sábado, marzo 26, 2016

Flora autóctona y sexo

Cuando llegamos al punto de reunión ya hay un buen grupo de gente variopinta esperando en la esplanada de la hermita, donde nos ha citado la organización. Nos espera una visita guiada por la ladera del Montgo en sus lindes con el Cabo de San Antonio. Me siento algo extraño participando en este tipo de actividades, pero la llevo a cabo por dos motivos: primero porque me hace ilusión ir acompañado de mi hermano y mis dos sobrinos mellizos; y segundo porque llevo demasiados años habitando este lugar costero sin saber nada acerca de su flora autóctona ni de su historia más singular ligada a las costumbres. Para llegar a ese punto de encuentro hemos tenido que recorrer 5 Kms. por una carretera sinuosa muy conocida por estos lares. También hemos tenido que pasar por el acceso a una famosa discoteca que varias generaciones llevan disfrutando y que se encuentra muy cercana a nuestro punto de encuentro. Mis sobrinos, aún algo jóvenes para moverse con cierta libertad nocturna, pero con el ansia metida en sus cuerpos adolescentes, abren las orejas y nos hacen preguntas acerca de ella.

Nos recibe el amable organizador, que nos da las pegatinas de reconocimiento y nos cobra por la sesión guiada contratada. Al final seremos 14 personas las que recorreremos los senderos del Cabo San Antonio escuchando a una guía tan entusiasta como entusiasmada. Se nota que le gusta su trabajo y desde luego lo hace con una pasión contagiosa. Es bióloga y se sabe los nombres de todas las especies florales de la zona. Nos cuenta cosas sin duda interesantes acerca de los molinos y los hornos de cal típicos de la zona. Tal es su pasión por la flora autóctona que nos desvía unos metros del camino porque ayer, paseando ella sola por el terreno ajeno al recorrido, descubrió una orquídea salvaje. Hay que acercarse para verla pues no mide más de 12 cms., carece de flor, y podría pasar por cualquier cosa que no se llamara orquídea. Pero allí estamos todos alrededor de ese tallo admitiendo su incomparable belleza. Yo de hecho me agacho dos veces para encontrársela, la belleza, la que sin duda posee. Otros no se agachan pero la ven igualmente, su belleza, aún estando a 15 metros de ella. Los niños más pequeños no dicen nada.

Hay algo en su discurso que resulta sumamente interesante por imprevisible: no parece estar afectada por el espantoso incendio que hace 3 años asoló 400 hectáreas de pinos y arbustos. Ese incendio que todos nos dejó desolados. Más bien al revés, parece incluso contenta. Y su explicación se hace cargo de tan extraña desafección. Según Teresa, que así se llama nuestra simpática guía, los incendios son malos cuando acaecen por causas humanas pero son sanos y renovadores cuando lo hacen por causas naturales. Teresa es de esas personas que no dudan en afirmar, cada vez que pueden, que la naturaleza es más sabia que el ser humano (?).

La cuestión es que tras el incendio comenzaron a aparecer brotes de toda esa flora que resulta ser tan autóctona que sólo puede crecer a velocidad de vértigo. Fundamentalmente las palmeras de arbusto y los pinos. “Todos esos pequeños matorrales verdes que veis a vuestro alrededor -nos dice- son pinos” y acto seguido nos cuenta, casi excitada, cómo hacen los pinos para salvaguardar su especie ante el inminente poder destructivo de las llamas. Que lo hacen.

