mundial.

En todo caso ¿a quién cabría achacar este desaguisado que demuestra el cero absoluto? Respuesta: ¿Qué tipo de conocimiento es impartido en las Universidades de este país? ¿Qué tipo de conocimiento adquieren los alumnos? ¿Quién les otorga los “cum laude” a los alumnos cuando se les considera legítimos investigadores? ¿Qué clase de tesis se les exige? ¿O se trata después de todo de una cuestión de editoriales? ¿No será que las editoriales no publican las únicas cosas que valdrían la pena debido precisamente a que en ellas existe investigación y tesis, esto es, riesgo? Respuesta: España de mis huevos.

viernes, agosto 12, 2011

Histeria, esquizofrenia y blackberrys

Lo podemos ver a diario y en TODAS las cadenas de televisión. No hay cadena que no cuente con su particular programa de reportaje callejero, y no hay reportaje que evite el estilo que al parecer demanda el público del presente: un periodista sin rostro que con una cámara al hombro se dirige a los personajes que persigue y filma. Y todos encantados de ser filmados.

Lo podemos ver a diario y en TODAS las cadenas de televisión. Miles de jóvenes enloquecidos en lo que podríamos denominar vida nocturna. Todos los jóvenes están deseando que lleguen los fines de semana o las mismas vacaciones para enloquecer rodeados de sudor, alcohol, drogas y mucho sexo. Todos los días en cualquier cadena podemos comprobar la cantidad de jóvenes que disfrutan la noche disipándose a base de música ensordecedora y arrítmica y a base de pastillas y alcohol. Pones la televisión y ahí está uno con la corbata atada a la frente y gritando “Marcha a tooooope” con cientos de personas detrás de él yendo a la suya, que es la de todos. Cambias de canal y ahí está el otro enseñando el cubata a la cámara y gritando “mola mogollón, esto es la hostia”, mientras su amigo le coge por el hombro y le saca la lengua a la cámara. Y cambias de canal y ahí está ella, enseñando las bragas y expresando con claridad su sentir, “yeh, yehhhhhhhh”. Cambias de canal y aparece un chico formal que desde su puesto de trabajo comenta su ritmo de vida. Nos enteramos que detrás de esa formalidad se encuentra su pasión, la “marcha” de los fines de semana. La cámara le sigue durante el fin de semana, pero sólo puede mostrar lo que puede verse, que es sólo la punta del iceberg. Desenfreno. EL chaval ha perdido su humanidad desde el viernes por la noche y ahora parece un cavernícola; grita groserías, bebe dirigiéndose a sus padres con un saludo cínico y se sube a bailar encima de un coche que tiene al lado. Una de las chicas que le acompaña no tiene reparos en soltar un par de intimidades en absoluto estado ebrio. Cambias de canal y aparecen una docena de chicas con las tetas operadas bailando en el trampolín de una piscina y cambias de canal y te encuentras las confesiones de una pandilla de chavales que han ido a veranear a Benidorm y se encuentran en un club en el que trabajan dos mujeres (madre e hija) que tienen un espectáculo que consiste en meterse cosas por el coño. Cambias de canal y aparece un reportaje de una fiesta gay que se celebra cerca de Barcelona y dura una semana. Música continua, alcohol, espectáculos y una piscina en la que caben 5.000 personas chapuzando. Diran, son cosa de la televisión, que ya se sabe. Y yo diré, sí.

TODOS esos jóvenes no parecen necesitar gran cosa. Sólo quieren divertirse. Y por eso TODOS aparecen eufóricos ante las cámaras. TODOS están muy contentos y, sobre todo, TODOS tiene su blackberry en el bolsillo, aunque las cámaras sean incapaces de captarlo. TODOS, ya sea del 54 % de los jóvenes que trabaja o ya sea del 46 % que está en el paro. TODOS. De lo único que no hay duda es que TODOS esos miles de jóvenes que salen de marcha nocturna tienen su blackberry en el bolsillo. “Es es lo que hay”, que dirían ellos.

