martes, diciembre 31, 2013

Zalamero

Durante año y medio se ha estado diciendo de él que ha sido el mejor ex-marido de toda la Organización. Que la ausencia de declaraciones, así como su distanciamiento y su prudencia ante el Entorno, lo habían convertido en un ex-marido modélico.

Pero en este país los modelos tienen los días contados. En realidad aquí nadie quiere modelos, nadie quiere personajes ejemplares, sería como admitir que alguien puede ser mejor que otro, algo que iría en contra de la igualdad, de la uniformidad. Y en estas circunstancias quien indefectiblemente gana la partida es siempre el ruido. Llevamos más de 30 años entrenándonos en dar pábulo exclusivamente al que más ruido hace. Porque el ruido es, además de rentable, el principal recurso que tiene los mediocres para seguir haciendo ruido. El que tan rentable resulta.

Así que ni corto ni perezoso decidió cortar su silencio, no sólo con la publicación de un libro acerca de sus vivencias, sino con su masiva presencia en los medios de comunicación con más audiencia.

Durante año y medio se ha estado diciendo de él que ha sido el mejor ex-marido de toda la Organización, pero la verdad es que su silencio nunca sirvió para solucionar ninguno de los problemas en los que dejó sumida a toda su familia. Su mujer no ha podido recuperarse aún de todos los daños por él infligidos. Su estado de salud sigue siendo muy delicado, los ansiolíticos siguen siendo necesarios para superar el día a día y sus visitas a consulta han tenido eliminarse con el fin de poder seguir atendiendo semidignamente a los hijos.

Lo cierto es que, como es bien sabido, su gestión no pudo ser más nefasta. La situación en la que dejó a su familia después de haberla maltratado pertinazmente durante 7 años no puede ser peor. 7 años en los que los malos tratos infligidos a su familia no eran apenas comentados por la Organización que presidía, esa organización cargada de buenas intenciones que tanto reivindicaba la labor de su jefe, la labor de su líder.

La cuestión es que ni corto ni perezoso un buen día decidió cortar su silencio. Publicó un libro acerca de sus vivencias y estuvo un par de meses haciendo bolos para publicitarlo. Con la familia hecha unos zorros, el ex-marido anduvo de tertulia en tertulia haciendo gala de su gran talante, ese talante que no le impidió maltratar a su mujer en el reciente pasado con constantes vejaciones ahora por todos conocidas. Es sabido que del año y medio transcurrido desde su separación la mujer ha estado entubada 8 meses y que su peso corporal llegó a preocupar seriamente al equipo médico. Como también es sabido que todo ello no es más que el epílogo de 7 años de actuaciones que consumaban el mal, ese mal por todos reconocido a posteriori.

Fue precisamente su talante el que al parecer le obligaba a admitir en las entrevistas que no siempre hizo bien las cosas y que cometió algunos pequeños errores. Quiso mantener el prestigioso título que le otorgaban, el de el mejor ex-marido de la Organización y se le ocurrió tirar de ese supuesto talante que, todo se ha de decir, destrozó a su familia. Así, después de haber vejado y maltratado a su mujer durante 7 en los que no dejó de humillarla, Zalamero aparecía en todos los medios diciendo "Es cierto, no hay por qué negarlo, que cuando uno adquiere tantas responsabilidades es susceptible de cometer errores. Yo los cometí, no tengo reparos en reconocerlo, creo que es de justicia hacerlo. No siempre me comporté bien con mi mujer; recuerdo que un día no le ayudé a pasar la fregona en el cuarto de invitados y otro, y es aquí donde mi conciencia más me castiga, en el que no fui capaz de ayudarle a freír unos huevos cuando vinieron a comer unos amigos de mis hijas".

domingo, noviembre 10, 2013

Cine y Corrección

Cine y Corrección
Frente a lo que les sucede a otras formas de expresión artística el cine vive un buen momento. En contra de lo que le sucede al Arte que es, tal y como venimos señalando desde hace ya varios años y valga la paradoja, la forma de expresión artística más alicaída y precaria de la contemporaneidad. Una contemporaneidad, para entendernos, en la que leer novelas se ha convertido en el acto infantil más culto de los posibles. Pero el cine no sólo no está acabado sino que está demostrando ser la forma de expresión artística más adecuada a nuestros tiempos. Desde que la caída de Lehmann Brothers introdujera a la humanidad en un agujero negro de proporciones aún desconocidas, el cine decidió reinventarse imponiendo el talento y el ingenio sobre el anquilosamiento rancio de las industrias cinematográficas más conservadoras. El relativo fácil acceso a la tecnología ha sido, todo se ha de decir, un factor importante ante el resurgimiento de esta forma artística

A la moda

Pero no todo iban a ser flores. Porque si hay algo de lo que ni el cine se ha podido librar es de creer que se encuentra al servicio del espíritu de su tiempo. Aun con toda la variedad de la que puede hacer gala esta forma de expresión artística en una actualidad realmente variopinta, la verdad es después de todo que el cine no ha podido evitar caer demasiadas veces en eso que cuestiona la misma imaginación libre de la potencialidad creativa; a saber: en elaborar productos que tienen de trasfondo los mismos principios básicos. O la misma carga ideológica entendida como elemento motor. Generando así un elevado número de películas que podrían englobarse dentro de lo que podríamos denominar una moda. Y es una lástima porque ir a la moda es una forma de producir artefactos que suelen ser exactamente lo contrario de lo que debe esperarse de un verdadero acto creativo. Sobre todo si descubrimos que esos principios básicos que asociamos a una moda responden a prejuicios establecidos por la corrección política.

Algo que resulta paradójico, pero no por ello incomprensible. Paradójico en la medida en que es el cine “alternativo”, que es casi el único que nos interesa (indie, independiente, low cost, minoritario por asiático o por indio o por chileno, etc.: el que difícilmente encuentra acogida en las salas comerciales), el que debería evitar los prejuicios zafios del pensamiento único. Pero de alguna forma comprensible, ya digo, en la medida en que precisamente son los sectores supuestamente más (pseudo)intelectualizados los que más divulgan ese pensamiento único generado desde lo políticamente correcto. Así es como nos encontramos con que muchas de las películas que más difusión encuentran en los medios especializados y en los festivales atienden a una manera de ver el mundo digamos que feminista. Y si no puramente feminista, sí al menos contaminada por la necesidad de asumir un cambio de paradigma respecto a la cuestión de la igualdad (de géneros), que no tanto de la diferencia. O mejor: un cine que entiende el feminismo de la misma manera peculiar que lo entienden los medios, los políticos, los académicos y claro, los artistas: no tanto atendiendo a la diversidad de lo femenino como atendiendo a la uniformidad de lo masculino. Y de ahí que en el cine contemporáneo los varones sean seres cuando menos “incapaces”, cuando no unos capullos, cuando no unos asesinos, cuando no directamente innecesarios, como iremos viendo.

Falsas apariencias

Es como si empezara a dar sus frutos todo el trabajo legendario de Laura Mulvey y Teresa de Laurentis, entre otras. Frutos que recogen tanto el cine blockbuster como el cine minoritario, cada uno a su manera. Y no se trata ni mucho menos de desmerecer ese cine tan a la moda sino de analizar la ideología que finalmente se desprende de las apariencias.
Pero crear en función de la moda en un mundo globalizado puede conllevar algún tipo de despropósito añadido, más allá del que supone el ya señalado hecho de la uniformidad, pues ni todos los países tienen la misma idiosincrasia ni viven las mismas circunstancias sociales. No es lo mismo hablar de la mujer en ciertos países que hacerlo en otros si lo que se pretende con ello es denunciar un estado de injusticia respecto a las libertades. Las mujeres de los países civilizados contraen matrimonio con quienes quieren y eligen su propio destino. Además de tener sus propias despedidas de solteras y de ser, aún, mayoritariamente poseedoras de las custodia de sus hijos ante la separación. Y si nos atenemos a las estadísticas incluso son más infieles que los hombres*.

Pero la moda cuando se impone es implacable y da igual que se imponga a modo de pantalón de piquillo que a modo de novela histórica. En Corea, por ejemplo, la situación de la mujer –y del hombre- es claramente distinta a la de España, por lo que puede resultar extraño hablar del asunto de la mujer no emancipada con las mismas “formas” en un sitio y en otro. Sin embargo la moda es la moda y aunque la situación de muchos países es inmensamente distinta en lo que al trato de la mujer se refiere, la verdad es que no hay cinematografía que renuncie a seguir los mismos patrones ideológicos globalizados. De esta forma nos encontramos ante una gran cantidad de producciones que recurren al asunto –ya sea tomado como principal o colateral- de la (des)igualdad para tratarlo de forma políticamente correcta, esto es, para tratarlo de forma absolutamente previsible. Como si siempre fuera igual y como si fuera igual en todos los lugares. Y dará igual que sea más o menos pertinente abordar tal “denuncia” (lo que en unos países puede ser producto de la pura necesidad en otros sólo es el simple producto de la corrección política), porque lo único que demuestra una moda ideológica es su incapacidad de escapar a la corrección política. Una moda generada, de hecho, por la misma corrección política.