Ante explicaciones como ésta mi hermano bromea y le dice a su hijo “mira que interesante, todos estos conocimientos los podrás utilizar cuando vengas a la discoteca y ligues con una chica; le hablarás de todo esto y la tendrás a tus pies”. Mi sobrino, que es poco discutidor, lo mira de reojo y todo lo que alcanza a decir es “no sé”; pero mi sobrina que no se calla ni debajo del agua no duda en decirle a mi hermano “desengáñate papá, a las chicas nos gustan más los chulos que los frikis”.

viernes, marzo 25, 2016

Cayetana Guillén Cuervo y Victoria Vera

Cayetana Guillén Cuervo y Victoria Vera, por ejemplo

Cuando en un programa cultural -o no- dos o más mujeres se juntan ante un micrófono o una cámara emergen las consecuencias de la corrección política, que sabemos no es más que un sistema de control cuya principal función es, en contra de toda apariencia, hacer que ciertos problemas permanezcan vigentes para mantener vivas infraestructuras sumamente poderosas y por tanto rentables. Así, por ejemplo, los problemas derivados de la interrelación que generan mujeres y hombres.

Los resultados de la aplicación de la corrección política en este asunto no han mejorado la situación ni un ápice en los 35 años que lleva ejerciéndose, al menos a tenor de lo que nos cuentan. La mal llamada violencia de género y peor llamada violencia machista, pues, no ha disminuido con 35 años de control de la Opinión Pública. Según dicen. Pero insisto, estoy haciendo referencia sólo a ese machismo mediático que hace referencia a los problemas de pareja, a ese que se anuncia a bombo y platillo a diario y desde todos los medios, a ese que se anuncia con la violencia del hombre sobre la mujer.

A lo que yo apostillaría: no ha disminuido debido, precisamente, a la errónea estrategia elegida por ese sistema de control. Errónea como demuestran los datos, esos mismo datos que nos ofrecen de forma tan regular como pertinaz todos los medios de comunicación, tan abducidos por ese sistema de control que es la corrección política. Errónea, pues, por contrastada. Errónea, pues, por demostradamante ineficaz. Ineficaz, pues, por la pertinaz voluntad de quien usa los datos para mantenerla y perpetuarla.

Con normas no escritas, pero que no por ello dejan de ser normas que se traducen en hábitos. Dos mujeres ante un micrófono o una cámara -en un programa cultural, o no- tienen dos objetivos interdependientes que cumplir:

1. Aprovechar cualquier momento para introducir ese “particular” victimismo que tanto se nutre de la corrección política. Y hacerlo venga o no venga a cuento.
2. Y tan importante como el primero: derivar siempre ese victimismo hacia el desprecio del varón, con el insulto o la criminalización.  

Hace unos día lo volvimos a ver. Y sucedía, como siempre, con la más absoluta naturalidad. Cayetana Guillén Cuervo le hacía una entrevista a Victoria Vera en un programa cultural de La 2 con motivo del estreno de Salomé, obra de teatro protagonizada por la misma Victoria Vera.

Pero antes de acudir a sus palabras y valorarlas en sus justos términos podríamos hacernos unas preguntas necesarias, ¿quién es Salomé, de qué va Salomé? Según los evangelios sinópticos, Salomé, hija de Herodes Antipas y de Herodías, manda decapitar a Juan Bautista y ordena que su cabeza le sea servida en una bandeja de plata. Así, y por simplificar porque no hay otra, Salomé como mujer sin escrúpulos, como mujer malvada que consigue su objetivo a partir de sus dotes de seducción -armas de mujer- y, además, aconsejada por otra mujer, su propia madre.

Sin embargo la Salomé que venía a promocionar Victoria Vera no era la de los evangelios sino la de Oscar Wilde, en pieza teatral que viene a introducir un plus de maldad sobre el personaje, pues ésta manda decapitar a Juan Bautista -por el que se siente morbosamente atraída- no tanto influida por una tercera persona -su madre- cuanto debido al rechazo que de él sufre directamente.

