viernes, marzo 26, 2010

Nota aclaratoria

Viene a ser habitual que la gente reduzca el tema del Arte sólo al producto mismo que lo representa. Y viene también a ser habitual que el espectador no experto centre todo su desconcierto (que muchas veces se torna en rabia debido a la incomprensión que le suscita) sólo en ese mismo producto. Olvidando que el Arte es el conjunto indisociable de elementos formado por: marchantes, directores de museos, casas de subastas, expertos (críticos, filósofos), coleccionistas, obras de Arte y artistas (sí, también artistas). En efecto, toda esa gente que debido a su incertidumbre protesta contra el Arte (Moderno y Contemporáneo) suele centrar sus iras sólo contra el producto. Y en los medios de comunicación hay casos constantes de intelectuales que creen ser políticamente incorrectos (y valientes) cuando se atreven a hablar públicamente del engaño que les parece el Arte Contemporáneo. Creo que, en cualquier caso y a pesar de todo, se necesita muy poco valor para decir lo que uno piensa en materia estética.
Como habrá observado el lector de este blog apenas se hace uso del Juicio de Valor en materia del producto Arte (Contemporáneo).

Así, en contra de lo que viene a ser habitual, aquí rara vez se cuestiona el producto (en genérico), pues el producto está ahí para que cada uno elija la relación que quiere mantener con él. En este sentido para mí el producto Arte es equivalente al producto Embutidos, por ejemplo. Puedo posicionarme respecto a una butifarra determinada en función de si me gusta más o menos atendiendo a la cantidad de cebolla que contenga. Y todo sin necesidad de quejarme de la inmensa mayoría de butifarras que, según mi parecer, no dan a la cebolla la importancia que se merece. Tampoco me quejo de las casas de subastas ni de lo que dicen los coleccionistas, pues pienso que las primeras están en su derecho legítimo de velar prioritariamente por sus finanzas y los segundos están en su pleno derecho de gestionar como quieran su aburrimiento, su inseguridad y sus estipendios. Tampoco me quejo de los marchantes porque también pienso que existe cierta coherencia entre lo que saben y lo que hacen. Y tampoco hablo de los artistas (a no ser que se comporten como expertos) porque bastante tienen con ser los artistas, esto es, las marionetas (unas con un poquito más de dignidad que otras) de todo el entramado de poder.

Aquí sólo me interesan los expertos, que pueden ser y son los críticos y los directores de museos. Y sólo me interesan ellos porque son los que con su PALABRA legitiman un producto que, como es sabido, es consecuencia de la Pura Contingencia. Así, no se trata tanto de cuestionar el producto cuanto de analizar los discursos que, con toda probabilidad, impiden el verdadero ejercicio de la Libertad… del espectador. En resumidas cuentas, no se tratará tanto de saber si Verde sobre morado (1961) de Mark Rothko es una buena obra de Arte o una tomadura de pelo, algo absolutamente irrelevante, cuanto de analizar las formas y las consecuencias de afirmaciones del tipo: “Ésta es una obra maestra absoluta, una de las mejores en la producción de Rothko. [...]. Ésta es una obra exigente para el espectador. Le pide muchas renuncias y le clava en una especie de inmovilidad.” (Tomás Lloréns. El País, 27-7-2002).

Por ejemplo, Félix González-Torres elaboró en 1991 una obra que se llamó Lover Boys y que consistió en el amontonamiento de 160 Kg. de caramelos azules y blancos en la esquina de una habitación (para el consumo de los invitados). La obra fue vendida en subasta (año 2000) por un valor de 456.000 dólares. Pues bien, no es de mi interés cuestionar el valor ni estético ni epistemológico ni ontológico de la obra siempre en función del gusto (por mucho que haya leído sobre Arte será mi gusto lo que determine mi opinión). Y mi opinión respecto a la obra es, como espectador que soy, absoluta y perfectamente irrelevante. A mí lo que verdaderamente me interesa es la PALABRA a través de la cual puedo (debo) yo saber qué es Arte y por qué. Me interesa la afirmación de Nancy Spector, comisaria de Arte Contemporáneo del Museo Guggenheim, respecto a la obra: “La elegancia de su obra invita a la contemplación, e incluso a la ensoñación. La provocación de la obra reside en su carácter de final abierto, su rechazo a imponer un significado cerrado”.

Don Thompson, en su interesante libro El tiburón de 12 millones de dólares se pregunta acerca de los factores que confieren valor a las Obras de Arte, su respuesta (de economista y coleccionista) es: “[el valor] es determinado en primer lugar por los principales marchantes, después por las casas de subastas de marca, un poco por los conservadores de museos que albergan exposiciones especiales, muy poco por los críticos de arte y prácticamente nada por los compradores [y por algunos pocos artistas que logran promocionarse a sí mismos]”. Así, los que con su discurso hacen el caldo gordo a los verdaderos beneficiarios son los que a mí me interesan, aunque apenas influyan en el valor de cambio que alcanza el producto Arte. Quizá por eso me interesan. Son los que corroboran la idea de Arte a partir de unos objetos que nacieron necesariamente de una estrategia pura de marketing. Nacieron como Arte a partir del marketing y sólo su valor mercantil corroboraría el éxito de la empresa. Fíjense de todas formas que Thompson apenas habla de artistas (si es que no son, además, promotores), pero sobre todo fíjense más en la frase y verán que de lo que no habla es espectadores.

Hago esta nota aclaratoria por dos motivos: uno para aclarar (valga la redundancia) lo que aún viene siendo malinterpretado por muchos de mis pocos lectores. Y dos para prevenir a los lectores de este blog de lo que les espera, pues conforme más escribo sobre el tema más descubro lo que queda por escribir. Necesito dejar constancia de que me interesa todo aquello que me pueda permitir COMPRENDER, porque lo que es sentir ya siento ante lo que como Arte se me ofrece; porque lo que es gustar ya gusto de lo que como Arte se me presenta. Lo que quiero, en definitiva, no es sentir o gustar de lo que se me ofrece, pues ya lo hago, sino COMPRENDER, algo que sólo será posible a través de los expertos, esa especie de electrones que giran alrededor de un núcleo; es decir esa especie de comparsas que giran alrededor de un magnate.

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