Corrección e incultura

Echemos un vistazo a los dos últimos números de la siempre interesante Caiman Cuadernos de Cine. En portada la película Caníbal, en donde un hombre no se conforma con asesinar mujeres, sino que además se las come; en el interior 12 páginas dedicadas a La vida de Adèle (ganadora además del último Festival de Cannes), película dedicada a dos mujeres que se bastan y sobran para amarse con sexo explícito; y en separata un suplemento de 35 páginas dedicadas a Hong Sangsoo. Algún desprevenido podría decir, “¿y bien?”. Pues antes de contestar sigo, no sin antes afirmar que en absoluto es la calidad de las películas lo que aquí se cuestiona.

Así, en ese mismo número aparece la crítica de La herida de Fernando Franco, película que trata la vida de una mujer con problemas importantes de trastorno de la personalidad (Síndrome Bordeline). El reseñista no duda en asociar esos desórdenes psicológicos de la protagonista a la película No tengas miedo (Montxo Armendáriz), película donde la protagonista es una niña que sufre abusos sexuales. La ligazón no es nada ingenua, pues lo que hace el crítico es vincular la locura de esa mujer de La Herida a la única causa por la que, desde la corrección política, una mujer puede padecer desórdenes: el hombre. No hay posibilidad de que una mujer pueda padecer desórdenes psíquicos si no es porque el hombre los ha favorecido. Para el pensamiento único ni siquiera los males que padece la protagonista de La Herida (película autónoma con su propia estructura interna) pueden tener otra causa que el hombre, y si ese hombre no se encuentra en la propia película pues se busca en otra y si no se encuentra en otra se les asigna al varón en tanto que concepto genérico. Da igual en qué país se viva y lo civilizado que esté, la cuestión es criminalizar el varón por cualquier vía posible –y en el mundo entero-, ya sea política, mediática o, como en este caso, artística.  

Otras películas toman las páginas importantes dedicadas a los últimos estrenos. Todas las mujeres (Mariano Barroso) donde el perfil del protagonista es directamente calificado por el crítico de “inmaduro, ególatra y machista”. Película que narra las relaciones de un hombre con todas las mujeres que le rodean. El acerado crítico avisa que con esta película el director “vuelve a establecer un diálogo con la (des)igualdad de las mujeres” y “pone un acertado énfasis en la absurdidad de un protagonista que parece vivir anclado en una suerte de dualidad hegemónica victimista del rol masculino patriarcal”. Para rematar el director dice en una entrevista, “¿Y qué hombre, sobre todo español, no tiene una parte así?”. “Hay que joderse”, podría decirme yo como respuesta a la pregunta de una entrevista que nadie me hace.

Dos páginas más adelante y respecto a su última película dice Álex de la Iglesia en una entrevista, “los hombres somos muy tontos y no entendemos a las mujeres”. Y la siguiente página está dedicada a Gloria, una película chilena que trata, de una “mujer separa y con hijos ya adultos, que lucha por mantener la vitalidad”, “el retrato agridulce de una heroína cotidiana”. El hombre protagonista es definido, como no podía ser de otra forma, como un ser incapaz: “incapaz de ser partícipe de la vida de ella”. En la página siguiente la crítica de Dos mujeres (Paul Feig), película que “se centra en lo femenino”. La sección cuaderno de actualidad se dedica al rodaje de La señora Brackets, la niñera, el nieto bastardo y Emma Suárez, donde su director Sergio Candel dice que su principal motivación es “indagar en la transformación del cuerpo femenino”. Habría que ver en estas dos últimas cuál es el papel del hombre.

En el último número de Caiman dos películas ocupan portada y páginas relevantes. Dos películas sobre dos mujeres: Blue Jasmine (Woody Allen) y Camille Claudel (Bruno Dumont). Respecto a Jasmine se dice en las primeras páginas, “la idealización de las apariencias no le deja ver las infidelidades y los negocios turbios de su marido”. Y respecto a Camille Claudel se dice, “en este universo encontramos a una mujer prisionera de la sombra de su amante”. Algo que tiene claro su protagonista, Juliette Binoche, “creo que la locura de Camille tiene que ver con el hecho de que fuera precisamente Rodin, la persona que ella más amaba, quien le impidiese desarrollar su arte, quien hizo que desapareciera del mundo para ser encerrada”. Y unas páginas más adelante encontramos la crítica de La por (El miedo) y la entrevista a su director Jordi Cadena (quien ya hiciera Elisa K). “La por, el nuevo largometraje de Jordi Cadena –dice el crítico de turno- no solo es una película sobre los hombres que pegan a las mujeres y sojuzgan a sus familias” y para acabar afirma “una máquina infernal que recorre la familia y la escuela, y que crea una presencia omnipresente aun cuando no se la pueda ver: el Padre, esa instancia todopoderosa que traspasa el mundo de los afectos para incidir en la cuestión de la economía y el poder”.

Pero volviendo al número anterior de Caimán, ¿qué se desprende de conjunto de las películas de Hong Sangsoo, uno de los directores más aclamados del mundo en la actualidad?, ¿qué es lo que se desprende para que la afrancesada revista le dedique un suplemento de 35 páginas? Para quienes conocen la obra de este curioso director no haría falta explicación alguna, entre otras cosas porque su cine es sin duda interesante, pero para quienes no lo conocen sólo decir que sus películas se caracterizan por lo que en ellas sucede. Y lo que sucede es, tantas veces, que los varones, por lo que sea, se muestran incapaces de estar a la altura de las mujeres y por ello no dejan de ser mostrados como estereotipos del típico machista. Algo que al parecer pone muy cachondos a los cultos críticos cinematográficos europeos que no distinguen Corea de Madrid, o de Nepal o de San Francisco. Las mujeres de Sangsoo pueden estar desconcertadas o mostrarse dubitativas, pero los hombres serán casi invariablemente (y a pesar de todas las variaciones marca del autor) ególatras, sexistas y algo bobos.

Los críticos occidentales y anglosajones más civilizados, siempre imbuidos por el inevitable complejo de culpabilidad perenne, parecen disfrutar con estos asuntos tan políticamente correctos, se den de la forma en que se den y con independencia de la circunstancia concreta. Pero la peculiaridad que caracteriza a la inmensa mayoría de los que van a la moda es precisamente la de no darse cuenta de ello. No hay joven tatuado que no se crea original debido a la forma de su tatuaje, olvidando en su creencia que lo verdaderamente original es no llevar ninguno. Es perfectamente legítimo gustar del cine de Sangsoo (o el de Tran Anh Hung), pero fundamentalmente por su estilo y sus formas de narración serial en torno a las variaciones. También si se quiere por su contenido, por supuesto, pero sólo si ese contenido se analiza y exalta en su justa medida. Y en su contexto. El machismo que sufren las mujeres de Corea (o las de Vietnam) nada tiene que ver con lo que puedan experimentar aquí unas mujeres que han nacido con el eslogan feminista clavado a sus orejas. Es de sobra sabido por anunciado que desde hace más de 25 años hay más universitarias que universitarios. Y quien es profesor sabe perfectamente que en las chicas no hay ni un atisbo de despiste más allá del que se quiera permitir cada una en el uso de su propia libertad. Por ejemplo eligiendo el hombre equivocado, algo por otra parte demasiado frecuente en la adolescencia y la juventud; los malotes, que dicen ellas (tema sobre el que nadie quiere reflexionar cuando se le llena la boca de eslóganes anti-machistas)

Así, y por decir algo que suene… digamos que actual: “El Padre, el hombre, el marido, el amante y el pretendiente: violento, asesino, incapaz, egoísta y tonto. Y la mujer, el futuro”
Pero ya lo avisaba: las apariencias son una cosa y la realidad otra. Una cosa es dar la razón a Laura Mulvey y otra bien distinta creer que el compromiso con la mujer pasa por exaltarla criminalizando al varón.


*Dice Cármen Garijo a propósito del éxito de ventas de 50 Sombras de Grey (Glamour, septiembre de 2012) ”En el Reino Unido la última cifra de ventas de juguetes sexuales para mujeres es de 4 millones de unidades, y se prevé que en la siguiente década se multiplique esta cifra por cien; un 49 % de las mujeres ha sido alguna vez infiel en su vida, frente a un 46 % de los hombres”.

domingo, octubre 13, 2013

Sería gracioso si no fuera por lo patético

Respecto a las decisiones que todo individuo toma en tanto que usuario (“comprador”) de un posible producto cultural hay algo que por lógico suele ser habitual. En términos coloquiales podría ser traducido como “de qué va”. Cuando alguien toma la decisión de comprar un libro o de ir al cine hay una necesaria labor de escrutinio que atiende fundamentalmente al conocimiento aproximado sobre el asunto y el tema. Aún en el caso de que el deseo pudiera suscitarlo la autoría del artefacto cultural (un determinado escritor o un director concreto)  podría decirse que son despreciables los que abordan la “compra” de un artefacto cultural sin haber querido saber previamente “de qué va la cosa”. Así, tendría serios problemas de venta una cartelera de cine que sólo diera información acerca del título y de la ficha artística de las películas. Puede por tanto afirmarse que todo evento cultural que requiera necesariamente de público necesitará explicarse para su búsqueda de espectadores. Más allá de la ficha artística los espectadores de cine necesitan saber de qué va la película para poder entra en la sala, y los lectores de libros tirarán de contraportada o del boca a boca para tomar su cara decisión, pero desde luego se me hace difícil concebir lectores que lean a golpe ciego de tirón librero.  