Cuando Cayetana Guillén Cuervo le pregunta a Victoria Vera por su personaje ésta dice “no hemos (sic) querido mostrar a una Salomé depravada, sino a una Salomé despechada, dolorida, marginada, aislada”. Así, no depravada por asesina como era de prever, sino dolorida, marginada y aislada (?). Ese sería, en fin, el subtexto de la Salomé desde el punto de vista que la propia actriz y productora transmite en la entrevista (en definitiva: dos mujeres ante un micrófono en un programa cultural). Y entiéndase esa interrogante de antes como el desconcierto sobrevenido ante tres conceptos agrupados -dolor, marginalidad y aislamiento- junto al que es causa del asesinato -el despecho- y enfrentados al que le es propio -la depravación-. Así, si Salomé ya no es depravada y el despecho es apriorístico y por tanto consustancial al personaje (que es ese y no otro), nos encontramos con que la Salomé que nos es mostrada es una persona dolorida, marginada y aislada. Pobrecita. La pregunta ahora sería: si de lo que querían hablar era del dolor, la marginalidad y el aislamiento de una mujer, de la mujer, ¿por qué elegir a una mujer que manda asesinar por despecho? ¿Por qué elegir la historia de Salome?

Pero ahí está su corporativa amiga para echarle una mano y situar la entrevista en sitio que reclama el sistema de control. Cayetana le pregunta a Victoria sobre el despecho y esta le contesta “el despecho es un sentimiento masculino y femenino, pero el de un hombre es más fuerte y hace más daño que el de la mujer; el de la mujer es más pasional, el del hombre más... reconcentrado”. Ya estamos en plena orgía.

¿Qué ha pasado entonces? ¿A qué puede venir la necesidad de matizar el concepto despecho atendiendo al sexo? ¿No se trataba de ir a la entrevista a promocionar la Salomé de Oscar Wilde en el Teatro Fernando Fernán Gómez? ¿Qué pinta entonces la inclusión del discurso combativo? ¿Qué pinta, además, en una obra que precisamente ubica la maldad en una mujer? Pues que, seguramente, para ellas no somos tan iguales después de todo, tal y como sin embargo asegura machaconamente el precepto feminista que ellas mismas reivindican. De hecho el discurso feminista expresado desde el sistema de control se pasa la vida matizando diferencias que, siempre e invariablemente, loan a la mujer y desprecian al varón. Vean si no el caso que nos ocupa: cuando todo hacía parecer que éramos iguales (la mujer puede ser tan mala como el hombre) llega la entrevista cultural y aparece un discurso en el que, definitivamente, el hombre deberá siempre aparecer como peor. No sólo hay que salvar a la mujer; hay que hacerlo condenando al hombre.

Según la entrevistada, el despecho será siempre más dañino en los hombres, por reconcentrado. Y menor en la mujer por atenerse a motivos pasionales.

Por cierto, no deja de resultar curioso que para conseguir tales propósitos el discurso feminista se vea obligado a hacer estas afirmaciones tan machistas, pues no podemos olvidar que la pasión es la justificación primaria de todos esos varones que por despecho se cargan a sus novias o mujeres. Si aceptáramos que lo que salva a una reacción negativa (el despecho) es una condición entendida como positiva (la pasión) no veo por qué no puede tratarse de un atenuante en los crímenes pasionales. Pero son tantas las ganas de despreciar lo masculino que para rematar la faena es la misma cayetana quien inmediatamente después de la intervención de Vera confunde despecho con venganza y por eso dice que “[el despecho del hombre] se sirve en frío”. De la orgía al orgasmo.

Pero aunque es el estreno de Salomé el motivo es la entrevista, aún le da tiempo a Victoria Vera a hacer otras muchas afirmaciones tan del agrado del sistema de control. Cito textualmente lo que dice de carrerilla: “La violencia de género es un drama absoluto, algo impensable; quiero decir, es algo que se te revuelve todo por dentro cuando oyes una noticia de un tipo que ha asesinado a una mujer; es que es muy fuerte que en nuestros días se asesine de esa manera tan terrible, ¿no?; parece como si no hubiéramos adelantado nada en esta vida, es como volver atrás; la mujer ha perdido además... todo lo que ha ganado de alguna manera lo ha perdido, o sea, hay como una especie de todo lo que ha ganado en libertades lo ha perdido en respeto”.

