domingo, diciembre 30, 2007

Megalomanía y construcción social

La Historia de la Arquiectura la conforma lo noticiable, lo sabemos porque miles de edificios, salvo algún tipo de catástrofe, no existen para ella. Al menos esa es en principio la primera condición que se le exige a todo edificio que pretenda pasar a la Historia, la de ser noticiable, la de responder a unos intereses que se sobreponen a los del más o menos simple ciudadano. Por otra parte sabemos que las intenciones de los creadores no sirven para justificar ningún edificio público, pero que las acabamos conociendo cuando el edificio en cuestión pretende ser parte de la Historia de la Arquitectura; es decir, cuando el edificio es noticiado por noticiable. Y puesto que las conocemos podemos juzgarlas.

Rafael Moneo, en una entrevista que concedió a la revista Diseño Interior nº 10 (1991) decía respecto al proyecto Kursaal de San Sebastián que le acababan de adjudicar: “Veo este proyecto como un enfrentamiento directo al paisaje hecho en el momento en el que uno entiende que el modo de construir en ese accidente geográfico no es extendiendo la ciudad, de forma que ésta tome posesión del accidente, sino respetando su condición de tal y haciendo que la forma arquitectónica sea capaz de no cambiar demasiado la condición geográfica del lugar”. Esto es, y traduzco en vista de lo visto (de la memoria y del nombre del proyecto: Rocas Varadas): que puesto que no es necesario extender la ciudad hasta la orilla del Urumea, lo mejor es extender la escollera hacia la ciudad. Por eso y ante la pregunta que a continuación le formulaba el periodista (“Entonces, en Europa no es posible trabajar sin tener en cuenta la constante presencia del contexto”) Moneo se veía obligado a aclarar: “Quizá vaya a dar una respuesta académica, pero no hay que olvidar que muchas veces las pretensiones contextuales vienen de una voluntad de interpretación del texto. Se habla del contexto como de algo que se produce complementariamente al texto, pero hay un momento en que texto y contexto no tienen mucho sentido sin el otro”. Con lo que, efectivamente, quedaba aclarado, no tanto el problema como la forma de no tenerlo. A base de ininteligibilidad académica, por supuesto.

Casi ocho años más tarde y con el proyecto ya prácticamente terminado Moneo “aclaraba” de nuevo la cuestión en la gira publicitaria del Kursaal que ofrecía en varias comunidades. Respecto a una comparación de su edificación con el Guggenheim decía: “el de Bilbao habla de dinámica de futuro y el nuestro habla de respeto a la Naturaleza y el medio... con el vidrio que vive con el agua” (“Rafael Moneo identifica el Kursaal con un nuevo eje urbano de San Sebastián”, El País, 20-11-98).
En cualquier caso, dos prismas casi cúbicos, posiblemente bellos en sí mismos, pueden parecerle también bellos a un experto si estos son levantados a orillas del Urumea: “El Kursaal es una obra excepcional, la mejor de Moneo desde el Museo de Arte Romano de Mérida, y lo es porque ha corrido en ella riesgos emocionantes... es su proyecto más juvenil, más lírico y más ingrávido” (Luis Fernández-Galiano. El País, 9-5-98). Se puede estar de acuerdo con él en lo de juvenil y en lo de los riesgos emocionantes, aunque no tanto en que esos sean motivos suficientes para que una arquitectura pueda ser excepcional. Con lo de lírico no sé qué nos quiere decir, pero con lo que no se puede estar en absoluto de acuerdo es con lo de ingrávido, sobre todo habida cuenta del motivo que suscitó dicho artículo: el derrumbe de una de las partes del edificio en construcción, concretamente el de una escalera. Fernández-Galiano se sintió defensor de causas nobles en un momento en el que coincidió (en el tiempo y en su artículo) el derrumbe citado con el accidente que provocó una escultura de Chillida que quiso vengarse de su autor intentando matar a un transeunte. Pero es precisamente por esto por lo que resulta a todas luces imposible definir el proyecto como ingrávido. A todo este revuelo el perfeccionista de Moneo contestó en un documental hecho para televisión de la siguiente manera: “Me resta energía analizar las causas del derrumbe”. Dejemos, pues, tranquilo al Maestro.