Sirva pues este post para señalar las abismales diferencias que siguen existiendo, pese a quien pese, entre las formas de explicarse de los diversos medios de expresión artística por lo que a su captación de público expectante se refiere. Por mucho que el Sistema del Arte diga querer acoger en su seno todas las disciplinas creativas cada vez que se le tacha de elitista, la verdad es que después no puede evitar el hacer un titánico esfuerzo por distinguirse y separarse de aquello que considera más bien “popularachero” y facilón.  Así es como en los suplementos culturales siguen existiendo compartimentos estanco para hablar de cine, de teatro, de literatura… y de arte. De la misma forma que existen revistas especializadas para cada medio y ninguna que los abarque a todos en nombre de algo que los aúne. Al arte le gustan sus maneras, que no se parecen ni por asomo a las del cine o la literatura. El arte no gusta de presentarse con algo que no sea clara y específicamente arte. Una Feria de Arte es una Feria de Arte y punto.

Por otra parte cabe decir que así como el cine es plenamente consciente de los cambios que se están produciendo en su seno, ya sea tanto en lo que respecta a la financiación como a la producción, a la distribución y al mismo visionado, el arte sigue anclado en unas formas de expresión y exhibición propias de una pasado claramente periclitado. Unas formas rancias que sólo dan cuenta de un desfase del que nadie parece ser consciente. Quien se pasee por Madrid y necesite una guía del ocio con el fin de programar su tiempo cultural puede encontrarse con estos textos pertenecientes a sendas a exposiciones que se exhiben en Centro de Arte Reina Sofía. (Y no hará falta decir que los textos de estas publicidades explicativas los proporcionan siempre los propios interesados). Así, ante nuestra pregunta “¿de qué va tal o cual exposición?” con el fin de poderla visitar, la guía del ocio o el panfleto especializado nos responde:

Ciudadano paranormal. “Gabriel Acevedo Velarde presenta sus trabajos más recientes sobre el espacio intermedio entre institución y subjetividad individual, en una serie de alegorías sobre el binomio masa y poder”.

Las fieras. “María Ladova utiliza en esta ocasión fotografía, escultura y lenguaje para ofrecer una colección de inquietantes instalaciones sobre la acción interrumpida y los límites difusos”.

Poética(s) de lo inacabado. “Investigación artística en torno al proyecto inacabado de la cineasta Maya Deren en Haití para dar un nuevo significado a estas obras inacabadas”.

One true Art – 16 respuestas a la pregunta qué es el arte.” Experimento artístico performativo que invita a reconsiderar la noción del arte desde lo metafísico a lo económico o lo político”.


Como puede verse el arte no ceja en su empeño de seguir siendo eso que, por pereza o por inercia o por intereses, no quiere dejar de ser. Aun cuando ésta pudiera considerase la tarea más inútil del mundo debido a la misma obsolescencia de la institución. El arte, en definitiva, no ceja en su empeño de seguir siendo lo que ya no puede ser. ¡Acción interrumpida y límites difusos!... ¡alegorías sobre el binomio masa y poder!... ¡reconsideración de la noción del arte! ¡Plomos, que sois unos plomos! Y unos rancios desfasados. 

lunes, septiembre 09, 2013

España. Medir/Mentir

Del medir


Para la mente –decía Comte- la cuestión de medir no era otra cosa que una cuestión de comparación: “una simple comparación inmediata con otra magnitud semejante supuestamente conocida y que se toma como unidad entre todas las de la misma especie”.

¿Qué podemos hacer ante esta afirmación? ¿La atendemos en tanto que producto de una reflexión filosófica o la ignoramos en la medida en que somos hijos de nuestra “correcta” época? Es decir, ¿la contemplamos en tanto que producto del Conocimiento o la ignoramos en tanto que creemos que toda opinión es igualmente válida y legítima, y por tanto toda definición –o afirmación- es una forma de ofensa que atenta contra el derecho individual, tal y como nos ha inculcado el Pensamiento Académico desde hace 40 años? O sea, ¿la contemplamos por sabia o la despreciamos por poder ser tan verdadera como su contraria?

La verdad es que el pueblo español no tiene elección ante esta tesitura: ya desde hace tiempo se les ha negado a los españoles la posibilidad de reflexión seria (sin Humanidades en la educación) mientras iba aprendiendo Conocimiento del medio de modo lúdico y no invasivo. Así, ante el concepto comparación todos los españoles tendrán su particular opinión. Una opinión que todos creerán ¡incuestionable! en tanto que legítima por suya. Una opinión que muy probablemente se encuentre trufada de connotaciones previsibles, esto es, políticamente correctas. Primero desde la vulgaridad que imprime el popular tópico que dice que toda comparación es odiosa -y que ignora que toda comparación es tan inevitable como los prejuicios. Y segundo debido al intrínseco odio autóctono desarrollado en los ciudadanos españoles, que viven en una perpetua comparación nacida del desconocimiento sobre sí mismos. Los catalanes odian a los madrileños, los gerundenses odian a los barceloneses, los sevillanos a los gaditanos, los algecireños a los gaditanos y los de La Línea a los algecireños. Y dentro de los algecireños hay, como en cualquier otro lugar, dos grupos que se odian a muerte, porque tanto los barceloneses como los gaditanos, como los valencianos, etc. que odian al “otro” por ser de fuera, guardan además su porción importante de odio sobre los barceloneses, gaditanos, valencianos, etc. que están dentro pero en otro subconjunto, pues dentro de cada frontera hay dos tipos de ciudadanos autóctonos que se odian a muerte desde antes de la Guerra Civil. Así, un odio “ancestral” autóctono al que se une un cúmulo de odios superpuestos propiciados y estimulados por la corrección política que reivindica la diferencia en nombre del Derecho, que no de la Justicia ni de la Libertad ni de la Igualdad ni de la Solidaridad. Odios aceptados, asumidos y alimentados por el pueblo español a través de las urnas.  

Un odio que además se alimenta de las mentiras e hipocresías que los votantes admiten de sus gobernantes antes de ejercer su posterior derecho de la queja inmadura e irresponsable. Todo el mundo sabe que el PP y el PSOE llevan 40 años aliándose con gente que desprecian sólo para mantener sus chiringuitos. Así, además de Odio, Ineptitud, Hipocresía, Amoralidad y falta de principios. Lo que, lógicamente, conlleva un nivel de incompetencia que sólo ha podido establecerse con la defensa acérrima de la mediocridad. Si hacemos caso al filósofo la comparación exige que la magnitud a comparar sea semejante y aquí en España todos quieren ser exclusivos.

Por tanto, si atendemos a Comte (y no a la corrección política que perpetúa los males contra los que hará ver que lucha para justificar su existencia) ya sabemos cuál es una de las importantes razones por las que España ha sido eliminada de cuajo y a las primeras de cambio por el COI. Una de las razones por la que, entre otras, hemos quedado incluso por detrás de Estambul, país donde aún no se ven con buenos ojos las minifaldas.

Del mentir

Kant dice que “La mayor violación del deber del hombre para consigo mismo, considerado únicamente como ser moral, es lo contrario de la veracidad: la mentira”.

¿Cómo debemos entender el aserto? O mejor, ¿Qué es una mentira en la época de la corrección política?, ¿qué es una mentira en un país donde la incultura y el odio son auténticos patrimonios nacionales? Probablemente nada. En un país que se ha formado a partir de un relativismo mostrenco, generado a medias por una clase política corrupta, unos académicos políticamente correctos y unos lobbies de presión desnortados, cabe cualquier cosa menos la sensatez. Si verdaderamente “ser es ser percibido”, como decía Bekett, España no es, desde luego, lo que los españoles creen ser. Porque, ¿cómo calificar y definir a unos ciudadanos que aceptan a unos gobernantes que no saben abrir la boca sin mentir? ¿Bastaría con calificarlos de pusilánimes o podríamos llegar más lejos? El gobierno de Zapatero nos mintió compulsivamente y el de Rajoy no ha hecho otra cosa desde que tomó el relevo en alternancia implacable. Por no hablar de corrupción. Si como dicen las encuestas la intención de voto aún se encuentra fundamentalmente en esos dos partidos es porque a los ciudadanos españoles les gusta regodearse en las heces. O lo que podría ser peor: porque los españoles son estúpidos, algo que resulta mucho más peligroso que la misma maldad.

Los informes PISA llevan años alertándonos de nuestra mala educación, pero al parecer NADIE tiene ganas de restaurarla. Los políticos se han mostrado incapaces de hacerlo y los ciudadanos viven más tranquilos en una sociedad que no requiere de grandes esfuerzos. De hecho, un país corrupto es un país donde la contingencia ofrece más garantías que el propio esfuerzo. Algo que funciona bien en épocas de vacas gordas, en lugares corrompidos y cuando los ciudadanos se creen ricos porque el banco les presta dinero para tener un buen coche. Y después está el mundo universitario, que como es bien sabido se encuentra perfectamente corrompido por la corrección política, ese invento anglosajón que los españoles han llevado al límite de lo irracional, convirtiendo el pensamiento académico en un bunker donde nadie puede tener ideas propias.