Dejo abierto al lector cualquier análisis sobre el texto.

En cualquier caso, y para quien aún albergara alguna duda, oigamos lo que contesta Victoria Vera a la última pregunta de su entrevistadora “¿Con qué te quedas de tu personaje?”. Así Vera textualmente: “Me quedo con la verdad que ella tiene; ella tiene su verdad, ella sabe que está en un sitio tóxico, con gente tóxica y que es su familia además, la familia que le toca. Entonces esa razón, esa reflexión, ese sentido común es muy interesante, porque ella dice de aquí no voy a salir, pues le corto la cabeza… hago lo que sea, y yo seguramente moriré pero bueno he dado un paso”.

Imaginen ahora estas palabras que siguen en boca de un hombre abandonado por su mujer (por los motivos que sean):

“Sé que la relación con mi mujer es tóxica y que no hay nada que hacer, así que desde la razón, la reflexión y el sentido común he decidido que le voy a cortar la cabeza; yo seguramente moriré después, pero bueno, habré dado un paso”.

lunes, marzo 21, 2016

Afortunado y misántropo

Por ese orden porque el orden de los factores sí altera el producto.

Vengo de estar 6 días fuera de Valencia, los que han durado sus fiestas patronales. Un viaje de huída puede ser un viaje de placer. Lecturas, reflexión, amistad, gastronomía y paisajes.

Durante esos 6 días he recibido mensajes telefónicos de 4 personas; tres de esos interlocutores se dirigían a mí sirviéndose del teléfono para realizar meras consultas o puntualizaciones (de citas, fechas, avisos, entregas…).

Durante esos 6 días también he tenido que compartir mesa y mantel con 5 personas -amigables- en tres comidas distintas. Y ahora, el dato: en el transcurso de esas tres comidas -de 3 horas cada una- nadie hizo uso del móvil; quiero decir, nadie sacó su móvil para mirar su estado y por supuesto nadie dejó su móvil encima del mantel. ¡Y claro está: nadie fotografió la comida!

¿Qué conclusión extraigo de todo ello? Pues que soy un tipo afortunado.

Addenda. Hace cosa de dos semanas recibí un mensaje telefónico en el que se me incorporaba a un grupo. Ya saben (y si no saben, mejor). Yo no lo había solicitado pero así es la cosa: uno queda incorporado a un grupo de mensajeros a pesar de uno mismo y sólo porque a uno de tus conocidos se le ha ocurrido la gracia. A los pocos minutos había recibido 9 notificaciones. Inmediatamente intenté borrarme del grupo, pero dada mi manifiesta ineptitud con los dispositivos tecnológicos sólo supe silenciar las notificaciones. A la mañana siguiente tenía 139 mierdajes que habían llegado silenciosamente pero que no por ello habían dejado de ocupar mi interfaz. Tuve que hacer, de nuevo y una vez más, uso de mi sobrino, que me enseñó a salirme del grupo. ¡A mí qué coño me importará lo que a todas horas digan 25 -o las que sean- personas que se aburren!

Como siempre y como en todo, es una cuestión de límites. Por las indagaciones que he realizado sé que las adolescentes reciben una media de ochocientas notificaciones… ¡al día! ¡De media! Algo menos los varones, que están más preocupados en esquivar coches a alta velocidad o a destruir zombies en el mismo dispositivo. Pues bien, aceptemos que se trata de un efecto de los nuevos tiempos y que por ello ataca fundamentalmente a los más frágiles, los niños. Pero ¿qué decir cuando esa ansia de hipercomunicación psicótica la sufre una persona adulta? Desde luego que hay pocas cosas tan patéticas como ver a una persona mayor (?) enganchada a su móvil. Muy pocas. 