Ese mismo experto, pocos días antes de la gran inauguración (que algunos medios ya comparaban en importacia y significado al edificio del Guggenheim) decía para presentar el proyecto en el mismo periódico con un reportaje a tres páginas: “Dios no juega a los dados, pero Rafael Moneo sí”. Y después, con la elegante prosa que le caracteriza, desplegaba toda la retórica de la que es capaz para completar la frase citada, que es con la que comenzaba su texto y cuyo contenido puede intuirse en base a la misma. Por otra parte, el mismo Moneo, después de que su proyecto concebido para albergar las dependencias municipales en Sevilla fuera paralizado, declaraba: “No entro en las razones que puedan esgrimirse sobre otras prioridades, pero no dudo de lo conveniente que era para Sevilla”. Humildad.
Las razón que el arquitecto no cita es precisamente la que el partido político en el poder adució para la paralización de las obras: la de que la reurbanización de algunas precarias barriadas sevillanas urgía más que la obra de Moneo. Y aunque el asunto parece tener mar de fondo (era un proyecto del partido de la oposición, antes en el Gobierno) no es ese el tema que aquí se pretende analizar. El tema en cuestión es el de la megalomanía de los arquitectos. En este caso, el arquitecto no sólo no duda de lo que le interesa y conviene al ciudadano sevillano sino que se permite, aun con eso, no entrar en las razones por las que hay ciudadanos que viven de forma precaria. Es decir, que aun pudiendo ser cierta la razón por la que se han paralizado las obras, para el arquitecto es mejor no contemplarla ("no entro en las razones... pero no dudo..."). Lo primero es lo primero y lo primero es lo suyo.

jueves, diciembre 27, 2007

Yo dona

Es precisamente la Corrección Política la causante de que los problemas no se solucionen. Claro: ese es, al fin y al cabo, su principal y más siniestro cometido. La queja es lo rentable, y la única forma de garantizarla es evitando las soluciones a los problemas que la originan. La cultura de la queja es, de esta forma, el antídoto creado por un sistema que previamente ha inoculado el virus que lo necesita.

Cada sábado compro tres periódicos. Con ellos tres me vienen dados tres sendos magazines, pero con couche: Yo dona con uno, Mujer hoy con otro y una revista del corazón con el tercero. Ante ello me pregunto, ¿será que los periódicos son para ellos y los magazines para ellas? A lo que rápidamente me contesto. “que va, eso es imposible, ¿no?”. ¿Entonces?, ¿será que las mujeres necesitan más que un simple periódico? Yo, por si acaso, los leo y a veces hasta los guardo.

Sólo quiero analizar el magazine Yo dona, que me parece el más contemporáneo de los tres. Y digo más contemporáneo porque es el más políticamente correcto. Hay quien se quejaría antes de los otros dos porque hablan de viscerillas cardíacas y cosas así, pero en realidad son tan infantiles y primitivos que resultan despreciables. No, el verdaderamente contemporáneo es el verdaderamente inquietante por cuanto representa la Corrección en estado puro. Es Yo dona el magazine que representa todo aquello que “somos” en la actualidad. Es una revista para mujeres, todo va dirigido a ellas, sólo a ellas. Y no cuesta dinero (no como el ELLE, o el Vogue, o el Cosmopolitan, o el Única, o el Marie Claire, o el de Ana Rosa, o el Amiga...), va gratis con el periódico, que a saber quién lo compra.

Su nivel intelectual es, sin duda, el previsible: puede ser leído igual por una madre que por su adolescente hija. Además no hace falta que estén ebrias. No hay brecha por edad, pues, sólo hace falta sentirse mujer para formar parte del target del Yo dona, una revista hecha por 30 mujeres y siete hombres. El editorial de el último número del año da cuenta de eso por los que sus colaboradores están tan orgullosos y contentos. Y explica que haya un público femenino para el ínclito, ya que de otra forma no sería una publicación dirigida sólo a mujeres.

