sábado, marzo 31, 2012

Indignados+teléfonos móviles=?

Para empezar cuatro afirmaciones irrefutables a modo de premisas, que al final ya vendrá la conclusión:

1.Las compañías de telecomunicaciones son la auténtica personificación del mal
2.Cuando se muera se lo comerán los gusanos
3.Todos sus amigos dicen de él que es una buena persona
4.Por cierto…

Respecto a la primera: Cuando hablo de personificación sé muy bien de lo que hablo. Y no tanto por hablar desde la particularidad, sino por entender que el mal que infligen no es un mal indirecto y mucho menos abstracto; se trata de un mal radicalmente directo e indiscriminado. El Mal. Como TODOS saben no hay compañía de telecomunicaciones que no haya mostrado un auténtico desprecio por el usuario, por todos los usuarios. Es más, el mal que puedan infligir los políticos (tan denostados de un tiempo a esta parte, y con razón) a los ciudadanos es un mal menor al lado del verdadero mal, el que nos infligen quienes controlan la comunicación en el mundo. Lo apuntaba en otro post cuando transcribía las conversaciones mantenidas con mis alumnos: ni uno solo podía hablar bien de ninguna de las compañías y más de uno había con contenciosos en marcha. Ésta y no otra es, por cierto, la razón por la que entiendo el activismo como única posibilidad de confrontación respecto a las humillaciones sufridas por los ciudadanos. Puestos a carecer de recursos intelectuales (y en este sentido ¡hay que joderse!), hay que volcarse en “la acción”. Y “la acción” no es quemar contenedores, sino ¡teléfonos móviles! Creo que podría decirse de otra forma siguiendo los resultados de las Elecciones Andaluzas: mientras los ciudadanos andaluces mostraban su lado cainita (que no es otro que aquel al que se les induce y del que al parecer no quieren escapar) las compañías telefónicas se lucraban de forma tan desproporcionada como monstruosa. Nada más y nada menos que 350.000 euros era (ES) la cantidad que la Junta de Andalucía pagaba (PAGA) al mes en facturas de telefonía móvil oficial. Con 38.000 terminales con gastos a cuenta de la Junta. En fin, que no hay NADIE, NADIE; que no haya sufrido en sus carnes las humillaciones que con asertividad nos infligen las compañías de telecomunicaciones. Nos han cobrado verdaderas fortunas cuando las vacas gordas; nos han dificultado hasta la extenuación las bajas solicitadas; nos han hecho perder tiempos infinitos e irrecuperables colgados del teléfono hablando con máquinas ineptas; nos han atendido cientos de sudamericanos desconcertados y mal pagados que decían no poder hacer nada; nos han cobrado facturas fantasmas por las que nadie respondía; -conseguida la baja- nos ha llamado una especie de directiva muy circunspecta hablando, ahora sí, en perfecto español, para regalarnos algo a cambio de continuar; nos han cobrado suplementos extraños de los que nadie se responsabilizaba; nos han mandado mensajes que no habíamos solicitado; y a veces hasta nos los han cobrado; nos han cobrado más a los que llevábamos años de fidelidad a nuestra respectiva compañía que a los nuevos clientes, etc. No nos gobiernan los políticos, nos gobiernan las compañías de telecomunicaciones.

Respecto a la segunda: Es cierto, cuando se muera se lo comerán los gusanos. Y si no, se lo comerá el gran amigo de Prometeo. En cualquier caso será devorado. Como cualquier otro, pero él también. Aunque ahora sea el hombre más rico del mundo, de la Tierra. El supermagnate de las telecomunicaciones. Cuando Carlos Slim muera… habrá desaparecido totalmente. Se habrá quedado sin casas, sin coches, sin empresas y sin relojes de plástico; se habrá quedado sin NADA.

