domingo, diciembre 31, 2006

Diccionario y Sexo IV

Artefactos eróticos. Dícese de los objetos utilizados para “mejorar” la vida sexual. Engloba, entre otros, los consoladores (véase), los vibradores, los rosarios Thai, los anillos para el pene, las bolas orientales (véase), las vaginas artificiales, las muñecas hinchables... Su uso se encuentra poco extendido en la sociedad española, como asegura el sociólogo Carlos Malo de Molina en informe Los españoles y la sexualidad. En cualquier caso, y dado que con ellos se alude a cuestiones sexuales, la opinión se divide de forma previsible. Quienes los utilizan hablan de su derecho a elegir la forma de satisfacerse. Muchos psicólogos y sexólogos consideran que pueden ser muy útiles y beneficiosos en el tratamiento de disfunciones sexuales como el vaginismo, la anorgasmia y la eyaculación precoz. Y ciertos sectores, que se encuentran influidos por unas determinadas creencias, los consideran inmorales porque, como asegura Antoni Mª Oriol, “persiguen fines meramente hedonistas y fomentan la incomunicación y el egoísmo”. Además, Antoni Mª Oriol, profesor de Teología Moral en la Facultad de Teología de Cataluña, dice respecto a su necesariedad: “Lo necesario es que la pareja esté unida en matrimonio y que la relación sexual sea fruto de un amor abierto a la expansión de la vida” (QUO nº 31 Abril 1998).

Barbie. Muñeca de aproximadamente 20 centímetros que fue creada por un tal Billy Boy, al que hizo multimillonario. Como toda muñeca, la Barbie es el primer objeto de identificación sexual de la niña, de cualquier niña que la posea, que vienen a ser todas las de cultura occidental. Pero, además, como lúcidamente señala la pornógrafa DIAN Hanson, Barbie es la auténtica responsable del último y más radical cambio producido en lo que respecta al canon de belleza femenina. Hanson sostiene que Barbie es la verdadera causa de que pasáramos del estereotipo de mujer de cintura estrecha y anchas caderas al estereotipo de mujer aeróbica con abundantes y redondeados pechos y andrógina en cuanto a la relación entre cintura y caderas. Esto es, y por clarificar lo que podría no estar del todo claro para algunos: la Barbie sería la “responsable” de que el canon femenino pasara, en las sociedades “más civilizadas”, del tipo más preeminentemente femenino (Doris Day y Sofia Loren, por citar dos casos muy diferentes) al tipo más andrógino y anoréxico de las modelos superestar de alta costura. Con el añadido, eso sí, de abundantes y redondeados pechos (esta vez artificiales). Realmente, el efecto que ha producido en las niñas de varias generaciones ha sido sorprendente, y no sólo en la cultura anglosajona: rara es la niña que, llegada cierta edad, no muere por poseer la circunspecta muñequita. Y rara es la niña que, llegada cierta otra edad no quiere ser como una modelo de Calvin Klein. Además, y aquí puede encontrarse la clave que dé la razón a la pornógrafa, son muy pocas las madres que pueden resistir las presiones a las que son sometidas por sus propias hijas cuando éstas les exigen la compra de su fetiche. Incluso las militantes feministas más activistas ceden con “naturalidad” al primer acto de asunción de machismo por parte de su hija. Respecto a este tema resulta también de sumo interés el análisis que Dian Hanson hace sobre los cambios que Barbie ha ido sufriendo en su cara dependiendo de las “necesidades” de la sociedad a la que iba destinada.

Beso. El beso es para la pasión lo que el nueve para la división.

Beso negro. Acto de lamer el orificio anal. Dicho acto, como tantos otros, se suele realizar con independencia de lo que ello pueda significar.