Comienza así el último y por ello más importante editorial del año escrito por la propia directora: “Poco entiendo de vinos, a pesar de que acabo de estar con un hombre que lo hace (el vino) y que lo hace muy bien. Yo le admiro. Roberto Verino, que como dice mi madre es el amigo de muchas españolas que, aunque no le conozcan, les ha salvado la vida en su faceta armario, además de gran diseñador es gran creador de vino. La otra noche probé uno de sus ricos Terra do Gargalo y me sentí vestida por aquel caldo que nada tiene que envidiar a otros con nombre mayor. Y decía que poco entiendo de vinos, pero que este es un buen año de cosecha para YO DONA, que no es un vino, aunque es mimada como si de la uva más sensible se tratara. Y da gusto cuando el cuidado da sus frutos, que en estos 12 meses han sido muchos”. Me permitirán la indiscreción, pero con la trascripción he mojado el teclado. Pero aún no sé si por el contenido o por la forma.

Continua el editorial, con ese estilo grácil y desenfadado, agradeciendo al público el posicionamiento de Yo dona en el mercado editorial (405.000 lectoras, nos dice). Algo que todavía no acabo de entender, pues el magazine se regala, con lo que no se sabe ni el público que lo lee ni mucho menos el público que lo demanda. Después agradece a los que se han publicitado en la revista (este año 1.270 páginas han sido de publicidad, se nos dice). Agradecimiento éste, que sí parece más comprensible. Quizá demasiado.

Después de más agradecimientos (entre otros, al premio FEDEPE, Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias) pone el punto final, deja un renglón en blanco y nos lanza una PD que dice “71 Mujeres (según el Instituto Nacional de la Mujer) y un hombre han muerto en lo que va de año a manos de sus parejas o exparejas. Quien sufra maltrato puede llamar al teléfono gratuito 016”.

Mi opinión respecto a este cambio de paradigma entre texto y posdata es que la Corrección Política es tan rentable que hay que hacerla aflorar aun cuando el escritor mediático no tenga ganas de hacerlo. O sea, que es tan rentable que es irresistible. Algo que nada tiene que ver con el hecho de admitir que hay un problema y que necesita solución. Como decía más arriba la Corrección Política no es, a la postre, más que una encubierta forma de maleficiencia. No hay más que remitirse a las pruebas del horror que se sucede a diario para comprobar el alcance de la ineficaz repetición de las mismas buenas intenciones. Los motivos que dan lugar a las vehementes opiniones se suceden con la frecuencia que imprime la más abyecta y pertinaz de las realidades, la que a su vez da pie a expresar un sinfín de buenas intenciones.

martes, diciembre 25, 2007

De la Corrección Política

En otra ocasión dije, “lo políticamente correcto es aquello de lo que indefectiblemente todo el mundo se desentiende”. Es decir, es aquello de lo que nadie cree participar y de lo que, al menos en público, todos quieren renunciar, precisamente, por lo que en última instancia es: una exquisita forma de censura, la que induce a la autocensura a todo aquel que quiera medrar. Por eso no debe extrañarnos que, después de todo, no haya otra cosa que corrección política en la práctica totalidad de lo publicado. Ni que, por eso mismo, el desaguisado sea terrible: la Opinión Pública (la que representa mediáticamente al pueblo) no coincide con la opinión ciudadana. O por decirlo de otra forma: la opinión real de la sociedad no coincide para nada con la única Opinión Real, la que conforman los medios de masas. Extraña pero comprensible paradoja devenida del uso de dos conceptos manipulados por la retórica hasta la extenuación: opinión y real.

