Conforme nos vamos haciendo mayores no nos queda otra que depurar, simplificar, economizar. Y como no nos queda otra, si lo que queremos es avanzar hacia la desaparición dignamente, cuanto antes comencemos a hacerlo, mejor. Es un deber aprender, aunque sea a costa de algún despistado exceso, que nada que no tienda a la Nada tiene demasiado sentido en el último estadio de nuestras vidas. Con el paso del tiempo es un deber tender a la Nada y nada hay más próximo a ella que lo sencillo, lo sutil, lo mínimo. A un joven puede perdonársele cualquier exceso; a un adulto menos. Y nada más triste que un anciano con el Síndrome de Diógenes.
Los últimos años de Count Basie se caracterizaron por la sencillez formal de sus arreglos. De hecho, si hay algo verdaderamente reconocible en esos últimos años de producción es sin duda la contenida forma de abordar sus solos de piano; unos solos de piano serenos, austeros, casi parcos, sumamente emocionantes en todo caso.
Es un deber aprender a depurar y por eso nunca es demasiado pronto para aprender a hacerlo. Aunque sólo fuera para poder transgredir de vez en cuando la norma. Aunque sólo fuera para regodearse en el exceso un día inesperado. Despojarse de lo superfluo es despojarse de lo inútil y despojarse de lo inútil es alojarse en el sosiego.
El criterio con el que juzgamos la calidad de Velázquez se encuentra siempre asociado a la particular evolución de sus recursos pictóricos, siempre vinculados la austeridad con que eran utilizados dichos recursos en la aplicación del color, la pintura o las pinceladas.
En un mundo saturado de saturaciones, de gritos y de velocidades aerodinámicas y obligatorias acaba siendo un deber replantearse la posibilidad del sosiego. Pero no un sucio y desesperado sosiego de fin de semana, sino un sosiego real, de facto, agresivo, radical. Y si hay algo que debiera ser prioritario en la educación de los jóvenes es la enseñanza de la serenidad, de la sencillez, de la lentitud: la economía del gesto.
A Miguel Ángel ni siquiera le hizo falta acabar sus últimas esculturas, sus últimos esclavos, para hacer de ellos lo mejor de toda su producción escultórica.
El exceso de velocidad no es mas que una forma de aceleración. Habiendo ido más rápido no se ha conseguido otra cosa que llegar antes. Pero llegar antes de lo previsto, si se llega, tiene sus contrapartidas, generalmente manifestadas en forma de pérdidas. Se pierde tanto con las prisas que es posible que sea poco lo que al final de las cuentas se ha ganado con ellas. Nos creemos que morimos más tarde pero en realidad morimos mucho antes. Y con el corazón apretado.
Mutatis ¿mutandis? Si hay algo que educa a los jóvenes de hoy en materia de sexualidad, ese algo es, sin duda, la pornografía: está en todas partes y al acceso de cualquiera. Y si hay algo que caracterice a la pornografía de hoy es la apariencia de displacer que convoca; un displacer, eso sí, que se muestra a gente inexperta y sin experiencia (adolescentes) como la única posibilidad de placer. Claro, las consecuencias son funestas. De entrada todo es gimnástico. Todo es además veloz. Todo los movimientos convulsivos. El roce no existe y la caricia ha llegado a convertirse en des-excitante. Por demoradora. En definitiva: la única posibilidad del mete y saca es la de la convulsión y el desenfreno. La insatisfacción que genera esta situación en los jóvenes es atroz y lo peor de todo que, cuando alguien se acostumbra a esas velocidades, le es difícil disfrutar de otro tipo de sexualidad.
Los últimos años de Count Basie se caracterizaron por la sencillez formal de sus arreglos. De hecho, si hay algo verdaderamente reconocible en esos últimos años de producción es sin duda la contenida forma de abordar sus solos de piano; unos solos de piano serenos, austeros, casi parcos, sumamente emocionantes en todo caso.
Es un deber aprender a depurar y por eso nunca es demasiado pronto para aprender a hacerlo. Aunque sólo fuera para poder transgredir de vez en cuando la norma. Aunque sólo fuera para regodearse en el exceso un día inesperado. Despojarse de lo superfluo es despojarse de lo inútil y despojarse de lo inútil es alojarse en el sosiego.
El criterio con el que juzgamos la calidad de Velázquez se encuentra siempre asociado a la particular evolución de sus recursos pictóricos, siempre vinculados la austeridad con que eran utilizados dichos recursos en la aplicación del color, la pintura o las pinceladas.
En un mundo saturado de saturaciones, de gritos y de velocidades aerodinámicas y obligatorias acaba siendo un deber replantearse la posibilidad del sosiego. Pero no un sucio y desesperado sosiego de fin de semana, sino un sosiego real, de facto, agresivo, radical. Y si hay algo que debiera ser prioritario en la educación de los jóvenes es la enseñanza de la serenidad, de la sencillez, de la lentitud: la economía del gesto.
A Miguel Ángel ni siquiera le hizo falta acabar sus últimas esculturas, sus últimos esclavos, para hacer de ellos lo mejor de toda su producción escultórica.
El exceso de velocidad no es mas que una forma de aceleración. Habiendo ido más rápido no se ha conseguido otra cosa que llegar antes. Pero llegar antes de lo previsto, si se llega, tiene sus contrapartidas, generalmente manifestadas en forma de pérdidas. Se pierde tanto con las prisas que es posible que sea poco lo que al final de las cuentas se ha ganado con ellas. Nos creemos que morimos más tarde pero en realidad morimos mucho antes. Y con el corazón apretado.
Mutatis ¿mutandis? Si hay algo que educa a los jóvenes de hoy en materia de sexualidad, ese algo es, sin duda, la pornografía: está en todas partes y al acceso de cualquiera. Y si hay algo que caracterice a la pornografía de hoy es la apariencia de displacer que convoca; un displacer, eso sí, que se muestra a gente inexperta y sin experiencia (adolescentes) como la única posibilidad de placer. Claro, las consecuencias son funestas. De entrada todo es gimnástico. Todo es además veloz. Todo los movimientos convulsivos. El roce no existe y la caricia ha llegado a convertirse en des-excitante. Por demoradora. En definitiva: la única posibilidad del mete y saca es la de la convulsión y el desenfreno. La insatisfacción que genera esta situación en los jóvenes es atroz y lo peor de todo que, cuando alguien se acostumbra a esas velocidades, le es difícil disfrutar de otro tipo de sexualidad.
En un mundo saturado de saturaciones, de gritos y de velocidades aerodinámicas y obligatorias acaba siendo un deber replantearse la posibilidad del sosiego. Pero no un sucio y desesperado sosiego de fin de semana, sino un sosiego real, de facto, agresivo, radical. Si hay algún acto sexual por antonomasia ése es el coito. Y si hay alguna posibilidad de placer real éste no vendrá jamás dado en la velocidad de un vulgar mete y saca. Si hay alguna posibilidad del placer real es muy probable que se encuentre en el coito sosegado, en la cópula sin movimiento, en el estatismo copulativo: en la sensación de comunión. Economía de gestos: multiplicación de sensaciones.
1 comentario:
Oye, qué bonito!
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