Bizarre. Término con el que se designan ciertas prácticas sexuales que, de alguna forma, se encuentran relacionadas con el sadomasoquismo. Concretamente engloba a todas esas prácticas que ponen un misterioso interés en los aspectos biológicos del cuerpo humano. De ahí que cobren especial relevancia partes del cuerpo tan aparentemente poco sexuales como el estómago, los intestinos y la vejiga entre otros órganos. En cualquier caso se trata de un término que suele ir más asociado a la representación de dichas prácticas que a las propias prácticas sexuales. Pero precisamente por eso, por ser un tipo de prácticas que compaginan lo fisiológico con lo estético, es decir, el fundamento con su inevitable representación, se trata de prácticas estrechamente vinculadas a lo siniestro. Prácticas siniestras: aquellas en las que queda desvelado lo que debió permanecer oculto.

Bolas orientales. Las verdaderas bolas orientales son del tamaño de una canica y van sueltas dentro de la vagina una vez introducidas en ella. Como su uso adecuado requiere mucha práctica, en la actualidad han sido sustituidas por dos bolas de plástico unidas a través de una cuerda que se extiende entre ellas. Llevan otra bola más pequeña y más pesada en el interior con el fin de transmitir una contínua sensación de vibración. Se suelen llevar, lógicamente, porque para eso están diseñadas, en situaciones no sexuales, como ir de compras, o al otorrino, o a jugar al pin-pon, o a tomar un agua mineral... Pueden servir también, como tantos otros artefactos eróticos, para tratar disfunciones sexuales. En este caso la anorgasmia y el vaginismo.

Bragas. Prenda interior femenina que suele excitar a determinada gente, tanto si se encuentra en su “lugar natural” como si se encuentra descontextualizada. Es decir, tanto si se encuentra en el cuerpo que es objeto de deseo, como si se encuentra fuera de él. El motivo de este misterioso fetichismo se encuentra, precisamente, en las connotaciones de doble ocultación. Por una parte colabora la escoptofilia y por otra la ansiedad que produce todo secreto (véase): el placer de mirar lo que suele ir oculto (las bragas) y el placer de mirar –y poseer- lo que se adhiere a la parte más celosamente guardada (y ocultada) del cuerpo que se desea.
Debido precisamente a esa facultad de poder estar en permanente y estrecho contacto con la parte más deseada, este fetichismo ha dado lugar a uno de los grandes negocios de la venta directa, en este caso a través de publicaciones especializadas: la venta de bragas usadas.

Bushido. Bondage japonés. Bondage, por lo tanto, mucho más sofisticado que el occidental.

Cantárida. Polvo obtenido de escarabajos secos que sirve para estimular los órganos genito-urinarios. En caso de duda consultar con el farmacéutico más cercano, ya que ni todos los escarabajos sirven, ni a todas las personas les hace el mismo efecto.

Censura. Dados los tiempos que corren, dominados por “lo políticamente... perfecto”, la censura debe ignorar su propia existencia; esto es: debe ser ignorada por quienes son los únicos capaces de implantarla perpetuamente; por quienes son los únicos capaces de mantenerla a pesar de una inexistencia promulgada por ellos mismos.
El único fin de la censura es mantener a quien tiene el poder de poderla imponer. Mantener en el Poder, lógicamente. Es decir, la censura cumple perfectamente con la más eficaz de las funciones: la de mantenimiento. Es un sostén del Poder. De ahí que, llevado a términos nacionales y al límite de sus posibilidades, la censura se convierta indefectiblemente en una cuestión de Gobierno; en una práctica práctica; en una técnica recurrente por eficaz; en una técnica inmejorable en sus fines, en suma.
El último y más políticamente perfecto de todos los posibles métodos para encubrir la censura es lo políticamente correcto; el método más sutil de todos los inimaginables; el más posmoderno.

Consolador. Objeto diseñado para ser introducido en aquellos esfínteres que puedan provocar algún tipo de placer sexual en la susodicha introducción (sea efectuada por activa o por pasiva). La forma y materiales de los consoladores varían en función del precio al que pretenden ser vendidos. Así, los hay que de tan elementales son casi simbólicos y los hay que de tan “reales” turban más que masturban, siendo los primeros más baratos y funcionales y los segundos más caros y decorativos. Los hay de goma, de látex, de plástico, grandes, pequeños, con cinchas o sin ellas, dobles, sencillos, de dos cabezas, rígidos, blandos y semirrígidos, blancos, rosas, color crema, negros, con testículos y sin ellos, con venas y sin ellas, con pelos y sin ellos, pesados, ligeros, huecos...