Por eso, en su momento añadí: “Desengañémonos: la hiperasentada corrección política de los medios de comunicación y de los sistemas académicos no es una práctica, ni progre ni reaccionaria [...] es una práctica que se funda en las buenas intenciones, algo tan ambiguo –y tan magnífico- que sirve de igual forma para justificar lo reaccionario y lo progre. E incluso cosas peores. Práctica, pues, en la que la Opinión Pública siempre expresa (opina) lo que debe, con independencia de lo que la sociedad piense.

El pensamiento es, pues, único, en la medida en que no se permite que pueda ser de otra forma. Por lo tanto, la maleficiencia de ese pensamiento único se expone, tanto en lo que se expresa como en lo que no se permite expresar. Cuando por unas circunstancias o por otras (por unos intereses o por otros) ese sistema de funcionamiento basado en la corrección se fractura a partir de una fisura, lo que fundamentalmente queda en evidencia son las pruebas que demuestran la existencia del pensamiento único, un pensamiento que es único aun incluso a pesar de las disonancias que ha provocado la fracturación de un sistema rápidamente reconstruido”.

domingo, diciembre 23, 2007

Nihilismo y felcidad (quiero decir, nihilismo y dinero)

Sólo tres de mis alumnos sacaron papel y boli cuando anuncié que iba a pasarles una bibliografía muy recomendable para el curso. Ante la verbalización de mi perplejidad, y con la tranquilidad que confería la seguridad en sí mismo, uno de ellos se dirigió, no tanto a mí como a sus aplicados compañeros, diciendo: “pero si todo eso está en internet”.

De la pequeña anécdota se deducen dos cosas, dos cosas que para los alumnos se transforman en ley: la primera es que para ellos efectivamente todo lo que puedan querer saber se encuentra en la red, y la segunda que, por eso mismo, no hace falta tomarse molestias, ni grandes ni pequeñas. Las molestias que suponen, por ejemplo, sacar un papel y un boli y escribir los títulos y los nombres de los autores (como demostraron cuantos me escucharon sin mover ni una ceja). Dejemos para otro día la primera ley y centrémonos en la segunda, que trata del modo de aprendizaje.

Sus actitudes responden a sus propias premisas, ya que si todo está en las autopistas de la información, el hecho de comenzar a buscar algo concreto puede parecer dirigista, excluyente, sectario y empobrecedor, y por ello podría viciar el verdadero acceso al conocimiento. Como les han enseñado desde la más sutil corrección política tan presente en toda la educación primaria. Así su metodología sería otra, y por eso casi todos escucharon la bibliografía como quien escucha una canción de Bisbal, balanceándose inquietos en sus sillas y dejándose llevar por la música y no por la letra. Una metodología más democrática: primero pinchan en google palabras claves (las más básicas) y después se navega por ellas sin un rumbo predeterminado y previsible. Lo leen todo en pantalla, no toman notas y si tienen que imprimirse algo pues lo hacen, aunque sea con todo el dolor del corazón y aunque nunca lo lean, después, más de media vez. ¿Qué por que? Pues por eso, primero porque están convencidos de que navegar por internet y picotear información es una auténtica forma de conocimiento y segundo y fundamental porque resulta más divertido.

Si hay algo que no le resulta nada divertido a la muchachada actual es la metodología del ensayo/error, y de ahí que sus investigaciones académicas (por llamarlas de alguna forma) se parezcan tanto a las páginas amarillas o la lista de la compra de un geriátrico. Si comparáramos el sistema de aprendizaje digital con el analógico podríamos decir que aquello que para los chicos de hoy es el acceso al Conocimiento era para los chicos del antes una forma de empezar, una simple primera fase. Estudiar a través de links es el verdadero sustitutivo del estudiar a través de los libros. Los libros les pesan, les huelen, les cuestan, les ocupan y les hacen perder el tiempo, y lo que quieren ellos es divertirse para matar el aburrimiento que llevan a flor de piel. El aburrimiento que les adviene cuando se intuyen NADA.