Respecto a la tercera: De todos es sabido que el poder tiene eso: que atrae y gusta. Los muy poderosos siempre tienen satélites a su alrededor dispuestos a alabar y elogiar la persona por encima del cargo (de político o de supermagnate). Lo saben Ustedes mejor que nadie: ante las lógicas dudas que emergen del ejercicio del Poder siempre hay alguien allegado al poderoso dispuesto a cantar alabanzas. Alabanzas que con toda seguridad serán el producto de la sinceridad. El poder tiene eso: que atrae y gusta. Estoy absolutamente seguro que quien tiene la confianza de, pongamos Chaves (o Ahmadineyad, o Slim, que son poderosos, que ostentan poder), y por ello cena con él (cualquiera de ellos) a la luz de las velas de vez en cuando, es absolutamente sincero en sus cantos gregorianos. No debería sorprendernos, por tanto, que los calificativos sobre su amigo fueran eufóricos. No debemos olvidar que tanto los dictadores como los padrinos tienen siempre al lado gente que cree, no sólo en la humanidad del personaje, sino en su misma bondad. Siempre ha sido así, es así y así será. Por eso, una de las estrategias de todos los poderosos posmodernos ha sido obtener la máxima cantidad de gente posible que pueda responder como si de un amigo se tratara (“viva el twitter”). La obsesión de los poderosos posmodernos es que haya mucha gente que los alabe y elogie como personas, no como seres poderosos e influyentes. Muchos son tan hábiles que hasta lo consiguen. El caso de Carlos Slim es ejemplar. Muchas de las noticias que sobre él aparecen hacen referencia implícita a su “bondad”. En El País, sin ir más lejos, apareció esta noticia: “Quienes tienen la fortuna de conocerlo se empeñan en decir que es un tipo corriente, campechano, que a veces usa reloj de plástico, detesta la ostentación que representan los aviones privados y las mansiones de lujo y sigue usando una libreta para apuntar con pulcritud de tendero los ingresos y los gastos. Que disfruta con cosas tan mundanas como el béisbol -es forofo de los Yankees de Nueva York- y las reuniones familiares”. Puede que todo eso sea cierto y por ello es absolutamente creíble que sus amigos digan de él que es una gran persona. Y porque además dona unos cuantos millones de dólares a programas de apoyo a la niñez.

Respecto a la cuarta. Por cierto, y aunque lo diga simplemente a modo de anécdota: yo conozco a un forofo, no de los Yankees sino del Valencia Club de Fútbol que es un violento maltratador de mujeres; y también a un enamorado de su familia que es un sádico con las putas que paga la empresa los días de "reunión"; y a un asesino en serie que suele vestir un Casio.
Por cierto, uno de los mejores amigos de Carlos Slim es Felipe González.

Conclusión. Muchos jóvenes están indignados ante la corrupción. Con toda la razón del mundo. Están cansados de los tejemanejes de los políticos, de sus componendas, de las comisiones, de las connivencias, de las prebendas, de las prevaricaciones, de los “regalitos”, de los sobornos, de los tráficos de influencias. Esto es, están hartos de que TODO TENGA UN PRECIO. Y con razón. Por eso, lo que a mí me indigna (no voy a ser menos) es que haya tantos jóvenes indignados que no quieran darse cuenta que la maldad se expresa a través de quienes ¡les han comprado, y además por un simple plato de lentejas! No deja de ser tan curioso como significativo que se indignen con quienes quieren comprarles, ¡pero no con quienes ya les han comprado!

Como vengo diciendo de un tiempo a esta parte, la solución no se encuentra en el pancarteo ni en la mani, sino en una suerte de activismo que incluya esfuerzo y renuncias. Los políticos son seres de Walt Dysney al lado de los supermagnates de las telecomunicaciones, pero a los jóvenes indignados no les interesa darse cuenta de ello. Entre otras cosas porque se han dejado comprar por ellos. La única solución con reales posibilidades de éxito sería quemar masivamente los móviles en la Plaza Mayor, pero ¡ay!, resulta que todos ellos tiene que soportar su particular contrato de permanencia, el que firmaron para que se les “regalara” el dispositivo de última generación. Ni siquiera, pues, por un plato de lentejas, sino por un puto dispositivo.
Indignados+teléfonos móviles=¡qué risa marialuisa!

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