Condón. Funda para el pene, generalmente hecha de látex, cuya función fundamental en la actualidad es protegernos de la muerte. Hay que joderse (véase).

Hay que joderse. Frase con la que se hace referencia a algo que además de inevitable parece insoportable. De ahí que se generalice en forma reflexiva. Frase que da sentido a la frecuencia masturbatoria de cada uno.

lunes, diciembre 25, 2006

Adolescencia (Memoria Antipática)

Dice el titular: “Un joven con orden de alejamiento mata a su compañera en Barcelona”. Y la noticia ocupa toda la página. En la falda de la misma reza un segundo titular: “El Gobierno destina otros 48 millones para la violencia contra la mujer”.
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Hará unas tres semanas fui a visitar unos familiares que veo de pascuas a ramos. Los niños (¿) ya no lo parecían. Los dos sobrinos, más altos que yo. Uno de ellos, el mayor, supongo que para ahorrarse tiempo en explicaciones, me estrechó la mano. Y yo, claro, comprendí, comprendí lo quiso decirme nada más estrecharme la mano: me la dejó tan tonta que durante la cena se me hizo difícil usar el cuchillo con propiedad. Así, ahora él, un hombretón de 15 años, y yo, a su lado, un pardillo con la mano dolorida. Y no es broma.
Este sobrino es el perfecto prototipo de machito precoz: es alto, fuerte, arrogante, chulito, pendenciero, duro, deportista, etc. ¿Consecuencia?: pues que tiene a todas las chicas de la pandi loquitas por su huesos.
Cuando tengo un momento hablo con ellos en privado. Saben que mi curiosidad no es malsana y yo sé que me dirán lo que con sus padres no quieren hablar. Y en efecto: el mayor, no sólo triunfa con todas las chicas sino que además es el único de la pandi que ha “consumado”.
No han cambiado las cosas en este sentido desde que yo era adolescente. A las chicas les sigue gustando mayoritariamente los hombres, cómo diría, varoniles, por decir algo. Y a las pruebas me remito y remitiré hasta la saciedad. Al igual que es él, el bravucón de mi sobrino, el único de la pandi que ha consumado, son todos los bravucones del mundo los que indiscutiblemente más consuman. Que por eso son bravucones entre otras cosas (véanse los términos Seducción y Don Juan en el post Diccionario y Sexo III). Tampoco podemos olvidar que lo que sucede en la pandilla de mis sobrinos sucede en todas las pandillas de adolescentes. Y aunque las cosas no sean sólo así, son así siempre.
En la adolescencia, este tipo de “personaje”, el del tipo duro que precisamente por ser lo que es consigue lo que más ansían todos sus compañeros (menos valientes, menos atrevidos, etc.), lógicamente genera un problema insuficientemente valorado y analizado. A saber: el de que todo el resto de adolescentes (no bravucones) comienzan sus vivencias sociales con un alto componente de frustración. Una frustración que puede llevar a la inmensa amargura a unos seres cuyo esplendor sexual se encuentra sólo en la adolescencia. Pero éste sería otro tema.
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Gran titular de noticia publicada a toda página: “Un joven con orden de alejamiento mata a su compañera en Barcelona”. Después leemos que “la pareja seguía viviendo junta pese a que el agresor había sido detenido en dos ocasiones por malos tratos a la mujer”. En la primera ocasión el juez dictaminó que el agresor no podía acercarse a menos de 500 metros ni tener comunicación alguna con ella. La segunda denuncia, efectuada ¡cinco días después!, el juez dictaminó una nueva orden que impediría al agresor acercarse a menos de 1.000 metros de su novia durante ¡dos años!