Nota. Esto se encuentra misteriosamente unido a un alza de publicaciones de libros (más de 70.000 el año pasado) y a una blockbusterización de la prensa (con muchas más páginas basura que en la vida y con suplementos que parecen TBOs).

miércoles, diciembre 19, 2007

Yo acuso


No hace mucho, uno de esos políticos con ínfulas intelectuales decía en una entrevista que deberíamos dejarnos de tanta creencia y empezar a hablar de convicciones. Su propuesta, dicha así, fuera de contexto, podría parecer sensata. Sobre todo a quienes pudieran asociarla a una defensa del laicismo. Y en ese sentido, efectivamente, lo hubiera sido. Pero el personaje era político y lo único que pretendía con su propuesta era parecer sensato, bueno y progresista. Parecerlo, no serlo. Y no serlo por no poder: la tontería es incompatible con la sensatez. Mejor: es su enemigo más peligroso. Yo creo, por tanto, que el citado político es tonto y que siendo tonto no puede ser sensato.
Asociar creencia a religión y convicción a laicidad es, sin duda un truco; un truco que convencerá, sólo, a quienes estén convencidos de que toda forma de creencia es superstición. En este sentido yo creo que quienes defienden tanto las convicciones profundas están equivocados, y además lo están por definición. Lo que pretende este político que se esfuerza por parecer sensato es que interpretemos como religiosa una simple creencia; lo que hace es ver una religión allá donde puede haber una simple dosis de humildad. Así, yo creo que está equivocado; él está convencido de que lo estoy yo. Por creer, claro.
El político que pretende parecer sensato no se da cuenta de que asociar creencia a magia y superstición, y convicción a razón y verdad, es de un anacronismo rancio. En estos momentos de relativismo cachondo, relativismo instigado y promovido por los defensores de las convicciones (Vs. las creencias), es una perfecta majadería pretender parecer sensato a través de convicciones profundas. Yo nunca podría fiarme de quien me dijera que está plena y profundamente convencido de que el problema vasco se soluciona con el diálogo. Sin embargo, me haría concebir ciertas ilusiones que alguien me dijera que cree conocer la solución. Lo siento, si hay algo que asocio al fascismo es la profunda convicción. Kant decía que la creencia es una cosa intermedia entre opinar y saber. Y añadía “La creencia es un suceso de nuestro entendimiento, y puede basarse en fundamentos objetivos, pero requiere también causas subjetivas en el psiquismo del que formula el juicio". Pues eso.

Pues eso, el verdadero problema es que los políticos pierdan el juicio. No hay que atribuir a uno o a otro el desprestigio que sufren ahora los políticos. Se lo han ganado todos a pulso. Para ellos todo lo que sea contravenencia es accidente. No hay que cebarse con Zapatero porque se equivocara a la hora de llamar accidente a un atentado. Para ellos, para todos ellos, toda contravenencia es accidente. Son unos insensatos. Todos.

sábado, diciembre 01, 2007

Sorolla en la Fundación Bancaixa, 2ª parte

Menos mal que me colaron por la puerta falsa. Aun existiendo un estricto control horario de grupos concertados, la cantidad de gente que se agolpaba en la puerta principal me habría hecho desistir con toda seguridad. Gente revoloteando en los derredores de la Fundación: espectadores a la espera, guardias de seguridad, personajes con pinganillo dando y recibiendo información del estado de las cosas, guías culturales, azafatas, despistados que no habían concertado cita, controladores de detección de armas y explosivos... y muchos vendedores de lotería.

Dentro las cosas no mejoraban: grupos de gente guiados por todas partes. Un guía para cada cuadro, un cuadro para cada grupo. Rotación de grupos. Nada de individuos, todo en colectivo, todo guiado, todo con guión. 14 enormes cuadros bajo el título Visiones de España traídos desde Nueva York para ser exhibidos por primera vez en España. 14 enormes cuadros que intentan reflejar la España de la época. 14 enormes cuadros que fueron encargados por un millonario americano amante de España. Me acerco a los guías y compruebo que dicen lo que no pueden dejar de decir y con los adjetivos adecuados por oportunos. Dicen, también, lo que se espera que digan. Algo así como “Viva Sorolla y viva España”.