Hoy mismo he escuchado a alguien que achacaba la derrota olímpica a nuestra ingenuidad. Hay que ser estúpido. Decía textualmente, “lo que nos ha pasado es que hemos creído en el juego limpio”. Sus argumentos se fundamentaban en que “nuestro plan” había sido sincero, honesto, comedido en el gasto (ahora, low cost) y preocupado por el medio ambiente, etc. Y que todo nos pasaba por buenos, por fiarnos de la palabra de los brokers (malos), de los especuladores (malos) y, por cambiar de tercio, de los dirigentes serios (pero traidores) de otros países donde los políticos dimiten cuando son pillados robando una golosina o diciendo una mentirijilla.

Así Kant de nuevo: “El mérito es aquella cualidad que reposa en el propio querer del sujeto. Se trata, por tanto de algo completamente diferente de la habilidad para procurarse felicidad”.


Post Scriptum. Perdóneme el lector ser tan vulgar como para decir todo esto a toro pasado, pero como valenciano que soy tuve suficiente con la American’s Cup y con la Fórmula Uno, donde sólo se enriquecieron los que ya lo eran.

jueves, agosto 22, 2013

Imágenes sintéticas

Enlace con mi último artículo publicado en Jot Down sobre las imágenes sintéticas. Forma parte del libro "De otro(s) mundo(s). Una aproximación al paisaje sintético" que se publicará en la editorial Sendemá en Octubre.



domingo, julio 14, 2013

Los límites del control (Jim Jarmusch)

Nadie debería negar la importancia de los límites en las estructuras que gobiernan las sociedades humanas. Los límites son un signo civilizatorio. Sin ellos volveríamos a neandertal. Y nadie negará que el control es, en tanto que forma de actuación, una aspiración. Nadie quiere estar descontrolado porque todo descontrol supone una pérdida respecto a la voluntad y al deseo, ejes regidores del sujeto. Pero el control, como cualquier otra cosa, requiere de límites. En ambos sentidos, a la alta y a la baja. En este sentido podría decirse que es necesario controlar los límites. O ponerle límites al control. Pero, ¿tiene todo esto algo que ver con la película? Es posible, pero no lo sé.

Los límites del control es una película que habita en los mismos límites, pero esta vez a partir de las variaciones. Si algo ha demostrado Jarmusch a lo largo de su carrera cinematográfica es su extraordinario sentido musical de la narración. Las variaciones narrativas son, en este sentido, puras formas visuales que se repiten sólo para señalar la diferencia en lo parecido. Inscritas, además, en un tempo parsimonioso que poco a poco va situando al espectador en la mente del protagonista, un negro elegantemente vestido que deambula encontrándose personajes que le pasan información de forma críptica con un fin incierto. Jarmusch sería, en lo que se refiera al cine fundamentado en las variaciones, el equivalente americano de Kiarostami, con todas las diferencias que los separan. Ambos son directores que, más que preocuparse por la naturalidad y el verismo, se preocupan por el pensamiento visual, es decir, por la imaginación al servicio del conocimiento.

En Los límites del control nada tiene una explicación previsible. El protagonista se come literalmente la información (proporcionada en un papelito), siempre e invariablemente con dos cafés expresos. Algo propio de uno de los personajes más lacónicos que nos ha dado la historia del cine (quizá su diálogo de toda la película no exceda de un folio). Su misión se encuentra vinculada, precisamente, a escuchar, a saber escuchar y a interpretar lo que la incontinencia verbal de otros pueda significar. A escuchar y a observar. Una vez asimilada, ¡y digerida! la información se dedica a deambular por los lugares del encuentro para observar atentamente todo aquello que pudiera servirle en el devenir que le espera. Y que en ocasiones da lugar a experiencias estéticas tan bellas como perfectamente desinteresadas.

En efecto, el enigmático y elegante protagonista es un observador compulsivo, ya sea por suspicacia preventiva, ya sea por ansia de conocimiento. Se trata para él de la única posibilidad de conseguir que después todo cuadre, y por supuesto de conseguir su objetivo, que como veremos al final es puramente mental. La historia tiene, por supuesto, un sentido último, pero sólo al protagonista le es dado conocerlo. Los límites del control es, por eso, una película que sucede en la mente del protagonista, como sucediera también en esas otras dos grandes películas Shutter Island (Escorsese) y Cosmópolis (Cronenberg). En Los límites… todo sucede de forma misteriosa, pero no tanto porque los hechos sean raros cuanto porque suceden sin explicaciones explicitas. Pero sobre todo porque los hechos le suceden al “otro”, un sujeto del que en verdad nada sabemos. De esa forma, es como si los personajes secundarios pertenecieran a otras películas y se hubieran equivocado de set de rodaje. O como si pertenecieran a otras películas cuyas respectivas tramas fueran el complemente perfecto para un personaje que necesita ser dirigido para saber cuál debe ser su siguiente paso atendiendo a su objetivo. De hecho todos hablan con él sin esperar nada de la conversación. Incluso algunos le hablan en un idioma que saben que el protagonista no entiende.


Decíamos que en Los límites del control nada tiene una explicación previsible, lo que no quiere decir que carezca de ella. El problema lo tendrán quienes la busquen en el desarrollo de la trama y no en la intuición imaginativa. Jarmusch deja abiertas todas las escenas que se suceden cronológicamente y que nos van conduciendo crípticamente hacia un extraordinario y extraño final. Así, una película plena de escenas abiertas que culminan en un final más abierto si cabe. Puro pensamiento visual al estilo americano independiente, pero filmado en España, en varios idiomas y con actores de varios países. Y con una trama que sucede a medias entre la mente del protagonista y la imaginación del espectador. Bello e inteligente pensamiento visual.

domingo, julio 07, 2013

¿Los políticos nos roban?

O mejor, ¿son los políticos de una casta tan diferente a la de los ciudadanos?

El dentista
Mi hermano ha decidido contrastar la opinión del dentista que lleva la boca de sus hijos, en concreto la de su hijo de 12 años. En realidad, más que su opinión lo que ha querido es contrastar el elevado presupuesto que le ha dado en función del confuso diagnóstico. Así pues ha decidido visitar otro dentista. Su primera sorpresa ha devenido de la muy diferente forma de actuación propuesta (diferente pero con parecida explicación confusa), y la segunda se ha dado ante la extraña similitud de los dos presupuestos, desorbitantes ambos. ¿Cómo dos profesionales pueden –se pregunta mi hermano- evaluar clínicamente de forma tan distinta el complejo modo de actuación sobre la boca de un niño que sólo ha ido al dentista porque le está saliendo un diente por delante de los otros, pero coincidir tanto en los honorarios requeridos? ¿Será necesario gastar esa ingente cantidad de dinero para arreglar la boca del niño que al parecer sólo tiene un diente que le sobra–se sigue preguntando mi hermano? Las dudas le corroen: ¿seré un desalmado si no pido otro crédito para poder abordar el futuro bienestar ¿estético? de mi hijo? ¿Ah, pero se trata entonces de una cuestión puramente relacionada con la estética y no con la salud bucal?, termina por preguntarse mi hermano. Así que acude a un tercer dentista para saber si es sólo de eso de lo que se trata. Antes de dar su dictamen, lo que hace este tercer dentista es criticar las actuaciones que sobre el niño se han hecho con anterioridad (el primer dentista que le puso los brackets), concretando su crítica en la innecesariedad de esas previas actuaciones, que a mi hermano le costaron, por cierto, una pasta gansa. Coincide sin embargo con este primer dentista en lo que respecta a la forma de ver el problema actual y sobre todo en lo que respecta a los estipendios que serán necesarios para solucionarlo. Armándose de valor mi hermano decide hacerle una pregunta sencilla pero sin duda entrometida; con prudencia y serenidad le dice: ¿y no habría una forma más sencilla de abordar el caso; no sería, por ejemplo, más sencillo extraer ese diente y ya está? El dentista estira el rostro, contrae los labios y comienza a balbucear pronunciando frases que no acaba. Cuando logra serenarse intenta articular un discurso que apela a los modos correctos de actuación. Mi hermano le corta amablemente y vuelve al grano, ¿pero qué pasaría si lo que hiciéramos fuera extraerle sólo ese diente? El dentista ladea la cabeza de un lado a otro, toma aire y dice: pues que es posible, que en el futuro, no muy pronto pero si de aquí unos años, bastantes eso sí, le apareciera, aunque no con seguridad, una pequeña “rayita” vertical en la mejilla. La pregunta de mi hermano tenía sentido; primero porque tanto a él como a mí nos sucedió lo mismo cuando éramos niños y la solución fue extraer la pieza, y segundo porque la extracción es sumamente más barata que cualquiera de las intervenciones propuestas por los tres dentistas. Por cierto, ni mi hermano ni yo tenemos ninguna rayita vertical en las mejillas, pero pensamos que podría ser interesante que apareciera.

El vendedor
Vivo a unos 100 metros del mercado de mi barrio. Todos los días del año un matrimonio que rondará la cincuentena se ubica a mitad camino entre mi casa y el mercado, en un lado de la calle. Bueno, más bien es ella la que con una pequeña sillita plegable se sienta despaldas a la pared junto a una balanza. El se sitúa en el cruce de la calle para controlar mejor la posible llegada de la pasma. Se tiran prácticamente toda la mañana vendiendo los “productos del día”, o sea, los productos que ese día han podido conseguir por el sistema de “carga”. Suele ser fruta y verduras del tiempo. Hace unos días y ya a una hora en la que los mercados dan por zanjada su vida laboral, pasé junto a un bar de esos que cuentan con una pequeña barra que comunica el interior con la calle. Un grupo de personas se comunicaba con la vehemencia y la indignación que al parecer el tema exige en estos momentos. Así, estaban hablando de los políticos a voz en grito. Entre ellos estaba este hombre que tan apañadamente vigilaba las ventas de “sus” productos. Estaban todos indignados, claro. La casualidad quiso que justo a mi paso por el grupo fuera él quien tuviera la palabra; su tono era categórico: “los políticos, los políticos son todos unos ladrones; sólo están donde están para robar, no hay ninguno que se salve”.

