La parsimonia es una cualidad cinematográfica que, después de todo, no es apropiada para ser aplicada a cualquier idea. Recrearse en los puntos muertos con secuencias aparentemente innecesarias o lentas requiere de una genialidad para la que no todos los directores están preparados. La parsimonia requiere oficio, sensibilidad y sobre todo inteligencia. Hay mucho cine bienintencionado al que sólo le sobra un poco de parsimonia. Mucho cine (auto)considerado independiente o alternativo (en América indie) necesitaría revisar el concepto para no confundir la falta de ideas con la supuesta pureza que parece emanar de cierto entendimiento ensimismado de la parsimonia. Y desde luego no se trata de una cuestión de géneros, no hay por qué asociar la parsimonia al cine intimista. Puede haber cine de gansters o incluso westerns realizados con estilo parsimonioso. Y hay películas pretendidamente intimistas (o comprometidas) que habrían ganado con cierta agilidad narrativa o con algún matiz deslumbrante. Cuando la parsimonia se da en su justa medida el cine crece como forma de conocimiento.
La parsimonia en el cine no consiste en decir poco, sino en saber exactamente qué es lo que no hay que decir. Pero sobre todo, cuándo y cómo no hay que decirlo. Es decir, la parsimonia no puede ser un estilo sino una forma de abordar determinadas secuencias narrativas. La parsimonia funciona cuando los silencios, las pausas y los recreos extáticos se encuentran milimétricamente calculados y cuando la contención es la adecuada para cada secuencia. No se trata de dejar que el espectador complete la información no dada en el juego del silencio y la elipsis, sino de dar la información precisa de la forma más adecuada respecto a la trama. Tanto si se trata de la descripción de un personaje como si se trata de una escena dialogada. Toda escena tiene un tempo adecuado, por lo que diremos que una película es buena cuando su ritmo interno responde a tempos adecuados, con independencia de si estos son lánguidos o vivaces. Es en este sentido que la lentitud deja de considerarse un defecto. Hay de todas formas muchos farsantes entre los influenciados por Antonioni y Angelopoulos.
No habrá paz para los malvados es una de las mejores películas españolas de los últimos tiempos, pero no resulta fácil recomendarla. Para los amantes de la acción resultará decepcionante y para los amantes de los sentimientos resultará frustrante. Así, no resulta fácil recomendarla porque se trata de una película contenida y sombría. En cualquier caso es una película necesaria porque, además de todo, representa a nuestra querida España, esta España nuestra del hoy. O por decirlo de otra forma, si el cine de Víctor Erice tuvo su momento y ese fue sin duda el mejor cine posible de ese momento, ahora le toca al cine de nuestro presente, el gansteril. Porque eso es exactamente lo que necesita este país que ha vuelto a la charanga y la pandereta (así nos ven desde fuera), pero con altas dosis de corrupción. Necesitamos sobriedad a capazos.
Sobriedad, contención y austeridad narrativa en una trama sin solución de continuidad es lo que hay en No habrá paz para los malvados. De alguna forma se tenía que compensar al ciudadano español hastiado de los shares televisivos y de los rancios panes oscuros y las sofisticadas pieles deshabitadas. Urbizu lo hace con esta película y nos salva de la quema mostrándonos nuestro propio infierno.
En No habrá paz para los malvados sólo tienen cabida los malvados, que son los que hacen y deshacen España. Todo(s) lo(s) demás es(son) puro relleno, puro ornamento, puro cartón piedra. Sólo prima la maldad y son los malvados los únicos protagonistas. Todo lo demás es secundario, subsidiario: grotesco. Es en todos los demás personajes donde habitan las buenas intenciones, pero son los malvados los que tienen siempre la última palabra. Estamos en manos de los malvados, para los que nunca habrá paz, los demás somos, como mucho, simples espectadores desconcertados, atontados.
Post Scriptum. No hace mucho mi amigo Juan me dijo que buscara en Internet el blog de Carlos Carnicero y que leyera todos los artículos que salieran poniendo en “búsqueda” las palabras clave, Zapatero, Pedrojota y Barroso. Supongo que los conocerán ustedes. El ejercicio requiere de un tiempo, pero les aseguro que vale la pena leer todos los artículos que aparecen en esa búsqueda. La trama gansteril española que Carnicero describe con precisión (de periodista independiente) deja a las historias de Vito Corleone en un cuento de Disney. Pero como decía Bardem, aquí nunca pasa nada.
jueves, noviembre 03, 2011
No habrá paz para los malvados
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