La prensa que se ha hecho cargo de la noticia también ha circulado por esa misma línea; elogios hipebólicos y agradecimiento infinito a los rescatadores de estas “obras maestras”. Revisionismo enaltecido por todos, pues. Siete páginas en El País son perfectamente representativas de esta recuperación revisionista. Los elogios se muestran tanto de forma explícita como de forma implícita: “El conjunto es un trabajo de primer orden y varios de los paneles son auténticas obras maestras del arte vigésimo secular”. Y no parece haber vuelta atrás por parte de nadie, “viva Sorolla y viva España”. En cualquier caso, lo más sorprendente del evento se encuentra en el fin último de la empresa, que no es tanto reivindicar a Sorolla cuanto reivindicar éstas las llamadas obras maestras de su vida. O por decirlo de otra forma, la reivindicación del artista se produce, no tanto en función de su inmensa producción lúdica-festiva-lumínica cuanto por lo que emana del conjunto de los pretenciosos y ambiciosos murales exhibidos.

Y efectivamente, no debe confundirse el naturalismo pictórico con el tradicionalismo académico, pero por eso mismo es aquí donde mi opinión se vuelve agresiva. Porque son estos de aquí, precisamente, cuadros mucho más cercanos a Alisal, Carbonero y Gisbert que a los producidos por la primera gran vanguardia histórica. Sobre todo si sabemos que los citados pintores produjeron sus obras maestras más o menos en pleno estallido del Impresionismo. Pintar uno de estos murales (que ahora exhibe la Fundación) en los años veinte resulta infinitamente más rancio que pintar unos simples bañistas en los años ochenta del XIX. La temática no debe confundirnos, pues el tradicionalismo académico puede consistir en ordenar y el componer “objetos” de forma naturalista. Así, lo que está haciendo Sorolla con estos murales es, en todo caso, tradicionalismo naturalista: un aburrimiento.

Los guías, eso sí, se traicionaban a sí mismo constantemente cuando intentaban hacer ver a sus espectadores la calidad artística de muchos fragmentos. Se traicionaban a sí mismos, claro, sin darse cuenta. Todos los cuadros expuestos cuentan con extraordinarios fragmentos que dan cuenta de la genialidad del artista, un artista con don. Pero ese afán por reconocer al mejor Sorolla en los fragmentos nunca debió permitir (a estos sus juzgadores de ahora) que se confundieran los términos: una cosa es la técnica (visualizada en fragmentos) y otra lo que uno es capaz de hacer con ella (en la totalidad de una obra). Un cuadro de estas dimensiones y con estos fines debe ser juzgado, antes que nada, por su composición naturalista. Y Sorolla parece en estos murales un aprendiz.

Sorolla acertaba plenamente con la técnica, su técnica, cuando sus cuadros eran de temática intrascendente y LIBRE, pero no acertó en absoluto cuando quiso reconstruir (componer) “objetos” dispuestos con fines predeterminados. Todo resulta forzado y sin gracia, no en todos pero si en la totalidad. Porque los cuadros, y sobre todo si son enormes, ambiciosos y naturalistas, deberían contar con la composición como prioridad absoluta. Y contar, además y en el caso de Sorolla, pintor de la luz, con la gracia de su estilo, contar con aquello por lo que Sorolla es el mejor. Los cuadros, pues, en este sentido adolecen de esa misma impostura que caracteriza a los pintores académicos

Otra de las pruebas que confirman mi teoría de que los “elogiadores” (periodistas, guías y expertos en general) se traicionan a sí mismos cuando se exaltan es que todos ellos coinciden en señalar como el mejor de los cuadros aquel que representa a Huelva. Que es, curiosamente, el que más podría pasar por uno de sus maravillosos cuadros menos pretenciosos y tan denostados por tantos durante tantos años; el que más se parece al Sorolla lúdico y denostado; el que más recuerda al Sorolla Sorolla.