“Sin embargo –continúa el artículo-, esas órdenes no se cumplieron, según la policía por voluntad de ambos, que seguían compartiendo un piso en...”. Además apunta: “Al presunto homicida le consta otro antecedente, ya que fue detenido el año 1999 por dos delitos de amenazas y lesiones a otras personas. Se desconoce si se trató de mujeres o no”.
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Me acuerdo de Uno de los nuestros de Escorsese y concretamente de una secuencia.
La chica de la peli (de un rango social aburguesadito), después de haber conocido al chico duro (de rango social sospechoso), sufre unos pequeños inconvenientes con algunos chicotes de su mismo rango social, unos de esos inconvenientes que, por ser tan previsibles como habituales, podrían solucionarse de manera más o menos sencilla. Por decirlo de otra manera: quien provoca el inconveniente es, sólo, un pijo aburrido; un pijo que eso sí, parece ser el lider de su pandilla, el chulito de su grupo social. También puede deducirse de la secuencia que a algún tipo de flirteo consentido por ambos hubo en el pasado entre el pijo y ella.
Ante el incidente provocado por el pijo ella llama llorando al chico que acaba de conocer, un tipo duro. Sin duda le está exigiendo una prueba de amor; una prueba que a ella le pueda servir para saber, con seguridad, si ese hombre es el apropiado para ser el padre de sus hijos. La respuesta no se hace esperar. El chico le pega una soberana paliza al pijo, que ni siquiera da muestras de defenderse ante la brutal agresión (lo que demuestra la desproporción de unos lloriqueos sin verdadero fundamento). Le acaba rematando la cara con la culata de una pistola, acto seguido le da la pistola llena de sangre a la chica para que la guarde y desaparece sin más.
Enfocándola en primer plano la chica hace su declaración a través de un discurso narrado en pasado y en off. Y viene a decir algo así como que en contra de lo que dictan la lógica y las buenas maneras el hecho de que le diera a guardar la pistola le había puesto tan cachonda que fue entonces cuando descubrió que ése era el hombre perfecto para crear una familia. Lo que acontece después lo sabe todo el que ha visto la película; que la violencia no sólo no cesa sino que crece, que la violencia se hace extensible a la propia mujer...
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Gran titular de noticia publicada a toda página: “Un joven con orden de alejamiento mata a su compañera en Barcelona”. Después leemos que “la pareja seguía viviendo junta pese a que el agresor había sido detenido en dos ocasiones por malos tratos a la mujer”. Preguntado un vecino por los acontecimientos declara: “se llevaban muy bien y no había habido ningún incidente” Y el dueño del bar que solía frecuentar la pareja dijo que “veía a la pareja muy enamorada”.
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Para mí hay algo triste en decir todas estas cosas: el saber que sólo serán leídas por quienes, con mucha probabilidad, poco o nada tienen que ver con lo que consideraría una mayoría aplastante, la mayoría sobre la que opino. Ya se sabe: la gente apenas lee, a no ser alguna novelita o algún manual de autoayuda. Lo dicen constantemente las encuestas y la estadísticas. Por no leer no leen ni los que viven de escribir. De hecho, reparen si no en el titular ya enunciado que se encontraba en el faldón de la página: “El Gobierno destina otros 48 millones para la violencia contra la mujer”. Cada sociedad tiene lo que se merece y la nuestra paga, al parecer y gracias a su Gobierno, mucho dinero para mantener los beneficios que produce la Cultura de la Queja y la Corrección Política.
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sábado, diciembre 23, 2006

