Estamos en el umbral que separa la inmovilidad del movimiento. Un temblor sutil, ligero, imperceptible con un poder tremendo sobre los pliegues que titubean hacia el origen del mundo (imagen). Pliegues rojos que conducen a un abismo involuntario pero cargado de deseo. Un umbral en penumbra; o un umbral cuya luz se pierde en el infinito que es origen. Entre la inmovilidad y el movimiento, la luz oscura. Movimiento browniano de un rojo dolorosamente feliz. Imagen fotográfica que ha captado el instante decisivo: una pausa no inmóvil donde habita el rojo inevitable.
Porque cuando uno mira, no puede dejar de mirar con lo ya visto. Aunque no todo lo visto haya tenido que ser necesariamente mirado. También se mira con la imaginación que emerge de las palabras. Así: imágenes de la imaginación que emergen en la contemplación estética y se contrastan con las imágenes físicas de unas telas rojas que titubean entra la luz y la oscuridad. Yo miro las fotografías de Marusela Granell a través de los versos de Leopardi: “Mas sentado y mirando, infinitos//espacios más allá de él, y sobrehumanos// silencios, y quietud profundísima// en el pensamiento me finjo, en que casi// se espanta el corazón”.
Las telas rojas de Marusela son de un rojo casi absoluto; un rojo a través del cual “casi se espanta el corazón”. Rojos envolventes que invitan al conocimiento imposible. Imposible en la medida en la que sólo muestran el trayecto del retorno. “Silencios y quietud profundísima” que dan forma a lo informe y señalan el umbral donde “casi se espanta el corazón” (imagen). “Sentado y mirando” veo los espacios infinitos que nos aguardan detrás de los rojos casi absolutos que confluyen en las escalera invertida del deseo (imagen). “Espacios infinitos” que se encuentran más allá de mí; espacios “sobrehumanos” que conducen allá donde la imaginación no alcanza; espacios que por ser infinitos generan una suspensión que casi "espanta el corazón". Casi.
Estas imágenes rojas de tamaño real creadas por Marusela Granell son imágenes cargadas de tiempo suspendido. Su sentido se encuentra por tanto en una detención del tiempo en que la pausa no es exactamente inmóvil porque se encuentra cargada de energía. Es el extrañamiento de esa zozobra la que produce el sentido. La zozobra de esa pausa que se encuentra en el principio de un movimiento no comenzado: el temblor del rojo casi absoluto. Un temblor inquieto de “quietud profundísima” (imagen).
Nota. Este texto ha sido escrito para la revista Métode y hace referencia a las enormes fotografías de Marusela Granell que pueden verse en: www.ciclorama-espacio.es
lunes, septiembre 12, 2011
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