Los vimos en todas las cadenas de televisión hace unos meses; en la periferia de París incendiando coches, ahora los vemos en varios lugares de Inglaterra incendiando casas y saqueando negocios, según ellos porque les falta para comer. Pero TODOS con el móvil en el bolsillo, incluso los menores de edad. “Es es lo que hay”, que dirían ellos.

lunes, agosto 08, 2011

Libros

La razón por la que estoy publicando pocos posts no se encuentra ni mucho menos en las vacaciones. Más bien diría que precisamente por estar de vacaciones estoy dedicándole TODO el tiempo a la lectura y la escritura. Y quien me conoce sabrá que cuando hablo de lectura hablo de ensayos, no de ficción. Por no mentir, y por circunstancias ajenas a mi voluntad -en serio-, he leído una novelita simpática que me ha entretenido dos días. Dos. Pero me he recuperado rápido, he superado el trance y vuelvo a estar en lo único que vale la pena en estos tiempos de verbena psicótica y ensalivada: el pensamiento.

Y cuando digo TODO es TODO. Porque no tengo hijos, ni plantas ni ridículos gatitos.

Desde hace dos meses me encuentro escribiendo sobre un tema del que ahora no logro acordarme pero que me ocupa cerca de 10 horas al día. No me atrevo a preguntarme de qué me sirve el escribir porque si lo hiciera dejaría de hacerlo, precisamente porque no tiene mucho sentido cuando, por una cuestión de moda (más que de bancos), andamos inmersos en unos tiempos de verbena psicótica y ensalivada. Con tangas, abdominales, cocaína y televisión.

El caso es que, debido al texto que me encuentro escribiendo, estoy ahora rodeado de libros. Sólo en mi mesa de trabajo hay exactamente 14. Y excepto los tres que pertenecen a la misma colección podría decirse que son todos muy distintos entre sí. Parece mentira la cantidad de posibilidades que existen a la hora de diseñar un libro (al igual que las gafas, a las que dediqué dos años en lo que respecta al diseño). Los formatos, las tapas, las portadas, las tipografías, los papeles, las cajas del texto. Con los libros pasa lo que con cualquier otra cosa. Si todos los diseñadores de sofás tuvieran buen gusto sólo habría un tipo de sofá. Porque lo que no puedo creer es que el libro de Akal que tengo ahora entre mis manos pueda gustar a alguien. Ni el de Amorrortu, ni el de Barataria, y cada uno por motivos distintos. Se trata de libros que adolecen de algún mal que los hace impracticables. Sí, impracticables.

El de Amorrortu tiene un formato pequeño y su encuadernación te exige acrobacias manuales. Podría esta editorial aprender de otro libro que también se encuentra en mi mesa, un libro de una editorial con experiencia en libros pequeños, de bolsillo o no: Alianza. Cómodo y barato debido a las pocas pretensiones que ostenta. Los tres que pertenecen a la misma editorial, La balsa de la Medusa, son perfectos por lo que respecta a la adecuación del contenido y la forma, así como a la caja de los textos, el color del papel y el tamaño de la letra, pero fallan en el diseño de las portadas. El de la editorial Comunicación social es un libro que se encuentra, cómo no, acorde con el tipo de libros de V.V.A.A.: feo, con portada circense, letra demasiado pequeña y notas escritas en un tamaño no apto para gente astigmática y despistada. El de Arola Editores adolece de lo mismo, pero en más blanco, o sea, en peor; y con fotos de los autores en páginas impares y grises, un horror. El de Paidós es correcto como un señorito de ciudad; con la tapa demasiado acharolada. El de Barataria es como un bocadilo de mortadela y por eso el texto no cabe en la página. El de Akal contiene dos de los defectos que combinados hacen de la lectura un sacrificio casi innecesario: el papel blanco y satinado con una tinta negra que parece no haber secado. La lectura en estas circunstancias resulta tan incómoda que conviene investigar por toda la casa para averiguar cuál es el lugar en el que la incidencia de la luz no exige tener que estar moviendo el cuello todo el rato como una gallina. El de Katz es sobrio, como a mí me gustan los libros, sin foto en la portada, buen formato, buen papel y con la justa importancia dada a las ilustraciones (en pequeño y en mono-tono). Y por último el de Siruela, libro que sólo puede (y debe) leerse con monóculo, una maravilla de artefacto.







miércoles, agosto 03, 2011

Censura

La corrección política ha vuelto a dar muestras de su tremendo poder mostrenco. Y después del revuelo organizado, como es habitual, nada de nada. Es precisamente por eso, porque nunca pasa nada, por lo que la censura actúa siempre a sus anchas. Ya lo comenté en el primer post de la nueva época de este blog, la censura es una forma propia de las sociedades corroídas por la corrección política. Y por ello mismo les resulta imposible escapar de ella a quienes se han servido de ella para medrar.La corrección política no es más que un mecanismo perverso que consiste en ofrecer individualismo para después exigir solidaridad. En este sentido actúa como la mafia, dar primero y no exigir nada a cambio… hasta el momento de la verdad.