Normalidad y sentido común

Hoy he vuelto a trabajar de técnico en pro de la Creación, del Arte, eso por lo que, según tanta gente sensible, merece la pena vivir. Aunque sólo fuera por eso, por el Arte, merecería la pena vivir, según muchos, los más sensibles.

Hoy he vuelto a hacer de técnico de un artista. Es decir, hoy he sido, una vez más, el “operario” de un artista creativo y creador. Y lo digo sin el menor ápice de ironía. He hecho algo que me gusta tanto hacer que lo haría, si pudiera, más a menudo. Me contrató el artista para que le hiciera las fotos de lo que se consideraría después su particular Obra de Arte. Así, no me contrató para que reprodujera una de sus Obras, sino para que elaborara lo que iba a ser su propia Obra.

+Él es artista y su principal cometido (véase el post Bellas Artes “Marciales”) es de fantasear acerca de lo que el propio concepto de Arte significa. Por lo tanto, sólo él puede crear sin necesidad de tener que mancharse las manos. Su trabajo, el de la Creación, consiste en reivindicar lo Sagrado de forma bohemia pero comprometida (¿), sincera: auténtica (¿). De la misma forma que un escultor no elabora sus esculturas públicas (ni muchas de sus privadas), un artista actual no hace las fotografías que después serán tomadas como sus auténticas Obras de autor (hace años Andrés Serrano ya se cansaba de repetir que él no era el fotógrafo de sus fotografías, que él era el autor, que la técnica la ponía el técnico y que eso no eliminaba ni una pizca de su merito ni de su genialidad).

Así, yo debía colocar las luces del plató, medir los parámetros de velocidad y diafragma, elegir la combinación oportuna, colaborar en la dirección del modelo y disparar la fotografía. También había contratado a un operador de cámara de vídeo (llamémosle, el realizador) para que trabajara al mismo tiempo que yo con el fin de obtener el necesario documento en formato de vídeo que acompañaría las fotos que yo tomara.

+En un momento de distensión y descanso, el realizador, quizá influido por su temprana edad, o quizá por algún tipo de última tendencia (véase el post El artista adolescente) le dice al autor y artista: “la verdad es que a mí me gustaría ser homosexual, pero tengo un problema: no me gustan los hombres”. Estoy seguro que, además de decirlo por congraciarse con el autor -que no ha ocultado nunca su condición de homosexual-, el realizador estaba expresando un verdadero deseo: el de formar parte de un colectivo tan guay como lo son todos los colectivos que de años a esta parte vienen beneficiándose de la Cultura de la Queja y de la Corrección Política.

Acabamos la sesión tarde y nos vamos a comer. A última hora se suma un amigo mío de hace años. Sin dificultad alguna acabamos hablando de sexo y sexualidad. El autor artista cuenta aquel caso, tan famoso en su momento, del tipo que murió mientras se follaba a una gallina (a la que estranguló mientras una piedra inmensa le golpeaba en la cabeza). La imagen (fotográfica) pues: un tipo muerto con la cabeza aplastada y una gallina estrangulada empotrada en su miembro.

+Cuando todo parecía volver a sus cauces ¿normales? (véase los posts Diccionario y Sexo I y Sinsentido), así mi amigo al que creía conocer bastante bien: “pues yo me follé a una burra”, e inmediatamente pasó a relatar los hechos y a describir con precisión el famoso efecto ventosa producido por la vulva del ignorante animal. Y de aquí dos días Navidad.

domingo, diciembre 17, 2006

El gusto, grosso modo

Uno de los problemas del Arte Moderno es la distancia que separa a los expertos de los meros ¿contempladores aficionados? No siempre sin razón el ¿contemplador aficionado? dice textualmente, “yo no sé si eso es bueno o malo, pero a mí no me gusta”, y casi siempre lo dice al respecto de las mismas obras de arte, aquellas que dice no entender. Curiosamente la frase exculpatoria no surge ante lo que le parece feo, sino ante lo que a su entender no entiende. La frase, desde luego, define con perfección meridiana la ideología del ¿contemplador aficionado? y la perfección la confiere la preposición, una preposición que lleva explícita una afirmación categórica.

En cualquier caso la frase es de lo más compleja y un análisis somero de la misma nos llevaría al eterno callejón sin salida al que hace siglos nos llevaron algunos filósofos bienintencionados. Sólo con el “yo no sé si es bueno o malo” tendríamos para divagar hasta la saciedad. El inevitable maniqueísmo de quien no sabe si insultar o insultarse tiene su lógica, pues sabe que desconfiar de la Institución que asigna el Valor del Arte le conduciría irremediablemente a considerarse un zoquete insensible. Así el ¿contemplador aficionado?: “yo no sé”. Y aquí acudiría el experto a decir respecto a la Obra de Arte que causa tal diferencia, “yo sí sé, eso es bueno, pero sería complicado explicar los motivos”.

