miércoles, noviembre 04, 2015

Tecnología y Ética

Iba diciendo que la actualidad tiene su punto, por supuesto, pero si tuviera que vivir sólo de ella no encontraría muchos motivos para soportarla.

Habrá mucha gente a la que no le diga nada el nombre de Colt Thornton, y aunque me apena lo entiendo. No son tiempos buenos para predicar nobleza. Y sin embargo para mí nada hay cualidad mejor a la que aspirar. Entre otras cosas porque viene inevitablemente asociada a otras.

Como cada año lo he vuelto a hacer. Se trata de una práctica habitual en mí la de sentarme tranquilamente a ver dos películas: Río Bravo y El Dorado. Y es aquí donde sale a relucir el nombre de Colt Thornton, el pistolero insobornable cuyos principios atienden a esa cualidad tan inusualmente propiciada por una educación más bien enfocada al “sálvese quien pueda”. Colt Thornton del El Dorado o Chance de Río Bravo, que tanto monta (John Wayne, en cualquier caso). Porque con sus diferencias configuran un tipo de héroe tan distinto a los héroes del hoy, que es fundamentalmente un ESTRATEGA.

De lo que se trata es de pensar que la nobleza no es cualidad que nos venga dada en tanto que seres humanos, sino más bien algo que uno se propone y que se trabaja. Pero tampoco es noble aquel que quiere sino aquel que lo consigue. En cualquier caso la nobleza exige atención porque a la que nos descuidemos encontramos excusas para escamotearnos a nosotros mismos.

Visionar tranquilamente, decía. Única forma de que la esencia del film -de cualquier buen film- penetre en las entrañas del espectador.

Así, podemos decir que recomendar el visionado de estas películas ya contiene dos handicaps (sobre todo para la gente joven, que son los que no saben nada de este tipo de héroes), los que imprimen las exigencias: la de querer ver las películas y las de dedicarles el tiempo necesario. ¿A qué parece una perogrullada? Pues no lo es. Querer significa tener voluntad y es posible que muy poca gente la tenga para ver algo tan “antiguo”. Y después está lo del tiempo, tan íntimamente ligado a lo del espacio. Sabemos que nadie -absolutamente nadie- tiene tiempo para hacer algo que le viene sugerido o aconsejado si su voluntad es ajena a ello. O por decirlo de forma directa: sentar a unos adolescentes ante Río Bravo puede llegar a resultar una empresa suicida. Sobre todo si les quitas el teléfono. Y mi conclusión no sería que ellos se lo pierden sino que nos lo perdemos todos. En unos tiempos donde se proclama que ya “no necesitamos héroes” (como decía el slogan de aquella imbécil artista posmoderna) resulta fácil introducir confusión en la enseñanza de valores éticos.

Si después de todo existen aún buenas personas desde luego que será a pesar de ese todo.

Coda. Es ciertamente triste ver el tiempo que los niños y adolescentes dedican a sus teléfonos móviles, sobre todo y fundamentalmente porque no extraen de ello nada positivo. Pero lo que resulta patético además de desolador es ver a adultos dedicados en cuerpo y alma a estos dispositivos -o a las redes sociales.

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