domingo, abril 03, 2011

Copia certificada (entre café y café)

Una pareja que acaba de conocerse entra a una cafetería, se toman dos cafés y cuando salen a la calle resulta que llevan media vida casados. Éste y no otro (¿) es el tema de la última y celebrada película de Kiarostami. Una película en donde la posible ficción se mezcla con la posible realidad. Nada ni nadie en ella escapan del desconcierto, ni los personajes ni los espectadores. Un desconcierto que proviene de filmar el presente como posibilidad de un futuro que ya ha existido.

En Copia certificada no hay concesión alguna al sentimentalismo ramplón del cine habitual. Se ha eliminado del conjunto de secuencias todo aquello que pudiera facilitar una interpretación facilona. Ninguna pista al espectador respecto a ese giro inesperado producido en la narración.

El espectador queda anonadado ante el problema de una pareja que ha sucumbido a lo anodino. La verosimilitud se impone a través de un realismo ilógico, incomprensible. Kiarostami sabe que el final determina hacia atrás todos los actos anteriores aun cuando, después y a pesar de nuestra voluntad, no alcancemos a entenderlos. El presente es incomprensible en la medida en que el pasado es confuso. Y el futuro no es sino una proyección.

No se trata de saber; no se trata de saber qué pasa, no se trata de saber por qué, más bien al contrario. “Desde el momento en que sabemos ya no nos abastecemos de nada más. Mientras permanecemos en la ignorancia las apariencias prosperan…” decía Cioran a propósito de los peligros de la sensatez. Y en efecto, las apariencias, que en la película son eje y sustento de la trama, no son nada y lo son todo. Todo es juzgado a través de las apariencias porque no existe posibilidad alguna de traspasarlas. No existe posibilidad alguna de saber más de lo que saben (y transmiten) de sí mismos los propios protagonistas. Es la anécdota entendida como pista lo que se impone a un espectador confuso que ata cabos sin poder llegar a una conclusión incontestable. La profundidad es una entelequia frente a la verdad anecdótica, la verdad del presente, la única verdad posible. Así, el “no saber” de Copia certificada exige atención, voluntad de pensamiento por parte del espectador. Voluntad de pensamiento abstracto.

Copia certificada es una extraordinaria película construida a base de fragmentos anecdóticos y aparentemente inconexos que contienen en sí mismos la esencia de un complejo asunto. Nada es gratuito en una trama alineal perfectamente cerrada en su abstracción. Ni siquiera el pintoresquismo de unos en apariencia ingenuos escenarios, ni la aparición sucinta de un hijo que se evade de la realidad (lúdicamente) no siendo ajeno a ella. Ni el intelectualismo del personaje masculino, que se encuentra plenamente hundido en la pura y triste neutralidad (cafard que diría el mismo Cioran). Ni la enigmática pareja de la fuente, que representa perfectamente el ideal (a través de las apariencias), ni la locuaz camarera que se queda a medias entre la resignación y la esperanza. Nada es gratuito porque, precisamente, NO se trata de un cuento, sino de un pensamiento. Más pronto se trata de la suma desordenada de fragmentos de vida que, con independencia del tiempo en el que fueron (o serán) vividos, terminan por pensarse siempre en tiempo presente.

(Café) Muy probablemente sea Copia certificada una de esas películas que se encuentran en la encrucijada de un cambio de paradigma cinematográfico. No hay en ella nada verdaderamente novedoso, pero el momento de su producción coincide con una necesidad de encontrar nuevas formas narrativas. Así, podría decirse que Copia certificada no hace otra cosa que discernir conflictos donde no los hay pues nada hay de realidad en una historia que queda cortada abruptamente por una incomprensible ruptura secuencial. Por otra parte, Kiarostami ha caído, después de todo, en la más previsible de las trampas. La de dotar a los dos personajes protagonistas de los roles más estereotipados posibles. De esta forma, y como si verdaderamente el tiempo no hubiera hecho mella en el sujeto contemporáneo, los personajes no dejan de ser lo que toda sociedad moderna (re)niega. Estereotipos. Ni la atrevida ruptura narrativa salva a los personajes de ser lo que “ya fueron” los personajes de las películas de Bergman y Antonioni, seres que se atormentan por vivir roles injustamente impuestos. No hemos avanzado nada en este sentido. La mujer vive su incomprensión ante el rol del macho disperso y el hombre vive angustiado por desconocer su verdadero papel en la vida familiar. Una camarera suelta un entrometido e increíble speech que parece sacado de una teleserie de mediodía y una pareja de turistas pretende situarse fuera de un nihilismo burgués que después de todo resulta ser consustancial a la vida misma (turismo pintoresco). En este sentido, tan previsibles y aburridas son las quejas de ella en todas sus demandas como los gritos de él en todas sus justificaciones.

(Café) Rememoro el visionado de Copia certificada y me digo a mí mismo, a quién si no, que Kiarostami ha dirigido una película sencilla en la que el cuidado de todas y cada una de las secuencias imprime a la totalidad una belleza propia del arte, que no del espectáculo. Todo en ella tiene su razón de ser y por eso todo en ella es bello. Desde la falsa conferencia del inicio a la falsa fuente pasando por las falsas golondrinas. Todo en ella encaja respecto a una trama que deambula entre una especie de romanticismo inevitablemente nihilista y un intelectualismo sórdido que sólo puede beber del fracaso. Nada es anecdótico en esta pequeña obra maestra que se construye a sí misma a base de situaciones puramente anecdóticas y superficiales. Porque la belleza de esta película no se encuentra en un factor que la vincula a lo verdadero, sino en un factor que deviene de una indagación sobre lo anodino.

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