martes, marzo 20, 2007

Lisa Nowak, la astronauta (arrestada)

Es muy probable que fuera seguidora, en su momento, de las desventuras de Ali McBeal. Y es muy probable porque, entonces, prácticamente todas las mujeres del mundo desarrollado fueron seguidoras de las desventuras de esa mujer tan contemporánea, de esa mujer tan de nuestros tiempos, tan independiente, tan suelta, tan... dependiente del porvenir de sus relaciones sentimentales.

Es muy probable que también fuera, poco después, seguidora, si no fanática, de Sexo en Nueva York, esa serie que tanto gustó a todas esas mujeres que se sentían identificadas con esas otras mujeres tan valientes, tan incorformistas, tan de nuestros tiempos, tan reivindicadoras, tan naturales a la hora de hablar de sexo anal sin problemas ni prejuicios, tan capaces de comportarse como cualquier hombre estúpido en, pongamos por caso, una estúpida despedida de solteras, tan... pendientes, en última instancia (¿o era en primera?), de encontrar alguien que pudiera proporcionar estabilidad a la felicidad exultante y estricta (y por tanto distorsionadora) que se experimenta ante tanta independencia. Esto es, es probable que Lisa Nowak siguiera de cerca esa serie en que la mujer, habiéndose liberado de la tiranía machista, podía centrar su vida... en las llamémoslas relaciones sentimentales.

Es muy probable que, no hace tanto, fuera seguidora de Mujeres desesperadas, esa serie tan cáustica y tan descreída respecto al porvenir que genera toda relación sentimental; esa serie en donde las mujeres están desesperadas, no tanto debido a sus particulares problemas personales-sentimentales, cuanto por lo que supone, en cualquier ser humano, la conversión al nihilismo, ese nihilismo inducido por una sociedad, la actual, carente de piedad con los débiles; esa serie en donde las mujeres, habiendo superado la fase de dependencia respecto al hombre descubren la dependencia hacia sus propios instintos, instintos vinculados al deseo, instintos, pues, vinculados a una dependencia.

Es muy probable que, debido a su edad, Lisa haya llegado a ser astronauta precisamente por haber vivido en sus propias carnes lo que podríamos denominar “educación cosmo” (haciendo referencia a la revista Cosmopolitan); esa educación que consiste en que se le diga, como a toda mujer y en todas las publicaciones dirigidas a ella, y durante años, cómo comportarse en una primera cita, cómo hacer para atraer al hombre deseado, cómo multiplicar sus orgasmos, como hacer para tener más seguridad en una misma, cómo distanciarse de los sentimientos cuando estos se manifiestan, cómo evitar las dependencias hacia los hombres, cómo descubrir el hombre de su vida; esas publicaciones que, llegado el caso (y siempre acaba llegando) acaban describiendo al hombre como un ser básico, primitivo, burdo y manipulable; esas publicaciones que acaban por enseñar cómo engañar a los hombres para coneguir ciertos fines; esas publicaciones, en definitiva, que simultáneamente a todo ello anuncian todo tipo de cremas rejuvenecedoras, todo tipo de lociones y pociones antiarrugas, exfoliantes, hidratantes, adelgazantes; esas publicaciones que de algúna forma promueven, con su peculiar sentido de la estética, la implantación de curiosas prótesis y toda suerte de retoques quirúrgicos. (Y quien dice Cosmopolitan dice Elle, Clara, Vogue, Única, Ana Rosa, Yo dona, Línea, Glamour, etc.)

Lo que es seguro es que para llegar a ser astronauta hay que haberlo deseado primero y haberlo conseguido después. No cualquiera que lo deseara podría conseguirlo. Sobre todo, dirán muchas, si es mujer quien lo desea, a quien se lo ponen siempre más difícil (¿). Hay que pasar por todo tipo de durísimas pruebas físicas y sobre todo psicológicas que puedan acreditar un necesario equilibrio emocional que permita a su vez asegurar serenidad en unas situaciones extremas, duras, difíciles.

Pero allí estaba ella, oficial laureada, astronauta del Discovery, piloto de pruebas de la Marina, viajando de Huston a Orlando en su coche y con unos pañales puestos para no tener que parar en el recorrido. Con una pistola y con ganas de enfrentarse a la recién descubierta amante de su amante. Así es, la oficial Nowak se había enamorado de un compañero astronauta y no soportó la idea de que éste no fuera sólo suyo. Y fue a cargarse su competidora más inmediata. Más de mil kilómetros de tirón y con los pañales puestos.

Es muy probable que Nowak fuera la perfecta representación de la mujer contemporánea, una mujer de nuestro tiempo, independiente, suelta, desprejuiciada valiente, incorformista, volcada en su faceta profesional, reivindicadora, natural a la hora de hablar de sexo anal, capaz de comportarse como cualquier hombre estúpido en, pongamos por caso, una estúpida despedida de solteras.

Es muy probable que Nowak fuera la perfecta representación de la mujer contemporánea: independiente... pero pendiente, en última instancia (¿o en primera?) de encontrar a alguien que pudiera proporcionar estabilidad a felicidad exultante y estricta (y por tanto distorsionadora) que se experimenta con tanta independencia.

Nota. Supongo que todo el mundo sabe que la historia de esta astronauta es estrictamente verídica. Ella hizo, no hace más de una semana, lo que en el texto se describe y comenta. Ahora está arrestada y punto de serle realizados nuevos tests psicotécnicos. Que seguramente saldrán impecables y corroborarán el equilibrio emocional que se le exige a una profesional de la estratosfera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se hubiera escrito esto mismo si hubiera sido EL astronauta, en lugar de LA astronauta, el que hubiera ido con los pañales puestos y la pistola en mano?...por muchas series y revistas que traten la "desesperación" de la mujer siempre habrá alguien con el mismo cristal.