sábado, marzo 19, 2016

Vídeo de la ponencia impartida en la Universidad Complutense con motivo del Congreso titulado LAS DIOSAS.
https://vimeo.com/128777646




martes, marzo 15, 2016

Gamificación

Gamificación

Hace unos días fui invitado por la Universidad de Murcia para dar una conferencia que surgió a partir del último de mis libros publicados, De otro(s) mundo(s). Una aproximación al paisaje sintético. Lo había leído el profesor Borja Morgado, profesor de Fotografía, y consideraba que había motivos más que suficientes para interesar a una buena parte del alumnado de la Facultad de Bellas Artes; no sólo a sus alumnos de curso, sino a otros a los que por afinidad temática podían también sentirse atraídos por el tema; muchos de ellos alumnos que se encontraban realizando cursos de posgrado. Y por eso buscó la fecha y la hora que permitiera venir a la máxima gente posible.

 

Llegué con media hora de antelación lo que nos permitió a Borja y a mí tomarnos una cerveza. Él aprovechó para prevenirme: “no sabemos cuánta gente va a venir… últimamente los alumnos no parecen tener demasiado interés… ya sabes”. En efecto: sé. Miren si sé que sé que no hay nadie en mi escuela que haya leído el libro en cuestión, siendo su tema -las imágenes realizadas en ordenador- uno de los temas capitales de la enseñanaza impartida. No podemos olvidar que mí escuela fue la primera en impartir seriamente la carrera de Videojuegos y que los alumnos se pasan trabajando 4 años con imágenes sintéticas.

Y es cierto, la gente no quiere saber nada de conferencias y mucho menos de libros. O sea, no quiere saber nada de teoría y en definitiva de conocimiento humanístico. Si acaso de vídeos o tutoriales. En el caso que nos ocupa, por ejemplo, los alumnos se pasan trabajando 4 años con imágenes sintéticas, pero en su aplicación al producto final, así, desde su dimensión práctica; y no les interesa nada el análisis de dimensión teórica.

Por hacer un pequeño parénteisis: cada año acudo a las magníficas jornadas de análisis de cine que organiza Salva Torres con invitados excepcionales y cada año me sorprende comprobar que somos una quincena los que acudimos a ellas. Pero volvamos al tema.

La conferencia da comienzo y, en efecto, vienen 35 personas. Les hablo pero no sé qué pensar de ellas. Como tampoco sé qué pensar cuando les hablo a mis alumnos presuponiendo cierto interés en ellos; o incluso ciertos conocimientos, esos que supuestamente han ido adquiriendo en función de su interés en la materia de la que quieren vivir. Es decir, no sé qué piensan unos alumnos de tercer curso, por ejemplo, cuando les suelto un discurso que requiere de ciertos conocimientos no prácticos para poder ser seguido. Conocimientos no prácticos, insisto.

El cartel dejaba bien claro el tema de conferencia: Imagen y Futuro. Configuración de otro(s) mundo(s). Así, un tema nuclear de los estudios de Bellas Artes, al menos desde la expectación que genera el título en sí mismo.

Acaba la conferencia y dada la disposición del salón de actos los asistentes deben pasar delante de mí, rozando con sus caderas la mesa donde he dispuesto un monton de mis libros. Alguno estira el cuello para ver la portada y sólo una persona lo coje entre sus manos. Una voluntariosa amiga que me acompaña le dice que está a la venta, pero lo único que consigue es que lo suelte antes. Como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

Salimos al bar y comentamos lo ocurrido. Me cuenta que he tenido suerte (?) con más de 30 asistentes; que hacía poco había estado Manuel Borja Villel, posiblemente uno de los personajes más influyentes del panorama del arte español como todos ustedes saben (ha dirigido la Fundación Tapies, el MACBA y actualmente el Reina Sofía) y que habían acudido 15 personas. “Con lo que me costó lograr que viniera después de haber hablado docenas de veces con su secretaria para que pudiera cuadrar la ponencia en su apretada agenda”, me dice el profesor Morgado. Y añade en tono lánguido “pero peor fue lo de Isidoro Valcárcel Medina, Premio Nacional de Arte, que vinieron 9”. ¡Valcárcel Medina!, uno de los pocos artistas inteligentes que quedan en España y con un sentido del humor nada frecuente en el mundo del arte. Sin embargo ¡después pagan por ver a un monologuista con flequillo y se tronchan con los youtubers más estrafalarios! Eso sí, salen muy preparados para el mundo empresarial, que es ese mundo para el que se han preparado, porque además de pragmáticos son altamente resolutivos. 