Lleva razón el experto en lo de que es complicado. Y puede que lleve también razón en lo de que es bueno, pero es precisamente la complicación del asunto argumentativo lo que hace del ¿contemplador aficionado? un ser mucho más coherente que el experto. Sobre todo debido al uso de la preposición: uno se queda, a partir de ella, con lo que le gusta y el otro con lo que adquiere su valor de forma complicada y casi inexplicable. Así, la incoherencia del experto viene asignada por el “yo sí sé”.

Yo, cada vez que contemplo alguno de los cuadros de la histórica Escuela de Chicago (pongamos un Morris Louis) me veo como un contemplador aficionado. ¡Eso sí!: cada vez que veo Mooholand Drive de Lynch y no la entiendo, disfruto sobremanera. Y que nadie fundamente su creación en la experimentación porque me cambio de acera.

viernes, diciembre 15, 2006

Pensamientos

Vengo de pasar unos días por el Sur. Concretamente vengo de haber pasado un tiempo allí donde hace años viví uno solo: Zahora (no confundir con Zahara), una pequeña pedanía situada entre el esquinoso Conil y el retranqueado Barbate. O mejor, entre la extraña playa de El Palmar y el onírico complejo de Caños de Meca .

Zahora es el más extraordinario no lugar que conozco (si bien es cierto que la cosa está empezando a cambiar debido a los desternillantes proyectos ¿urbanísticos? que se prevén para ¿mejorar, la vida de no se sabe muy bien quién). Pero éste sería otro tema, el del progreso.

Habitar un no lugar tan perfecto (en su condición negativa, se entiende) es una experiencia difícilmente comunicable. Y además un factor complica las cosas definitivamente: los “lugareños”, lógicamente, son personas que carecen de conciencia respecto a su verdadero estado y condición, pues no puede haber lugareños allá donde no hay lugar. Marc Augè, una vez más, apuntaba bien pero disparaba después hacia otro lado: los no lugares sólo pueden adquirir su condición negativa en función de una larga historia; nunca de una historia ridícula (como la de cualquier aeropuerto). Y Zahora la tiene. Una Historia no narrable, pero la tiene. Mejor callar.

El caso es que allí estaba yo, en ese espacio donde el sentido del tiempo carece de sentido (porque carece de lugar). Allí estaba yo, habitando de nuevo mi perfecto no lugar, un espacio sin sentido; un espacio habitado por gente sin lugar. Gente que usa la lengua como si fuera un dialecto. Gente difícil, en contra de lo que mucha gente cree. Nada que ver con la gente de otras ciudades de la mima región. Nada que ver incluso con la gente cercana que habita lugares cercanos (ya se sabe lo de Andalucía: los gaditanos odian a los sevillanos, pero los mismos algecireños odian a los gaditanos, pero los de la La Línea odian a los algecireños. Y así sucesivamente hasta llegar al odio sobre uno mismo).

Salí de la casa de buena mañana como de costumbre. Si quería desayunar fuera de la casa debía andar unos buenos 20 minutos para encontrar un sitio donde pudiera tomar un café (con manteca roja, por supuesto). Por tortuosos caminos en los que debía esquivar los inmensos charcos que las lluvias recientes habían producido. Todos, claro, caminos sin asfaltar (y de noche, sin alumbrado público).

Estaba caminando absorto con mis pensamientos cuando comencé a oír lo que al parecer provenía de lejos: una seguidilla sin más acompañamiento que el silencio que se repartía entre cante y cante. La mañana era fría y el sol comenzaba a despuntar. El cielo era luminoso pero el aspecto general del día era (seguro que la percepción se debía a mi estado de ánimo), era... turbio. Conforme me acercaba la voz iba siendo más nítida. Además de más potente. El cante era desgarrado, muy desgarrado, lo que confería a mis pensamientos una cierta confusión. Motivo: desconocido.

