sábado, junio 19, 2010

Expertos en Arte (y espectadores acobardados) V

En una entrevista realizada para un dominical (El País Semanal), el crítico Robert Hughes nos decía acerca de la experiencia de contemplar Arte: “la imagen no sustituye nuestras experiencias reales o las que nos proporciona el arte”. Todo, pues, parece ir por buen camino, si bien es cierto que no está diciendo nada que no sepamos todos. Poco más adelante, y respecto a la fama conseguida por el crítico, la periodista le pregunta: “Creo que su secreto, lo que lo ha hecho famoso, es decir lo que piensa sobre lo que ve”. A lo que Hughes contesta: “No tengo ni idea. Digo lo que pienso, sí, claro”. De lo que se trasluce que, o bien que Hughes se siente incómodo ante la pregunta, o bien que se trata de una pregunta que le pilla por sorpresa. De hecho, después de decir que no tiene ni idea, no sólo contesta con una afirmación, sino que además la hace tajante.

Después de explicar Hughes sus inicios en la crítica, la entrevistadora le sugiere: “Y entonces se puso a explicar si los cuadros que veía le parecían bonitos o feos, maravillosos o repugnantes”. A lo que el crítico que se hizo famoso escribiendo en la revista Time diciendo lo que pensaba responde: “Bueno, en realidad, un crítico nunca debe hacer eso. Lo que debe hacer, si es posible, es explicar a los lectores qué es lo que hace que aquello sea arte”. Con lo que, como puede verse, estamos en lo de siempre. Pero observen el significativo desliz: llama lectores, y no espectadores, a quienes necesitan explicaciones.

La afirmación de Hughes (“Bueno, en realidad, un crítico nunca debe hacer eso. Lo que debe hacer, si es posible, es explicar a los lectores qué es lo que hace que aquello sea arte”), tanto por lo que hay en ella de implícito por lo que hay de explícito, significa:

Primero, que hay algo que comprender en el Arte; segundo, que hay que comprenderlo a través del discurso verbal; tercero, que hay una forma apropiada de comprenderlo; cuarto, que el experto es la persona idónea para orientar en la comprensión; y quinto, que si alguien no lo comprende de esa forma apropiada (la que le ha sido explicada) vivirá en el Limbo de la ignorancia y/o la insensibilidad. La clave, quizás se encuentre en el tercer punto, puesto que si verdaderamente no hubiera una forma determinada de comprenderlo, no harían falta ni el segundo ni el cuarto. Porque además, las mismas palabras del experto son tan significativas como representativas: su función no es explicarnos el Arte a los espectadores, sino “explicar a los lectores lo que hace que aquello sea arte”. Y sólo podrá algo ser Arte en la explicación del experto.

Así, la Realidad del Arte tiene UNA explicación y la figura del experto es crucial porque es la que confiere sentido a esa Realidad. Pero si aceptamos que el Arte tiene UNA explicación deberemos aceptar que la experiencia de contemplación del Arte no puede ser una experiencia libre. Es decir, la existencia del experto sólo se entiende si aceptamos que hay una sola forma de entender el Arte: la adecuada. O lo que es lo mismo: la existencia del Arte sólo se entiende desde la existencia de los expertos. No sólo porque ellos lo digan (como Hughes), sino porque, de otra forma no tendría sentido tanta información por ellos transmitida, la que después de todo configura la Realidad. Cuando Hughes dice que su función es “explicar a los lectores qué es lo que hace que aquello sea arte” lo que está haciendo no es abrir vías posibles de interpretación, lo que está haciendo es inculcar la idea de Arte sobre un producto que ha generado duda acerca del mismo estatus con el que se nos presenta (el de Arte)*.

Nos decía Hughes que desde luego decía siempre lo que pensaba, y la entrevistadora nos venía a corroborar lo que muchos sabíamos: que la fama del experto se había debido, fundamentalmente, al atrevimiento de pronunciar lo que le parecía. Así, por una parte Hughes afirma que efectivamente siempre dice lo que le parece, pero por otra dice que explicar los cuadros no consiste en decir si le parecían bonitos o feos, maravillosos o repugnantes, ya que “en realidad un crítico nunca debe hacer eso. Lo que sí debe hacer, si es posible, es explicar a los lectores qué es lo que hace que aquello sea arte”

¿En qué consiste, entonces, decir lo que le parecen unos cuadros si no es diciendo lo que le parecen? La respuesta nos la da el propio experto al final de la misma contestación: “Lo importante del trabajo de un crítico de arte es desmenuzar esa acumulación de significados, no el hecho de que yo piense que aquella obra es bonita o fea”. De tal forma, tenemos que aceptar que efectivamente, y definitivamente, dadas las premisas con las que el Arte se nos presenta, la experiencia del espectador no puede ser subjetiva, es decir, no puede ser libre. Y por eso, y para eso, están los expertos: para explicarnos la forma adecuada de enfrentarnos al Arte.

Por una parte, entonces, están los espectadores que demandan explicaciones de por qué algo es Arte y por otra los expertos que son quienes dan las explicaciones del por qué algo lo es. Así, según nuestro experto, la prueba de que algo sea Arte se encuentra en su explicación, por lo que una vez pronunciada por él y entendida por el espectador que la demanda sólo los cerriles seguirán dudando acerca del estatus del “objeto” que ha provocado la duda. Incluso aunque les gustara el objeto que ha suscitado la explicación.

Ante tanta contradicción le cabría pensar al espectador desorientado que por lo menos le queda la Teoría, ese único artefacto posible con el que poder entender las contradicciones del experto. Es por eso, quizás, que Robert Hughes nos inste a no dejarnos intimidar por las presiones de la Institución y por eso nos dice en la misma entrevista: “No hay que dejarse intimidar por la teoría; la teoría tiene su papel, que es orientar la mirada, pero no puede suplantar a la experiencia que produce el arte. El arte es, para mí, sobre todo una experiencia”.*

*Nota 1. Precisamente Hughes es un excelente crítico porque es uno de los pocos que con sus textos sí abre vías interpretativas de las Obras de Arte “diciendo lo que le parece”. Por eso conviene diferenciar en Hughes la labor de crítico, que explica la Obra de Arte produciendo opiniones excelentes, y el conocimiento de aquello que en principio le capacita para producir esas opiniones, la Teoría. En lo primero es excelente, en lo segundo deja tanto de desear como la mayoría de exégetas del Arte Moderno y Contemporáneo. Cuando se le presiona para que justifique sus opiniones sólo balbucea, como puede comprobarse en la entrevista. Y lo hace aun cuando sus opiniones sobre las Obras concretas sean excelentes.
*Nota 2. Respecto a lo de que “El arte es experiencia” ver lo que se decía en un post anterior respecto a la definición de Arte expresada por otro experto (jueves, 11 de Marzo): “El arte es intensidad, y es experiencia, experiencia del mundo. Algo que une a los hombres en lugar de separarlos. Un lugar donde nos encontramos mucha gente de diversa procedencia ante obras que nos interrogan”. (J.M. Bonet, exdirector de varios museos).

1 comentario:

Poussino dijo...

Me he aburrido; el arte es tu (nuestra) experiencia (estética, de vida, de trascendencia, de ignorancia, de nada, de relativismo, de absolutismo, de idea, de bobadas) si es que la tienes (tenemos).