lunes, enero 22, 2018

Es que me muero de risa con el mundillo del arte III




En Valencia, es sabido, tenemos un Consorci de Museus, que vendría a ser algo así como un... Consorcio de Museos... pero netamente propio, decididamente nuestro, necesariamente autóctono. Y por tanto y por eso más dispuesto a ayudar a (uno de) “los nuestros” en sus políticas culturales y a hacerlo, claro, en una lengua algo menos internacional que la que usa el 90 % de los ciudadanos valencianos y algo menos internacional que la que usan TODOS lo turistas extranjeros. Así pues, un consorcio que, entre otras cosas, entona un reivindicativo Vixca Valencia en su ambiciosa programación. Al menos lo entona en relación en un porcentaje muy importante de lo exhibido.

La última del Consorci es una actividad llamada Transversalia, y cuyo objetivo se cifra según ellos mismos en “la educación por el arte”. Según leo “un proyecto educativo realizado en colaboración con CEFIRE, que pretende introducir las prácticas contemporáneas en el ámbito educativo ofreciendo herramientas pedagógicas al profesorado sobre el arte actual como la forma de implementarlo en su labor educativa con los jóvenes”. Ante lo que yo me pregunto, ¿qué es una práctica contemporánea? No lo sé, no lo sé. Pero para despejar la duda quizá sirva, al menos como pista, la foto que los mismos organizadores dan a la prensa para ilustrar la propuesta. En ella se ve a un grupo de mujeres (?) (entre 15 y 20) sentadas con fotos, cartulinas, tijeras y pegamento de barra. (De todas formas yo antes me preguntaría al más puro estilo pujoliano “¿qué coño es eso del CEFIRE?)

El director del Consorci de Museos se explica, “Tansversalia busca potenciar y generar un alcance mayor en las transformaciones que se están realizando en el ámbito de la educación artística, tanto mejorando el conocimiento que tiene el profesorado sobre el arte actual como la forma de implementarlo en su labor educativa con los jóvenes”. Ahora la pregunta puede ser ¿cuando hablamos de jóvenes de qué estamos hablando: de esos que van del Netflix al Instagram y del Instagram al Arenal Sound? ¿De esos que saben de “arte actual” más que sus profesores en la medida en la que saben lo que les gusta (“me gusta”) ante un maremágnum de casi infinitas posibilidades que le ofrece una ventana al mundo con la que interactúan más de 2 horas al día? ¿De esos que por tanto se descojonan de cualquier Institución que les intente inculcar una idea fija, que es la que al fin y al cabo propone un (cualquier) Centro Oficial o la que propone un (Gran) Relato Oficial por muy ecléctico que pretenda ser? Porque sólo un inútil creería que por ofrecer cosas variopintas no existe un claro común denominador en todo lo exhibido desde un Centro de Arte Contemporáneo, siempre perfectamente ideologizado, precisamente desde que Internet sustituyera al Gran Relato y las Consejerías de Cultura tuvieran más poder que los mismos comerciantes de productos supuestamente artísticos y muy comprometidos (con el problema de la identidad, del lenguaje, del acoso, del poder, del género, de la alienación, de la realidad, comprometidos en definitiva con “nuestro tiempo”); común denominador que por tanto es previo y mandatado, o sea, común denominador que en la experiencia estética hace prevalecer la presencia colosal del continente por encima de la nimia, anecdótica y coyuntural del contenido.

Lo que hicieron los artistas modernos fue precisamente reivindicar la Libertad en la creación frente al Poder autoritario que suponía el Antiguo Régimen (repleto de Reyes, aristócratas y otro déspotas). Y los contemporáneos fueron (son) quienes en teoría deben reivindicar esa Libertad (ya) Plena frente a las instancias del Poder, siempre necesariamente contaminadas de ideología cuando no de pura putrefacción, ¿no? Pues bien, no he visto nunca tanto artista (y ahora me remito a Tarantino) comiéndole la polla a los poderes fácticos de forma tan descarada, y dejándose comprar por un miserable plato de lentejas. Precisamente, ya digo, mientras se presentan como los abanderados de la denuncia y el activismo. Y mientras se creen luchadores éticamente comprometido por causas justas. En fin, que una vez más me da la risa. Soy un flojo, qué le vamos a hacer.


Post Scriptum. Tengo un amigo fotógrafo que ha renunciado a exponer en la mejor sala expositiva del Centro del Carmen, renunciando por tanto y entre otras cosas al dinero que le reportaría y a los beneficios que le proporcionaría tener un montón de obra producida gratuitamente. Y lo ha hecho precisamente porque no se cree nada de este asunto del Arte Contemporáneo. Nunca nadie lo sabrá salvo él y yo. Mi genuflexión ante él.

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