El mecánico
Hace año y medio compre una moto a un mecánico –y dueño de un establecimiento de venta de motos- que conozco desde 1985. A los tres meses se produjo una avería que me tuvo sin moto un mes. Como entraba dentro del tiempo asignado por el seguro la arregló, pero sus explicaciones respecto a la avería fueron algo confusas. No pasaron ni dos meses más y la moto volvió a averiarse. Yo le manifesté mis dudas al mecánico pero al final confié en sus extrañas explicaciones que consistieron en decirme que se trataba de una avería común del modelo en cuestión. Siguió sin cobrarme pero no quiso darme ninguna factura ni documento que probara que mi moto había entrado ya dos veces al taller con el mismo problema. No pasaron ni dos meses para que se reprodujera la avería: la tercera vez. Cuando le llevé la moto al mecánico ya manifesté mi total desencanto con la compra de la moto, pero él se excusaba con argumentos técnicos sobre una avería frecuente en esos modelos y difícil de solucionar adecuadamente. Me dijo que está vez iba a darle una solución más o menos definitiva porque había consultado a un experto de Madrid que estaba especializado en mi modelo, y que muy probablemente esta vez sería la definitiva. Quise creerle por dos razones, primero porque lo conozco hace ya casi 30 años y segundo porque tenía ganas de hacerlo. La cuestión es que estuve, de nuevo un mes más sin moto. Pasados 4 meses del tiempo que cubría el seguro de la venta se volvió a reproducir la avería. La llevé al mecánico para pedirle explicaciones; se la dejaba tal que un día y al día siguiente me daría un presupuesto del arreglo en cuestión. Así fue, pasado el día me acerqué al taller y le pregunté. Sin arredrarse ni un ápice me dijo que la avería costaría de arreglar unos 2.500 euros y que, claro está, tenía la opción de no arreglarla, o de llevarla a otro mecánico, pero él me aconsejaba que no lo hiciera, añadiendo que se trataba de un precio especial por los inconvenientes causados y que por ello no me cobraría casi la mano de obra, pero que efectivamente se trataba de una reparación cara debido al coste de las piezas. Ante el cabreo manifestado por mi parte durante la conversación en vez de acobardarse se fue creciendo hasta llegar a decirme que “sí, en efecto se ha tratado siempre de la misma avería pero yo no me podía permitir el lujo de asumirla porque hubiera perdido dinero, así que he ido apañándotela creyendo siempre que podría ser más o menos definitivo el apaño”.   

El contratador

El joven hijo de mi mujer es un atleta; de hecho se lleva preparando para ello desde muy joven. Sus especializados estudios además lo avalan. Le ha igual subir un 6.000, que hacer rafting, que apuntarse a un triatlón: es su vida y por ello su profesión. Hace unos años cuando aún era un adolescente en ciernes le contrataron de la piscina municipal para que pasara 8 horas vigilando a los bañistas. Le daban un sandwiche como pago a la responsabilidad de estar 8 horas bajo el sol sin permitir que se produjeran incidentes entre los usuarios de la piscina. Le vino bien el trabajo como una forma de entrar en contacto con la vida social y laboral directamente relacionado con sus aficiones, pues aún era sólo un estudiante. Han pasado 4 años y lo han vuelto a llamar. Lo primero que le dicen es que esta vez piensan pagarle. Y en efecto, le quieren pagar; le ofrecen 300 euros por estar todo el verano preocupado por la salvaguarda de docenas de niños cuya inconsciencia se multiplica ante el agua y el calor. Da igual que el chaval se haya negado ante tal bochornosa propuesta; seguro que habrá bastante gente mucho menos capacitada (pero posiblemente más necesitada) para hacer el papel de vigilante. Puede que eso genere un par de muertes en la piscina, pero la pela es la pela, tú. (No olvidemos que una de las muertes producidas por ahogamiento este año en Valencia, se produjo porque habían dejado la vigilancia de la piscina en manos de los estudiantes de un instituto que se encontraba adscrito a ella).

jueves, junio 20, 2013

Obituarios

Obituarios
Cuando muere una persona con cierta relevancia suele ser habitual que surja la necesidad de generar artículos con los que homenajearle. Se trata de algo comprensible que pretende un cierto tipo de justicia. Pero habría que distinguir claramente dos tipos de escritos: los formulados por el profesional de las necrológicas y los formulados por los amigos del recién fallecido.

Los primeros suelen ser periodistas desconocidos pero especializados en el buceo de información pertinente. Su objetivo sería el de recordar al lector todo aquello por lo que se admiró al ausente y por ello suele dar lugar a textos asépticos y neutros y por ello, paradójicamente, emocionantes.

Los segundos suelen ser escribientes que “necesitan” homenajear a su amigo. Según mi punto de vista no siempre está claro su objetivo. Ni siquiera queda claro muchas veces si se trataba de un amigo verdadero.

Y es aquí cuando mi opinión se vuelve definitivamente controvertida. Así, cuando todo hacía presagiar que de estos segundos nacerían las necrológicas más auténticas, resulta que nos propinan, la mayoría aplastante de las veces, los peores textos de los que son capaces. Sobre todo cuando en ellos intentan narrar alguna anécdota surgida de la supuesta amistad. No se sabe muy bien por qué, en vez de rememorar la parte profesional del fallecido acaban haciendo vulgares crónicas de anécdotas ajenas por completo al interés del lector.


No hace mucho un prestigioso escritor le dedicaba al recientemente fallecido Querejeta un post de estas características. En ese texto se daban juntas todas particularidades que lo convertían en un encubierto gesto megalomaníaco. Qué coño me importará a mí si jugaban al futbolín o si les gustaba la zarzuela vasca, más aún si nadie se cree que fueran realmente amigos. Ya digo, nada como un periodista aséptico y neutro. 

sábado, junio 15, 2013

El arte del hoy (en Jot Down)

Artículo publicado en Jot Down

El arte del hoy

http://www.jotdown.es/2013/04/el-hoy-del-arte/

martes, junio 11, 2013

Tres de tres

Tres de tres


Angelina

“Cada cuál es cada cuál”, decía mi tía Josefina cuando se veía cuestionada. Era una pena que sólo aflorara su relativismo cuando quería defender su opción, según ella siempre legítima por derecho. Son las cosas del relativismo doméstico, que es el más popular de los relativismos. Lo ejercen con perseverancia los ambiciosos y con naturalidad lo más ignorantes. No sé cuál de los dos resulta más peligroso para la sociedad. Mi tía Josefina no sabía nada de falsaciones, pero le gustaba Pepe Isbert y tenía claro que contra gustos no hay nada escrito. Sin embargo, y con todo ese discurso siempre cargado de razón individualista, arremetía contra todos los que gustaban de lo que ella no entendía.

El otro día, su hija, mi prima, me dijo respecto a Agelina Jolie después de un cambio de impresiones: “todo depende del color del cristal con que se mira”. Y confirmé que su infancia, como la infancia de todos los infantes, había estado minada por la educación recibida. No había forma de que entendiera otra opción que no fuera la suya. No pretendía yo que aceptara lo que de mi opinión se desprendía, sólo intentaba que valorara parámetros distintos a los enunciados por la información televisiva (mastectomía preventiva, valiente y ejemplar). Pero no había nada que hacer: Angelina era una especie de heroína y debía ser un modelo para las mujeres. De nada le sirvió saber que son muy pocas las mujeres que pueden permitirse los análisis sofisticados que se hizo la actriz, ni que son sumamente escasas las que podrían permitirse esa preventiva operación costosísima. Tampoco pareció importarle que ahora luciera dos perfectas y redondeadas tetas, ni que su labio superior rozara su frente de forma paranormal.

Nadal

Cada uno elige sus referentes y modelos en función de su idiosincrasia. Ahora está de moda ensalzar a Nadal. El mismo Ansón no desperdicia oportunidad para decir que se trata de un buen embajador de la España alicaída y cuestionada. Allá él, habiendo tantos escritores, pensadores y directores de cine encomiables. Lo que es seguro es que nadie quiere ponerse del lado de los perdedores y habría que ver si es ahí donde se encuentra el verdadero problema de nuestro tiempo en general y de nuestro país en particular. Quizá no sea lo más adecuado querer estar siempre con los vencedores; sería ésta una elección infantil, como la que hace que en Zamora o en Albacete, por ejemplo, haya tantos madridistas y culés. Lo que habría que hacer es enseñar a los niños a perder. Lo que no quita para que se pueda, y se deba, relatar los méritos de la excelencia.

