viernes, abril 15, 2011

Oídos sordos

Hace unos días publiqué aquí un post que analizaba las formas con las que la Opinión Pública-da (mayoritariamente femenina) pretendía alcanzar la Igualdad. Ahora, la reciente vicepresidenta de la Academia de Cinematografía Española Judith Colell decía ayer a propósito del estado actual de las cosas: “Hoy sólo hay apenas un 9% de mujeres directoras, productoras o en puestos de responsabilidad. Es injusto y absurdo. Tenemos que hacer algo para llegar a cifras más razonables”. Dos ideas fundamentales se desprenden del aserto reivindicativo: la primera es evidente: señalar como injusto el estado de las cosas. La segunda se expresa más sutilmente y consiste en asociar el concepto justicia a los aspectos numéricos: 9 Vs. 92. La justicia llegará, según esta afirmación, cuando las dos cifras se equiparen. Y sólo habrá justicia, no tanto cuando se den las mismas oportunidades a las personas con independencia del sexo cuanto que se consiga equipar las cifras. Pero, ¿qué es por tanto una cifra injusta, absurda? ¿Por qué se califica de injusta una cifra sólo por el hecho de ser dispar? ¿Es que acaso lo dispar injusto y absurdo?

Ese mismo post mencionado hacía referencia a un programa de Informe Semanal en el que se analizaba el papel de la mujer en el arte (la exposición Heroínas). Todo el programa, como era de prever, se había confeccionado a modo de panfleto. Todo… menos un momento del mismo. Un momento desconcertante que nacía de un desajuste propiciado por el típico aguafiestas inconsciente. En medio de la vorágine activista del panfleto emergía, de repente e imprevisiblemente, un momento que mostraba una disonancia evidente respecto al claro objetivo del programa. Recordemos que el programa trataba, a partir de dos exposiciones de arte, el tema de la desigualdad en los sexos, la que después de sufrir la mujer durante siglos sigue al parecer sufriendo ahora. Una desigualdad, la actual, que hay que combatir de cualquier forma. Y a cualquier precio.

Pero como digo, había un momento en el documental que resultaba sumamente desconcertante, tanto que prácticamente sólo ofrecía una posible respuesta perceptiva para quienes pudieran comulgar con su tesis. La respuesta que consistiría en ignorar ese momento y anularlo. Porque en caso de no hacerlo sería todo el resto del documental lo que habría que anular. Me explico: después de que varias mujeres mostraran su activismo más reivindicativo con soflamas de todo tipo aparecía Juana de Aizpuru diciendo: “Yo jamás me he sentido discriminada; eso que ya voy para 41 años que abrí la galería. Y desde el principio tampoco. Y en España somos más galeristas mujeres que hombres. Ha habido un momento en que prácticamente todo el arte contemporáneo español estaba en manos de mujeres, desde la directora del reina Sofía, críticas, artistas. No, no hay nada que en este momento impida a una mujer bien preparada ser artista, ser crítica, ser directora de museos, llegar a los más altas puestos por el hecho de ser mujer”.

Pues bien, si después de todo no ninguneáramos a Juana y la creyéramos, ¿qué podríamos hacer con todo el resto del documental? Así, si creemos a Juana porque además la situación que describe es empíricamente demostrable, ¿qué hacemos con TODO ese documental que a través del arte se nos habla de la injusticia ACTUAL que sufre la mujer? ¿En el arte? Y si no hay tal injusticia en el mundo del arte después de todo, ¿por qué usar TAMBIÉN el arte para generar agresividad a través de una (inapropiada) queja y un (perverso) victimismo? Quizá la clave se encuentre en la misma declaración de Juana cuando habla de “mujer bien preparada”. Dejo a los lectores que piensen en otras claves. Que las hay.

En todo caso mis dudas persisten: siendo estrictamente cierto lo que Juana dice respecto al mundo del arte, ¿a cuento de qué puede venir un programa que comienza por señalar unas cifras que se interpretan como discriminatorias e impuestas por… quién? Por lo tanto repito: ¿qué es una cifra injusta, absurda? ¿Por qué se califica de injusta una cifra sólo por el hecho de ser dispar? ¿Es, después de todo, injusto y absurdo el arte porque se encuentra controlado mayoritariamente por mujeres? O dicho de otra forma, ¿pueden los hombres decir que el (el mundo del) arte es injusto por el hecho de que se encuentre fundamentalmente gobernado por mujeres? Presupongamos que, efectivamente, esos hombres que desean el control consideren injusto el mundo del arte regido por mujeres. ¿Determinaría eso una injusticia real?

Post Scriptum.

A. Según un estudio encargado por la Asociación de Revistas Culturales de España (ARCE) el 75,4 % de los lectores de revistas culturales en España son hombres. Y el estudio entiende por revistas culturales aquellas que se fundamentan en el texto y no en las imágenes, las noticias, etc. No sé si es o no una cifra justa pero he estado investigando por mi cuenta y he comprobado que los equipos de redacción de esas otras revistas “no culturales” (revistas de moda, decoración, glamour, ocio…) está conformados por una proporción casi invariable: un 70-80 % de mujeres y un 20-30 % de hombres. ¿A quién podría parecerle injusto y absurdo que las revistas de decoración estén controladas por mujeres?

B. Como todo el mundo sabe España no tiene prácticamente ninguna incidencia en el mundo del arte. Más allá de ciertas figuras emblemáticas del pasado y alguna excepción del presente España carece de relevancia en el mercado del arte y casi nadie contempla a sus artistas en comisariados importantes. O por decirlo de otra forma, España representa un 0,6 % del mercado del arte mundial, como aseguraban estadísticas recientes. Una miaja. Se decía en EXIT express, dirigida por Rosa Olivares, Pero en cualquier caso se trata de una afirmación que podría haber hecho cualquiera que hubiera tenido la oportunidad de viajar. Como, por ejemplo, la hiperactiva Elena Ochoa que no hace mucho aterrizó en Madrid después de trabajar varios años en Londres y haber viajado por todo el mundo. La periodista Paula Achiaga le hacía la siguiente pregunta, “¿Cómo se percibe desde fuera el arte español?”. Elena Ochoa respondía, “Inexistente”, y después se extendía en la respuesta para demostrar que nadie fuera nos contempla. Y es absolutamente cierto lo que Juana de Aizpuru decía respecto al dominio y control del arte español a manos de mujeres.

C. Justo al día siguiente del Informe semanal comentado pasaron por televisión otro programa documental (Comando actualidad). El presentador entraba en una reunión de 4 altos dirigentes de una empresa, tres hombres y una mujer, y se dirigía hacia ella acometiendo el asunto de la discriminación por sexo en cuestiones de dirección empresarial. La alta ejecutiva respondía sin inmutarse, “quizá debería tenerse en cuenta que la verdad es que, por lo que sea, no son muchas las mujeres las que, después de todo, desean acceder a puestos como este. Yo estoy aquí porque además de desearlo he hecho méritos para conseguirlo”. En efecto, la pregunta supuestamente solidaria (¿) había sido impertinente y maleducada (con la mujer) en la medida en que no había tenido en cuenta los méritos por los que alguien accede a un alto puesto directivo. Y había sido impertinente y maleducada (con los tres hombres) en la medida que no había considerado los méritos por los que allí se encontraban.

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