jueves, junio 21, 2018

Una fotografía tan significativa como definitoria


Aún hay gente que cree que la realidad es algo distinto de aquello a lo que nos confrontamos de forma directa. Y por tanto son muchos, pero muchos, los que creen que la realidad es eso sobre lo que -ellos mismos- proyectan su deseo. O dicho de otra forma, son muchos los que ignoran que la realidad son los textos que nos definen y configuran en tanto que seres humanos; muchos los que ignoran que no somos sino puro texto. El ser humano se narra -a sí mismo- en su inevitable angustia ante el fatídico hecho de la muerte. Así, los textos no son otra cosa que aquello que configura nuestro anclaje en un mundo sin sentido; son los textos (las narraciones, las fotos, los acontecimientos, las novelas, las películas, los objetos e incluso los mismos sujetos en tanto que figuraciones “construidas”) lo único con lo que contamos para explicarnos a nosotros mismos, lo único que hay y por tanto lo único que “sirve” para conferirnos un cierto sentido. Es a los textos a lo único que podemos recurrir para saber algo de nosotros.

Pero son muchos, pero muchos, los que creen que la realidad es eso sobre lo que -ellos mismos- proyectan su deseo, de tal forma que asignan a la realidad unas cualidades puramente fantasiosas. Y por ello viven en una realidad límbica, ilusoria.

Así, por ejemplo y tal como apuntábamos en el post anterior, son muchos, pero muchos, los que elaboran productos en nombre del Arte sin haberse percatado de que ya hace muchos años que no hay tal cosa, Arte. No es una cuestión de empeño personal (lo digo para quien no haya leído más que un puñado de artículos), sino de pura evidencia textual. Todos, absolutamente todos los signos que se producen en torno a noticias que pretenden hablar de Arte no hacen más que desmentir su existencia si nos atenemos, eso sí, a lo que creen sus propios protagonistas (que son todos los que conforman el mundo del arte: artistas, coleccionistas, galeristas, comisarios, periodistas, consultores, concejales, artistas, alcaldes, ministros...) Y aquí se encuentra la clave del asunto. Son los propios protagonistas los que a pesar de las evidencias textuales que se les ofrecen a diario siguen pensando en el Arte como el producto de la Imaginación Libre que es configurado por personas de extremada complejidad y sensibilidad que se expresan libremente desde su propia autenticidad muchas veces insuficientemente comprendida. Es decir, siguen pensando igual que se pensaba antes de la caída de Lehman Brothers y del invento de las redes sociales.

Aquí una fotografía aparecida ayer en el periódico. Obsérvese quiénes son los protagonistas del “hecho artístico”. Esto hace un puñado de años habría sido impensable. Y conste que no hay ni un ápice de nostalgia en mis argumentos. Lo que hay es, sólo, un atenerse al signo (texto) que demuestra mis tesis: hay mucha, pero mucha gente, que cree que la realidad es aquello que proyectan desde su deseo.

[Pie de foto: Ricard Silvestre (comisario de la exposición) con Vicent Marzá, Carmen Amoraga y José Luis Pérez Pont ante una de las obras]

A propósito de la inauguración de una exposición colectiva de 33 artistas cuya obra ha sido adquirida por la Generalitat Valenciana en 2017. Y después te encuentras -por ahí- a los dirigentes y políticos y te dicen que en realidad no les gusta salir en las fotos.



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