La verdad es que estoy cansado. Estoy cansado incluso del estar cansado. Estoy cansado de escuchar las mismas frases ingeniosas de club de la comedia y estoy cansado de quienes sólo hablan “en previsible”. Estoy cansado de ir contracorriente aun a mi pesar, cansado de ir a contrapelo sin ganas, de ir al revés sin voluntad, de andar contranatura a desgana, cual personaje de Huysmans pero sin el deseo de ser personaje.
Me sucede irremediablemente cada vez que anuncio que me voy al País Vasco. No hay NADIE que no me diga con cara de panolis excitado “qué suerte, por lo menos comerás estupendamente”*. Y yo, que soy misántropo pero no imbécil les digo invariablemente “Pues claro, eso es lo que te pierdes tú quedándote aquí”, pero para mis adentros me digo a mí mismo, a quién si no, “otro idiota”. Cansado, ya digo, de que la cultura se configure en torno a supervivientes televisivos de códigos da vincis literarios y sobre todo en torno a la autoayuda anti-aging. Cansado de escuchar lo que no admite siquiera un comentario que no parezca prepotente. Porque si alguien no habla “en previsible” es hombre muerto en las sociedades corroídas por la corrección política. Así, si alguien te dice que en el País Vasco se come de puta madre, vale la pena darle la razón. Aunque resulte cansino. Porque mucho más cansino resulta tener que demostrar la veracidad de lo que no es dicho “en previsible”.
Llevo varios años yendo al menos tres veces al año por San Sebastián y puedo hablar con propiedad. Sobre todo si dejamos claro que comer bien en un “lugar” sólo puede significar comer bien en casi cualquier sitio de ese ”lugar” y no comer bien en algún lugar en el que además te vapulean los bolsillos a hostias caramelizadas. Salvando estos sitios exquisitos llenos de reducciones y esferificaciones resulta complicado comer bien si se anda por San Sebastián. Y lo intento cada vez que voy, preguntando (sin cesar) a la gente de allí por algún restaurante en donde comer bien, algo que ya conforma una grosería de la que los ciudadanos de San Sebastián no se percatan. Podrían decirme con el mentón levantado “perdone buen hombre, pero aquí se come bien en cualquier sitio” y girar la cabeza con gesto de indignación. Pero no, la amabilidad del donostiarra así como su irredento chauvinismo les hace darme siempre una explicación cortés y detallada aun cuando la respuesta sea invariable. TODOS me dirigen al centro histórico. Yo les doy las gracias, pero para mis adentros me digo a mí mismo, a quién si no, “¡estoy cansado de comer a mano alzada, hostia-puta!
Y es la pura verdad, los pintxos de allí son extraordinarios pero yo lo que NO quiero es pelearme en una barra con dos docenas de personas hambrientas que pelean por llegar a los palillos con gambas y a las rebanadas con txaka. NO quiero sufrir la ansiedad de no saber qué pintxo me va a gustar más, No quiero comer sin ganas por el hecho de probar más pintxos, No quiero dejar de probar los que me hubieran gustado más, NO quiero comer en 15 minutos y no sabe qué hacer después, en el momento del relax postoperatorio. Y ¡No quiero comer de pie, joder! Ya sé, ya sé que hay también algún restaurante en ese centro en donde se come bastante bien, pero ninguno es mejor que muchos de los restaurantes que hay desde pongamos el Borne hasta Pau Clarís, por poner un ejemplo catalán. Hay más restaurantes aceptables en ese barrio catalán que en todo Donosti. Pero si en vez de en el centro caes por la zona de tiendas “nobles” que hay detrás de la Concha entonces la cosa es para echarse a llorar. Desde el centro al Buen Pastor y desde el Buen Pastor hacia Zurriola por no haber no hay ni cafeterías. En una sola calle de Madrid puedes encontrar más cafeterías de las que hay en dos barrios enteros de Donosti.
Llegando más lejos puedo decir que cuando voy a San Sebastián yo habito en Oiartzun una población que se encuentra antes de llegar a Irún. Lo digo porque podría alguien decirme que en la Gran Ciudad es donde peor se come y que la tradición gastronómica donostiarra se encuentra o en las peñas (que son suyas) o en las “afueras” (que también son suyas). Después de muchos años indagando por Oiartzun, Errentería, Irun, Hondarribia, etc puedo asegurar que se come bien sólo allá donde se come bien. Esto es, como en cualquier sitio. Y si se me apuraran podría llegar a decir que incluso un poquito peor dado el uso antiguo que hacen aún de algunas materias primas. En Requena (población vecina de Valencia) tienen un estupendo embutido y a nadie se le ocurriría decir que se come estupendamente en Requena. Decir paella valenciana es no decir nada si no sabes dónde te la tienes que comer. Por eso nadie dice que se come bien en Valencia, y sin embargo se puede comer bien y variado en Valencia sin tantas complicaciones como en San Sebastián. ¡Menudo coñazo es tener que comer por Donosti! Son cosas que sólo se pueden decir quien, como yo, tiene 74 años y está cansado, cansado del estar cansado. De todas formas estoy muy cansado de Valencia, pero más cansado aún estoy de escuchar los halagos que sobre la ciudad escupen todos los ignorantes que no la conocen.
*Digo estupendamente porque soy muy fino y no me gustan las groserías en literatura.
jueves, julio 28, 2011
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