No tengo nada en contra del bueno de Nadal, pero siento rechazo hacia su tensionada musculatura asimétrica; me molesta la extremada concentración que le resta humanidad a su rostro en pleno juego. Me irrita su tono buenista de las entrevistas y sus diplomáticos discursitos. Y sobre todo me alteran sus manías, que no sé a qué responden. Me da igual que gane partidos si para ello necesita cumplir protocolos excéntricos y supersticiones irracionales. Me da igual que venza si para ello necesita repetir sus infinitos tics en todas y cada una de las bolas de un partido. Lo siento, me declaro en contra de la aplastante mayoría porque para mí Nadal es un enfermo de libro (con perdón). Si yo quisiera tener a un deportista como modelo, éste sería sin duda Federer, con ese cuerpo estilizado, con ese gesto elegante, con esos movimientos imperceptiblemente rápidos; con esa actitud principesca, con ese porte verdaderamente humilde.

Hormigós

“Cada uno hace con su cuerpo lo que quiere”, dice Ana Rosa Quintana con las gafas de pasta enmarcando su circunspecto rostro, esas gafas que después se quita para hablar de la Pantoja o para cocinar un cuchifrito en directo. Lo dice unos meses después de que se produjera aquel caso en el que la ínclita concejal Olvido Hormigós fuera pillada masturbándose en un vídeo que iba destinado a… Bueno, la verdad es que cuando salió a la luz la noticia sólo se sabía del vídeo y nada de los fines del mismo. Y todo el mundo, es decir, TODOS los medios, salieron en defensa de la pobre política. Supongo que esa uniformidad de opinión debió coincidir con la opinión popular, digo yo.

A los pocos días ya se sabía que el vídeo no estaba destinado a su marido, pero la inercia y la doble moral que diferencia (en vez de igualar) al hombre de la mujer no consintió rectificación alguna respecto a las opiniones vertidas sobre lo sucedido. “¡Viva Hormigós libre”!, seguían diciendo los medios.

Cuando pillan a cualquier varón re-conocido (político o no) en flagrante adulterio le llueven piedras hasta desde abajo, sobre todo si ha sido cazado a partir del descubrimiento de una “guarrada” (“¡un hombre masturbándose para su amante!: será cabrón”), pero si es una mujer la que es pillada, entonces hay que apelar a la libertad: “cada uno hace con su cuerpo lo que quiere”, algo que por cierto es absolutamente falso.

martes, mayo 07, 2013

Diálogo y Corrección


Corrección y Dialogo

Más que los reality y los basura lo que inunda nuestros sentidos visuales y sonoros son las tertulias. Es difícil levantarse y acostarse sin estar rodeado de tertulianos. La radio y la televisión están infestadas de listos que se hablan a gritos, o que se humedecen mientras se escuchan a sí mismos. Los tertulianos son super-héroes sin licra y maquillados a pincel; saben de todo y se excitan con su intrépida musculatura lingual. Su tipología es extraordinariamente parecida a la del forofo de fútbol y por eso su discurso es tan simple como el que genera el hincha. Su exaltación se basa, fundamentalmente, en saber cuál debe ser la estrategia de juego cuando su equipo va perdiendo el partido. Es sabido que en el campo de un equipo que pierde hay 80.000 entrenadores cualificados gritando cómo deberían hacerse las cosas. Pero cuando el equipo gana lo importante para el forofo es, sólo, la celebración, la farra.

Los tertulianos son, por otra parte, la perfecta representación mediática del ciudadano, que viendo y escuchando las tertulias se convierte también en un excitado entrenador de fútbol. Y allá donde todo el mundo cree saberlo todo hay un mundo en el que nadie sabe realmente nada. La manifiesta incapacidad de entendimiento que generan las tertulias es un signo de nuestro monstruoso presente. Y eso que los multi-opinadores tienen a su favor un índice de corrupción e incompetencia política descomunal. Las tertulias son estupendas Torres de Babel que nos muestran la verdadera precariedad de uno de los recursos más ensalzados y reclamados por los perniciosos bien-pensantes: el del diálogo. Ya sólo un tonto de baba puede pensar que el diálogo es una forma de comunicación que sin más solventa los problemas. Sobre todo porque, muy probablemente, muchos de los problemas han sido generados, entre otras cosas, por la falta de comunicación propiciada por un simpático y continuado diálogo. El famoso diálogo de sordos. (Algo que vengo apuntando en este blog desde que aquella ínclita periodista pidiera públicamente “diálogo, diálogo y diálogo”… con unos asesinos).

El diálogo sin sentido de la ética y sin verdadera cultura no es más que un gruñido sofisticado. Sobre todo en tiempos de Corrección Política. Y no digo que los tertulianos carezcan de esas condiciones necesarias, sino que resulta poco ético y congruente que practiquen su perversa incontinencia verbal ante un país cada vez más grosero, inculto y vulgar. Nadie parece darse cuenta de que lo que habría que inculcar al ciudadano antes de hablarle de las virtudes del diálogo es de las virtudes de la generosidad. Menos diálogo y más pensamiento. Menos hablar y más estudiar. Menos economía y más humanidades. Menos estética y más ética. Menos corrección y más amor. Y eso se consigue desde la educación de los infantes y desde las Universidades. Si bien es cierto que ya sabemos cuál es el nivel español en estos menesteres de la educación y el aprendizaje. La gran pregunta sería, ¿queda aún algún medio digno en el que expresar opiniones sin caer en la incongruencia? Valdría la pena pensar seriamente en la respuesta. En cualquier caso vaya por delante que ¡sois unos pesados, tertulianos!

Addenda. Hay algo que añade más leña al fuego, y es que los influyentes moderadores que se muestran tan serios y circunspectos en sus respectivas tertulias políticas hagan pequeñas pausas para publicitar, ellos mismos, un viaje a las Bahamas, un detector de radares o ¡incluso! unas píldoras para potenciar la memoria. O que jueguen a ser, además, graciosos en la segunda parte del programa (en radio y programas matinales de televisión). O que opinen de Isabel Pantoja con la misma convicción y seguridad con la que la que opinan de Montoro. ¡Idiotas!

lunes, abril 29, 2013

Like someone in love


Like someone in love

1.Siempre se trata de algo personal

Suele ser habitual que en lo cotidiano se hable, más allá del tema de las preferencias, de la cuestión de los favoritos. Así, cuando dos o más interlocutores hablan de literatura o de arte o de cine, siempre surge la cuestión que demanda por los favoritos. Hay, por otra parte, una innegable afición a las listas, esas listas a las que no quieren renunciar ni siquiera los expertos cuando un medio de comunicación les pregunta acerca de las mejores novelas de último año.

Las listas no son más que la necesidad de jerarquizar lo sentimientos a través de una opinión. Y toda opinión es tan perentoria como coyuntural. Entre otras cosas porque las opiniones, como las listas, dependen, y mucho, ya no sólo de la edad que poseemos (directamente relacionada con la experiencia acumulada) sino de algo mucho más evanescente, nuestro estado de ánimo en curso. Así, mi primer director de cine favorito fue Fellini, algo que muy probablemente tuvo que ver con el momento histórico de sus más importantes películas y con el mío personal, mi adolescencia. Después fue Monte Hellman, supongo que como rechazo hacia las majors que se nos imponían en la cartelera cuando yo vivía mi juventud a finales de los setenta. A partir de ahí sólo cabría decir que mis favoritos han ido variando en función de misteriosas causas: Escorsese, Antonioni, Lindsey Anderson, Tarkovsky, Tran Anh Hung, etc. Y hablo de favoritos en cuanto a la totalidad de la obra, ya que otra cosa sería hablar de películas aisladas; me pueden gustar mucho La hora del lobo, El silencio, El séptimo sello y otras, y sin embargo detestar Fresas salvajes, La carcoma y muchas otras del mismo Bergman. Rohmer nunca ha sido santo de mi devoción, sin embargo adoro La inglesa y el duque, quizá debido a su rareza en la filmografía del francés (que por otra parte ha escrito uno de los libros sobre música más bellos que yo haya podido leer). Coppola es desconcertante debido a una irregularidad que le sitúa entre límites. Woody Allen tiene sólo 4 películas. Von trier es un genio pero resulta demasiado denso y desasosegante. Etc, etc.

Así, la lista que podría hacer hoy de mis directores favoritos podría ser levemente distinta a la que podría hacer el año que viene. Y otro tanto pasaría respecto a las películas favoritas. En cualquier caso si ahora se me preguntara cuál es mi director (vivo) favorito contestaría sin dudar: Kiarostami.

2.La película

Quienes amamos la obra de Kiarostami podemos distinguir un punto de inflexión cuando hace 3 años realizó Copia certificada. Sabemos que si hay algún director de cine en el mundo que no se sienta constreñido por su propio estilo ese es Kiarostami, vivo ejemplo de la práctica de la libertad creativa. Así que ese punto de inflexión sólo podría entenderse desde el punto de vista geográfico, es decir, desde el punto de vista que sitúa sus producciones fuera de su país Irán. Por lo demás Kiarostami es tan previsible en su genialidad como imprevisible en la elección de sus historias.