Giré entonces hacia un lado intentando vanamente esquivar un charco imposible, aceleré el paso intrigado por lo que aquella voz me deparaba. Superé los matorrales que me impedían la visión y me encontré a bocajarro con LA imagen: dos mujeres gordas y absolutamente hieráticas flanqueaban la entrada de una típica casa de construcción precaria tan propia de este no lugar. Las mujeres me ignoraban con elegancia soberana; es decir: continuaban mirando al frente mientras yo pasaba delante de ellas. Sin que se inmutaran ni un ápice atravesé todo su frontal de parte a parte. Nada, ni un solo signo de vida. Y la seguidilla emergía de dentro de ese vano oscuro que ellas flanqueaban por ambos lados. La nitidez del cante y el estatismo de aquella especie de tótems me acabó turbando. Quise quedarme, pero no me atreví. Me fui absorto con mis pensamientos, unos pensamientos certeros, lúcidos, preclaros.

Addenda. No hay ninguna duda: detrás de aquel vano que se oscurecía en el mismo umbral había una historia extraordinaria. Allí tenían secuestrado a un niño, el hijo de una cantante hortera que se llama Dorothy Vallens. La seguidilla respondía a una grabación pero alguien (probablemente Ben) estaba haciendo el play back con un micrófono desconectado. No lo vi, pero estoy seguro de ello.

Era Frank Booth quien se encontraba detrás de todo esto, un personaje capaz de lo peor y de lo mejor según la generosidad que necesite proyectar. Le gustan las tortillas de camarones con fino y nunca duda cuando va al Sandy de Barbate; pide siempre morrillo de primero. “Es la parte más sabrosa de este jodido animal”, dice cada vez que se echa un bocado de morrillo de atún a la boca.

jueves, diciembre 07, 2006

Matriarcalismo (Memoria Simpática)

Es de las pocas cosas que recuerdo de mi infancia, si bien el recuerdo es nítido, quizá por cotidiano y reincidente: recuerdo a mi madre como el auténtico corazón de la casa, del hogar.

Eran otros tiempos. Tiempos de patriarcalismo; un patriarcalismo furibundo y machista.

Es cierto que quien traía el dinero a casa era mi padre y no es menos cierto que era él quien lo traía porque era él quien debía trabajar para sacar adelante a la familia. Él, quisiera o no, le gustara o no, era quien DEBÍA trabajar para que la familia pudiera sobrevivir. Ésa era su función.

Sin embargo, una de las pocas cosas que recuerdo de mi infancia, si bien el recuerdo es nítido (quizá por cotidiano y reincidente) es a mi madre como el auténtico corazón de la casa, del hogar. Todo giraba en torno a ella: las decisiones importantes de la familia, la administración de todos los recursos, la educación de todos nosotros... Por no decir que sin ella nada habría sido posible en aquella familia tan patriarcal en la que el hombre ejercía un poder que ahora se siente como tirano y despótico por anacrónico respecto a la actualidad.

Es otra de las pocas cosas que recuerdo de mi infancia, si bien el recuerdo es nítido, quizá por frecuente y reincidente: recuerdo a todas y cada una de las madres de todos mis amiguitos siendo, como mi madre, los auténticos corazones de sus respectivas casas, de sus hogares.

Es cierto que eran sus padres quienes traían el dinero a casa y no es menos cierto que eran ellos quienes lo traían porque era ellos quienes debían trabajar para sacar adelante a sus familias, les gustara o no. Pero cuando yo iba a sus casas eran ellas, las madres, las verdaderas dueñas de SUS casas. Eran ellas, las madres, la personificación auténtica del Poder, con todo lo que ello conlleva. Eran ellas quienes controlaban la economía y la salud de todos los componentes de la familia. Y donde se encuentra el control de la salud y la economía se encuentra el verdadero poder.

El recuerdo es nítido, quizá por cotidiano y reincidente: recuerdo a mi madre como el auténtico corazón de la casa, del hogar. Tanto es así, y tanto me ha marcado aquella época patriarcal en la que los hombre dominaban el mundo (según cuentan), que las madres de ahora me parecen unas pobres infelices. O mejor, unas víctimas de su merecido éxito reivindicativo.

