miércoles, agosto 03, 2011

Censura

La corrección política ha vuelto a dar muestras de su tremendo poder mostrenco. Y después del revuelo organizado, como es habitual, nada de nada. Es precisamente por eso, porque nunca pasa nada, por lo que la censura actúa siempre a sus anchas. Ya lo comenté en el primer post de la nueva época de este blog, la censura es una forma propia de las sociedades corroídas por la corrección política. Y por ello mismo les resulta imposible escapar de ella a quienes se han servido de ella para medrar.La corrección política no es más que un mecanismo perverso que consiste en ofrecer individualismo para después exigir solidaridad. En este sentido actúa como la mafia, dar primero y no exigir nada a cambio… hasta el momento de la verdad.

En cualquier caso, el término corrección política ha sufrido una suerte de inflación que ha permitido rebajar su maléfico poder (lo cual forma parte de su estrategia de expansión). Todo el mundo habla de corrección política confiriéndole el significado variopinto que le interesa y lo que resulta más curioso, desentendiéndose siempre de su implicación ante él. Sobre todo, y fundamentalmente, el sistema académico universitario, lugar en donde se cultiva con esmero el germen de la más pura corrección política. La CP se encuentra tan perfectamente inoculada desde ese Pensamiento Único producido desde la Universidad que resulta muy difícil escapar de ella una vez se ha aceptado la posibilidad de medrar en su Sistema. La Universidad española sólo quiere prosélitos, esto es, becarios sumisos que mantengan la endogamia que genera la perfecta Cosa Nostra.

Y después están los medios de comunicación, que hábilmente denuncian los casos de censura más elocuentes y espectaculares pero que después la ejercen con una precisión de cirujano. Y más la ejercen cuanto más hacen alarde de la defensa de las libertades. De expresión, claro. Porque la CP es aquello que permite medrar con tranquilidad y seguridad a quienes la ejercen. En verdad, puede alguien avanzar en el ejercicio de cualquier actividad cultural sin necesidad de recurrir a ella pero el esfuerzo que debe hacer es 5 veces mayor que quien sí la ejerce. Algo que sucede, precisamente, por lo que comentaba en el post anterior. Resulta sumamente complicado y cansino no hablar “en previsible”. Y no hacerlo obliga a un esfuerzo que se dirige a superar las barreras que desde el principio te impone aquel que te pide explicaciones acerca de la impropiedad de lo apuntado desde la verdadera libertad.

En el primer post de la nueva época de este blog apuntaba que el poder de la CP se encontraba en el miedo, el miedo que sufría todo aquel que dependiendo de ella (en su profesión) comenzaba por autocensurarse. No se trataba de pensar que la buena de Tita Cervera pusiera trabas a la selección de obras de arte que hiciera el prudente Guillermo Solana –para la exposición Las lágrimas de Eros-, sino más bien de pensar en las imágenes que éste tuvo que apartar de su mente para que el proyecto fuera viendo la luz verde. Así, el Pensamiento del ahora es Único en la medida en la que es social, con absoluta independencia de los individuos. Éste es sin duda el gran acierto de la estrategia de expansión de la CP, que logra que el individuo viva con normalidad una esquizofrenia aguda si ésta le va permitiendo medrar. En su casa piensa un acosa, en público expresa la contraria. La CP basa su poder en el individualismo atroz conculcado –con éxito- desde su propuesta relativista que presupone la muerte de la Historia, del Arte, de Dios y de los Grandes Relatos, y en el miedo que produce perder lo conseguido debido a la aceptación de su norma implícita (no explícita), la que consiste en serle fiel... en el momento de la verdad, que no es otro que el momento público, el social, el emomento en que uno debe mostrarse como un ser solidario (?).

Por eso resulta inexplicable que la censura haya vuelto a hacer acto de presencia por una tontería como lo de la foto del Festival de Mérida, pero lo que verdaderamente resulta repulsivo es que los medios se hagan cruces al respecto cuando ellos son, junto con el Sistema Académico, los máximos inoculadores de la Corrección Política. Los censores de la foto en cuestión no han hecho sino dar muestras de una rabia tan desproporcionada como ingenua (y muy estúpida), pero lo que han hecho los medios no es sino demostrar lo que más arriba apuntaba: que lo único que les preocupa a quienes ejercen el poder mediático es desentenderse de cualquier implicación respecto a la verdadera carencia de libertad de expresión. Y por eso les vienen tan bien casos como éste, ya que con su denuncia consiguen ocultar su persistente dedicación diaria a ejercer la corrección política.

Coda. Debido a la inmediatez con la que se generan algunos de estos textos se me escapan errores de concordancia, etc., que espero me disculpen los lectores. Prefiero disculparme a corregirlos.

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