Y es aquí donde las diferencias generadas por ese punto de inflexión resultan desconcertantes. Copia certificada (a la que dediqué un post en este blog) ya nos dejaba a sus seguidores fuera de juego. Y no tanto debido a ese impresionante giro que se producía en el guión a mitad película cuanto al hecho de que los personajes nos fueran mucho más cercanos de lo que nos son los iraníes (en este caso, actor ingés, actriz francesa y localización italiana). Algo que trastocaba radicalmente las previsiones estéticas que teníamos en tanto que espectadores fieles de Kiarostami. O por decirlo claramente, resulta comprensible que Kiarostami gustara, entre otras cosas, porque su mirada, que es puro pensamiento, se atuviera a las circunstancias de su pueblo y a su historia reciente. Así que Copia certificada fue todo un atrevimiento y toda una apuesta. Y en esas circunstancias triunfó el creativo e inteligente uso de la libertad. Algo que ha vuelto a suceder en su último film, Like someone in love.

Como todas sus películas, esta producción japonesa realizada íntegramente en Japón y con actores japoneses, es una película cuya trama sucede sin prisas. Podría incluso decirse que se trata de una película sin apenas trama. La eficacia narrativa de Kiarostami consiste en el uso personal de los tempos que hace de los planos y los contraplanos, un uso que al espectador le sirve para indagar en las mentes de los protagonistas. Una indagación que se expande a cuestiones ajenas a una historia desvaída, como decíamos. Porque en las películas de Kiarostami, la trama está en la forma; la forma es la trama. Una forma que es puro pensamiento visual. No se trata ni de la de lentitud ni de la parsimonia típica de ciertos directores comprometidos y cansinos, sino de entender la narración a partir de un continuado uso metafórico de los tempos y de entender de forma filosófica la ubicación de la cámara.

En cualquier caso, y después de todo lo dicho, me atrevería a decir que en estas dos películas falta algo; algo que sería difícil señalar en tanto que carencia. No sé cuáles son los sentimientos personales de Kiarostami hacia su pueblo, pero cuando sus narraciones se han salido de él ha hecho un cine que ha necesitado refugiarse en ambiciones más pretenciosas, saliéndose por tanto y a su vez del mero fluir que caracterizaba sus geniales films iraníes. Así, bajo mi punto de vista, Copia certificada adolecía de un cierto exceso de intelectualidad críptica y Like someone in love de un cierto forzado lirismo. De todas formas, cualquier película de Kiarostami ofrecerá una experiencia estética de disfrute inigualable. Algo que probablemente se deba al inteligente y creativo uso que hace de la libertad en un mundo, el cinematográfico, donde ya casi nadie es libre.

martes, abril 09, 2013

El futuro y el Gozo Intelectual


El futuro del Gozo Intelectual
No hace mucho se armó la gorda cuando fueron filtradas a los medios las patéticas respuestas que varios aspirantes a profesores habían dado en sus exámenes de acceso. Fueron tres días de noticias, chanzas y escarnios. Tres días. Después, todo ha vuelto a la normalidad, una normalidad hispánica.

Los que venimos señalando la progresiva y profunda regresión que opera en los educandos desde hace 30 años solemos ser calificados de tremendistas y agoreros. Pero las citadas filtraciones demuestran que, efectivamente, tenemos aquí en España uno de los peores sistemas educativos del mundo civilizado, como bien atestiguan todos los Informes PISA elaborados desde hace años. El sistema eliminó progresivamente las humanidades para sustituirlas por cosas como Conocimiento del medio, pero después de unos años de pereza intelectual (propiciada por un sistema que premiaba a los canallas y a los mediocres) los aspirantes a profesores, y tal vez los mismos profesores, no sólo no saben ordenar frases en un argumento escrito, sino que además creen que el Miño pasa por Sevilla.

El bienintencionado ensayista Jorge Wagensber habla de Gozo Intelectual como aquello que sirve para empujar el proceso general de la adquisición de conocimientos. Yo estaría plenamente de acuerdo con la denominación y también con el significado que le asigna. Y añadiría además que se trata de uno de los gozos más satisfactorios que un sujeto puede experimentar. Pero ¿así piensan también las nuevas generaciones que se han ido forjando en los últimos años? ¿Disfrutan del gozo intelectual?

Para contestar con cierta propiedad habría primero que aclarar qué entendemos por conocimiento, porque si de algo no hay duda es que todos los jóvenes que estudian lo hacen porque; uno, quieren obtener los conocimientos propios de la materia por ellos elegida y dos, mientras estudian creen estar obteniéndolos. Pero ¿de qué conocimientos?, porque lo que tampoco queda claro es quién elige los conocimientos que hay que impartir a esos educandos, pues como sabemos los que nos dedicamos a la enseñanza, es estrictamente cierto que cada vez más son los propios alumnos quienes exigen/imponen unas determinadas materias arreglo a sus intereses. Además de tener grandes facilidades para configurar su carrera en base a esos mismos intereses personales (los famosos créditos).

Es cierto que para una mente de reminiscencias analógicas el conocimiento es una cosa bien distinta al de una mente con tintes digitales. Y lo que queda claro en los jóvenes estudiantes del hoy es que su demanda se centra en los conocimientos técnicos y pragmáticos. Es decir en los conocimientos desligados de la teoría. No quieren saber nada de la teoría.

Por eso, cuando Wagensberg habla de gozo intelectual lo hace desde unos parámetros metodológicos difíciles de aceptar por un joven educando del hoy. Para Wagensberg es de suma importancia la Teoría en lo que respecta a las posteriores deducciones extraídas de la práctica. Es decir, para el científico ensayista sólo un buen fundamento previo es capaz de dar vida a la ulterior experimentación y por consiguiente a la posterior reflexión. Y es precisamente el conocimiento de ese fundamento previo, el de la teoría, el que rechazan los nuevos educandos. Se trata para ellos de una carga que les impide ir a la velocidad que marcan las nuevas tecnologías, que por otra parte son las perfectas representantes del saber pragmático. O por decirlo de otra forma, hasta hace poco a los jóvenes los libros se les caían de las manos, ahora ni siquiera estiran la mano para alcanzarlos. Todo es, si acaso, lectura en pantalla, lectura apresurada, fragmentada, dislocada y arrítmica. Ansiedad y Wikipedia en un frenesí de recorta y pega.

Un conocimiento por tanto eficaz en la consecución de unos objetivos tan ilusos como ilusorios, posiblemente eficaces en la obtención de dinero, pero que no conlleva a reflexión alguna. ¿Puede haber gozo intelectual en ese conocimiento que, en definitiva, se obtiene en un bis a bis virtual de objetivos inmediatos y pragmáticos? O dicho de otra forma, ¿puede haber conocimiento sin teoría y por tanto sin reflexión? ¿Puede darse el gozo intelectual ante este tipo de conocimiento?

En la era digital, es cierto, la pereza derivada del descreimiento es la pauta de todo aprendizaje (¿), pero no tanto debido a una suerte de escepticismo nihilista cuanto debido a una cuestión de marketing y de rentabilidad. La reflexión conceptual para los jóvenes descreídos es sólo una forma de perder el tiempo que en realidad quieren dedicar a los videojuegos o a las redes sociales. La verdadera democratización del pensamiento se ha producido cuando el estar se ha impuesto sobre el ser. Si no se está en las redes sociales no se es. Sin ellas apenas queda ser. ¿Quién se va a preocupar por el gozo intelectual (su ser) si su prioridad vital es estar?

viernes, abril 05, 2013

La verdad sobre Bambi


La verdad sobre Bambi

“Hay que meter tensión”, dijo (en off) el amante del pueblo llano al jesuitón que susurraba a los “caballos”. Dos seres cortados por el mismo patrón. Al primero le gustaban las nubes y al segundo los aizkolaris.

Pues ¡Toma tensión! Ahí tenéis lo que queríais. Diagnóstico: hundimiento del país por tensión desmesurada.

Post Scriptum. Con absoluta independencia de los resultados que pudieran obtenerse en base a dos formas distintas de gobernar, la cuestión es que hay dos clases de políticos en cuanto al uso que de los medios hacen respecto a determinados fines: los que creen en la serenidad del equilibrio (el argumento, que a veces incluso puede ser erróneo) como medio para alcanzar la bonanza (el fin en sí mismo) y los que defienden la tensión (el ruido, siempre desestabilizador) para alcanzar… para alcanzar… ¿para alcanzar qué? O por decirlo de otra forma: defender el ruido como forma de reconciliación de las partes no puede ser más que una forma de bajeza humana, pues deja patente tanto el fin último como el interés primero. 

jueves, marzo 28, 2013

Holy Motors


Holy Motors

Lo cierto es que la película Holy Motors cuenta con todos los ingredientes para gustar a los intelectuales, y quizá por eso es situada por ellos como la mejor película del año y una de las mejores de la última década. Afirmación que sólo se hace cargo de una realidad cotejable; en efecto, a los intelectuales les ha gustado mucho Holy Motors. De hecho, es quizás por eso por lo que todas las críticas que se han producido en los medios especializados se parecen tanto entre sí. Y no crean ustedes que los críticos de cine serios se ponen tan fácilmente de acuerdo. Son pocas las películas que logran tanta unanimidad y con los mismos argumentos. Pero cuando eso sucede se debe, casi con toda seguridad, no tanto a la emergencia del lado cinéfilo que todo crítico lleva dentro cuanto a la emergencia de su lado intelectual.

No se trata de defender extemporáneamente el grado cero del “texto”, simplemente me asaltan las dudas: ¿hubiera sido posible abordar la crítica de Holy Motors sin que el autor cobrara tanta importancia? O dicho de otra manera: ¿acaso no era posible ser eficaz en la crítica orillando un poco más al creador?