Addenda. Mi buena amiga R. ha tenido un hijo hace un par de meses. Ella, que se considera feminista, está acabando una tesis doctoral que, cómo no, se encuentra vinculada a un tipo de feminismo concreto (y por tanto se conoce toda la bibliografía habida y por haber respecto al tema). Ante una pregunta nada ingenua, me contaba ayer que no había podido comprarle nada a su hijo que no fuera azul (de ropa, se entiende); que ella misma se sorprendía ante el hecho de que le resultara prácticamente imposible comprarle algo rosa pero, y esto es lo verdaderamente revelador, que tampoco la cosa era para darle demasiada importancia.

Si yo hace unos meses hubiera querido quitar importancia a cosas relativas a lo educacional (convenciones socio-culturales), como vestir a los niños de azul y a las niñas de rosa o el regalar pelotas a unos y muñecas a otras, mi amiga me habría acribillado a insultos (supongo que cariñosos pero insultos al fin y al cabo). Pero había tenido un hijo, lo tenía en sus brazos y sólo podía ir... de azul. “La sociedad sigue siendo machista -dice mi amiga R.-, el que yo vista de azul a mi niño y le regale un balón no tiene importancia alguna, porque lo que hace machista a la sociedad es el lenguaje, los medios, los magnates, etc.”

De esta forma, el perfecto paradigma de mujer feminista que hacía “unos días” achacaba todo el mal a la perpetuación de unas costumbres (convenciones socio-culturales) machistas restaba importancia a un tema que ahora carecía, según sus propias palabras, de “trascendencia real”. Dejaba el testigo del mal, eso sí, a los otros, siempre hombres, por supuesto. Y lo hacía quitando importancia a todas esas cosas que tanta importancia tenían cuando podían ser usadas contra alguien. Ella era (seguía siendo), como todas las demás mujeres -según sus palabras-, víctima del poder, que es masculino.

R. Ha decidido, dada su coyuntura, que el verdadero problema (ya) no se encuentra en la educación, puesto que la educación abarca cuestiones en su mayoría superadas por gente de su generación. No se encuentra en la educación, claro, porque si así fuera ella debería considerarse culpable. Así pues, repito, para mi amiga el verdadero problema (ya) no se encuentra en la educación. Se encuentra, porque sigue encontrándose... en el hombre, en el hombre que controla el mundo, en el hombre que tiraniza a la mujer, en la sociedad, que no es más que lo que el hombre ha constituido a su imagen y semejanza, en el lenguaje, que el hombre ha construido para dominar el mundo, su mundo.

miércoles, diciembre 06, 2006

Sistema Universitario

1. Ir a la moda, decía en otro post, es la única garantía de existencia con la que cuentan muchos (la gran mayoría). Ir a la moda (hacer lo que toca; hacer lo que se espera que hagas) acrecienta las posibilidades de medrar. Hacer algo distinto de lo que dicta una moda (no lo contrario) es, pues, una actitud cuya futilidad adquiere sentido, sólo, en el placer personal que convoca. Si bien te juegas la inexistencia.

2. La corrección política es algo que fundamentalmente ha agradecido la muchachada estudiantil, tan protegida ella en la supuesta defensa de las debilidades (en este caso la de ser joven, estudiante, hijo de padres etnocentristas, víctimas de la publicidad y de un mundo patriarcal, machista, xenófobo...). De esta forma, se ha inoculado en los jóvenes un sentimiento narcisista que resulta mucho más peligrosos de cuanto pudiera parecer, puesto que toda la protección recibida se basa en la defensa de un individualismo corporativista y autodestructivo, llevando la paradoja al puro éxtasis. Un éxtasis perturbador.

3. Los becarios, esos estudiantes que antes eran alumnos aventajados en conocimientos, ahora son el espécimen más retorcido del mundo académico. Los becarios, que son los futuros nuevos profesores son, simplemente, los que mejor se han sabido adaptar a un sistema que ya no se encuentra al servicio del Conocimiento, ni siquiera de ideología alguna, sino al servicio de Telefónica y Coca-Cola.

4. La Posmodernidad universitaria no es más que la perfecta combinación de dos actividades perfectamente complementarias: la del ninguneo y la del prorrateo. Ningunear a los que no van a la moda y prorratear entre los más serviles. La consecuencia la sabemos todos.