lunes, marzo 07, 2016

El sueño del mono loco

Sucede, sólo, cuando tiene que suceder.
Y lo hace a pesar de uno.
Y sucede, sólo, ese día en que nada apunta que pudiera suceder.

Pero ese día te levantas y no haces otra cosa que encontrarte cara a cara con cientos de gigantes gusanos amarillos; gusanos en forma de olor, de viento y de luz.

Sale uno confiado de su casa suponiendo que se trata de un día normal y sin embargo se encuentra uno teniendo que superar la dolorosa confrontación con todos esos viscosos gusanos que le van a uno saliendo a su encuentro; con ese viento que le aplasta a uno con su densa carga de visiones invisibles; con esa luz de vino tinto tomado al atardecer; con ese olor de primer día de otoño, de primer día de invierno, de primer día de primavera.

Sucede, sólo cuando uno no se lo espera. Por eso, de forma traicionera. Así son los gusanos amarillos cuando se ponen; cuando se inter-ponen. Chulos como los más chulos. Casi desafiantes. Casi. Y desalmados. Porque se aparecen, sólo, cuando huelen la debilidad de uno. Nunca en otro momento.

Por eso los -gigantes- gusanos amarillos -viscosos- no están locos (como lo están los monos que sueñan, como lo están los monos, que sueñan); porque su desalmamiento jamás deviene de la ingenuidad. No, los gusanos amarillos no están locos porque son, antes que otra cosa, malvados.

Uno tuvo un sueño un día, un buen sueño de mono loco. Un sueño, en definitiva. 

sábado, marzo 05, 2016

Experiencia y moral

La experiencia es un grado. De hecho sin ella andaríamos a 4 patas. Y la experiencia no es más que ese plus que confiere el paso del tiempo estrechamente ligado a la acción. Sin acción no hay experiencia, y entiéndase el término acción desde su aspecto menos deportivo. Acción sería de igual forma preparar una ensalada que leer un libro. Por eso: sin experiencia no hay desarrollo evolutivo del conocimiento. Y por eso: la experiencia es un grado. Todo con independencia de la siempre particular forma de aprovechar la experiencia que tiene cada sujeto.

En la elaboración de todo argumento hay, siempre e inevitablemente, una o varias premisas que inevitablemente son preceptivas. Elabore quien elabore el argumento no hay forma de huir de afirmaciones que son usadas a modo de premisa. A veces éstas se encuentran implícitas en su desarrollo y a veces aparecen de forma explícita. A veces se encuentran en el comienzo del argumento porque precisamente es eso lo que desarrolla el mismo y a veces se muestran en su conclusión, lo que no impide que en el desarrollo del mismo hayan, a su vez, múltiples afirmaciones que no son otra cosa que premisas. Son, por tanto afirmaciones que siendo enunciadas desde la subjetividad del sujeto adquieren sin embargo estatuto de verdad objetiva. Por ejemplo, si yo comienzo un artículo diciendo la experiencia es un grado lo que hago es comenzar con una afirmación categórica que condicionará todo el argumento, entre otras cosas, porque se muestra en tanto que verdad objetiva.

Si admitimos que la experiencia es un grado sin necesidad de andar divagando acerca de sus excepciones, excepciones que no contradirían la mayor sino que la harían fuerte, podemos afirmar que la la niñez, la adolescencia y la juventud no son más que momentos del desarrollo del ser humano que se superan, precisamente, con el objetivo, no siempre explícito, de acceder a un plano superior. ¡No distinto!, como diría un quisiquilloso (educado en la corrección política). Aunque, eso sí, ¡distinto, pero no sólo distinto!, que no es lo mismo. Así, ¿distinto? Claro. ¿Sólo distinto? En absoluto.