En cualquier caso, el término corrección política ha sufrido una suerte de inflación que ha permitido rebajar su maléfico poder (lo cual forma parte de su estrategia de expansión). Todo el mundo habla de corrección política confiriéndole el significado variopinto que le interesa y lo que resulta más curioso, desentendiéndose siempre de su implicación ante él. Sobre todo, y fundamentalmente, el sistema académico universitario, lugar en donde se cultiva con esmero el germen de la más pura corrección política. La CP se encuentra tan perfectamente inoculada desde ese Pensamiento Único producido desde la Universidad que resulta muy difícil escapar de ella una vez se ha aceptado la posibilidad de medrar en su Sistema. La Universidad española sólo quiere prosélitos, esto es, becarios sumisos que mantengan la endogamia que genera la perfecta Cosa Nostra.

Y después están los medios de comunicación, que hábilmente denuncian los casos de censura más elocuentes y espectaculares pero que después la ejercen con una precisión de cirujano. Y más la ejercen cuanto más hacen alarde de la defensa de las libertades. De expresión, claro. Porque la CP es aquello que permite medrar con tranquilidad y seguridad a quienes la ejercen. En verdad, puede alguien avanzar en el ejercicio de cualquier actividad cultural sin necesidad de recurrir a ella pero el esfuerzo que debe hacer es 5 veces mayor que quien sí la ejerce. Algo que sucede, precisamente, por lo que comentaba en el post anterior. Resulta sumamente complicado y cansino no hablar “en previsible”. Y no hacerlo obliga a un esfuerzo que se dirige a superar las barreras que desde el principio te impone aquel que te pide explicaciones acerca de la impropiedad de lo apuntado desde la verdadera libertad.

En el primer post de la nueva época de este blog apuntaba que el poder de la CP se encontraba en el miedo, el miedo que sufría todo aquel que dependiendo de ella (en su profesión) comenzaba por autocensurarse. No se trataba de pensar que la buena de Tita Cervera pusiera trabas a la selección de obras de arte que hiciera el prudente Guillermo Solana –para la exposición Las lágrimas de Eros-, sino más bien de pensar en las imágenes que éste tuvo que apartar de su mente para que el proyecto fuera viendo la luz verde. Así, el Pensamiento del ahora es Único en la medida en la que es social, con absoluta independencia de los individuos. Éste es sin duda el gran acierto de la estrategia de expansión de la CP, que logra que el individuo viva con normalidad una esquizofrenia aguda si ésta le va permitiendo medrar. En su casa piensa un acosa, en público expresa la contraria. La CP basa su poder en el individualismo atroz conculcado –con éxito- desde su propuesta relativista que presupone la muerte de la Historia, del Arte, de Dios y de los Grandes Relatos, y en el miedo que produce perder lo conseguido debido a la aceptación de su norma implícita (no explícita), la que consiste en serle fiel... en el momento de la verdad, que no es otro que el momento público, el social, el emomento en que uno debe mostrarse como un ser solidario (?).

Por eso resulta inexplicable que la censura haya vuelto a hacer acto de presencia por una tontería como lo de la foto del Festival de Mérida, pero lo que verdaderamente resulta repulsivo es que los medios se hagan cruces al respecto cuando ellos son, junto con el Sistema Académico, los máximos inoculadores de la Corrección Política. Los censores de la foto en cuestión no han hecho sino dar muestras de una rabia tan desproporcionada como ingenua (y muy estúpida), pero lo que han hecho los medios no es sino demostrar lo que más arriba apuntaba: que lo único que les preocupa a quienes ejercen el poder mediático es desentenderse de cualquier implicación respecto a la verdadera carencia de libertad de expresión. Y por eso les vienen tan bien casos como éste, ya que con su denuncia consiguen ocultar su persistente dedicación diaria a ejercer la corrección política.

Coda. Debido a la inmediatez con la que se generan algunos de estos textos se me escapan errores de concordancia, etc., que espero me disculpen los lectores. Prefiero disculparme a corregirlos.