Quizá, después de todo y dadas las circunstancias, haya sido imposible obviar algunas de esas circunstancias para abordar la crítica: en verdad resulta difícil ignorar los 13 años de inactividad del que aún (¿) se denomina y considera enfant terrible del cine francés. A pesar de que tenga ya más de 50 años. Pero más allá del cansino y cursi apelativo, también ha sido recurrente en todas las críticas el repaso de los encuentros y desencuentros padecidos en el pasado por el autor en base a su relación con el éxito. Ya no cursi, pero igual de cansino.

En cualquier caso todos “saben” de lo que hablan cuando hablan de Holy Motors, pero ¡también cuando hablan de Leos Carax!: todos los críticos aluden a la reciente y traumática muerte de la mujer de Leos Carax, todos saben que el mismo Carax es el personaje del hotel que rompe la pared, todos saben que la niña que aparece detrás de la ventana es su hija, todos reconocen al Señor Mierda porque –al parecer- han visto el capítulo que filmó para Tokio, todos saben del guiño cinéfilo que supone la elección de la actriz que representa a la conductora de la limousine, todos saben de la significancia de la aparición de los viejos almacenes Samaritane, y todos saben que cuando Lavant hace de padre (en una película en donde representa 11 papeles distintos) lo hace disfrazado de Carax. Todo eso y más es lo que saben cuando van a ver la película y eso es de lo que no han podido dejar de hablar cuando después han tenido que opinar.

Es cierto que resulta verdaderamente difícil salirse de todo ese magma de “datos” que sirven para recalentar la opinión. Pero no estaría mal hacer un esfuerzo por librarse de ellos, aunque sólo sea porque sabemos que no resulta necesario. Y aunque después de todo no podamos realmente librarnos de ellos.

La opinión de quien esto suscribe podría resumirse de la siguiente manera: Holy Motors parte de una gran idea, tiene un extraordinario comienzo, su guión está bien estructurado y desarrollado (salvo en alguna secuencia), y la interpretación es impecable. Y a pesar de todo ello creo que se trata de una película que ni alcanza las cotas que pretendía ni alcanza la excelencia que se le atribuye. ¿Qué habría pasado entonces? ¿Cómo podría explicarse esa decepción de la experiencia estética? Una respuesta que no por sencilla deja de ser suficiente es que la película carece de alma. O si se quiere de gracia, que sería lo mismo. Lo que no quiere decir que carezca de interés. Se trata sin duda de una buena película a la que, bajo mi punto de vista, le falla lo esencial del gran cine.

Holy Motors es desde luego una película difícil en la medida en la que las cosas que en ella suceden no son demasiado comprensibles con independencia de su posible significado. O dicho de otra forma: es una película difícil en la medida en que las cosas que en ella suceden carecen de sentido, o al menos de su sentido más previsible o complaciente. Y éste es sin duda el factor más interesante de la película; y también lo que a través del tratamiento concreto de la estructura narrativa la convierte en una buena película. Pero no tratándose de una película que pueda medir sus fuerzas con un blockbuster, las debe medir en cualquier caso con algo. Y ese algo es lo que podríamos denominar eficacia fílmica.  Que vendría a ser la capacidad sensible de conectar adecuadamente la idea con su propia materialización. Y en este sentido Holy Motors promete más de lo que ofrece debido a que su director no ha sido capaz más que de hacer una buena película cuando contaba con uno de los mejores materiales de los posibles.

¿Por qué resulta de alguna forma fallida? Pues precisamente por no haber sabido adecuar el fantástico contenido a una forma sensible superior. O por decirlo de forma rápida: porque las claves de una película onírica –fantástica- no pueden ser claves intelectuales y porque a Carax le ha faltado genialidad. Parece como si todas las escenas y secuencias tuvieran la explicación concreta que se encuentra en posesión del director que las animó; como si todo, en definitiva, tuviera la explicación que el director se hubiera trabajado en la elaboración del guión. Y quizá por ello esa extenuante necesidad de la crítica por recurrir al autor para encontrar/ofrecer explicaciones.

Se habla de película abierta, pero en realidad se trata de una película sumamente cerrada en la medida en que su autor conoce perfectamente sus intenciones (y con independencia de que después el espectador sea capaz de ver más allá de lo ofertado por el yo/autor). Ciertamente la experiencia estética del espectador se encuentra al margen de esas intenciones, pero por eso mismo resulta interesante medir sus logros al margen de la autoría, y en este sentido la película se muestra débil si eliminamos esa figura que ha basado la eficacia del film en su omnipresencia.

Mi experiencia estética no ha podido liberarse de la figura de un autor que sabía lo que hacía, y eso la ha debilitado en la medida en que nada dejaba realmente abierto. Todo lo contrario de lo que sucede en los films de David Lynch, que muchas veces se iban construyendo a base de escenas que ni el mismo Lynch entendía (como él mismo está cansado de explicar). Ese no entender que nada tiene que ver con el no saber. Cuando Lynch genera una narración ininteligible por onírica sabe que algo pasa aunque no sea capaz de entenderlo. Y en ese no entender lo que sucede –tan alejado del saber que todo tiene una explicación concreta- es donde Lynch se ha mostrado como el genio indiscutible que es. Este es el punto de vista que en cada secuencia me evidencia la falta de gracia de Carax en tanto que director y guionista. Hay una evidente falta de adecuación al género que no ha sabido suplir con genialidad alguna. Sí lo ha hecho con eficacia narrativa y con conocimiento del medio, pero sin genialidad.

Como bien sabemos, muchas veces la grandeza de una película se encuentra en aquello que escapa a las intenciones del autor, y de ahí que la crítica haya jugado siempre un papel tan importante. El hecho de que todas las críticas hayan hecho interpretaciones tan parecidas y previsibles no dice precisamente mucho de la película en cuanto al valor por el que se la ensalza, el de la multiplicidad de lecturas posibles. Las que sin duda ofrece cualquier película onírica, pero las que también pueden ser bloqueadas por un exceso de intelectualidad. En definitiva: Holy Motors, una buena película.

Coda. Bajo mi punto de vista, la secuencia del Señor Mierda es sin duda un lastre para el visionado del resto de la película que ya no te abandona hasta el final. Una secuencia absolutamente prescindible si nos atenemos –sólo- a la forma en la que ha sido abordada. La referencia de La Bella y la Bestia no resulta suficiente. Ni las referencias ni los guiños son nunca suficientes, como tampoco los es la búsqueda de complicidades pandilleras.

miércoles, marzo 20, 2013

Ideología


Quien sigue este blog sabe de mi pertinaz encono contra la Corrección Política, esa perversa forma de censura que tiene por único cometido perpetuar los problemas que dice querer erradicar. Pienso que se trata del verdadero cáncer de esta nueva era tecnificada hasta las gónadas, sobre todo en España, donde las consecuencias de la Cultura de la Queja y del Victimismo por ella propiciado, han corroído su médula espinal.

Creo que se equivocan quienes se empeñan en achacar a la crisis ética, económica y política un exceso de ideología. Yo sostendría que la ideología no es en sí misma la causa del derrumbe que estamos viviendo. Pienso, por ejemplo, que ni siquiera los gestores –políticos y culturales- más políticamente correctos se mueven por la ideología que emana de la misma Corrección Política que practican sin piedad. La censura que ejerce la casi práctica totalidad de esos gestores (técnicos) NO es la consecuencia de una férrea ideología militante, sino más bien, el producto del miedo que se derivaría del incumplimiento de la normativa impuesta por la perversa Corrección Política. Además de por ambición, una ambición que precisamente crece de forma inversamente proporcional a la falta de ideología.

Por ir al grano: creo que el problema reside, más bien, en que ya NO hay verdadera ideología; en que no puede haber ideología allá donde la Corrección Política se incrusta de forma inevitable. La consecuencia de aplicar a TODO una constante censura (de la que todo el mundo se desentiende) y de aplicarla además sin verdadera convicción (pero sin piedad), ha sido el verdadero motivo por el que ha resultado tan fácil corromper a los gestores. No pudiendo conseguir nada por el lado de una mayoría relativa los gestores prefirieron al barco sin honra que la honra sin barco.

Así, han sido las minorías quejicas propiciadas por la Cultura de la Queja (tan políticamente correcta ella) las que se han aprovechado de esa ambición que es, fundamentalmente, el producto de la falta real de ideología. O por decirlo con un ejemplo de entre los muchos posibles: desde que comenzara la democracia en España, ha sido un puñado de votantes ¡quienes de alguna forma han gobernado España!, unos cientos de miles de personas los que han ido gobernando a 50 millones; algo que llegó a su éxtasis con el Tripartito, donde Carod Rovira sentó las premisas de la España del Hoy. 

La desafección hacia la política deviene, precisamente, de que la mayoría de los votantes están asqueados con las políticas de “sus” dos partidos mayoritarios. Que se venden a cualquier minoría para conseguir el Poder, aunque ello traicione totalmente la ideología por la que sus votantes se lo otorgaron. Pero como también he dicho más de una vez, el éxito de la Corrección Política consiste en que ha involucrado a todos los ciudadanos en su ejercicio, y no solo a los que detentan poder.
Y no hay más que remitirse a las pruebas: las que obtenemos en todas las elecciones. Y si no, esperen a las próximas y verán.