domingo, mayo 20, 2018

Carta abierta a los padres de niños


En efecto esto es una misiva, no un panfleto, está dirigida exclusivamente a ustedes, padres de esos seres que, precisamente por edad y por definición se encuentran conformando; padres de seres crudos. De ahí que siempre le hayamos dado la importancia que se merece a todo aquello que le sucede a un niño; a todo aquello, lo sabemos, que por sucederle en estado crudo condicionará su ser de forma determinante, para lo bueno y para lo malo. No por otro motivo, lo sabemos también, los (buenos) padres son aquellos a los que le preocupa soberanamente las experiencias que pueden tener sus hijos cuando son niños, esto es, cuando son seres crudos a los que les afectará toda experiencia, para bien o para mal. Y por ello unos buenos padres son, entre otras pocas cosas, los que preservan a sus hijos de experiencias nocivas, es decir, de experiencias nada propias ni adecuadas para unos seres a los que podrían afectarle de forma fatal y muchas veces de forma irreversible. Por otra parte, yo sólo puedo hablarles a ustedes en nombre propio y sólo puedo hablarles desde mi condición, no hay otra. Y como no hay otra sólo puedo ser sincero. Sincero y claro aunque siempre haya tenido dudas acerca de la eficacia de entender lo primero como un principio inmutable y recomendable, y lo segundo como una cualidad personal. Pero este es el momento, el kairos, que diría un griego de hace 2600 años, el momento oportuno.

Así, y después de esta necesaria introducción iré al grano: son todos ustedes unos hijos de puta. Todos; es decir, todos los que lo son. ¡Claro que podría haber usado otro adjetivo!, pero habría sido con toda seguridad menos eficaz y desde luego menos apropiado. ¿A quien puede importarle hoy en día que se le llame malvado? O mejor: cuando digo todos lo que quiero decir es todos aquellos que cierran los ojos ante la tenencia y uso de un teléfono móvil con datos por parte de su hijo/niño.

Hoy mismo me han mandado por teléfono a “modo de gracia” un pequeño vídeo de contenido sexual que me ha dado nauseas; un vídeo que ha afectado mi estado de ánimo de forma considerable; un vídeo que se encuentra en el limbo de la red y al que todo el mundo tiene acceso; un vídeo, de hecho, que por estar en la red "móvil" está a la vista de todos; un vídeo que por estar a la vista de todos no está a la vista de quien voluntariamente pueda decidir verlo, sino de aquel al que “le llega”. Que le llega tarde o temprano, tenga la edad que tenga, no lo dude usted. Un vídeo que precisamente “llega” a más gente debido a la alienada afición de tantos a compartir su perversa promiscuidad.

Todo aquel padre que haga la vista gorda a la tenencia de un teléfono móvil por parte de su hijo/niño porque le resulte más fácil no hacer gorda esa vista es un hijo de puta. Porque el teléfono móvil con datos es un portador potencial, esto es, factual, de atrocidades como la que hoy mismo he visto hasta que me han entrado las arcadas. Un vídeo tan cruel como innecesario que se ha repetido en mi mente durante demasiados momentos a lo largo del día de hoy. Yo lo he abierto porque no sabía lo que iba a ver y porque me lo mandaba un “amigo”. Un vídeo monstruoso sí, pero no casualmente monstruoso, porque lo que le confiere la “gracia” que lo hace compartible es, precisamente, su anormalidad, su monstruosidad.

Todos aquellos padres que se hagan los despistados ante la tenencia de un teléfono móvil por parte de su hijo/niño buscando excusas para justificar esa tenencia no es más que un hijo de puta, porque ha puesto en manos de ese su hijo/niño, es decir ante sus ojos, la posibilidad de ver toda la barbarie humana, todo lo peor del ser humano, haciéndolo además cuando su hijo/niño está crudo, cuando su ser se encuentra conformando, cuando no tiene capacidad de discriminación ni de discernimiento, cuando, como bien sabemos, es susceptible de ser afectado por ver aquello para lo que su mente no está preparada, una afección que podrá determinar, en el mejor de los casos, un trauma del que posiblemente nunca sea consciente. Y quien de ustedes crea que exagero… que se vaya freir espárragos. Porque no existe ninguna casualidad en el hecho de que los vídeos elegidos para circular masivamente por la red representen la cara más sádica y perversa de algo tan natural como puede ser la misma sexualidad. Esos millones de vídeos cruentos, crueles y obscenos que circulan con perfecta naturalidad al alcance de cualquiera son, precisamente, la cara opuesta de la naturalidad. Y por ello son los elegidos para hacer “la gracia” que debe compartirse.

Así y para acabar: todos aquellos padres que dicen preocuparse por las compañías de sus hijos; todos aquellos padres que se dicen preocupados por ese bullying que puedan estar sufriendo sus hijos, todos aquellos padres que se preocupan por los horarios de llegada de sus hijos a casita, y sobre todo, todos aquellos padres que critican la potencial violencia machista de tantos hombres, todos aquellos padres, digo, que dicen querer a sus hijos/niños dándoles abrazos y buena educación pero que les ponen en sus manos esa arma nuclear que es un teléfono móvil conectado a todas las imágenes posibles del mundo... son unos hijos de puta.

Y si no lo creen piénselo de esta otra forma: darle un teléfono con datos a una niña es algo parecido a comprarle un bono para que pudiera ir gratis a un cine en el que podría ver a 5 hombres ciclados follándose simultáneamente a una jovencita que más goza cuanta mayor es la violencia a la que la someten con ¡toda la naturalidad del mundo! (gang bang), o ver a 25 o 30 tipos de toda condición, tamaño y edad corriéndose encima de una joven a la que se le empasta el rostro mientras sonríe de felicidad y satisfación (bukkake), o una mujer que se la chupa a un caballo, etc., etc. Y después pasa lo que pasa, lo sabemos, que una mujer de 18 año bebida y de fiesta decide poner en práctica eso que en su teléfono ha visto tantas veces y que tanto placer parecía darle a la representante de su sexo...

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