En tanto que ser, un sujeto aprende de lo aprendido y aprehendido durante el transcurso de su existencia (experiencia) con el fin de ir accediendo a planos superiores (madurez, sabiduría). Otra cosa muy distinta es es lo que pueda hacer cada uno con todo ese bagaje personal y otra cosa es, también, lo que cada uno piense de todo ello.

Ahora otra afirmación, esta vez derivada de la primera: La experiencia de quien la tiene debe servir fundamentalmente para dos cosas: para mejorar en su desarrollo personal y para servir de ejemplo y guía a esas otras generaciones que aún no la tienen. Esto exige, por parte de los primeros una cierta responsabilidad y por parte de los segundos una cierta sumisión. Un niño debe someterse a sus padres de la misma forma que un estudiante debe someterse a su maestro, porque lo que está en juego es, precisamente, eso que sólo puede ofrecer la experiencia. De otra forma, veríamos normal que un niño de 9 años diera lecciones a sus padres, o que un joven construyera un puente sin haber estudiado ingeniería, o que un estudiante de medicina aprendiera su oficio como si fuera Leonardo da Vinci, o sea, ignorando los avances de 500 años de perfeccionamiento científico. Y tendríamos que valorar de igual forma el dibujo de un niño y un dibujo de Ingres.

En cualquier caso sí hay una clave en el éxito de la empresa, la de la transmisión del conocimiento: la confianza. La necesaria sumisión de quien se admite carente debe ser asumida y asimilada en base a la confianza que deposita en quien debe mostrar su sentido de la responsabilidad. Con una madurez adquirida en base a la experiencia.

En un anterior post hacía una afirmación como mínimo problemática: decía que los los personajes del cine (y de las series) actual se caracterizan por un nuevo paradigma: “la ambigüedad moral, esa, al parecer, con la que se identifican tantos millones de espectadores contemporáneos”. ¿Convendrán conmigo en que resulta, cuanto menos, turbadora?

¿Acaso no resulta turbador que las nuevas generaciones tengan de patrón o modelo a un ser a veces despreciable cuando no directamente a un malvado?

Reapasemos las definiciones de 3 conceptos según Léxico de Filosofía:

Idealismo. Actitud que consiste en creer en un ideal y subordinal a él los actos.
Modelo. Lo que sirve de original, aquello a partir de lo cual se puede reproducir alguna cosa.
Moral. Conjunto de reglas de conducta que se consideran universal e incondicionalmente válidas.

La ambigüedad moral, pues, como consecuencia de una elección tan personal como voluntaria (por muy colectiva que sea la “moda”). Una elección que viene determinada por la atracción que produce un modelo que, precisamente, carece de moral. Podríamos decir que esa atracción hacia el lado oscuro es la consecuencia de un deseo que nace de una sociedad que ha renunciado a todo tipo de idealismo. Y que se ha configurado a partir de la inculcación de un individualismo feroz, ese individualismo que renuncia a la moral por pura comodidad y por puro interés. Un individualismo que carece de escrúpulos porque sólo se nutre del interés propio, el que conduce, a ese ser amoral, a priorizar una estrategia egoísta por encima de cualquier cosa.

Y para acabar, las definiciones de otros dos conceptos:

Escrúpulo. Guijarro pequeño y puntiagudo. Apreciación enormemente rigurosa que una conciencia incisiva, sutil y delicada hace de su propia conducta prestando especial atención a las más pequeñas imperfecciones que de allí resultan.
Estrategia. Conjunto de acciones destinadas a producir un resultado determinado, a eliminar al adversario, etc.; arte y habilidad para dirigir un asunto.

¡Eliminar al adversario!... sin guijarros que frenen esa estrategia...