1-España y el absurdo. Por lo que sé, sólo 8 personas en diez meses pudieron vivir en sus propias carnes, de modo individual, una experiencia que resulta difícil de imaginar. La de encontrarse a solas en todo un aeropuerto. Podría ser interesante conocer la experiencia de esos 8 afortunados viajeros que pasaron por el aeropuerto de Huesca en el transcurso de 10 meses. Gracias a ellos sabríamos, por fin, si los no lugares descritos por el plomo de Marc Augè pueden ser también superlugares que cuestan una fortuna para que los no viajeros no hagan un pipí mientras no esperan la llamada de la puerta de embarque. Pero, aunque no anuncie vuelos para los que no hay viajeros, el aeropuerto de Huesca (o el de Lérida) se encuentra atiborrado de sillas en las que nadie se sienta. Sillas ergonómicas.
2-El Mundo y las lágrimas de cocodrilo. Resulta difícil de imaginar que una silla vacía sea el centro de atención, no sólo de todo el auditorio repleto de cientos de personalidades, sino de todos los millones de televidentes emocionados ante la ausencia del último Nobel de la Paz. Una silla vacía, pues, que representa lo que con la ausencia niega. Perfumes, colonias y joyas a manta para celebrar un símbolo que queda negado en su misma representación. Un símbolo que los países civilizados traicionan a diario con sus abrazos diplomáticos. Así, una silla vacía para una no presencia del “único” verdadero representante de la Paz. Y mientras después de la ceremonia los compungidos asistentes comen cigalas en el Ritz, Xiabo se pudre en la cárcel por creer en lo que no puede creer una silla vacía (colocada entre cientos de sillas ocupadas y perfumadas).
domingo, diciembre 12, 2010
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